martes, 28 de diciembre de 2010

¿Dónde estabas tú en el 77?


A menudo observo grandes paralelismos entre las características y la propia génesis de la tan renombrada Movida Madrileña y la eclosión de este minimundo 2.0. Si recordamos los hechos, los que vivimos en aquella turbulenta época entre 1975 y 1985, lo que nació como fenómeno basado en la actividad de un pequeño  grupo de jóvenes, más o menos amigos y conocidos entre sí, acabó convirtiéndose en la seña de identidad cultural de una ciudad. Fueron unas personas que se reunieron para tocar en grupos, para pintar o esculpir, para hacer fotografía o cine, o sencillamente para hacer happenings, como fue el caso de Fabio MacNamara. Y lo que empezó como una corriente cultural underground, de pronto un día llamó la atención de los medios de comunicación más progres de la época y se dedicaron a amplificarla y difundirla a toda la sociedad: había nacido la Movida, que pronto fue apadrinada y fagocitada por la administración pública, más en concreto, por el consistorio de la capital. A partir de entonces, el chaval guitarrista que no sabía diferenciar un Fa Sostenido (Fa#) del ruido de la cisterna del water fue considerado músico; el otro que pintaba monigotes en la línea de Keith Hearing ,artista plástico; y el de más allá, que no sabía ni donde tenía el fotómetro su Zenith, renombrado fotógrafo. Cuando todo el mundo quiso sumarse a la Movida, los protagonistas originales, en un acto de ego y vanidad, renegaron de ella y defendieron que nunca había existido.

Todo el rollo precedente viene a cuento porque me resulta familiar al escuchar a santones y gurucetes 2.0 decir que “existen demasiados blogs”, que "ya no tiene sentido escribir en blogs” o más lapidariamente que “los blogs han muerto”. Y esta actitud responde nada más que al encumbramiento (real o supuesto) que estas personas sienten al ser citadas sus opiniones en medios off-line o al ser convocados como ponentes a las romerías y saraos TIC que tanto abundan últimamente a lo largo y ancho de nuestra geografía. No pueden soportar que lo que antes les distinguía y les hacía “diferentes”, “especiales”, se podría decir incluso “iniciados”, ahora sea patrimonio de todo el mundo, porque todo el mundo crea y comparte.

Y eso que les revienta tanto es precisamente lo maravilloso de la web social: todo el mundo, sin grandes conocimientos técnicos, tiene las herramientas para crear, para comunicar, para compartir sus ideas, para ordenar y transmitir sus conocimientos profesionales, para enseñar a todo el mundo las fotos o vídeos propios, para intercambiar contenidos…

Igualmente, ese factor fue lo positivo de la Movida Madrileña, el “hazlo tú mismo”, el espíritu de que todo el mundo tiene derecho a participar con sus habilidades y conocimientos por limitados que sean; cualquier chavalín deslizando la cejilla de La arriba y abajo del mástil de la guitarra podía tocar como sus admirados Ramones, no hacía falta ser un virtuoso como Ritchie Blackmore de Deep Purple. Es algo que comentaba el otro día en el blog de Iñaki Sistiaga (@Musicliveislife), “Viajando al fin de la noche” (muy recomendable, por cierto) acerca de la filosofía punk: Do It Yourself, pero sobre todo, ¡participa!

Por eso que considero que, lejos de anunciar muertes prematuras como hacen los ciberpopes, hay que animar a la gente a que abra blogs, a que escriba y se relacione en la blogosfera; toda persona tiene algo interesante y único que aportarnos a los demás, ya sean sus sentiemientos, su experiencia o sus conocimientos. Todo blog es un esfuerzo valioso y nunca habrá demasiados. 

Ya sé que nunca seremos escritores de verdad, lo más unos “juntaletras”, como dice otro amigo, Paco @gasolinero (que también tiene un blog muy interesante “Yo tuve el ombligo frío”), pero el esfuerzo y la ilusión empleados merecen la pena. Venga, todo el mundo a escribir.

Feliz salida y entrada del año, como dicen en Castilla.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

La década prodigiosa de América Latina


El lunes asistí  a un desayuno de trabajo en la sede de la revista “Emprendedores” que contó con la presencia de César Cernuda, el máximo responsable de Microsoft para Latinoamérica, que nos ilustró sobre las posibilidades de negocio de los países de dicho continente. Fue una conversación muy enriquecedora con alguien que conoce bien la realidad de las américas, a pesar de que acaba de estrenar su cargo actual.

A juzgar por los datos que aportó, esta década ha resultado muy fructífera desde el punto de vista del crecimiento económico para los países de la zona, cuyas economías presentan unas perspectivas de evolución que en algunos casos representan incrementos de dos dígitos (lo siento, no tomé nota de las cifras porque supuse erróneamente que se me iba a entregar la presentación). Igualmente, estas naciones presentan unas penetraciones de ordenadores y de acceso a banda ancha impresionantes, lo que convierte a esta parte del mundo en  un área de interés estratégico para empresas tecnológicas como Microsoft.

Según comentó Cernuda, en el año 2050 se prevé que Brasil y México sean respectivamente la cuarta y la quinta economías más fuertes del planeta, después de China, EE.UU. e India. Por su parte, Colombia y Perú se perfilan como mercados emergentes con una amplia capacidad de desarrollo.

Sin embargo, en la charla posterior a la presentación yo tuve que asumir el papel de aguafiestas y poner en cuestión unos modelos económicos basados en la polarización de la sociedad entre los muy ricos y los muy pobres, la concentración de la renta y la riqueza por parte de los primeros, y la inexistencia de una clase media que garantice tanto una demanda de productos y servicios especializados (como pueden ser los de las ramas tecnológicas), como una oferta de mano de obra cualificada para generar sectores industriales locales en la región basados en la innovación.

Sigo creyendo que la redistribución de la renta en países eufemísticamente llamados “en vías de desarrollo” es condición indispensable para el citado desarrollo, al que hay que diferenciar de las cifras de crecimiento del PIB, que tienen un carácter mucho más coyuntural, por impresionantes que puedan ser. Y paradójicamente, Cernuda no citó como ejemplo en ningún momento a los países sudamericanos que han iniciado hace tiempo, con sus problemas y vueltas atrás, el camino hacia la despolarización de la sociedad, como son Argentina, Chile o Uruguay. Curioso, ¿asistimos al nacimiento un nuevo modelo de desarrollo económico sobre la desigualdad extrema dado que elogiamos el comportamiento de naciones en donde se concibe como normal la concentración de la riqueza en manos de un reducido estamento de patricios?  ¿Se transformará esta década prodigiosa de América latina en otra década perdida, como la de los años ochenta del siglo pasado?

lunes, 13 de diciembre de 2010

Restaurando un sueño

El número de noviembre de la revista TIME incluye un interesante artículo sobre cómo está afectando la crisis a la sociedad estadounidense y las implicaciones a largo plazo del fenómeno. Se trata de “How to Restore the American Dream” de Fareed Zakaria. Y digo que es interesante (hay que explicarlo porque en sitios como Twitter TODO se etiqueta de “interesante”) porque aporta claves y sugerencias que podrían definir un panorama mucho más trascendental que el de una mera crisis cíclica de las que modelizó Kondratiev.

A juicio de Zakaria, EE.UU. podría estar ante un cambio estructural en su economía producido por el desarrollo tecnológico y la globalización (“the fear that we are in the misdt of not a cyclical downturn but a structural shift, one that poses huge new challenges to the average American job”). Por un lado, la última década la tecnología ha generado un impacto sobre la eficiencia de las empresas pero con un coste elevado de destrucción de empleo. Por otra parte, las empresas norteamericanas se han hecho globales (aquellas que conforman el S&P 500 generan el 46 por ciento de sus beneficios fuera del país), generando empleo en terceros países (Muhtar Kent, CEO de Coca-Cola: “somos una compañía global que coincide que tiene su cuartel general en Atlanta”).  La tecnología y la globalización configuran una nueva realidad según el autor del artículo.

De acuerdo con David Autor, economista del MIT, en EE.UU. se está produciendo una “polarización del empleo”. Distingue por un lado las ocupaciones de gestión, profesionales y técnicas, que son llevadas a cabo por trabajadores muy cualificados que se encuentran a gusto dentro de la economía global. En esta rama el empleo ha venido creciendo. En el otro extremo sitúa los trabajos de servicios, que implican ayudar y/o asistir a otros, como pueden ser los de la hostelería o los relacionados con la seguridad privada, por poner dos ejemplos. Este segmento también ha contribuido en la década pasada a crear empleo.

Entre estos dos polos se encuentran los trabajadores manuales especializados,  los dedicados a las ventas y a los trabajos de oficina, que tradicionalmente han supuesto el grueso de la clase media estadounidense, han gozado de buenos sueldos (“el sueño americano”) y que, tímidamente sugiere Autor, son los más machacados por el avance tecnológico y la globalización.

El artículo sugiere que estaríamos entrando en un nuevo modo de acumulación capitalista (perdón por la terminología marxista: es un deje que traigo de la facultad) con reglas nuevas y cambios decisivos en el entorno geopolítico internacional y en la estructura de las sociedades.

El último gran periodo de acumulación o ciclo largo de crecimiento fue el de postguerra, de 1945 a 1970. ¿Se darían ahora las circunstancias para iniciar una expansión de varias décadas? Veamos los principales factores que determinaron el crecimiento entonces.

  • Fue una época de gran desarrollo tecnológico por el transvase de la tecnología desarrollada en los sectores militar y aeroespacial a la industria civil. En este sentido, nuestros días también están conociendo un impulso tecnológico fuerte: TIC, biotecnología, tecnología de materiales, transporte, etc. Pero la tecnología no basta…
  • Existía un contrato social implícito entre el trabajador y la empresa, el denominado Fordismo, que no solamente consistía en mecanizar las cadenas de producción sino que asociaba la evolución de los salarios con los beneficios de la empresa. Si ésta iba bien, los salarios crecían y si no, no, y esto era aceptado por los sindicatos. En el momento actual dudo mucho que ningún país occidental pueda garantizar un consenso de ese calibre entre patronal y sindicatos.
  • Después de los acuerdos de Breton Woods en 1944 se sentaron las bases para crear un marco estable para el comercio internacional (GATT) y para las finanzas (FMI), además de cierta estabilidad en los tipos de cambio, asociando las transferencias de divisas al dólar. Ahora, el comercio internacional es un campo de batalla entre grandes zonas, las divisas fuertes occidentales como el dólar o el euro pugnan con el yuan y con otras de países emergentes que se irán reforzando, y la movilidad de capital escapa a toda regla y control, como ha demostrado esta crisis.
  • Finalmente, la guerra fría proporcionaba al mundo un equilibrio político, inestable si se quiere, necesario para cualquier periodo de crecimiento económico. En cualquier caso, los conflictos que se produjeron en la época estaban mucho más encuadrados dentro del mapa geopolítico de los bloques. Ahora el mundo está plagado de focos de conflicto, algunos potenciales otros ya no, y la sensación de caos e inseguridad es cada vez mayor, dado que el terrorismo ha trasladado el frente de guerra al  seno de las ciudades de occidente.

Ante este panorama sólo cabe decir que la nueva estructura económica mundial puede tener una cara muy distinta a lo que hemos conocido hasta ahora. Quizá el paradigma del nuevo orden sea Internet: una filosofía operativa basada en un caos desregulado, pero que funciona después de todo.

martes, 7 de diciembre de 2010

Arrugas en el tiempo


George F. Smoot recibió el Premio Nobel de Física en 2006 por sus descubrimientos acerca de la radiación de fondo del Big Bang, gracias a las mediciones realizadas por medio del satélite COBE. Todo el proceso de estudio y las peripecias que lo acompañaron fueron relatados en el libro de divulgación de sugerente título “Arrugas en el tiempo”. En él, Smoot expone la paradoja a la que se enfrentaban antes de sus descubrimientos: si en los primeros momentos tras el nacimiento del universo, es decir tras el Big Bang, toda la energía y posteriormente la materia estaba distribuida uniformemente en el espacio-tiempo (hipótesis comúnmente aceptada por la astrofísica), ¿cómo había podido concentrarse para formar galaxias y otros objetos, y en general, el universo tal y como lo conocemos ahora?  Ese planteamiento impedía concebir concentraciones de materia que pudiesen generar campos de gravedad importantes para poder  configurar el firmamento que nos envuelve.

La física actual concibe que todo objeto con masa “deforma” el espacio-tiempo. El los artículos de divulgación se suele representar gráficamente de forma simplificada como una pelota hundiéndose en un plano. El descubrimiento de Smoot al analizar los datos de COBE y poder construir un “mapa” del universo primigenio fue precisamente que la materia y la energía no se distribuían uniformemente en los primeros instantes del cosmos, sino que se producían lo que el llama poéticamente “arrugas en el espacio-tiempo”, zonas de concentración que permiten explicar la generación de estrellas y galaxias.

Desde que leí el libro de Smoot he estado tentado de aplicar el concepto de las “arrugas en el tiempo” a las relaciones sociales y la vida en sociedad en sentido amplio. Considero que todo el mundo debe sentir el derecho a ser reconocido en la sociedad, a sentirse alguien especial, a “deformar” el tejido social con su personalidad. No existen dos personas iguales y por tanto toda persona es valiosa.

Los medios sociales han promovido y acentuado el que las personas “deformen el tejido social”, que se den a conocer en otros círculos sociales más allá de los meramente físicos, que encuentren otra gente afín a sus gustos, que puedan compartir sus creaciones (textos, vídeos, fotos, ideas…) o las de otros, y en suma, que puedan agruparse y relacionarse con personas de cualquier lugar del mundo, creando “arrugas en el espacio-tiempo social”, o lo que es lo mismo, superando la uniformidad y los límites de relación impuestos por la proximidad.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Community Manager: retrato de un ángel caído

Esta mañana he tenido el placer de conocer personalmente a Fernando Polo de Territorio Creativo y me ha ayudado, a lo largo de la conversación que hemos tenido con él, a asentar ideas y conocimientos que ya tenía sobre la aplicación de medios sociales en la empresa, es decir, la pomposamente denominada “Empresa 2.0” (aunque algunos, como Kotler en el reciente Forum Mundial de Marketing, ya están hablando de la 3.0, manda huevos).

Sobre Fernando solamente decir que se nota que es un profesional de verdad, con una sólida experiencia en el campo de la consultoría, y con un perfil muy alejado de las estereotipos de charlatanes, milagreros, curanderos, y vendedores de crecepelo,  que tanto abundan en el ágora 2.0. Como comentaba con Fátima Martínez López (@fmlopez48) cuando estuvo por aquí con motivo del evento Blogs-La Conversación, en esto hay que distinguir entre los que ofrecen fuegos artificiales y entre los que están avalados por un sólido pasado profesional.

Uno de los temas que han aflorado durante el encuentro es el del Community Manager (¡sí, otra vez!). Territorio Creativo fue pionero en nuestro país en introducir y definir la dichosa figura, a través de un informe realizado para AERCO en noviembre de 2009 que perfilaba las funciones de este tipo de  profesionales. Sin embargo, y tras la euforia que hemos vivido este año por la llegada de estos mesías 2.0, ahora parece más lógico hablar de funciones de Community Management que deben realizarse en las empresas, más que de una ocupación en concreto. Las puede realizar un departamento, la combinación de varios, o una agencia externa, pero lo realmente importante es la función, no la persona en sí.

Resulta interesante el haber estado en este proceso desde los orígenes para ver cómo evolucionan las ideas y las tendencias (algo por otra parte muy sano), en el más puro sentido de la dialéctica hegeliana. Durante la primera fase (tesis) encumbramos al CM, para a partir de ahora denostarle (antítesis). Veremos si las aguas vuelven a su cauce en un periodo de síntesis en el que fundamos y hagamos convivir todas las posturas.

Otro tema interesante es el pequeño, o mejor limitado, papel del CM en el concepto de “Empresa 2.0”, que implica la utilización de los medios sociales, o mejor, el inyectar una “filosofía social” en todos o casi todos los ámbitos corporativos. De esta manera, podemos acercar el SM a las áreas de eCommerce, aportando una dimensión más cercana con el cliente a nuestra actividad de ventas; igualmente podemos socializar la atención al cliente (ya se habla de CRM social), mejorándola. Desde las perspectiva interna, los medios sociales pueden contribuir a fortalecer, impulsar y proyectar las capacidades y habilidades de nuestros empleados, e incluso, les pueden convertir en “embajadores de la marca”. Asimismo, bien utilizados son una potente herramienta para la gestión del conocimiento (redes internas, wikis…).

¿Y dónde queda el Community Management? En teoría, en la creación de comunidades de usuarios/followers/fans en torno a la marca o a productos concretos, algo que si bien no es baladí no deja de ser una parte (un aspecto puntual) de una estrategia global mucho más compleja y pluridimensional. Los Community Managers son ángeles caídos que tendrán que aprender a vivir entre los humanos.

martes, 16 de noviembre de 2010

Bluesman on the road

Los bluesmen somos gente muy inquieta. Nunca nos quedamos demasiado tiempo en un mismo lugar; a veces por mero aburrimiento, otras porque nos acosa un sheriff mamón, o un barman acreedor de los excesos alcohólicos de una noche de desenfreno, o los piezas a los que debes dinero de una timba after-hours, o una mujer despechada, o sin ir más lejos, el marido de la anterior. El caso es que los bluesmen siempre estamos en la carretera, a menudo persiguiendo un sueño inexistente, una quimera, que se dice de forma culta.

Todo esto viene a cuento porque, después de un año y pico, dejo el Community Management y las estrategias en medios sociales, para dedicarme a otros menesteres. No voy a entrar en las circunstancias que han motivado el cambio; baste decir que ni es una decisión forzada, ni traumática.

Cuando empecé en esto en mayo de 2009 (parece que han pasado diez años) no tenía ni cuenta en Facebook, y ahora soy el orgulloso responsable de una estrategia en medios sociales que no se la salta ni Francisco Rivera Ordóñez. El resto del post es de autobombo, así que el que quiera puede dejar de leer en este punto. El caso es que, como nadie me va  a dar una palmadita en la espalda, tendré que felicitarme yo mismo por algo de lo que me siento satisfecho.

En la primavera de 2009, Fundación Telefónica no tenía presencia en medios sociales; en menos de un año y medio después somos referente, por lo menos en el ámbito de las fundaciones corporativas (y en relación con no pocas empresas), por nuestra andadura dentro de la llamada Web 2.0. Hablando en cifras, hemos pasado de 5.000 seguidores en Twitter y nos acercamos a los 20.000 en Facebook, entre todas las páginas que tenemos en dicha red. Hemos lanzado una plataforma de blogs a la que solamente hace sombra la de Obra Social CajaMadrid (que por cierto es buenísima), que ya alcanza los 400 visitantes  de media diaria, cifra nada desdeñable teniendo en cuenta que la lanzamos en abril. Dejo en marcha la segunda parte de la estrategia que consiste en establecer cabezas de puente en las redes Tuenti, LinkedIn y YouTube.

Por tanto, me voy con la sensación del deber cumplido: se me ordenó que había que posicionar a la Fundación Telefónica en las redes sociales, y dicho y hecho. Ahora la estrategia está en marcha y yo me retiro.

Pero los bluemen somos muy dados a dejar deudas y yo tengo una con la red Twitter. A pesar de que me he pasado un año difamando dicho medio desde este blog, tengo que reconocer que una vez que he comprendido su esencia me parece un servicio grandioso, principalmente por la oportunidad que te brinda de conocer a gente maravillosa, ampliando y enriqueciendo tu círculo de relaciones.


Voy a seguir presente en las redes, así que esto no es una despedida, y supongo que ATURDIDO Y CONFUSO seguirá en activo, aunque tengo varios proyectos paralelos que quiero lanzar. Pero como esto es un cambio de tendencia o un punto de inflexión, quiero deciros que gracias por estar ahí y que: KEEP ON ROCKIN´

lunes, 8 de noviembre de 2010

Cómo perder la Guerra del Rif en las redes sociales


La historia de la estrategia militar está llena de buenos ejemplos que, debidamente extrapolados, pueden ser aplicados en el marco de las decisiones estratégicas de las empresas. Asimismo, los errores y descalabros también pueden servirnos de orientación para evitar acciones que nos pueden llevar al fracaso. Como ejemplo de este último caso, se nos ocurre aplicar los errores tácticos que llevaron al ejército español a la derrota de Annual (1921) durante la Guerra del  Rif, para ilustrar qué no se debe hacer al posicionar una marca en los medios sociales.

Esta acción militar de triste recuerdo para la historia de España partió del intento del General Manuel Fernández Silvestre, Comandante General de Melilla, de acabar de una vez por todas con la revuelta de la población del Rif, entonces protectorado español en Marruecos, comandada por Abd el-Krim. Para ello, Silvestre partió de la ciudad costera de Melilla y se adentró tierra adentro con la intención de alcanzar, trazando una trayectoria circular en el mapa, la Bahía de Alhucemas, para apagar el foco más activo de la rebelión. A lo largo de su avance a lo largo de 130 km fue dejando pequeños destacamentos o blocaos, compuestos por pocos efectivos, y separados entre sí por 30 ó 40 km. Los blocaos estaban rodeados por tribus rifeñas armadas que, se suponía, eran fieles a la causa española. Sin ánimo de entrar en excesivos detalles, el desastre se produjo cuando Silvestre, posicionado en Annual con la intención de asaltar Alhucemas, fue derrotado  y perdió la plaza por una fuerza rifeña superior, y la línea de abastecimiento de los blocaos que había dejado a su espalda resulto arrasada por la tribus de las cabilas, que se pasaron a la causa de  Abd el-Krim.

El principal error estratégico del general Silvestre se puede resumir en intentar abarcar mucho en una acción sin medir su escasez de recursos para ello y en fiarse de un entorno desconocido. Algo así le sucede a numerosas empresas que quieren a toda costa posicionar sus marcas en redes sociales buscando resultados visibles y medibles a corto plazo. Repasemos la lista de errores:

  • Se establece una línea de abastecimiento débil con Melilla en un territorio excesivamente amplio: se desperdician los recursos, que concentrados podrían garantizar un avance más lento pero más seguro. Muchas organizaciones, en un intento de estar en todas partes, abren páginas y perfiles en todas las redes sociales sin ser conscientes de que no tienen recursos para explotar adecuadamente el posicionamiento en cada medio. Lo lógico es centrarnos en los pocos medios que más nos interesan, tras un análisis estratégico, y esforzarnos por crear comunidades activas en ellos en torno a nuestra marca.
  • Silvestre dio por sentado que las tribus armadas rifeñas, a las que había comprado, y que se extendían a lo largo de todo el territorio de avance de su ejército, le serían fieles, garantizando la seguridad de su retaguardia. Hay empresas que piensan que la marca en las redes sociales se vende sola, que basta con abrir una página en Facebook con tu logo y a las dos semanas tienes 10.000 fans. Al igual que los rifeños de Silvestre, el consumidor es muy voluble y en los medios sociales debe ser agasajado, se le debe escuchar y se le debe hacer partícipe y cómplice de nuestra marca. Nunca hay que dar por sentado que la gente nos quiere porque sí.
  • El ejército español estaba muy mal equipado para tamaña empresa; los soldados llevaban alpargatas en vez de botas, no iban debidamente protegidos del calor y del frío, estaban mal alimentados y el armamento que portaban dejaba mucho que desear. Una estrategia en medios sociales requiere recursos igualmente: tanto personas que se ocupen de generar comunidad mediante actuaciones regulares y constantes, como contenidos y aplicaciones que puedan atraer al público hacia nuestra empresa, hacerle volver una y otra vez a nuestros espacios en redes.
  • Finalmente, el ejército español hacía gala de una muy baja moral en la Guerra del Rif. La reclutación era forzosa en su mayoría y el enemigo les inspiraba un inmenso pavor (no sin razón). Su compromiso con la causa era mínimo. De la misma forma, la única forma de posicionar nuestra marca es mostrando nosotros mismos nuestro entusiasmo por ella e invitando al público a compartir dicho entusiasmo. Esto se consigue dialogando en las redes. Pero hay organizaciones que utilizan Twitter o Facebook como si fueran teletipos, lanzando titulares de notas de prensa a través de sistemas automáticos, que el usuario acaba considerando como spam.

martes, 2 de noviembre de 2010

The Real Me

La canción “The Real Me”, segundo corte de la opera rock Quadrophenia (1973) de The Who, plantea a ritmo frenético los problemas de identidad de Jimmy, un joven mod británico de los años sesenta, que es el protagonista del doble álbum conceptual y de la película resultante. En ella, Jimmy pregunta sin éxito a un médico, a su madre y a un predicador si pueden ver “su verdadero yo” (can you see the real me?), si pueden ayudarle a aclarar su percepción sobre sí mismo. Y al final de la película y del disco, a través de un acto catártico de transformación como es despeñar la motocicleta del "As de Oros" (su ídolo mod) desde un acantilado de Brighton, Jimmy renace renovado a la vida adulta.

Algo me dice que cierta catarsis necesaria ha comenzado a producirse en el microuniverso 2.0; que quizá después de un año y pico de creernos que somos alguien especial montando nuestras lambrettas vestidos con parcas y pantalones pitillo las cosas van a volver a la normalidad de la que nunca debieron salir. Me refiero a la desmitificación de los medios sociales y a sus títeres asociados como somos los Community Managers. Y me gustaría ilustrarlo con tres artículos recientes.

En su blog MarcaPropia, Andrés Pérez Ortega nos remite a un texto que ha publicado hoy en Expansión.com, a través del cual expone su opinión  de que se exagera el poder de las redes como lanzadera de la imagen profesional (una constante en su blog). Si bien los medios sociales nos pueden ayudar a darnos a conocer profesionalmente, nunca pueden sustituir el prestigio que confiere el  hablar ante un auditorio o publicar un libro. Una persona supuestamente “influyente” en Twitter no es comparable con alguien que tenga un reconocido prestigio profesional fuera de Internet. Y dice una frase que yo siempre repito como un mantra, “se olvida que la red es un medio y no un fin”.

También en Expansión, el periodista Pascual Drake publicó la semana pasada el artículo “Que no me llames Community Manager”, planteando con humor cómo lo extendido y mal utilizado del término ha acabado por vaciarlo de contenido. ¿Qué es en suma un Community Manager? ¿Un relaciones públicas? ¿Un moderador de foros on line? ¿Un vendedor a través de Internet? ¿Qué? Se le ha creado a dicho perfil un aura sobrenatural que impide comprender la esencia de sus funciones en las organizaciones. El entusiasmo 2.0 ha derivado en la exaltación de la figura hasta llevarla a unos límites ridículos de mesianismo y carisma.

Finalmente, la propia Asociación Española de Representantes de Comunidad (AERCO), reflexionaba este último puente en su blog sobre la necesidad de dejar de hablar de Community Managers y empezar a hablar de Community Management, es decir, de dejar de lado las poses de figurín y centrarse en las competencias profesionales (ésta es mi lectura, ellos no son tan bruscos). Me parece un texto acertado, especialmente viniendo de donde viene.

¿Estaremos llegando al principio del fin de la tontería 2.0 para centrarnos en estudiar qué pueden hacer los medios sociales por nuestras organizaciones y empresas? Yo propongo que tiremos la moto por el barranco y evolucionemos hacia la normalidad.

martes, 26 de octubre de 2010

I have been here before

Esta entrada podría llevar como título alternativo “Yo ya fui Community Manager en otra vida, pero no me acordaba”. El utilizar el título de la obra de 1937 del dramaturgo británico J. B. Priestley, aparte de poner en evidencia que me interesa mucho más la literatura que los medios sociales, supone una forma de ilustrar la sensación esa de deja vu que experimentamos cuando tenemos la certeza de haber vivido ya una situación en concreto. En la obra, un grupo de personajes coincide en un lugar y todos acaban teniendo la certeza de que todo lo que les está ocurriendo ya les ha ocurrido en el pasado. Sin embargo, la tesis que defiende Priestley niega el determinismo de un tiempo circular, dejando un resquicio de esperanza y un papel activo a la voluntad humana. Según aventura uno de los personajes, el tiempo tiende a repetir los mismos hechos, pero está en nuestras manos el alterarlos para que las cosas no vuelvan a ocurrir exactamente de la misma forma. Sería una cadena de tiempo en forma de espiral: si queremos, cada círculo no será igual que el anterior.

¿Y por qué digo que yo ya he sido Community Manager, o un sucedáneo, en el pasado y que no había caído en ello? Pues porque en el año 2000 pusimos en marcha una ambiciosa plataforma on line para ofrecer servicios de Internet gratuitos a las ONG. Risolidaria se llamaba aquel ingenio y su fin último era constituir un espacio de relación, intercambio y aprendizaje mutuo entre las distintas organizaciones que poblaban aquel portal. En suma, era lo que ahora se conoce como comunidad virtual y yo su administrador/dinamizador, es decir, lo que en estos tiempos pomposamente se denomina Community Manager. El proyecto no llegó a funcionar bien nunca; tuvimos centenares de ONGs inscritas pero la participación y el uso de las herramientas puestas a su disposición nunca fue significativo. Hacia 2007 se tomó la decisión estratégica de acabar con su existencia y Risolidaria pasó a formar parte de la mitología de Fundación Telefónica, una historia que solamente los más viejos del lugar recordamos.

Al igual que los personajes de Priestley, una vez que ya sé que he vivido esta situación quiero analizar los fallos que cometimos entonces para intentar evitarlos ahora, de forma que el tiempo no se repita exactamente igual.

¿Cuáles fueron nuestros errores en la gestión de la comunidad virtual Risolidaria?

  • Como el título de aquel disco de los New York Dolls, Too Much, Too Soon, pretendimos generar una oferta global y compleja de servicios dirigida a un público, el de las ONG de menor tamaño, que en aquel momento apenas se iniciaba en el mundo de Internet como usuarios muy básicos.
  • No fuimos capaces de crear una propuesta de valor que llegase a interesar y enganchar a nuestro público. Decidimos unilateralmente que lo que les ofrecíamos era lo que necesitaban, sin estudiarles ni consultarles, y que encima siendo gratis nos lo iban a quitar de las manos. Pues no.
  • Creamos un proyecto excesivamente complejo, difícil de transmitir; incluso a nosotros nos costaba que terceras personas entendiesen qué era y para qué servía Risolidaria. Nos limitábamos a enumerar todos los servicios disponibles, como si de una letanía se tratase, impidiendo que nuestro interlocutor se hiciese una idea clara y concisa del proyecto.
  • Fallamos igualmente en la dinamización, que resulto débil e insuficiente para generar una comunidad on line. Todavía no habíamos leído The ClueTrain Manifesto  ni otros textos sagrados del universo 2.0, y no sabíamos eso de que los mercados son conversaciones y que estás ahí para cotorrear con tus públicos. Deberíamos habernos metido de lleno como miembros de la comunidad en vez de actuar como el Primer Motor Inmóvil (To Theion), la idea de Dios que tenía Aristóteles, que pone en marcha el universo y luego se desentiende del mismo.
  • Finalmente, como último factor general del descalabro, tengo que reconocer que concebimos una plataforma de una excesiva complejidad técnica. Aplicamos un gestor de contenidos diseñado en exclusiva para nosotros, que aparte de fallar constantemente y no decir por qué, resultaba más complicado de manejar que la pantalla esa de las bolitas que utilizan en los tests psicotécnicos del carnet de conducir, que siempre se te salen fuera. Ahora se ha visto que los servicios y aplicaciones de mayor éxito y difusión suelen ser de lo más simple y sencillas de manejar por el usuario.

En fin, si a alguien le sirve de algo la experiencia de los batacazos ajenos, sentiré que esta entrada ha resultado productiva.

domingo, 17 de octubre de 2010

Entonando la voz en las redes con el profesor Higgins

Al igual que Eliza Doolittle, la protagonista de la obra de George Bernard Shaw, Pigmalión, y del musical cinematográfico de George Cukor, las organizaciones que quieran  estar en las redes deben afinar su voz, para hablarle a su público con propiedad. Es una parte fundamental de la estrategia en medios sociales el acertar con lo que decimos y cómo lo decimos, el saber articular y transmitir nuestros mensajes de forma que realmente transmitan la imagen que queremos que se tenga de nosotros, y a menudo los malos consejeros 2.0 nos desvían del buen camino. Nadie nos conoce mejor que nosotros mismos, y con frecuencia las agencias supuestamente especializadas en comunicación en medios sociales en las que confiamos aplican su, también supuesto, “talento friki”, en convertirnos en unos payasos graciosotes del universillo social, deformando radicalmente la imagen que queremos que se tenga de nosotros. El arranque en redes de Movistar la última primavera es un buen ejemplo (corregido, gracias a Dios) de lo anterior.

Una de las escenas más entrañables de My Fair Lady son los ejercicios de foniatría que realiza Henry Higgins con la vendedora de flores de arrabal Eliza Doolittle, con el objeto de hacerla pasar por una gran dama de la sociedad británica; la escena desemboca en el número musical “The Rain in Spain”, una de las escenas más recordadas de la película. En un sentido algo más figurado, la empresa que va a entrar en los medios sociales también debe afinar su voz, su acento y su mensaje para, por una parte, resultar creíble ante los internautas, y por otra, para asegurarse de que su “voz” refleja claramente la imagen que deben recibir sus grupos de interés.

Nuestra voz en los medios sociales es muy importante; es la personalidad y la imagen de marca que transmitimos, y está determinada por un análisis interno que debemos realizar, en clave de psicoanálisis, respondiendo a las siguientes preguntas:

  • ¿Quiénes somos? Cómo nos percibimos y queremos que se nos perciba.
  • ¿Qué hacemos y por qué lo hacemos? Sin tecnicismos y de forma que todo el mundo lo entienda, cuál es nuestra proposición de valor.
  • ¿Qué nos permite hacerlo? Sin caer en la prepotencia, qué recursos o posición adquirida nos legitima para ofrecer lo que ofrecemos.
  • ¿Por qué lo hacemos? Sí, todos buscamos hinchar la cuenta de resultados, pero aparte, qué valores, misión o principios nos llevan a hacer lo que hacemos.

La respuesta a estas preguntas debería definir nuestra voz en los medios sociales; a través de este ejercicio de foniatría tenemos que empezar a afinar, para pasar a la segunda declinación, que nos sitúa en un segundo nivel de preguntas a respondernos:

  • ¿Cómo es nuestro producto o servicio (aburrido, divertido, commodity, exclusivo…)?
  • ¿Quién es mi cliente (adolescente, profesional, friki, elitista…)?
  • ¿Cuál es mi proposición de valor, qué ofrezco en las redes (información corporativa, ofertas y promociones, la posibilidad de que el público colabore…)?

Toda esta conjugación de  factores es el crisol del que debe salir la afinación de mi voz en las redes: puedo ser más desenfadado y bromista si vendo refrescos y me dirijo a los jovencillos, o grave, formal ,si lo que ofrezco es servicios post mortem (¡cualquiera se cachondea al mencionar a la Parca!).

Lo que resulta ridículo es la idea tan 2.0 de que la proximidad y la cercanía corporativa en las redes se tenga que traducir en un lenguaje chistoso y bromista, independientemente de la personalidad de la marca que habla. Estoy hasta las narices de escuchar a gente de las start-ups tecnológicas venderme como virtud corporativa “lo locos que estamos” (verídico). Anda ya, que esto es serio.

viernes, 1 de octubre de 2010

El gato y la estrategia



Tomo prestada de Guillermo de Haro, profesor del IE Business School, la idea de utilizar este pasaje de Lewis Carroll para ilustrar la importancia de definir una estrategia corporativa para operar en medios sociales.

Alicia llega a una encrucijada y se encuentra con el sonriente Gato de Chesire, al que pregunta:

--¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir?
--Esto depende en gran medida del sitio al que quieras llegar --dijo el Gato.
--No me importa mucho el sitio... --dijo Alicia.
--Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes --dijo el Gato.

Entraña una gran sabiduría la respuesta del minino guasón que podemos traducir dentro del ámbito 2.0: da igual lo que haga tu empresa en medios sociales si no tiene unos objetivos claros de lo que busca y una estrategia concreta para alcanzarlos. No tiene sentido meterte sin ton ni son en Twitter, Facebook o YouTube, como hacen numerosas organizaciones, sin haberte planteado qué esperas sacar de tu presencia en dichos medios y por qué estás allí.

Es por ello que considero que, a grandes rasgos, una compañía que esté planteando su desembarco en el universo 2.0 debería considerar los siguientes aspectos:

Fijar los objetivos de la estrategia. De acuerdo que nuestro fin último es inflar la cuenta de resultados de la empresa, tanto por medios directos o indirectos, pero hay que concretar un poco más. Nuestra presencia en medios sociales puede perseguir la venta directa, la comunicación corporativa y el posicionamiento de marca, el lanzamiento de un nuevo producto o servicio, recabar la opinión del cliente e incluso, desarrollar acciones basadas en el crowdsourcing, como está haciendo Vodafone en la actualidad, pidiéndole al público a través de Facebook que colabore en el diseño de una nueva carcasa para sus terminales. Cualquier objetivo o conjunto de los mismos es válido, pero debemos tener la meta perfectamente clara.

Focalizar la estrategia en un público concreto. Vale, viendo la penetración de las redes sociales a todos nos tienta dirigirnos al universo en su conjunto y conseguir un conocimiento exhaustivo de nuestra marca y/o producto, pero es preferible estudiar a quién tenemos que dirigirnos, quién puede estar interesado en nuestro mensaje (clientes, proveedores, prescriptores, expertos de nuestro sector…). Sería un poco idiota, por ejemplo, abrir una página de promoción de planes de jubilación en Tuenti. Resulta fundamental segmentar adecuadamente el público y adaptar nuestros mensajes a los distintos colectivos a los que queremos llegar.

Proposición de valor. Una vez que hemos definido los objetivos de la estrategia y que tenemos claro a qué público nos dirigimos, tenemos que planearnos qué contenidos vamos a ofrecer a través de los medios sociales que tengan valor para nuestros seguidores. En este sentido, podemos considerar el incluir ofertas especiales en las redes, información sobre nosotros, nuestros productos o nuestro sector de actividad, material multimedia, juegos y aplicaciones desarrolladas para nosotros… En suma, cualquier cosa que pueda despertar el interés del internauta y que le fidelice a nuestros espacios.

Dinamización de la estrategia. Las preguntas que debemos responder en este apartado son:
  • ¿Quién va a interactuar con nuestros públicos? ¿Creamos una unidad de social media dentro de la empresa o subcontratamos a una agencia especializada? Este particular merecería un post entero de discusión y análisis.
  • ¿Qué grado de interactividad buscamos con el usuario de nuestros espacios? A lo mejor solamente nos interesa que reciba nuestra información o quizá queremos ir más lejos e involucrarle activamente en nuestras acciones.
  • ¿A través de qué medios vamos a interactuar? No debemos realizar un despliegue sin sentido en todas las redes, que luego va a resultar difícil de coordinar y gestionar; en función de nuestros públicos y de los contenidos debemos elegir los medios más adecuados. Por ejemplo, si vendemos refrescos, es lógico que nos centremos especialmente en el público juvenil que puebla Tuenti, pero si somos asesores financieros tendremos más probabilidades de conseguir seguidores con un grupo corporativo en LinkedIn.

Métrica. Por último, debemos ser capaces de medir todo lo que hacemos en social media, tanto cuantitativamente a través de estadísticas, para conocer el alcance de nuestras acciones, como cualitativamente, para conocer la opinión que tiene el público de nosotros.

martes, 7 de septiembre de 2010

¡Cuán equivocados estáis!

En la feria 2.0 todo se sale de madre y uno de los temas más manoseados y deformados es el relativo al perfil profesional del Community Manager. Lo que se supone que debería ser una figura clave para las relaciones de la empresa en los medios sociales es visto por la sociedad como una pose de moda, apta para ser desempeñada por cualquier pollo atolondrado que no sabe ir a hacer de vientre sin el Mac a cuestas.

Primero fueron los de Fanta, o Coca-Cola que viene siendo lo mismo, cuando este invierno lanzaron una campaña publicitaria para adolescentes con un concurso cuyos premios consistían en ir a San Francisco a aprender a ser: surfista (bien), DJ o pincha discos (vale) o Community Manager (¿?). Esto último, desde mi humilde punto de vista, es como si les ofrecen ser consultor SAP o analista de sistemas. Vaya premio surrealista…

Pero los de Fanta no están solos, no, la tontería se ha extendido como el polen en primavera, y prueba de ello es este anuncio de trabajo que me llegó en vacaciones y que reproduzco textualmente (hay que pinchar en la imagen si no se lee bien):



La traducción que se me ocurre del susodicho anuncio es que esta empresa pretende dejar su reputación digital en manos de un jovencito graciosote, cuyo único mérito es pasarse todo el santo día pegado a una pantalla, ya sea de ordenador o de sus equivalentes móviles. Francamente, no me parece serio y creo que supone infravalorar la profesión de Community Manager, y así se lo hice saber a la organización que me envío esto, que casualmente es adalid del Community Management en España. Y de la mención al PC y a Hotmail ni hablamos...

Creo que algunos confunden la supuesta “locura” que impera en las redes sociales (de hecho, no pocas start-ups a las que recibo vienen con esa actitud tan cargante como bagaje corporativo de negocio), con la posibilidades reales de utilizar esos medios sociales para la comunicación. Piensan igualmente que la creatividad debe ir indisolublemente unida a llevar la payasada por estandarte (qué guays y qué graciosos que somos). Nada más lejos de la realidad.

Sin pretender ser más listo que nadie ni sentar cátedra, creo que el Community Manager debe reunir una serie de conocimientos generales en áreas como:

  • Marketing: identificar necesidades del mercado como oportunidades de negocio para la empresa.
  • Comunicación: saber transmitir a los distintos públicos el mensaje corporativo.
  • Branding/gestión de marca: conocer y comunicar exactamente la imagen que queremos que se tenga de nosotros mismos.
  • TIC: dominar las herramientas de comunicación con nuestros públicos; prever el uso corporativo de nuevas tecnologías, servicios y aplicaciones.

Y además es su obligación moverse con absoluta soltura en:

  • El sector de actividad de la empresa u organización: terminología, lenguaje, público, principales actores, competencia, coyuntura, perspectivas de evolución.
  • La propia empresa u organización: filosofía corporativa, imagen y marca,  productos, programas, proyectos, personas.

Vamos, todo lo contrario que la imagen de tonto del cencerro que ha sido difundida a la sociedad, y lo que es peor, incluso dentro del propio sector tecnológico.


-->

miércoles, 25 de agosto de 2010

Sobre la perspectiva


A raíz del “escándalo Calamaro” que sacude esta semana Twitter, originado por el cierre de su perfil en dicha red y posterior vertido de insultos y descalificaciones hacia los twitteros a través de su blog (“aborregados”, “culoblandos”,”subnormales” y ”boludos”), me surge curiosidad acerca de cómo puede ver la gente desde fuera todo este fenómeno.

Partiendo de que desapruebo completamente la actitud, pues si no te gusta una cosa la dejas pero sin insultar a nadie, a mí también hay poses y conductas dentro de Twitter que me sorprenden bastante. Creo que siempre es un ejercicio interesante el dar un paso atrás para contemplar algo en lo que estás metido y participando desde otra óptica, quizá con mayor perspectiva.

Una de las cosas que más me llama la atención es el confundir el medio con el fin, algo muy común en este microuniverso. Hay gente que se define como “apasionada de los social media” y a mí me suena igual de raro que si dijesen “soy un apasionado del teléfono” o “me fascina la Termomix”. Las redes no son más que soportes para alcanzar algún fin -comunicarse, vender, culturizarse, divertirse-, pero no son un fin en si mismas. Me puede gustar Twitter porque he encontrado a gente muy maja, y en ocasiones necesaria y maravillosa, con la que conversar y compartir ideas; siempre lo que me importa realmente son las personas, y de hecho cuando profundizo en una relación la tendencia es abandonar la red de microblogging en pos de plataformas con más capacidad para la interacción (no limitadas por los 140 caracteres dichosos), y en última instancia, el encuentro en persona.

Otro tema que me cansa un poco es la sabiduría que todo el mundo parece tener sobre el tema tecnológico, supongo que ligada con la pasión por los medios sociales de la que hablaba en el párrafo precedente. Entiendo que detrás del mundo utópico que a veces representa Twitter, en donde todo el mundo es cariñoso, atento y amable (a diferencia de la vida real), se esconde un mercado emergente, el de los servicios y productos relacionados con lo 2.0, en el que todos los actores quieren tomar posiciones y venderse, algo por otro lado muy lícito si nadie se lleva a engaño y confunde las intenciones de sus interlocutores.

Justo cuando estaba escribiendo esto me entra un DM ilustrando lo que decía:  “Hi There! Interactive, reverse marketing is my niche! Social media is what I master! Let me be of service to you.” Procede de una moza, con pinta de mujer fatal en la foto, que vive en Phoenix, Arizona, y a la que sus progenitores pusieron el bonito nombre de Kelly. Pues nada, Kelly, encantado.

Es un ecosistema distinto y comprendo la sorpresa de alguien no familiarizado con el entorno cuando entra en esta Torre de Babel y se ve bombardeado/a por enlaces, citas más o menos ingeniosas o trozos de conversaciones que no comprende. No sé si será el caso de Calamaro o si su enfado con Twitter tiene una causa específica. En cualquier caso es verdad, y si realmente le importa su público, que ha desperdiciado un medio idóneo para relacionarse masiva pero individualmente con los "culoblandos" (sic) de sus fans on line.

lunes, 9 de agosto de 2010

De los trabajos y los días del Community Management

Soneto al itálico modo

Me pedís detallada explicación
acerca del oficio y de las artes
del Community Manager baluartes:
intentaré daros satisfacción.

Nace dicha novedosa figura
como abanderada de su partido,
embajador, vocero convencido,
que las demandas trata con premura.

Sus trabajos se orientan con astucia
a plantar su estandarte y sus colores,
siempre de frente, sin trampa ni argucia,

en las ágoras de los trovadores,
empuñando como su arma la técnica
aplicada a unos sólidos valores.


martes, 20 de julio de 2010

Acerca de la orden del Community Management

Cuenta Cervantes en la segunda parte del Quijote, Capítulo XXXI, que el bueno de Alonso Quijano, al ser recibido entre loores y alabanzas en el palacio de los duques, por primera vez en su accidentada carrera como caballero andante se siente tratado como tal: “y aquel fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero, y no fantástico, viéndose tratar del mesmo modo que él había leído se trataban los tales caballeros en los pasados siglos”. Yo, salvando las distancias con el manchego, debo reconocer que en alguna ocasión me he sentido realmente formar parte de la épica del Community Manager, aunque haya sido fugazmente. Alguna vez he cumplido con los preceptos de los libros de caballerías o con la doctrina del Community Management, que vienen a ser lo mismo.

Recuerdo una vez este invierno que una cliente de Telefónica Argentina escribió un mensaje airado y agresivo en la página de Facebook de Fundación Telefónica de España, quejándose de un problema con el servicio y de la falta de atención del servicio de ídem al cliente de la operadora en cuestión. Aunque podría haber pasado ampliamente de un problema tan lejano en el espacio y en el negocio, despertaron en mi interior todas las enseñanzas recibidas en el Templo Shaolin de los CM, y raudo me puse en contacto con un amigo de la Fundación Telefónica de allá, para que a su vez transmitiese la queja a la línea de negocio. Ante mi sorpresa, las alarmas saltaron en cadena e inmediatamente se pusieron en contacto con la cliente en cuestión, con su madre más bien pues no estaba en casa, para intentar desfacer el entuerto y ofrecerle el oro y el moro para que no abandonase la compañía, y para que no nos denunciase a los periódicos como amenazaba. Un claro caso de marketing relacional, como lo que les cuento a mis alumnos del máster: cuesta diez veces más retener a un cliente que hacer uno nuevo.

Aquella vez sí que me sentí como un Community Manager de verdad, como Don Quijote al llegar al palacio de los duques, habiendo conseguido que una empresa inmensa, dispersa por el mundo, funcionase como un único mecanismo de precisión.

Pero, ¡ay!, ahora parece que no todos podemos ser Community Managers, aunque cumplamos fielmente los principios de la orden de caballería; en este puto mundo de sectas y camarillas no eres nadie si no recibes el espaldarazo de un gurú que te ordene caballero. Ya están proliferando los escritos por la red que, de forma exclusiva e incluso insultante, definen las normas de lo que debe ser un CM, diseccionando un término ya de por sí ambiguo en innumerables competencias y subprofesiones. No todo el mundo vale, por Dios, que esto es un mundo para unos pocos: queremos que cada vez más gente entre en las murallas del 2.0 pero nosotros nos aislamos en la ciudadela. Nosotros somos los elegidos y los guardianes sagrados del Cluetrain Manifesto.

Yo por mi parte, a pesar de que continuo empuñando el lanzón y la adarga, y además cada vez adquiero más destreza con la espada 2.0 (aunque me esté mal reconocerlo), he decidido renunciar a títulos más propios de comics Marvel que de una profesión seria, y ahora digo que me dedico a la comunicación on line, sin más.

domingo, 27 de junio de 2010

Ser y parecer: el Community Manager y el satanismo

-->Vale, que no somos enviados del Príncipe de las Tinieblas, pero hacía falta utilizar un título impactante, como se hace en el Heavy Metal,  y a ritmo de doble bombo. A menudo me pregunto si esto del community management es una profesión como otra cualquiera, que es como lo veo yo, o una forma de vida, como nos lo venden los iluminados, que implica estar a todas horas pegado a Twitter y a los blogs más punteros para ser el primero en enterarse de la última tecnopollez que los hados 2.0 han tenido a bien poner en manos de la humanidad. Y dándole vueltas y más vueltas, me recuerda este dilema a los grupos de rock denominados satánicos, como fueron Black Sabbath, los más originales del género.

En su magnífico documental “Metal: A Headbanger´s Journey” (2005), Sam Dunn analiza desde una perspectiva antropológica el fenómeno del heavy, desbrozando cada uno de los rasgos característicos del movimiento musical. Cuando llega al epígrafe del satanismo y heavy, una asociación más que evidente para todo el que haya contemplado alguna vez las portadas de la sección metalera de cualquier tienda de discos, el espectador se encuentra los testimonios de señores muy elegantes, como Tommy Iommi (Black Sabbath) o Alice Cooper (otro gran siniestro en escena), que viven en grandes mansiones y que juegan al golf, manifestando que todo eso del satanismo asociado a su imagen no es más que marketing y una forma de llamar la atención mediática sobre el grupo. De hecho, y no me acuerdo dónde ni cuándo, tras un concierto de Black Sabbath el grupo se encontró en los pasillos de su hotel con un nutrido grupo de seguidores de Satanás que, con cirios encendidos, habían montado una sentada para homenajear la vena satánica de la banda, y de paso, a su señor Lucifer. La reacción inmediata de Ozzy Osbourne y sus colegas fue meterse en sus respectivas habitaciones y, a la de tres, salir y mear encima de los devotos del maligno, en un acto de chacota más extrema por el lado oscuro.

Y parece que en esto del community management es más importante parecer que ser. No importa lo bien o mal que estés haciéndolo, todo ello por cierto muy discutible, sino que hay que darle a tu perfil un aire de innovador (cuidado con esta palabra), emprendedor (ésta es peor que la anterior) y techie o superfan de la tecnología (ésta es la más jodida). He leído en varios sitios que un Community Manager nunca desconecta, que siempre está al quite, y que su vocación le obliga a estar las 24 horas pendiente de las redes y de la última majadería que pueda sacar Apple en su colmado.

Pero, ¿realmente es necesaria tanta devoción, tanta esclavitud por la causa? Yo francamente creo que no: es una profesión como otra cualquiera, puede que no de 9 to 5, pero tampoco tipo Seven Eleven. Podemos ser techies en nuestra jornada laboral, como otros son satánicos encima de un escenario, pero luego dedicarnos a temas más sanos que dilucidar las virtudes de Android, y no creo que por ello seamos peores profesionales; quizá más oxigenados mentalmente.

Yo personalmente prefiero, en mi tiempo libre, explorar las afinaciones de guitarra de blues en abierto o traducir los 154 sonetos de Shakespeare (vale, esto ha quedado muy pedante), o incluso relacionarme en el mundo real y, por Dios, sin visos de networking (otro palabro 2.0).

A lo mejor tendríamos que salir de nuestras habitaciones y mearnos encima de tanto gurú, que el mundo off line siempre será más interesante que The Matrix.

jueves, 24 de junio de 2010

La red de la soledad

Dada la sequía intelectual a la que me veo sometido en los últimos tiempos, fruto de una sobredosis de dudas y preguntas,  me veo en la obligación de reproducir aquí una entrada ya publicada en otro blog. Es un pequeño homenaje que le dediqué a mi amigo Fernando, tambien conocido como Webmaster de Fundación Telefónica, al día siguiente del concierto que ofreció con su grupo hace un par de semanas. Una de sus canciones se llama "La red de la soledad" y habla de "un fantasma pasando en el último tren". Es casualmente una de mis obsesiones, la pérdida de identidad asociada a la desconexión con el resto de la especie en el entorno urbano ( en el plano artístico me lo sugieren tanto las baladas de Miles Davies como la pintura de Hopper), y en el texto que sigue lo extrapolé al mundo de las redes (más o menos). La imagen, el grabado Melancolía I de Durero, es probablemente una de las obras con las que toda mi vida más me he identificado.

Existe un amplio debate en la actualidad sobre las implicaciones que pueden tener tanto Internet como los medios sociales en el marco de las relaciones personales de los seres humanos. En teoría, la dinámica general de las redes y la filosofía web 2.0 más en concreto, reposan sobre la conversación y el intercambio incesante de información; en la práctica, a lo mejor estamos sustituyendo una parte importante de nuestro contacto físico con otras personas por el digital, con la pérdida de canales de comunicación directos que ello implica. Y la pregunta que surge es, ¿y si esta virtualización de las relaciones condujese al aislamiento y la soledad? No es este el lugar para aventurar un dictamen sobre el tema, ni nos sentimos capacitados para ello, pero no deja de ser un interesante tema de discusión.


Indudablemente, existen numerosos argumentos tanto a favor como en contra. Son bien conocidas las reuniones de usuarios de Twitter en las que la gente se “desvirtualiza”, es decir, se conoce personalmente después de haber iniciado una relación en Internet. En este caso se puede afirmar que el círculo de relaciones se amplía, las personas interactúan presencialmente y se refuerzan los lazos emocionales iniciados en la web. Pero no todos los colectivos de cibernautas son tan activos en este sentido como los twitteros.

Pero existe el problema de la identidad digital y de cuán divergente puede llegar a ser nuestra presencia en entornos virtuales de nosotros mismos. Este particular tiene dos vertientes diferentes, una más plástica y visual, y otra asociada al comportamiento y a la psicología.

En el primer caso hacemos referencia a la tendencia al encubrimiento del que muchas veces hacemos gala en las redes sociales, a través de los alias y de los avatares, que en gran medida contribuyen a ocultarnos, aunque generalmente se haga con una intención más lúdica que otra cosa. Esto puede llevar a que una profesional serio y circunspecto utilice una foto de Bob Esponja como avatar (aunque sea incapaz de contar un chiste en su entorno laboral), o que una persona realmente maravillosa y extrovertida se autobautice paradójicamente en la web “Salander”, como el inquietante y antisocial personaje de Stieg Larsson. No son más que bromas, pero tienen un componente de baile de máscaras y disfraces, es decir, de ocultación.
Como dijo en una ocasión uno de los ponentes de los Debates Abiertos de Fundación Telefónica, “en Facebook aparecemos todos guapos y felices”. ¿Realmente eso es un reflejo mínimamente aproximado de nuestro ser?

El otro factor al que aludíamos es el de “alterar” nuestra personalidad en los medios sociales, que tiene su expresión extrema en aquellos que se hacen pasar por adolescentes para acosar a menores. Pero sin llegar ni de lejos a eso, sí que presentamos una tendencia de proyectar en la web lo que nos gustaría ser, en lugar de mostrar lo que somos en realidad. Todos intentamos ser simpáticos, alegres, extrovertidos, cultos, ingeniosos…

En las relaciones físicas disponemos de muchos otros canales de comunicación adicionales con nuestros interlocutores: el tono de voz, la mirada, los gestos, la presencia física. En este sentido, las relaciones en la red son como un vuelo sin visibilidad.

Todo ello convierte las relaciones a través de Internet en un caudal muy fluido de interacción humana, pero a lo mejor estamos más solos de lo que creemos al estar mostrando una personalidad distinta a otros a los que a la vez concebimos diferentes de lo que son. Y a lo mejor hay verdadero temor a mirar detrás de la máscara…

domingo, 6 de junio de 2010

Compartiendo dilemas con Mr. Davies


Hay canciones que nos dicen cosas, nos animan o entristecen, pero también recrean sobre sus acordes ideas y problemas comunes a todo el mundo. Una de esas piezas que siempre me ha “hablado” es “A Rock and Roll Fantasy” que aparece en un disco otoñal del grupo británico The Kinks que se titula The Misfits (1978). Durante los casi cinco minutos de duración, Ray Davies discute con el resto de la banda si tiene sentido que continúen juntos en un escenario musical que ya no es el suyo, es decir, el de los dorados años sesenta, y en el cual no son más que una reliquia del pasado. Mi dilema actual, si bien no tiene el componente anacrónico que tiene el de Ray, comparte similitudes: ¿debo seguir con este blog? ¿tiene sentido que dedique tiempo libre a temas profesionales o debería escribir sobre lo que me gusta realmente, como por ejemplo, la música?

En primer lugar hay que ver por qué decidí abrir este blog. En este mundo 2.0 parece que si no tienes un blog tecnológico eres como un taxista sin automóvil. Todo el que comienza en esto, no nos engañemos, sueña con ser una referencia citada por todos los demás, pues como dice otra canción de los Kinks, “everybody is a dreamer and everybody is a star”. Pero la realidad es que es un sector sobresaturado de información, en el que todo el mundo cuenta las mismas cosas y en el que solamente unos pocos destacan por su capacidad profética o por lo acertado de su prosa.

Pero volviendo a la canción, Ray Davies reconoce que, a pesar de estar desfasados, todavía tienen un público fiel a finales de los setenta, gente para la que la música de los Kinks lo es todo. ¿Merece la pena seguir adelante por ellos, aunque sean pocos? Todo acaba encontrando su hueco en el espacio y este blog no es una excepción. Al final se ha convertido en un medio para informar a un puñado de personas, que mayormente sois mis amigos, sobre temas del mundo de las redes, en el cual muy pocos estáis metidos profesionalmente. Algunos me habéis dicho que os ha servido para entender cosas que no sabíais, y para mí eso ya es un valor. Pero….

Dice Ray Davies al fin al de la canción: Dont' want to spend my life, living in a rock 'n' roll fantasy,
Don't want to spend my life living on the edge of reality
. Yo tampoco quiero vivir en una fantasía 2.0; no quiero, y además no puedo ser un sabidillo del tema de las redes sociales: ni sé lo suficiente, ni me interesa tanto el tema como para dedicarle tanto tiempo de ocio (¿lo convierto en otra cosa?.¿abro otro paralelo? No tienen sentido…)

Me gustaría hablar de música, de libros, de cine (antiguo) y de todo lo que esto lleva asociado, que iría más en sintonía con las cosas que hablamos los que podéis leer esto, cuando estamos de cañas y cuando hablamos de las cosas que realmente nos gustan. Viendo las estadísticas, no creo que haya nadie más por aquí.

Realmente este blog no aporta ningún valor añadido al sector de las TIC (frase lapidaria) y me gustaría acabar con él o transformarlo. Quiero decir que no tiene una proposición de valor importante para nadie, todo lo que pueda decir está dicho y mucho mejor, en otros sitios y en otros blogs. Y sé que podríamos hablar de temas mucho más interesantes. And yet, and yet, me resisto a destruirlo: algo me atrae de todo esto…

¿Cómo resolvió el dilema Ray Davies? Al final siguió con los Kinks y tuvieron un megahit a principios de los ochenta con “Come dancing”, aunque la mayoría de los discos que sacaron en esos años fueron muy mediocres. Ray Davies lanzó su primer disco oficial en solitario en 2006, es decir, casi treinta años después de cuando manifestó su intención de iniciar una carrera en solitario, es decir, en la canción “A Rock and Roll Fantasy”. Manda huevos. ¿Y yo? Quién sabe…
 
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