El lunes asistí a un desayuno de trabajo en la sede de la revista “Emprendedores” que contó con la presencia de César Cernuda, el máximo responsable de Microsoft para Latinoamérica, que nos ilustró sobre las posibilidades de negocio de los países de dicho continente. Fue una conversación muy enriquecedora con alguien que conoce bien la realidad de las américas, a pesar de que acaba de estrenar su cargo actual.
A juzgar por los datos que aportó, esta década ha resultado muy fructífera desde el punto de vista del crecimiento económico para los países de la zona, cuyas economías presentan unas perspectivas de evolución que en algunos casos representan incrementos de dos dígitos (lo siento, no tomé nota de las cifras porque supuse erróneamente que se me iba a entregar la presentación). Igualmente, estas naciones presentan unas penetraciones de ordenadores y de acceso a banda ancha impresionantes, lo que convierte a esta parte del mundo en un área de interés estratégico para empresas tecnológicas como Microsoft.
Según comentó Cernuda, en el año 2050 se prevé que Brasil y México sean respectivamente la cuarta y la quinta economías más fuertes del planeta, después de China, EE.UU. e India. Por su parte, Colombia y Perú se perfilan como mercados emergentes con una amplia capacidad de desarrollo.
Sin embargo, en la charla posterior a la presentación yo tuve que asumir el papel de aguafiestas y poner en cuestión unos modelos económicos basados en la polarización de la sociedad entre los muy ricos y los muy pobres, la concentración de la renta y la riqueza por parte de los primeros, y la inexistencia de una clase media que garantice tanto una demanda de productos y servicios especializados (como pueden ser los de las ramas tecnológicas), como una oferta de mano de obra cualificada para generar sectores industriales locales en la región basados en la innovación.
Sigo creyendo que la redistribución de la renta en países eufemísticamente llamados “en vías de desarrollo” es condición indispensable para el citado desarrollo, al que hay que diferenciar de las cifras de crecimiento del PIB, que tienen un carácter mucho más coyuntural, por impresionantes que puedan ser. Y paradójicamente, Cernuda no citó como ejemplo en ningún momento a los países sudamericanos que han iniciado hace tiempo, con sus problemas y vueltas atrás, el camino hacia la despolarización de la sociedad, como son Argentina, Chile o Uruguay. Curioso, ¿asistimos al nacimiento un nuevo modelo de desarrollo económico sobre la desigualdad extrema dado que elogiamos el comportamiento de naciones en donde se concibe como normal la concentración de la riqueza en manos de un reducido estamento de patricios? ¿Se transformará esta década prodigiosa de América latina en otra década perdida, como la de los años ochenta del siglo pasado?
Suscribo tu lúcido análisis, Pablo. Estamos, mucho me temo, en camino de otra década perdida. Seducen mucho más las grandes cifras huecas...
ResponderEliminarOjalá nos equivoquemos, Ricardo, pero pesan mucho los factores sociales y políticos de la zona y la extrema pobreza que afecta a un porcentaje demasiado alto de la población de esas sociedades.
ResponderEliminarGracias por el comentario.
Un abrazo