domingo, 27 de abril de 2014

¿Es la innovación en TIC económicamente neutra?


¿Aporta la innovación a la producción y el nivel de bienestar económico de un país? La respuesta automática que sale de nuestra boca es “por supuesto”, pero el tema no está tan claro como parece a simple vista.

El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz reflexionaba sobre este tema hace algún tiempo en un artículo de periódico. A su modo de ver, no existe ningún indicio de que el frenético ritmo de innovación que experimenta Silicon Valley tenga un efecto real sobre el PIB estadounidense.

Una posible explicación estaría relacionada con el efecto retardo estudiado por otro Nobel, Robert Solow, de la inversión en TIC sobre la productividad económica en EE.UU. El país comienza a invertir de forma intensiva en TIC a partir de la década de los ochenta; sin embargo, los efectos sobre la productividad y sobre el Producto Interior Bruto no comienzan a hacerse sentir hasta mediados de los noventa. En 1987 Solow afirmó: “se percibe la era de los ordenadores en todas partes excepto en la productividad”. La explicación a este lapso es que las inversiones realizadas necesitaron un largo periodo de maduración para que se produjese el cambio cultural hasta alcanzar el funcionamiento interno de las empresas e impregnase al conjunto de la economía y de la sociedad.

Pero Stiglitz considera otras explicaciones alternativas al posible efecto retrasado. A lo mejor, afirma, el PIB no captura todo el efecto de la innovación sobre los estándares de vida y también puede ser que la revolución de las TIC no sea tan trascendental, desde el punto de vista económico, como sus protagonistas afirman.

Al igual que el PIB no refleja, por ejemplo, los costes sociales que se derivan de la innovación, como la inseguridad laboral y pérdida de empleos entre los trabajadores de un sector determinado, puede que tampoco refleje la mejora del bienestar que trae consigo.

Joseph Stiglitz llega a plantear que si todos los esfuerzos innovadores que se han dedicado a la mejora del marketing y las ventas en la red se hubiesen empleado en investigación básica, probablemente los efectos a largo plazo sobre el bienestar económico del país hubiesen sido mucho mayores.

Guillaume Poli, CEO de Edmond de Rothschild, también comparte la preocupación de Stiglitz, aunque a su juicio el problema reside en saber medir el efecto de la innovación en la economía, y por qué no, la misma innovación en sí.

Para Poli es un error medir la innovación científica y tecnológica en función del gasto realizado pues a su juicio no existe una relación directa entre el dinero invertido e innovación, dado que ésta depende más de factores relacionados con cómo se organiza la investigación. Otro indicador que desestima es el de las patentes registradas porque considera que muchas de las mismas hacen referencia a procesos o productos de escasa relevancia.

Guillaume Poli reconoce la enorme dificultad para medir el efecto de la innovación sobre el crecimiento, más aún cuando un proceso disruptivo tiene como consecuencias colaterales negativas, como la pérdida de empleos o el cierre de empresas que no saben o no pueden adaptarse a los nuevos escenarios que emergen.

Concluye que la innovación es impredecible y que nunca sabremos por dónde aparecerá, tan solo podemos obtener “pistas”, de las que pone varios ejemplos en distintas ramas, como la electrónica de circuitos, las comunicaciones, los materiales o la biología.

sábado, 19 de abril de 2014

El marcador de la innovación de las regiones europeas


Las regiones españolas no destacan precisamente por su vocación innovadora a juzgar por los resultados que expone el último informe Regional Innovation Scoreboard de la Comisión Europea. Los datos nos sitúan claramente en el furgón de cola del tren europeo con unos resultados bastante discretitos.

El  Regional Innovation Scoreboard (RIS) presenta una comparativa en capacidad innovadora de 190 regiones de la Unión Europea, Suiza y Noruega. Los resultados se resumen en una clasificación que agrupa a las regiones en cuatro grupos según su esfuerzo innovador: Líderes en innovación, Seguidores en Innovación, Innovadores moderados e Innovadores modestos.

A grandes rasgos, la metodología RIS reposa sobre un conjunto de indicadores regionales que se agrupan en tres epígrafes: Facilitadores de la innovación (recursos humanos, niveles educactivos de la población, sistema científico, financiación del I+D...), Actividades de las empresas (inversión en innovación, alianzas y emprendimiento, patentes...) y Resultados (niveles de innovación de la pyme, efectos económicos de la innovación...).

Cada país participante en el estudio es dividido por regiones que en el caso de España coinciden con  las 17 comunidades autónomas, Ceuta y Melilla. De las 190 regiones consideradas, 34 se sitúan en el grupo de cabeza de los líderes, 57 en el de Seguidores, 68 en los moderados y 31 en el de los modestos.

Atendiendo a los resultados de nuestro país, observamos que ninguna región española engrosa la categoría de Líder innovador y que solamente 2 son consideradas como Seguidoras, que son el País Vasco y Navarra. El grueso de regiones se encuentra en el grupo de los innovadores moderados y 4 de ellas, Baleares, Ceuta, Melilla y Canarias, en el de innovadores modestos.

Estos resultados nos colocan en el puesto 16 de la lista de 24 países encabezada por Suiza, Suecia, Dinamarca, Alemania y Finlandia, que cuentan con la mayoría de sus regiones en el grupo de Líderes de innovación. A la cola se sitúan Rumanía y Bulgaria, cuyas regiones son mayormente del cuarto grupo, el de los modestos.

El estudio RIS realiza también un análisis sobre el efecto de la financiación con fondos comunitarios sobre la capacidad innovadora de las regiones y vuelve a crear una tipología regional:

  1. Líderes en absorción del Programa Marco. Son regiones con una participación de media-alta a muy alta en el 7 Programa Marco de I+D.
  2. Líderes en el uso de los Fondos Estructurales para actividades tecnológicas y de investigación.
  3. Líderes en el uso de los Fondos Estructurales para el desarrollo de servicios de apoyo a la innovación empresarial y comercial.
  4. Usuarios de los Fondos Estructurales para apoyar prioridades de todo tipo relacionadas con la investigación y el desarrollo tecnológico.
  5. Usuarios de bajo nivel de los Fondos Estructurales. Aquellas regiones que presentan una tasa baja de dedicación de los Fondos Estructurales para apoyar actividades de I+D.
Y si le ponemos banderas a cada uno de los grupos anteriores, nos encontramos que en el primero estarían mayormente las regiones de países como Suecia, Austria y Alemania; en el segundo repetiría Alemania y aparece Portugal; en el tercero Francia, Italia, Portugal y Suecia; en el cuarto Reino Unido, Alemania, Francia e Italia: y finalmente, en el quinto Francia, Polonia, Italia y España.

domingo, 6 de abril de 2014

Alumnos innovadores: los sistemas educativos que sí funcionan


Dentro del espectro de experiencias innovadoras en el campo de la educación, el articulista de la revista TIME Rana Foroohar ha identificado una en un centro de secundaria de la ciudad de Chicago que merece la pena analizar con detenimiento. Se trata del instituto Sarah E. Goode, cuyos alumnos son denominados innovadores y  reciben una formación intensiva en habilidades STEM, las siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (Science, Technology, Engineering and Mathematics).

Todos los informes realizados en torno a los niveles educativos de EE.UU. y Europa parecen detectar carencias en el alumnado en este tipo de competencias, que por otro lado, se supone que son o serán las más demandadas por la economía del siglo XXI.

Los alumnos del Sarah E. Goode (que es el nombre de la primera mujer afroamericana en registrar una patente en 1885) cursan dos años más de estudios que los de los otros centros del país para obtener el graduado de secundaria. Pero los seis años en total les cualifican para recibir una diplomatura que supera el mero título de  estudios secundarios.

Pero hay algo más, el promotor de esta iniciativa no es otro que IBM, que aparte de establecer el currículum académico en materias STEM, ofrece oportunidades de trabajo remuneradas en la propia empresa. De alguna forma, el gigante de la informática ha creado un vivero de futuros empleados en este instituto de Chicago y en los otros siete que tiene entre esta ciudad y Nueva York.

El programa en cuestión se denomina Pathways in Technology, o P-Tech, y su primera promoción se graduará en 2018. Se considera muy positiva la colaboración del mundo de la empresa en el diseño y ejecución de los planes de estudio, a pesar de que tradicionalmente la educación asociada a sectores de actividad económica era considerada de baja calidad.

A pesar de lo atractivo del modelo, no deja de ser inquietante que sea una empresa la que determine qué deben estudiar los alumnos. Indudablemente, el desempleo juvenil es un problema de primera magnitud pero estas experiencias educativas orientadas al mercado de trabajo no dejan de sugerir que en vez de ciudadanos estamos formando mano de obra.

Curiosamente, el modelo P-Tech puede presentar otra derivada. Una determinada área geográfica en la que ha sido aplicado puede resultar más atractiva para el capital productivo al disponer allí de fuerza de trabajo altamente cualificada. Este modelo se convierte entonces en un atractor de la inversión empresarial o factor de desarrollo local.

Aparte del énfasis en las materias STEM, el currículo de este modelo educativo también incide en  las denominadas “soft skills” (habilidades blandas), como la capacidad para trabajar en equipo, la expresión oral y la presentación, el saber venderse o el liderazgo, entre muchas otras.

En resumen, los defensores del modelo resumen en tres sus factores de éxito: 1. Los alumnos permanecen dos años más en el centro formándose, 2. Los empleadores intervienen en la elaboración del currículo, y 3. Existe la recompensa de un empleo tras la graduación.
 
Google Analytics Alternative