martes, 28 de mayo de 2013

12 tecnologías disruptivas que lo cambiarán todo

El economista austriaco Joseph Schumpeter ya vaticinó a principios del siglo XX que los avances tecnológicos más relevantes producen fenómenos de “destrucción creativa” en las economías, una terminología inventada por él mismo que describe transformaciones profundas de las que emergen nuevas actividades económicas al tiempo que desaparecen otras que no sobreviven al cambio.

Más modernamente se habla de tecnología disruptiva, siendo ésta la que altera la forma de vida de las personas, reestructura las cadenas de valor de los sectores económicos y da lugar a la aparición de nuevos productos y servicios. Este tipo de tecnologías ha sido estudiado por el McKinsey Global Institute en el estudio Disruptive technologies: Advances that will transform life, business, and the global economy, publicado en mayo de este año.

El trabajo es un interesante ejercicio que persigue identificar las tecnologías que ahora mismo muestran un mayor potencial disruptivo, es decir transformador de la sociedad y la economía, de cara a 2025. En principio, no han limitado los campos o disciplinas científicas a la hora de buscar tendencias catalizadoras del cambio, si bien deben cumplir cuatro características básicas:
  1. Alta tasa de cambio tecnológico: rápida evolución de la capacidad tanto en prestaciones como en precio, superando a cualquier tecnología sustitutiva.
  2. Amplio rango potencial de impacto: para ser realmente disruptiva una tecnología debe afectar a un amplio espectro de sectores de actividad, empresas y productos.
  3. Alto valor económico que puede verse afectado: afectará a las magnitudes económicas en grandes proporcioness: PIB, costes, inversión...
  4. Elevado potencial de disrupción económica: alteran la forma de vida y de trabajar de las personas, generan nuevas oportunidades, desplazan la creación de beneficio de unos sectores a otros...
La idea consiste en prever el impacto y anticiparse a él, preparando a la sociedad y al sistema económico.

El informe de McKinsey Global Institute partió de 100 tecnologías candidatas que durante el proceso de estudio quedaron reducidas a 12, que son las que los autores consideran que realmente van a alterar el mundo en que vivimos para 2025. Son las siguientes:

  1. Internet móvil: dispositivos móviles progresivamente más baratos y potentes en términos de computación y conectividad a redes.
  2. Automatización de tareas de conocimiento: sistemas de software inteligente que pueden desarrollar tareas de conocimiento que implican órdenes no estructuradas y  juicios sutiles.
  3. Internet de las cosas: redes con sensores de bajo coste y dispositivos para la recolección de información, monitorización, toma de cisiones y optimización de procesos.
  4. Tecnología de la nube: uso de hardware y software desplegado a través de la red, frecuentemente como servicio.
  5. Robótica avanzada: robots cada vez más capaces, con sentidos aumentados, destreza e inteligencia utilizados para automatizar acciones o  aumentar capacidades humanas.
  6. Vehículos autónomos y casi autónomos: vehículos que pueden operar con poca o ninguna intervención humana.
  7. Genómica de siguiente generación: secuenciado de genes rápido y barato, analítica avanzada big data y biología sintética.
  8. Almacenamiento de energía: sistemas y dispositivos que almacenas energía para su uso posterior.
  9. Impresión en 3D: creación de objetos mediante capas imprimibles de material basados en diseños digitales.
  10. Materiales avanzados: materiales diseñados para presentar características superiores.
  11. Exploración y extracción avanzada de petróleo y gas: técnicas más baratas para detectar y extraer combustibles.
  12. Energías renovables: generación de electricidad mediante fuentes renovables con bajo impacto ambiental.
Tecnologías que ya están desplegándose hoy para transformar por completo nuestro futuro cercano.

sábado, 25 de mayo de 2013

Hoy paro masivo y en 2020 faltará mano de obra cualificada

Y no lo digo yo sino un estudio reciente de la empresa de recursos humanos Randstad, que lleva por título Into de gap, y que analiza el desajuste cuantitativo y cualitativo del mercado de trabajo y la escasez de talento para satisfacer la demanda.

En concreto, los bullet points de la nota de prensa llevan un tono mucho más catastrofista, como por ejemplo, “en 2050 habrá 35 millones de puestos sin cubrir en la Unión Europea”. ¿Cómo puede ser que este año hayamos superado la cifra de paro del 25% en España y que en apenas siete años hacia el fututo, según Randstad, en nuestro país no se podrán cubrir 1,9 millones de puestos altamente cualificados?

Recordemos que, aparte de los parados procedentes de sectores como la construcción, con bajos nivel de cualificación, el desempleo también afecta de forma directa y sin excepciones a los jóvenes intensamente formados. De hecho, se habla de la generación mejor formada de la historia de este país, cuyos conocimientos se han desperdiciado o regalado al extranjero.

La aritmética que presentan los autores del informe para justificar la situación prevista es harto elocuente: “para 2020 se habrán creado en España cuatro millones de nuevos puestos de trabajo que requerirán una alta cualificación; entrarán en el mercado laboral 2,1 millones de nuevos talentos; y recuperaremos a 500.000 desempleados con talento, pero también perderemos a unos 540.000 que se jubilarán.”

Ahora, que no habrá exceso de demanda en todos los sectores. En algunos, como la industria manufacturera y la construcción, habrá más trabajadores disponibles que puestos de trabajo (753.000 y 286.000 respectivamente), mientras que en otros habrá escasez, como en el comercio y la reparación (-398.000) o los servicios a las empresas (-210.000).

A juicio del informe de Randstad, estos desequilibrios, que caracterizarán el mercado laboral en el futuro, derivan de los ciclos económicos, la creación y destrucción de puestos de trabajo constante en una economía de mercado y las divergencias entre las decisiones educativas de los trabajadores y los cambios en los requisitos de trabajo provocados por los cambios en la tecnología de producción.

Y yo me pregunto, si disponemos de este tipo de predicciones acerca de los desequilibrios futuros en el mercado de trabajo, ¿por qué no hacemos algo ya desde los poderes públicos para suavizar el desfase entre oferta y demanda?

miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Las exportaciones nos sacarán de ésta?

Mucho se ha hablado desde que nos metimos en el charco de la crisis, que resultó ser arenas movedizas, del buen comportamiento de las exportaciones españolas durante este periodo, prácticamente el único componente de la demanda que mantiene algo de vida, ante el coma en el que están sumidos la inversión y el consumo tanto públicos como privados. Ya me hice eco de ello en un post de junio de 2011 cuando todavía apenas empezábamos a vislumbrar la magnitud del desastre.

La pregunta que nos hicimos entonces, que seguimos haciéndonos ahora con más razón, y que ha intentado responder Universia Knowledge Wharton en un interesante artículo, es si el sector exterior realmente puede salvar nuestras economías.

Como vimos en el post de hace dos años, España no tiene una tejido económico de fuerte vocación exportadora; más bien se trata de un grupo bastante reducido de empresas que son líderes mundiales en sus respectivos sectores de actividad. Ante el colapso de la demanda en España y del mercado interior europeo, el grupo de multinacionales españolas mantiene el tipo, con mayor o menor elegancia, gracias al tirón de la demanda en América Latina, y en menor medida, en Asia.

No es casualidad que estas compañías sobrevivan gracias al aliento extracomunitario, es el fruto de varias décadas de llevar a cabo estrategias de internacionalización basadas en la alta competitividad de sus modelos de negocio.

Quiero resumir a continuación las cifras positivas que ofrece el artículo de Wharton sobre el sector exterior español:

  • El déficit comercial español se redujo un 33,6% en 2012.
  • Las exportaciones crecieron un 3,8% hasta alcanzar 222.644 millones de euros, el mejor registro desde 1971.
  • Las importaciones cayeron un 2,8% y la tasa de cobertura (porcentaje de las importaciones que se pagan con las exportaciones) se sitúa en 87,8%, el nivel más alto de la historia.
  • Sin contar con el déficit energético, la balanza se sitúa en un superávit de 17.746 millones de euros en 2012.
  • Por último, las exportaciones a Oceanía han aumentado un 37,6%, las destinadas a África un 30,6% y aquellas dirigidas a Latinoamérica un 13,5%.

Ante este rosario de buenos datos, las preguntas que hay que hacerse es, en primer lugar, si se trata de una mejora real de la balanza de pagos o si es una ilusión producida por la caída de la demanda interna y de las importaciones; y en segundo, la que nos hacíamos arriba, si el sector exterior se basta el solo para sacarnos del agujero en el que nos hemos caído.

La primera cuestión la tienen medianamente clara los expertos en economía consultados por los autores del artículo: no estamos ante ningún espejismo sino ante una mejora efectiva de las relaciones comerciales extracomunitarias, derivada de una mayor competitividad alcanzada por la empresa exportadora española. El mercado internacional avala nuestro buen hacer.

La mala noticia es que la proporción de las empresas exportadoras sobre el total de negocios de España es muy baja, constituyendo una fuerza insuficiente para remolcar la economía. Esto parcialmente responde la segunda pregunta.

¿Qué factores nos pueden ayudar en impulsar la proyección exterior de la economía de España? Pues a grandes rasgos se mencionan tres: especialización sectorial, competitividad y esfuerzo innovador.

Siguiendo las buenas prácticas de las empresas multinacionales españolas, debemos elegir los sectores en los que realmente destacamos en el escenario internacional. Sin mucho esfuerzo imaginativo, podemos destacar las telecomunicaciones, la construcción de infraestructuras y obra pública, la energía… pero hay muchos más.

La competitividad de nuestro tejido empresarial ha mejorado notablemente gracias a los esfuerzos en la reducción de costes de las empresas y a la flexibilización del mercado de trabajo (que a algunos les sigue pareciendo muy rígido: deben querer que la gente trabaje gratis). Por desgracia, las políticas monetarias que podrían ahondar en la competitividad de nuestra economía no están en manos del Banco de España, como las devaluaciones en tiempos de la peseta, sino del BCE, que no tiene la menor intención de llevar a cabo acciones que puedan ayudar a los países más dañados.

Finalmente, la empresa que se bate en el ring global debe de asumir la innovación como uno de sus valores estratégicos, solamente así se puede destacar del montón. Desgraciadamente, la escasez de recursos del sector privado y los recortes públicos actuales en estimular la I+D fruto de la austeridad desmesurada nos alejan de este principio.

Como conclusión cabría decir que convertir un país en una potencia exportadora es una tarea que lleva tiempo y cuyos resultados se ven a largo plazo, pero es importante enfocar desde el principio la estrategia correcta y no abandonar el camino.

martes, 7 de mayo de 2013

Ahora es América Latina la que importa talento (y nosotros lo perdemos)

Un rasgo más del nuevo orden mundial que se está gestando en la actualidad es la inversión del sentido de los flujos migratorios. Si antaño la mano de obra emigraba de las naciones latinoamericanas a Europa, hoy en día la peregrinación se produce de este a oeste, por lo menos en el caso de Portugal y España.

Este fenómeno es producto del estancamiento de las economías del viejo continente, incapaces de crear empleo, y de la solidez del crecimiento de América Latina, que parece haber enganchado un ciclo largo que definitivamente va a transformar la estructura socioeconómica de gran parte de los países, como es descrito en el artículo The new New World de la edición de The Economist del 26 de abril.

En el caso de España, los grandes flujos migratorios desde América comenzaron en la década de los noventa, sobre todo con la bonanza económica que sucedió a la crisis de 1992-1994, cuya extensión fue de más de diez años, con algún altibajo entre medias. Sin embargo, entre 2007 y 2011 el número de jóvenes españoles que emigra cada año se ha triplicado. No es de extrañar con una tasa de paro juvenil en torno al 50% como la que tenemos. El caso de los portugueses que emigran a Brasil es similar. 

El nivel formativo de gran parte de los jóvenes que se marchan es muy elevado, se habla incluso de la generación mejor formada de la historia de España. Algunos, no se sabe si por cinismo o estupidez, se enorgullecen de “la exportación de talento”; se ha escuchado a cierta personalidad política afirmar recientemente que "el número creciente de jóvenes españoles que tienen buenos trabajos en el extranjero tendrá un efecto muy positivo", en la economía española, se supone.

Vamos a ver, si analizamos la situación, la mayoría de los jóvenes que se van han estudiado en centros públicos o concertados, y en muchos casos habrán recibido becas, por lo que se puede afirmar que su capacitación la hemos pagado entre todos los españoles (por lo menos, entre los que pagamos impuestos). Si una vez que acaban su formación se tienen que ir a crear valor a otro país con su talento y su trabajo, se puede decir que nos hemos gastado el dinero en mejorar la competitividad de otras naciones.

Evidentemente nadie emigra por gusto, o por lo menos no la mayor parte, y todos sabemos que la situación es excepcionalmente grave. Pero pido a aquellos políticos, -y ya no distingo partidos-, que, bien por su torpeza en el ejercicio del poder, bien por lo canalla e inhumano de la ideología económica que defienden, bien por lo que han robado de las arcas públicas, son los responsables de esta situación, que por lo menos se callen y no nos tomen por más idiotas de lo que hemos demostrado ser cuando les votamos.
 
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