martes, 28 de enero de 2014

Recetas para vivir en una sociedad digital


Nos hemos despertado en este siglo XXI en el seno de una sociedad digital. A los que venimos del siglo pasado, de un mundo de cines con películas de celuloide, de música en discos de vinilo y de televisiones en blanco y negro con sólo dos canales que además no emitían todo el día, todo esto nos coge con el paso un poco cambiado a veces.

Esta sociedad en red requiere de los ciudadanos las denominadas  ”competencias digitales”, es decir, una serie de hábitos, conocimientos y habilidades, que permiten que saquemos el mayor partido de la tecnología, tanto en nuestra vida profesional como en la esfera personal.

En este sentido, la Comisión Europea acaba de publicar los resultados del programa DIGCOMP: A Framework forDeveloping and Understanding Digital Competence in Europe, que entre otras cosas se ha ocupado de definir con bastante precisión las citadas competencias digitales.

Tenemos por tanto la lista de cosas que una persona que se precie de pertenecer a este siglo debería saber hacer al entrar en el proceloso mundo de las redes de comunicaciones. Son básicamente cinco áreas de actividad: información, comunicación, creación de contenidos, seguridad y solución de problemas.  Veamos pues qué deberíamos saber hacer todos.

En relación con la categoría información, el europeo moderno debe poder buscar, navegar y filtrar información, evaluarla, y finalmente, almacenarla y extraerla cuando resulte necesario.

Las habilidades basadas en la comunicación exigen entender y saber utilizar en los diversos canales de comunicación digital, compartir información y conocimiento en las redes, participar de la ciudadanía en línea, saber colaborar en equipos virtuales a través de canales digitales, y finalmente y relacionado con el “saber estar”, dominar la etiqueta en Internet y gestionar adecuadamente la propia identidad digital.

Por otra parte, la creación de contenidos hace alusión a aspectos como saber desarrollar contenidos en distintos formatos multimedia, elaborar nuevos productos digitales en base a otros ya existentes, comprender y respetar las licencias y los derechos de autor, y tener conocimientos de programación.

El cuatro epígrafe está relacionado con la seguridad e implica conocer los riesgos de las redes y los medios para protegernos, saber proteger los propios datos personales en Internet, y evitar conductas que puedan suponer riesgos para la salud física y mental o para el medio ambiente.

Finalmente, el informe establece que el ciudadano de la era digital debe saber resolver problemas técnicos que se le presenten; identificar necesidades y posibles soluciones y herramientas para ellas; innovar y crear productos multimedia, y por último, saber ver las propias carencias en términos de conocimientos y habilidades tecnológicas para desarrollar aquellas que nos faltan.

miércoles, 22 de enero de 2014

Cómo digitalizar tu negocio en nueve pasos


Con ese sentido práctico y directo que caracteriza al mundo anglosajón, George Westerman y Andrew McAfee del MIT, junto con Didier Bonnet de Capgemini, nos proponen nueve pasos o elementos que debe asumir una empresa para convertirse en un negocio digital.

Este informe, The Nine Elements of Digital Transformation, está basado en las entrevistas realizadas a 157 ejecutivos de 50 grandes empresas de 15 países distintos. Se supone que las compañías seleccionadas van en vanguardia en términos de digitalización del negocio y son líderes en el proceso de convertir la tecnología en cambio. 

No obstante, los autores reconocen que ninguna de las organizaciones consultadas cumple las nueve condiciones del modelo; más bien juegan con los distintos aspectos en función de sus intereses y objetivos.

Este esquema está dividido en tres apartados: transformar la experiencia del cliente, transformar el proceso operativo y transformar el modelo de negocio.

Transformar la experiencia del cliente

Este epígrafe incluye los siguientes aspectos:

Comprender al cliente. Las empresas utilizan los medios sociales digitales para entender el comportamiento del cliente: qué le gusta y qué le disgusta. La analítica se perfila como esencial en este entorno para poder extraer información útil sobre los mercados de una avalancha de datos.

Primera línea. Se trata de impulsar la actividad comercial de la compañía mediante la tecnología, establecer una comunicación más directa, acercarse al cliente y ofrecerle un trato personalizado. Recopilar datos del cliente permite adaptar la oferta a sus necesidades y crear una experiencia en torno a la venta.

Interacción con el cliente. Los medios sociales ofrecen canales más directos que los de antaño para mantener una relación con el cliente más directa. Por ejemplo, numerosas compañías han habilitado perfiles de Twitter o Facebook como ventanillas de atención al cliente; otras realizan ofertas y promociones a través de las redes sociales.

Transformar los procesos operativos

Un tema en el que hay que considerar estos tres factores:

Digitalización de los procesos. La automatización de los procesos más elementales y repetitivos permite a la empresa concentrarse en actividades de mayor creatividad y valor añadido.

Habilitar al trabajador. La tecnología de comunicación habilita al trabajador para realizar sus tareas de forma virtual, desde cualquier lugar, sin necesidad de estar presente en un lugar o sede concretos. Esta flexibilidad y ubicuidad mejora e impulsa la comunicación entre los miembros de la empresa y entre éstos y el cliente.

Mejoras en la gestión. La afluencia de información del mundo global digital permite a los gestores de las empresas conocer mejor los productos, las regiones y a los clientes. La transformación digital cambia de hecho el propio proceso de toma de decisiones.

Transformar los modelos de negocio

Desde una triple perspectiva:

Negocios modificados digitalmente. La idea básica no es aplicar la tecnología a modelo de negocios existentes sino transformarlos gracias a la tecnología.

Nuevos negocios digitales. Al negocio tradicional de la empresa ahora se le suman nuevos negocios paralelos basados en la tecnología, por ejemplo, a través de la oferta de información especializada o servicios de geolocalización.

Globalización digital. La tecnología permite que las empresas trabajen en mercados locales pero beneficiándose de las sinergias de la globalización. Las redes ofrecen gran número de servicios para empresas muy competitivos que ya no tienen que prestarse localmente.

viernes, 17 de enero de 2014

SIE13: hacia un país digital


Como ya es tradición cada enero, toca repasar las últimas tendencias que nos trae el Informe de la Sociedad de la información en España que edita Fundación Telefónica.

Como se puede ver por los datos expuestos a continuación nuestro país avanza a pasos agigantados hacia la sociedad y la economía digital, a pesar de todos nuestros problemas y defectos.

Presentamos a continuación los principales resultados:
  1. Micromomentos, el nuevo tiempo encontrado. El teléfono móvil nos sirve para ocupar momentos vacíos, como cuando esperamos el bus o el metro, buscando información o comunicándonos con otras personas.
  2. Llegan los wearables o artilugios inteligentes para llevar encima. Solo en el campo de la monitorización de la salud se prevé que se vendan 80 millones de dispositivos en 2016.
  3. La fabricación se digitaliza: la impresión 3D alcanzará 230k-550k millones de dólares en 2025 y en la actualidad Boeing ya fabrica 220 tipos de piezas con esta tecnología.
  4. Más de un tercio de los cursos online (MOOC) del European MOOCs Scoreboard son españoles (129 de 376).
  5. Las redes de nueva generación ya están aquí: se alcanza más de medio millón de líneas FTTH, un 85,5% más que un año antes. Todos los operadores móviles con red propia lanzan servicios 4G.
  6. En Banda Ancha Móvil se alcanzan las 29,9 millones de líneas. La facturación de la Banda Ancha Fija y de la Banda Ancha Móvil se iguala.
  7. Tres de cada cuatro trámites de los ciudadanos y de las empresas con la Administración General del Estado se realizaron por vía telemática, representando un ahorro estimado de 28.500 millones de euros
  8. El 59% de los usuarios de smartphone lo utilizan como segunda pantalla mientras ven la televisión, el 47% para actividades que tienen que ver con la primera pantalla. El 30% renunciaría a la televisión en vez de al smartphone
  9. El 25% de los internautas con smartphone compran con el smartphone, un 64% de forma mensual. Además uno de cada cinco usuarios de smartphone está interesado en utilizar el móvil como asistente durante el proceso de compra
  10. Las tecnologías son el elemento fundamental de los usuarios a la hora de conseguir un trabajo para los millenials (la denominada generación del milenio); un 87% considera que crean oportunidades para todos. Además, la formación en tecnología para los millenials es considerada como el factor más importante para conseguir el éxito del futuro, por encima de formación en economía y en idiomas.

viernes, 3 de enero de 2014

Desengañaos, ni Google Glass ni la impresión en 3D cambiarán el mundo


Atentos los heraldos que anunciáis las bondades de la nueva economía, véase la economía digital, porque hay en la actualidad una corriente de pensamiento pesimista y aguafiestas que puede bajaros los humos. Vosotros defendéis que vivimos inmersos en un proceso superacelerado de innovación tecnológica que a medio plazo no puede traer más que crecimiento económico y bienestar. Pero hay quien piensa que el carácter poco trascendente de la innovación actual impedirá el despegue de un nuevo modelo productivo, como los que conocieron épocas pasadas.

El profesor Robert J. Gordon de la Northwestern University es uno de los defensores de esta visión desesperanzadora. Ha expuesto sus teorías en artículos, como Why Innovation Won´t Save Us (The Wall Street Journal), en documentos públicos de trabajo, Is U.S. Economic Growth Over? del National Bureau of Economic Research, y hasta en un libro, The American Standard of Living Since the Civil War (Princeton University Press).

Su tesis es tan simple como contundente: a pesar de la aparentemente elevada tasa de innovación que estamos experimentando en la actualidad, ésta no va a producir un nuevo modelo de crecimiento económico que dure décadas y décadas. A su juicio, los actuales productos de la innovación no implican ya grandes transformaciones económicas y productivas. Los efectos de la revolución digital ya han tenido lugar y los hemos dejado atrás.

Gordon razona que el modelo económico de crecimiento que conoció el siglo XX se gestó en torno a inventos y descubrimientos que tienen lugar entre 1875 y 1900. Se trata de aportaciones como la bómbilla eléctrica (1879) y el generador eléctrico (1882) de Edison o el primer motor de combustión interna de Karl Benz (1879), por citar unos pocos.

La revolución que trajeron consigo estos ingenios es espectacular y marca una diferencia abismal entre la vida en el siglo XIX y en el XX: luz eléctrica en las calles y en las casas, agua corriente en los hogares, nuevos tipos de transporte (automóvil, avión), mejora cualitativa de los sistemas de transporte existentes, automatización en las fábricas...

Tras la Segunda Guerra Mundial se produce otro salto importante en las sociedades avanzadas cuando muchos de los desarrollos tecnológicos realizados con fines bélicos se trasladan al sector civil: el motor a reacción, la energía nuclear o los materiales sintéticos, entre otros. Es un modelo que dura de 1945 hasta principios de la década de los setenta, cuando empieza a mostrar síntomas de agotamiento.

A juicio de Robert Gordon la revolución digital comienza en los años setenta, cuando los ordenadores comienzan a sustituir a la fuerza de trabajo humana y permiten que la economía (el hace referencia a EE.UU.) mantenga la tasa media de crecimiento del 2% como en todo el resto anterior del siglo.

Ya en los 60 la informática comienza a entrar en el sistema financiero y en los 70 las máquinas de escribir electrónicas con memoria permiten reducir el número de oficinistas; en los 80 llega el ordenador personal con el procesador de textos y la hoja de cálculo simplificando sobremanera el trabajo administrativo. Finalmente, en los 90 llega la era de Internet y aparecen empresas/productos/conceptos como Amazon (1994), Google (1998) y Wikipedia (2001).

Pero en opinión del profesor Gordon, desde 2002 toda la innovación no se ha orientado hacia las transformaciones sociales o económicas, sino hacia la miniaturización de los dispositivos, y pone el ejemplo del iPhone, que combina funciones de teléfono móvil y de ordenador portátil anteriores a 2002 en un cacharro enano.

Independientemente de que el autor exponga argumentos que pueden ser discutibles, hay que reconocer que su teoría es interesante. A veces cuando nos cuentan las excelencias de fenómenos como el wearable computing, las gafas de Google o la impresión en 3D, tenemos la impresión de que nos están describiendo juguetes para techies pijos, pero no tecnologías con capacidad de tirar de un sistema productivo. Pero claro, a ver quién es el valiente que se atreve a decir el primero que el emperador va en pelotas...

Robert Gordon prevé objeciones a su teoría, como que sí que se produce innovación de calado en el sector del cuidado de la salud. Por ejemplo, descubrimientos relacionados con el genoma humano. Pero afirma que a menudo esas técnicas no llegan a nada y fracasan antes de convertirse en un producto o tratamiento.

En el caso de la industria farmacéutica, cada vez es menor el retorno de la inversión de desarrollar nuevos medicamentos: el coste es muy elevado y el número de beneficiarios reducido. Si hablamos del cáncer, por ejemplo, por el amplio espectro de enfermedades distintas bajo el mismo paraguas con necesidades de tratamientos completamente diferentes.

También se argumentan los éxitos recientes con nuevas técnicas de prospección y extracción de petróleo y gas. En este caso Gordon no ve una fuente de crecimiento económico futuro sino la “suavización” del declive del modelo anterior. Durante décadas las economías desarrolladas han cargado con importantes sobrecostes en el consumo de combustibles fósiles y estas técnicas solamente vienen a abaratar algo sumamente gravoso, que en cualquier caso deberá ser sustituido como fuente principal de energía a medio plazo.

Las cifras que expone parecen confirmar sus ideas. Analizando las tasas de crecimiento de la productividad del trabajo de EE.UU. en distintos intervalos de tiempo seleccionados, comprobamos que el periodo 1891-1972 presenta una media del 2,33%, el de 1972 a 1996 1,38%, el de la época del despegue de Internet 1996-2004 un 2,46%, pero el de los años recientes 2004-2012 apenas 1,33%.

Resumiendo, el profesor Gordon nos sitúa en una época de allanamiento tecnológico, en el que se produce innovación, pero no de suficiente calidad como para poner en marcha un nuevo modelo de crecimiento productivo.


 
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