lunes, 8 de abril de 2024

La digitalización y la salud mental de la juventud

 


Vivimos en una era tecnológica rodeados de dispositivos conectados a redes. Aquellos nacidos en el presente siglo no pueden concebir una vida sin teléfonos inteligentes y tabletas que nos abren una ventana al orbe global. Los que hemos emigrado desde el ya lejano siglo XX sí que recordamos un mundo muy distinto, en el que nuestro contacto con la tecnología más avanzada era la televisión analógica del salón, ver películas en vídeo o DVD, escuchar música en CDs y, como mucho, utilizar ordenadores personales con programas instalados en su disco duro.

La rápida digitalización de la sociedad ha traído muchas ventajas, de eso no hay duda, pero también plantea problemas y amenazas de diversa índole. Uno de los colectivos más vulnerables en este proceso de cambio es el de la juventud, cuya inmersión en la tecnología desde la más temprana edad, a menudo sin la educación ni supervisión parental adecuada, está produciendo estragos en su salud mental, a juzgar por los estudios y estadísticas que se llevan a cabo al respecto.

El informe de ONTSI Impacto del aumento del uso de Internet y las redes sociales en la salud mental de jóvenes y adolescentes establece que más del 11% de los jóvenes de entre 15 y 24 años se encuentra en riesgo elevado de hacer un uso compulsivo de los servicios digitales, porcentaje que se eleva al 33% en el caso de de las edades entre los 12 y 16 años. Existe un gran debate en la actualidad sobre los posibles efectos nocivos de las pantallas sobre la salud mental de los niños y adolescentes; hay opiniones que niegan que se haya llegado hasta el momento a demostrar una relación causal, pero lo cierto es que ya existe el término tecnoadicción que define una conducta adictiva basada en el uso patológico de los dispositivos digitales, hasta el punto de que limitan la libertad y la voluntad del usuario.

La pandemia fue el primer gran ensayo general de lo que es una sociedad en red y constituye un antes y un después en la intensidad de uso de las herramientas y servicios digitales. También parece supuso una prueba de estrés para la salud mental de los jóvenes españoles, a juzgar por el estudio citado, pues afirma que un año después del inicio del confinamiento más de la mitad de la población juvenil manifestaba sentir tristeza, decaimiento y desesperanza, además de dificultad para concentrarse. Por supuesto, habría que discernir qué parte de estos síntomas es debida a un mayor uso de la tecnología debido al encierro forzado, y qué parte a la experiencia traumática que ha supuesto la propia emergencia mundial.

Dentro de los distintos servicios digitales, las redes sociales parecen ser la mayor amenaza para la salud mental de los niños y adolescentes. El síndrome FoMO (fear of missing out) hace referencia al temor irracional que produce el ausentarse de internet por la posibilidad de perderse experiencias que otras personas pueden estar disfrutando. Por otra parte, el acrónimo NOMOFOBIA (no mobile phobia) alude a la angustia provocada por no disponer de un teléfono móvil y quedar desconectado del entorno digital. Las redes sociales son las responsables de que el usuario haga un uso excesivo de las pantallas, pero, además, han generado en los últimos años, especialmente entre los más jóvenes, una obsesión compulsiva en torno a los cánones estéticos y, en algunos casos, han servido de plataformas de difusión de conductas inadecuadas o peligrosas. Por ejemplo, los retos o challenges en TikTok que incitan a realizar determinadas acciones virales han producido lesiones e incluso provocado la muerte en adolescentes que los han acometido.

A pesar de que hay bastantes evidencias de los posibles efectos negativos de la tecnología digital en el bienestar mental de los menores, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sólo reconoce como trastorno la adicción al videojuego y al juego en línea.

Entre las recomendaciones que ofrece el informe de ONTSI para abordar este problema destaca el formar adecuadamente a las familias para que puedan enseñar a sus hijos e hijas a gestionar su relación con el mundo digital. A pesar de los peligros que acechan en las redes, internet es una de las cosas más maravillosas que nos hemos encontrado los que nacimos en un mundo en el que no existía. La posibilidad de acceder a ingentes fuentes de información, de relacionarse sin límite con cualquier parte del mundo, participar en proyectos y acciones colaborativas, crear y compartir hacen que sea un medio que bien utilizado contribuye al desarrollo de la humanidad. La cuestión es aprender a manejarlo con sensatez y responsabilidad.

 

 

 

 

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