jueves, 22 de septiembre de 2011

La Regla 10/20/30 de Guy Kawasaki


Si alguna vez habéis tenido algún puesto de trabajo en el que os dedicabais a recibir propuestas, del tipo que sean, para analizarlas y tomar una decisión de apoyo o financiación, habréis podido comprobar lo inútil que es la gente generalmente a la hora de explicar sus ideas y proyectos. A mí me ha pasado de recibir cartapacios inmensos llenos de papeles que, tras ser examinados, no me contaban con claridad lo que se me estaba pidiendo. Aparte del fracaso de la enseñanza en las competencias más básicas, es decir, la escritura y la ordenación de las ideas, queda muy claro que a menudo la gente es incapaz de transmitir aquello que quiere comunicar, y  esto es especialmente grave cuando se trata de solicitar ayudas o el compromiso de alguien para una determinada iniciativa. Otro tanto me ocurre cuando viene alguien en persona contarme una propuesta y me explica la naturaleza jurídica y los órganos de gobiernode su organización antes de contarme qué viene buscando.

Guy Kawasaki es uno de los gurús actuales en temas de marketing e innovación, y  este hombre se dedicaba a financiar proyectos a emprendedores. Acabó tan harto de que la gente le contase historias larguísimas sin explicar claramente su modelo de negocio que desarrolló un modelo de presentación de proyectos denominado Regla 10/20/30.  Este sistema es tan sencillo que se resume en tres principios:

  • Usar sólo 10 transparencias por presentación.
  • La presentación no debe durar más de 20 minutos.
  • El tamaño de la letra (font) debe ser de 30 puntos, para no introducir demasiado texto por slide. 
Diez transparencias porque según él un ser humano no puede retener más de 10 conceptos en una reunión. Los diez conceptos que un proyecto debe incluir son:
  1. Definición del Problema
  2. Tu solución
  3. Modelo de negocio
  4. Magia subyacente/tecnología
  5. Marketing y ventas
  6. Competencia
  7. Equipo
  8. Perspectivas e hitos
  9. Situación actual y cronograma
  10. Resumen y próximos pasos
Veinte minutos, porque la gente no tiene demasiado tiempo para escucharte, de hecho algunos llegan tarde y otros se van antes de que acabes, así que aunque tengas más tiempo para exponer, es mejor que te ciñas a los veinte minutos y que dediques el tiempo restante a preguntas y aclaraciones.

Tamaño de fuente de 30 puntos, para evitar que recargues de texto las presentaciones. No hay cosa más horrible que una transparencia repleta de texto en letra pequeña y que el ponente la lea de principio a fin. Eso aburre a los muertos.

No digo que haya que aplicar al pie de la letra los principios de Kawasaki, pero nos puede ayudar a ser un poco menos plastas, digo.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Escenarios de la crisis en 2008 o cómo todo lo que puede ir mal irá mal


En 2008 la consultora McKinsey publicó un artículo en la revista The McKinsey Quarterly esbozando el abanico de posibles escenarios a medio plazo de evolución de la crisis que entonces comenzaba. Todo el que haya leído alguna vez sobre dirección estratégica de empresas se habrá encontrado con la costumbre que tradicionalmente presenta esta empresa de reducir la realidad a modelos y matrices. Que conste que esto lo digo sin un ápice de ironía pues considero muy positiva la capacidad de explicar el funcionamiento de un sistema mediante gráficos sencillos que faciliten la toma de decisiones.

En el caso que nos ocupa, se tomaron en cuenta dos variables, el grado de profundidad de la recesión y la capacidad de recuperación de los mercados de crédito y capital, dando lugar a una figura como la que aparece a continuación, con cuatro situaciones posibles.




Los cuatro escenarios que surgieron del análisis son los siguientes:

Impulso global revitalizado

El cuadrante de arriba a la derecha era la previsión más optimista en la que la recesión se presentaba moderada y los mercados financieros se recuperaban rápidamente, convirtiéndose la crisis en poco más que un mal sueño. En esta situación:

  • Se produce una recesión moderada seguida de fuerte crecimiento económico.
  • Surge un nuevo y eficaz régimen regulador.
  • Se alcanzan ratios de préstamos/capital seguros que conducen a una reactivación del comercio y del volumen de préstamos.
  • El coste del capital se recupera a niveles históricos.
  • La globalización sigue su curso, las economías emergentes y en desarrollo siguen unidas.
  • Repunte de las actitudes positivas.

No hace falta decir que este escenario no ha tenido lugar.

Globalización estancada

El escenario que ocupa el cuadrante de abajo a la derecha se caracteriza por una recesión moderada pero sin recuperación temprana de los mercados financieros, y expondría la siguiente situación:

  • Recesión moderada durante uno o dos años seguida de un crecimiento económico lento.
  • El régimen de regulaciones sostiene el sistema pero supone un lastre para la economía.
  • Ratios de préstamos/capital casi seguros.
  • Significativamente alta implicación del gobierno en la asignación de créditos.
  • Costes de capital bastante más altos que antes de la crisis.
  • La globalización se estanca.
  • Las actitudes son más a la defensiva y nacionalistas.

Maltrecho pero resiliente

Un escenario donde los mercados de crédito y capital se recuperan pero en el que la recesión global es más profunda (cuadrante arriba a la izquierda). El modelo define las siguientes características:

  • Recesión prolongada de 18 meses o más.
  • Nuevo régimen de regulaciones más eficaz.
  • Recuperación generada por políticas fiscales y monetarias eficaces y liderada por determinadas zonas (China, Oriente Próximo, EE.UU….).
  • Se alcanzan ratios de préstamo/capital seguros que conducen a la reactivación del comercio y del volumen de préstamos.
  • Moderada recuperación del comercio y del flujo de capital.
  • Se recupera lentamente la globalización.
  • Repunte lento de las actitudes.

Prolongada congelación

Por desgracia, el peor escenario, el situado abajo y a la izquierda, es el más parecido (con matices) a la situación que estamos sufriendo tres años después de la creación del modelo de McKinsey.
  • La recesión dura más de cinco años, como en Japón en la década de los 90. En nuestro caso, aunque se ha producido crecimiento de la economía, éste es tímido e inestable y amenaza constantemente con volverse negativo.
  • Políticas reguladoras, fiscales y monetarias ineficaces. Este postulado también se cumple en la actualidad y habrá que ver que apuesta resulta más segura, si la de gastar e invertir de Obama o la de restricciones extremas de la UE.
  • Todas las zonas geográficas se estancan. Esto es válido para EE.UU. y la Eurozona, mientras que Australia, Canadá, América Latina, China y otras áreas capean la crisis con éxito.
  • Ratios de préstamos/capital a la defensiva, con flujos de crédito restringidos y operaciones en mercados sin liquidez. Esto parece una foto de este momento.
  • Mayor implicación del gobierno en la concesión de créditos.
  • Recuperación muy lenta del comercio y del flujo de capital.
  • Actitudes mucho más a la defensiva y nacionalistas. Y se podría añadir insolidarias de unos países europeos con otros con más problemas.

martes, 13 de septiembre de 2011

Europa, el calvinismo y el espiral del desastre


Leyendo el artículo de Paul Krugman en “El País” de hoy, “Un desastre impecable”, he empezado a entender muchas cosas, no tanto por los hechos y razonamientos que expone sobre la crisis (que los lleva repitiendo desde hace meses), sino por una expresión que utiliza, un matiz que puede parecer producto del estilo literario pero que no lo es. En concreto, y disertando sobre la falta de operatividad del Banco Central Europeo a la hora de salvar a los países más endeudados de la zona euro, dice lo siguiente:

“Pero el BCE se vio inmediatamente bajo la extrema presión de los moralizadores, que odian la idea de permitir que los países se libren del castigo por sus supuestos pecados fiscales.”

Dos palabras: pecados y castigo. Inmediatamente me ha venido a la mente “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” de Max Weber, donde se explica como el capitalismo es fruto de la moral protestante, y más en concreto del calvinismo, cuya visión determinista de la existencia defiende que aquellos que triunfan desde el punto de vista material es porque Dios así lo quiere, mientras que los que fracasan están recibiendo un castigo divino, por algo que han hecho o dejado de hacer. Es una religión profundamente austera que rechaza el lujo, la ostentación y que defiende el trabajo y el apego a lo material, frente, según Weber, los católicos que presentan una doctrina basada en el desapego terrenal y una búsqueda de espiritualidad. Dejo a continuación un par de citas del libro:

“Porque hay una pregunta que forzosamente tuvo que surgir en cada creyente empujando todos los demás intereses a un segundo plano: ¿He sido elegido yo? Y ¿cómo puedo yo estar seguro de esa elección? Para el propio Calvino esto no constituyó un problema. Se sentía “instrumento” y estaba seguro de su estado de gracia. Por consiguiente, para la pregunta de cómo el individuo podía estar seguro de su propia condición de elegido, sólo tenía una respuesta: que debemos conformarnos con el conocimiento de la decisión de Dios y con la confianza permanente en Cristo que otorga la fe verdadera.”

“El calvinista, tal como ocasionalmente se dice, “logra” su bienaventuranza por si mismo  – aún cuando lo correcto sería decir que obtiene la certeza de esa bienaventuranza por si mismo. Sin embargo, este logro no es una progresiva acumulación de acciones meritorias, tal como puede ser en el catolicismo, sino un sistemático auto-control, constantemente puesto ante la alternativa de ¿Elegido o Condenado?”

Y eso es lo que está pasando ahora mismo en Europa: los protestantes del norte no se deciden a ayudar a los estados más periféricos porque consideran que hemos “pecado”, que hemos derrochado y que no hemos cumplido con rigor la austeridad presupuestaria de la que ellos hacen gala (supuestamente). Y el nuevo dios mercado nos castiga. Sin embargo, señala Krugman, este castigo, según sus valores protestantes, es válido para Grecia y para nadie más. Subraya que España tenía superávit presupuestario y una deuda baja antes de 2008, “un historial fiscal impecable”, y su situación no es peor actualmente que la de, por ejemplo Gran Bretaña. Pero el déficit público nos obliga a emitir deuda, en un escenario de retirada de inversores, y tenemos que ofrecerla más cara para que alguien nos la compre. Pero al venderla más cara nuestro endeudamiento crece y nos metemos en un círculo vicioso, un espiral que puede conducir al desastre. Y sigue Paul Krugman, ¿qué haría un país con una divisa propia y el control de su política monetaria? Pues comprar su propia deuda con dinero recién creado. Pero ni Italia, ni España, ni Grecia tienen su propia moneda, y dependen de las decisiones del BCE, que por lo que se ve, en vez de actuar tiene ciertas dudas morales sobre si intentar rescatarnos o aliviar la situación, o dejar (postura defendida por Alemania) que nos quememos en nuestro propio infierno para purgar nuestros pecados de derroche. En suma, el dios mercado nos castiga por ineficientes; es una de los principios básicos del pensamiento neoliberal y de la ética protestante.

Así que en vez de una Europa unida que se ayuda y apoya mutuamente, los vecinos del norte prefieren castigar a los que lo están pasando peor, haciéndole el juego a los mercados internacionales de capitales, que se supone no se equivocan nunca porque son una deidad o ley natural. Qué pena de Tercios de Flandes.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Latinoamérica como gigante económico


Hoy he asistido al Foro de Responsabilidad Social Empresarial España-México (FORESME) y la charla inaugural de Enrique Iglesias, Secretario General Iberoamericano, ha confirmado ideas sobre Latinoamérica que yo aventuraba en este blog, en concreto en posts como La década prodigiosa de América Latina o Latinoamérica ¿esta vez sí?, a saber, que realmente el continente está empezando a iniciar la senda del desarrollo de una vez por todas, y que a lo largo de esta década varios de sus países pueden llegar a convertirse en ejes del esquema geoeconómico mundial.

Iglesias ha esbozado la situación actual de crisis pero destacando que la recesión no es homogénea; los malos resultados económicos no han afectado a países como Canadá o Australia, ni a zonas como Asia o América Latina, que muestran un comportamiento francamente positivo. En este último caso, las Américas, ha distinguido entre países que reciben “vientos del Pacífico”, es decir, aquellos que están orientando sus relaciones comerciales hacia China y que se benefician del vigor de dicha economía, y otros menos afortunados que están influidos por los “vientos del norte”, es decir, por EE.UU., y que se contagian del estancamiento de su vecino de arriba. Se trata de México y de todo Centroamérica en general.

En cualquier caso, Enrique Iglesias ha augurado que para el año 2020 podemos encontrarnos con una serie de países de Latinoamérica que habrán abandonado la etiqueta de “país en desarrollo” y que habrán entrado con pleno derecho en el grupo de estados ricos. Eso sí, a su juicio se tienen que dar una serie de condiciones para que el proceso no se trunque, a saber:

  1. Que la crisis, que hasta ahora capean con éxito, no les juegue una mala pasada y les devuelva al estancamiento.
  2. Que se sigan aplicando buenas políticas macroeconómicas. Según Iglesias, los equipos económicos de gobierno en América Latina son increíblemente buenos, entre otras cosas porque se han formado a base de resolver situaciones extremadamente difíciles y tienen un know-how al respecto excepcional.
  3. Que se fomente el ahorro y la inversión productiva, que en su opinión es aún insuficiente.
  4. Que se lleve a cabo una revolución en la educación, en la productividad empresarial (extremadamente baja, especialmente en la PYME) y en la innovación.

Yo solamente añadiría a la lista anterior que se promueva desde el Estado la distribución de la renta de forma que se genere una clase media predominante que, por un lado, constituya mano de obra muy cualificada para el sistema productivo, y por otro, una demanda de consumo interno de productos de alto valor añadido en los países.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Los nuevos dioses


Parece ser que por fin Obama ha entendido la ecuación de la renta y la demanda que explica el primer capítulo de cualquier manual de macroeconomía. A pesar de la oposición del siniestro Tea Party, ha razonado que la única forma de combatir el desempleo es ejecutando inversiones y gasto públicos, y calcula que puede de esta manera situar la tasa de paro de EE.UU. varios puntos por debajo del actual nueve y pico por ciento (¡jopé, lo que daríamos nosotros por tener esa tasa de parados!). Aquí por desgracia las infusiones patrias de graznido de gaviota junto con el colectivo del capullo en la mano parecen haber considerado el confiar la reactivación económica al Espíritu Santo, a la Virgen del Pilar o a la de Lourdes (para el caso es lo mismo en una Europa unida), que como todo el mundo sabe son entes mucho más eficaces que la política fiscal y de rentas. Nuestros esfuerzos se dedican a aplacar la ira de los mercados.

Los mercados financieros han venido a sustituir a los viejos dioses que regían los destinos de las personas en el mundo previo al paso del mito al logos. Aquellos dioses, que en según qué culturas podían llegar tener muy mala leche, eran los responsables de las malas cosechas, de que un volcán borrase tu ciudad del mapa e incluso de que tu mujer te la pegase con ese esclavo nubio de majestuosa estampa. La única forma de aplacar la ira de los dioses era realizando ofrendas y sacrificios, y aun así la inestabilidad emocional de la que hacían gala impedía con frecuencia predecir un resultado satisfactorio a la operación. Actualmente son los mercados los que nos castigan, los que nos obligan a realizar sacrificios y a empobrecernos para acallar su furor, los que deciden que países con estructuras económicas sólidas no son dignos de confianza, y en suma, los que nos exigen pedir perdón de rodillas por pecados que no hemos cometido. Y las agencias de calificación son los sumos sacerdotes de este nuevo culto, y aunque con frecuencia se equivocan provocando daño a millones de personas, seguimos conservando la fe en ellas y siguiendo sus discutibles dictámenes a pies juntillas.

Ya en 1936 Keynes explicaba el funcionamiento de los mercados financieros en un mundo mucho menos globalizado e interconectado que el actual:

"Cuando faltan los mercados de valores no tiene objeto revaluar con frecuencia una inversión en la cual nos hemos comprometido. Pero la bolsa evalúa muchas inversiones todos los días y estas revaluaciones dan frecuentes oportunidades a los individuos (aunque no a la comunidad en su conjunto) para revisar sus compromisos. Es como si un agricultor, habiendo observado su barómetro después del desayuno, decidiera retirar su capital del negocio agrícola entre diez y once de la mañana y reconsiderar si debía volver a él posteriormente durante la semana. Pero las revaluaciones diarias de la bolsa de valores, aunque se hacen con el objeto principal de facilitar traspasos entre individuos de inversiones pasadas, ejercen inevitablemente influencia decisiva sobre la tasa de las inversiones corrientes; porque no tiene sentido crear una nueva empresa incurriendo en un gasto mayor que aquel a que se puede comprar otra igual ya existente, mientras que hay un incentivo para gastar en un nuevo proyecto lo que podría parecer una suma extravagante, si puede venderse en la bolsa de valores con una ganancia inmediata. Por eso ciertas clases de inversiones se rigen por el promedio de las expectativas de quienes trafican en la bolsa de valores, tal y como se manifiesta en el precio de las acciones, más bien que por las expectativas genuinas del empresario profesional."
John Manyard Keynes “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” 12.III

Básicamente, lo que viene a decir es que las decisiones de inversión y desinversión en los mercados de valores dependen del propio funcionamiento de los mismos y son cada vez más ajenas a la evolución de las empresas a las que los valores hacen referencia. Este fenómeno se ha multiplicado en las décadas que han seguido a la publicación de este texto, habiéndose mundializado el mercado de valores y habiéndose afinado su operativa, por  gracias de la tecnología, de forma que la información fluye en tiempo real por todo el orbe. Esta separación entre expectativas financieras y economía real se aplica igualmente al caso de las naciones. Países con una estructura productiva dinámica y competitiva, y con cifras importantes de crecimiento antes de 2008, son ahora tratados como repúblicas bananeras al borde de la quiebra. Sin embargo, y aunque la crisis haya propulsado el cierre de empresas y la caída de la producción, los factores intangibles que hacen poderosa una economía siguen ahí: el know-how, el grado de capacitación de la mano de obra, la especialización en sectores productivos de alto valor añadido, la capacidad de innovación, la visión y habilidad del empresariado… Pienso que esos son los factores sobre los que se debe juzgar la credibilidad de una nación y no en los oráculos de los nuevos dioses.
 
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