lunes, 28 de noviembre de 2011

Resurrección


La verdad es que no tiene mucho sentido seguir escribiendo sobre temas que no le interesan a nadie. Es el equivalente de hablar solo, algo que observo que es muy frecuente en las redes sociales, donde supuestamente predominan las conversaciones. Yo no veo más que comunicaciones unidireccionales y las mismas soledades que en el mundo real, pero supongo que los iluminados y chamanes diversos 2.0 no estarán de acuerdo.

Así que por ahora se quedan en stand-by los blogs, mientras que, casualmente, suena en Spotify el cuarto movimiento de la segunda sinfonía de Mahler, “Resurrección”.

martes, 22 de noviembre de 2011

Los niños sin infancia de Corea


Siempre hemos criticado, por lo menos los de mi generación, lo despiadadamente competitivo que era el modelo educativo norteamericano,  donde el objetivo parecía tanto formar al alumno como persona y como ciudadano, dotándole de unos conocimientos y de una cultura, sino más bien conseguir que fuese el mejor en todo y que la superación personal, algo en sí positivo, fuese el equivalente de la superación a los demás. Los principios de este sistema dejaban fuera de antemano todo lo que tenga que ver con el trabajo en equipo y la colaboración, dado que el que se sienta a tu lado en el aula es un competidor. Pues parece ser que el modelo de EE.UU. queda chico con lo que está ocurriendo en Corea (la del Sur, por supuesto, la otra no es más que un sangriento país de opereta), donde los estudiantes llevan tan en la sangre la competitividad que acuden por las noches a clases clandestinas en academias, sí he dicho bien, para seguir estudiando. El tema ha adquirido tal envergadura que el gobierno coreano ha tenido que tomar cartas en el asunto persiguiendo la actividad formativa nocturna como si fuera el juego o la prostitución.

Parece ser que todo este proceso pernicioso tiene su origen en la importancia que se da a las altas calificaciones académicas para poder entrar en las universidades; los alumnos con mejores notas pueden entrar en las universidades más prestigiosas y, en consecuencia, acceder a los trabajos mejor remunerados del mercado. Esto conlleva que los niños y niñas coreanos tienen que hacer un sobreesfuerzo académico fuera de las horas lectivas para poder optar a este “paraíso de los más brillantes”, y para ello han proliferado por el país las academias nocturnas de refuerzo, lo que se conoce como “educación en la sombra”. Se calcula que en 2010 el 74% de los alumnos estaba asistiendo a algún tipo de escuela o academia privada después del colegio, lo que equivale a un coste medio para las familias de 2.600 dólares al año por escolar. La paradoja es que hay alumnos que se duermen en las clases ordinarias del colegio para poder rendir en las clases nocturnas privadas.

El gobierno ha empezado a ver esta adicción al estudio como un problema social, hasta el punto de que ha establecido un toque de queda para las academias after-hours, que se denominan hagwons, de forma que sufren redadas de la policía como si se tratase de garitos ilegales. Esto desde el punto de vista represivo (las hagwons estuvieron prohibidas durante la dictadura de los años 80). Desde el punto de vista constructivo, las autoridades intentan relajar, con mediano éxito, el culto a la calificación elevada que impera en el entorno académico e intentar introducir otros valores “más humanos” para evaluar al alumnado, como puede ser la capacidad creativa. A pesar que el propio Barack Obama ha elogiado con aires de sana envidia los resultados académicos de los jóvenes coreanos, que están a la cabeza en cualquier ranking internacional, desde Corea del Sur se aprecia el fenómeno con justificada preocupación; en palabras de Lee Ju-Ho, Ministro de Educación: “ustedes los americanos ven el lado brillante del sistema coreano, pero los coreanos no se sienten contentos con él”.  

Y ahora mi preocupación es la siguiente: dado que en este Brave New World que se nos viene encima Asia cada vez se erige más como zona hegemónica e influyente, ¿llegaremos a importar en la decadente Europa esos sistemas formativos salvajes y deshumanizados?

jueves, 10 de noviembre de 2011

Breve apunte sobre China y Latinoamérica


Ya lo decía yo en otro post, que China tiene fuertes intereses comerciales en Latinoamérica, sobre todo en la parte menos influida por EE.UU., es decir, América del Sur. Es otro de los fenómenos emergentes en este brave new world  que se está gestando: las potencias asiáticas y el cambio en las relaciones comerciales entre áreas geográficas del mundo. Como decía Enrique Iglesias, el secretario general iberoamericano en mi post anterior, en América hay países que reciben “vientos del Pacífico”, es decir, aquellos que están orientando sus relaciones comerciales hacia China y que se benefician del vigor de dicha economía. Pero no todo es tan bonito ni tan entrañable como puede parecer a simple vista, a pesar de que la fuerza del gigante asiático pueda estimular las economías en desarrollo de la región del hemisferio sur.

La estrategia china se basa en importar materias primas de los países americanos y en colocarles, o más bien inundarles, de productos manufacturados. Vamos, a grandes rasgos el esquema colonial del siglo XIX: yo te compro el algodón y te vendo el traje confeccionado con él, por lo que tú me estás devolviendo lo que te he pagado por el algodón pero con un plus. Pero América ya ha aguantado demasiadas majaderías de este tipo en el pasado tanto de españoles, de portugueses y de yanquis, y por suerte, ya no transige con unas condiciones tan abusivas. Las relaciones del siglo XXI se tienen que basarse en una igualdad de condiciones entre socios comerciales que suponga un beneficio mutuo (win-win como dicen los pijos). Volviendo a Enrique Iglesias: “Es importante que América Latina no repita en sus relaciones con China el modelo del siglo XIX, sino que persiga un modelo integral, en el que los intercambios incluyan tanto materias primas como productos manufacturados, que son los que crean empleo y riqueza en los países.”  Se puede decir más alto pero no más claro.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Los medios sociales en EE.UU.: último informe de Nielsen


Ha llegado a mis manos (realmente a mi pantalla) el último informe de la agencia Nielsen sobre medios sociales en Estados Unidos. Los resultados son bastante previsibles, no cuentan nada que no intuyamos, pero merece la pena reseñar la principales conclusiones.
  • Las redes sociales y los blogs son los principales destinos del tiempo empleado por los norteamericanos en la red, en concreto, un cuarto del tiempo que dedican a navegar por Internet. Cuatro de cada cinco usuarios activos de la red de redes visitan redes sociales y blogs.
  • Facebook domina al resto de sitios web en términos de tiempo empleado de navegación.
  • Cerca del 40% de los usuarios de medios sociales accede a los mismos a través de dispositivos móviles.
  • Las aplicaciones relacionadas con redes sociales son las terceras más utilizadas por los propietarios de teléfonos inteligentes.
  • Ésta sí es curiosa: los usuarios de Internet mayores de 55 años están liderando el crecimiento de las redes sociales a través de dispositivos móviles.
  • Hablando de género, los hombres son los que hacen un mayor consumo de vídeo on line, tanto en número de vídeos como en tiempo de visionado.
  • El 70% de los adultos que están en redes sociales compra a través de Internet, un 12% más que el usuario medio de la red.
  • El 53% de los adultos activos en redes sociales sigue a una marca; el 32% sigue a una celebridad.
  • Las redes sociales y los blogs alacanzan a más de las tres cuartas partes de los usuarios de Internet.
  • Ésta también es significativa: Tumblr es un servicio en auge que casi ha triplicado su volumen de usuarios en un año.
El informe, que podéis consultar aquí, también tiene una referencia a nuestro país, destacando la importancia de Tuenti a pesar del liderazgo de Facebook en cuanto a uso de redes sociales.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Para salir de la crisis hay que abrazar la complejidad


Parece que Rubalcaba, aunque tarde, ha comprendido la ecuación de la renta y la demanda, véase, que si el consumo y la inversión privada están estancados la única variable que queda para estimular la economía es el gasto público, que agrupa el gasto corriente y la inversión de las Administraciones Públicas (del sector exterior mejor ni hablamos). El problema es que Mariano Rajoy no lo tiene tan claro aún y ha presentado un programa económico en la línea ideológica y operativa que el aplicado por Ronald Reagan en la década de los 80 en EE.UU., posteriormente reconocido como un error por los propios miembros del Partido Republicano. La doctrina Reagan básicamente postula que el Estado es el origen de todos los males de la economía y que las medidas adecuadas para estimular el crecimiento son el bajar los impuestos y el reducir programas gubernamentales,  como los seguros sociales en el caso de EE.UU. (en nuestro caso podríamos hablar de la educación, la sanidad o el transporte público), amen de liberalizar más los mercados y privatizar todos los servicios públicos posibles.

En un artículo de la revista TIME, “Why America Must Revive Its Middle Class” Jeffrey Sachs, reflexiona sobre cómo esa política aplicada en los dorados ochenta es parte del origen de los problemas que sufre actualmente la economía productiva estadounidense. Partiendo del hecho del deterioro de la clase media americana, que está llevando a una polarización de la sociedad entre los muy ricos y los muy pobres, Sachs defiende que la ceguera de las autoridades durante las décadas pasadas ha impedido identificar las variables que rigen el nuevo mundo emergente: la globalización y la emergencia de nuevas potencias como China, India o Brasil. La feroz competencia internacional de productos manufacturados ha machacado literalmente al trabajador industrial de baja cualificación, la base de la antaño boyante clase media, que ahora contempla como las empresas de su país siguen ganando buenos beneficios, pero produciendo en el exterior, en países en donde la actividad productiva conlleva importante ahorros de costes. Este fenómeno se ha producido sobre todo en sectores como el textil y el del  automóvil, y en principio no afecta tanto a ramas intensivas en mano de obra altamente cualificada.

Jeffrey Sachs culpa a los gobiernos republicanos de la década de los ochenta de no haber entendido que el crecimiento y bienestar de las décadas previas tenía su origen en las políticas públicas de inversión y gasto, que parten de la New Deal de Roosevelt en los años treinta,  la generación de una robusta economía mixta – pública y privada-, que contribuyó sobremanera a cerrar la brecha de ingresos entre ricos y pobres, y que fortaleció a la clase media norteamericana. La retirada paulatina del apoyo estatal a la población durante los veinte años siguientes, sumado a la burbuja inmobiliaria y del crédito personal que han tenido lugar en el país recientemente, más la falta de competitividad internacional de los sectores manufactureros tradicionales (intensivos en mano de obra y por consiguiente causantes de importantes cifras de desempleo al perder fuerza), han dejado una clase media empobrecida y endeudada.

El error de los republicanos es creer que las empresas americanas invierten en el exterior por gozar allí de una imposición más baja, cuando la verdadera razón es la descompensación entre los altos salarios pagados en EE.UU.  y la cualificación del trabajador, algo que no ocurre en Suecia o Alemania, por poner dos ejemplos. En palabras de Sachs “somos, por decirlo llanamente, sencillamente poco competitivos en numerosos sectores industriales”. La solución para el articulista pasa por realizar inversiones públicas a largo plazo en educación, infraestructuras y capital humano; no basta con programas de estímulo puntuales. En vez de defender la bajada de impuestos para los más ricos, el país debe iniciar un debate sobre cómo cimentar la competitividad futura: “los americanos podrán mantener sus altos niveles de vida solamente si abrazan y gestionan las complejidades de una economía globalizada y tecnológicamente avanzada.”

Parece que el presidente Obama comprendió recientemente este particular, cuando ha empezado a abogar por aumentar la inversión pública,  y ha dejado de pensar en que ésta era otra crisis pasajera coyuntural y no un cambio radical del paradigma geoeconómico mundial. Muchos de los males de EE.UU. son comunes a España, pero ¿lograremos que nuestros políticos abandonen la visión pueblerina y cortoplacista? Miedo me da.
 
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