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domingo, 20 de septiembre de 2015

La incertidumbre de China: bienvenidos al capitalismo



La transición en las últimas décadas de la economía china desde el intervencionismo absoluto del modelo maoísta hasta una economía abierta de mercado ha sido espectacular. En paralelo, el Producto Interior Bruto del país se ha multiplicado por 20 desde 1978 y hoy representa un 15% del valor de la producción mundial.

Este proceso ha llevado a China a ocupar una posición hegemónica entre los actores que presiden la vida económica del planeta. Para el mundo desarrollado como un competidor imbatible en precios en los mercados internacionales de productos industriales; para las naciones emergentes como un importador masivo de materias primas y un socio inversor. De esta forma, el nuevo siglo amanecía con una nueva partida en la que una pieza ponía en jaque al tradicional papel de occidente como productor de manufacturas e inyectaba savia en los procesos de desarrollo de las naciones emergentes, no sólo de sus compañeras del acróstico BRIC -Brasil, Rusia e India-, sino de muchos otros países de América Latina y África.  

Pero esas tasas de crecimiento anual de dos dígitos que han acompañado la muda a la piel capitalista del dragón se han ralentizado. Las alarmas han saltado al considerar la posibilidad de que el gigante asiático puede entrar en estancamiento o recesión, que estás caídas de los mercados de valores y las devaluaciones de moneda recientemente sufridas, no sean turbulencias pasajeras sino el síntoma de que el modelo de crecimiento está agotado.

Los estornudos de la economía china tienen en vilo a medio mundo. Rusia confiaba en su vecina para paliar las necesidades financieras derivadas de  la caída de los precios del petróleo y de las sanciones comerciales impuestas por las naciones occidentales. Otros como Venezuela, Nigeria y Ucrania contaban con las inversiones y préstamos chinos y Brasil ha visto seriamente reducidas sus exportaciones de minerales y soja en grano al frenarse la demanda del país asiático. Parece a todas luces una reacción en cadena.

¿Cuál es el problema que afecta a la economía china, un motor de crecimiento que hace unos años parecía imparable? En un acertado artículo, Ángel Ubide del Peterson Institute for International Economics (China en su laberinto) afirma que es precisamente ése: lo anormal de haber gozado de un desarrollo tan colosal en las últimas décadas. Y podríamos añadir, y tan sostenido, sin los vaivenes que experimentan normalmente las economías de mercado.

En los apenas cuatro decenios que han pasado desde la muerte de Mao, China ha evolucionado de ser un país básicamente rural a uno mucho más urbanizado, ha introducido el mercado en una economía estatalmente intervenida y se ha abierto de par en par al comercio exterior. Un tiempo récord para tanto esfuerzo.

La especialización en la producción de manufacturas destinadas a la exportación ha basado su competitividad internacional en los bajos salarios del obrero industrial, gracias al excedente de mano de obra rural. Pero ese excedente, dado el vertiginoso nivel de urbanización, se acaba, y los salarios presionan al alza destruyendo la ventaja competitiva china en el exterior.

Por otro lado, desde la tribuna de Harvard Business Review, David Simchi-Levi (You Can´t Understand China´s Slowdown Without Understanding Supply Chains) añade como problema el cambio de tendencia que aparentemente se aprecia en el mundo, en el que las cadenas de producción industrial, que hace veinticinco años se trasladaron de los países industrializados a los países en desarrollo, están volviendo a los primeros. El primer mundo se está reindustrializando, dentro del fenómeno que se  ha denominado “near-shoring” o lo que es lo mismo, la práctica de producir cerca del consumidor. ¿Se acabarán los tiempos de los productos con el rótulo “Made in China” o "Made in taiwan”?

En palabras del articulista “el mundo está en plena transformación, con empresas que se mueven de una estrategia industrial global, cuyo foco está en los países de bajos costes, hacia una estrategia más regional, en la que China es para China, los Estados Unidos (o México y Latinoamérica) son para las Américas, y Europa del este es para los mercados europeos” [“the world is in the middle of a transformation, with companies moving from a global manufacturing strategy, whose focus is on low-cost countries, to a more regional strategy, where China is for China, the United States (or Mexico and Latin America) is for the Americas, and Eastern Europe is for European markets.”].

Varias son las razones que justifican este cambio de estrategia industrial que implica repatriar las unidades de producción:

Los precios del petróleo. La deslocalización de la producción de los años 90 tuvo lugar en un periodo de precios bajos del combustible, pero éstos se han triplicado en la última década encareciendo los costes logísticos. Ahora vuelven a estar bajos, pero la producción de gas barato en EE.UU mediante fracking puede hacer más rentable el producir en ese país que hacerlo en China y traerlo de allá.

Costes laborales. En los últimos años los costes laborales en China se han incrementado en un 20%, frente al 3% de EE.UU. y el 5% de México.

Automatización. La revolución tecnológica conlleva la automatización de las plantas productivas incidiendo muy positivamente en la productividad. La industria de este siglo ya no necesita grandes cantidades de mano de obra barata sin cualificar, sino una cantidad reducida de trabajadores técnicamente  muy cualificados.

Riesgo. Una cadena de producción desperdigada por el mundo y presente en países social o políticamente inseguros, o sin legislación en torno a la seguridad o la protección medioambiental,  expone demasiado a la empresa y supone un factor de vulnerabilidad. El reciente desastre ocurrido en el almacén de Tianjin es un buen ejemplo de ello.

Retornando al primer artículo citado, Ángel Ubide plantea como retos para el buen funcionamiento de la economía china una serie de transformaciones de fondo del país:

  • Transición de la industria a una economía de servicios
  • De una política de inversión a una de estímulo del consumo
  • De la dependencia de la demanda exterior a fortalecer la demanda doméstica
  • De un tejido empresarial mayormente estatal a uno basado en capital privado
  • Reducir el elevado endeudamiento
  • Gestionar el exceso de capacidad del mercado inmobiliario
  • Reorganizar el caos fiscal en las regiones

Se trata de medidas quizá algo obvias para el economista occidental, pero que parten de un análisis que no tiene tan claro el Gobierno chino por su falta de experiencia en la economía de mercado. La gloriosa transición se acabó: bienvenidos al capitalismo con sus problemas.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Repensando el desarrollo productivo de América Latina

Parece ser, a juzgar por los datos macroeconómicos, que la región latinoamericana está efectivamente entrando en recesión. Todos deseamos que no sea más que un parón temporal del proceso de crecimiento, pero lo cierto es que para este año se espera una tasa global de tan solo el 1,5%.
 
Por supuesto, cada país es un caso distinto en sí, y como vimos en un post de antes de verano, existe una clara dicotomía entre el comportamiento económico de los que integran la Alianza del Pacífico y de los miembros de Mercosur. Pero el panorama general no es halagüeño; el gigante Brasil, que se perfila como una de las potencias hegemónicas de este siglo, está viendo como se desinfla su tasa de crecimiento y de transformación social de forma que peligra el bienestar adquirido recientemente por las nuevas clases medias surgidas de los estratos más pobres de la sociedad.
 
Por su parte, los estados víctimas de gobiernos populistas, como Argentina y Venezuela, se encuentran en la actualidad con grandes problemas institucionales a sumarse a los económicos. Incluso las mejores apuestas de América Latina, Perú, Chile y México, están sintiendo un frenazo en su actividad.
 
Indudablemente, la coyuntura económica mundial, o por lo menos la que afecta a Europa y Estados Unidos, tiene mucha culpa del actual estado de cosas en Latinoamérica, pero existen igualmente otras causas de mayor calado ligadas a la falta de productividad, como subraya un reciente informe del Banco Iberoamericano de Desarrollo (BID) titulado ¿Cómo repensar el desarrollo productivo?  
 
La publicación afirma que los casos de éxito en procesos de desarrollo han estado ligados a políticas de desarrollo productivo (PDP) y pone como ejemplo a Corea, que supo apuntalar su despegue estimulando sectores clave como el naviero, el automovilístico o más recientemente, la electrónica.
 
El BID pone énfasis en separar el concepto de “política de desarrollo productivo” de la política industrial tradicional, principalmente porque la primera supera el foco de las manufacturas y se proyecta igualmente al sector primario y a los servicios, y además trata de ofrecer una visión más amplia que la segunda.
 
En Latinoamérica, las políticas industriales se han aplicado generalmente mal de forma que se ha llegado a considerar que la mejor política es la ausencia de la misma. Baste recordar aquellas políticas de sustitución de importaciones que aplicaron numerosos países de América Latina y Caribe durante las décadas de los cincuenta y sesenta, basadas en establecer barreras arancelarias o contingentes a la importación de determinados productos industriales, y en paralelo, estimular el despegue de esa producción en el interior del país, invitando a menudo al capital productivo extranjero a invertir en los mismos.
 
El fracaso de este tipo de acciones, que en la mayoría de los casos solamente benefició a las empresas multinacionales extranjeras y a las oligarquías económicas locales aliadas con éstas,  llevó a estas acciones institucionales de estímulo del desarrollo productivo al descrédito. Pero el BID considera que los gobiernos de los países de la región deben retomar el liderazgo en el proceso de transformación y aplicar PDPs, siempre intentando evitar los errores del pasado.
 
De hecho, el estudio plantea evaluar cualquier nueva propuesta con un marco que, basado en las enseñanzas adquiridas, separe las que presenten visos de efectividad de aquellas destinadas al fracaso. El BID sugiere realizar tres pruebas a cada nueva política productiva:
 
  1. ¿Cuál es el fallo del mercado que justifica aplicar la política? En teoría toda política pública responde a una necesidad de corregir fallos del mercado, es decir, ineficiencias en el funcionamiento económico, buscando el beneficio social, que el devenir de las fuerzas de la oferta y la demanda no son capaces de erradicar. Una intervención mal orientada puede alterar mecanismos de mercado que funcionaban correctamente.
     
  2. ¿Se corresponde la política propuesta como remedio con el diagnóstico que la justifica, ya sea aliviando el fallo o corrigiendo su impacto? A veces la política aplicada no se corresponde con la solución del problema identificado o actúa solamente sobre los síntomas y no sobre el origen de la causa.
     
  3. ¿Son las capacidades institucionales lo suficientemente fuertes para diseñar y ejecutar la política tal como se concibió?  A pesar de que esté justificada la intervención pública para solventar un fallo del mercado, la Administración y las agencias gubernamentales pueden carecer de la capacidad para implementar adecuadamente una política determinada.

El Banco Iberoamericano de Desarrollo plantea una serie de elementos que a su juicio deben orientar las políticas de desarrollo productivo:
 
Sortear los escollos de la innovación – La inversión en I+D de la región latinoamericana es insuficiente a pesar del evidente valor de ésta como mecanismo transmisor de la innovación a sectores productivos y empresas. Sin embargo, hay que diseñar las políticas de innovación con sumo cuidado, centrándose en subsanar fallos del mercado, para que no generen efectos no deseados.
 
Apoyo a empresas nuevas con alto potencial de crecimiento – Las empresas de nueva creación tienen un efecto desproporcionado sobre el empleo y tienen capacidad para introducir en el mercado ideas nuevas que fomenten la productividad. Las políticas de apoyo al emprendimiento deben centrarse en sectores económicos de alto potencial de crecimiento, pues no todo nuevo negocio presenta perspectivas de crecimiento.
 
Financiación inteligente para el desarrollo – La financiación a través de créditos, garantías y bancos de desarrollo debe aplicarse basándose en el criterio de máxima eficiencia de la inversión.
 
El sector público como coordinador – Una necesidad que puede surgir ante la frecuente falta de coordinación de las empresas de un sector o de distintos sectores. Por ejemplo, en el caso de una determinada innovación que beneficia a todo un sector, las empresas del mismo tenderán a sacar lo más posible de los nuevos procesos o productos intentando financiar lo menos posible. En este tipo de situaciones se hace necesaria una política vertical, es decir, dirigida a un sector específico.
 
Selección de sectores en las políticas verticales – Se trata de políticas para estimular la productividad de sectores clave en una economía que individualmente tengan la capacidad suficiente para contribuir al desarrollo de la nación.
 
En suma, se trata de propiciar el cambio estructural productivo necesario que afiance de una vez por todas la senda del desarrollo.

jueves, 18 de septiembre de 2014

La industria europea que emerge de la crisis

A pesar de que el fantasma del estancamiento económico recorre Europa, las autoridades comunitarias ya utilizan en sus informes económicos expresiones como “ahora que la UE emerge de la recesión”, haciendo gala de un optimismo no compartido por las propias sociedades de los Estados miembro. En cualquier caso, resulta loable que se dediquen a estudiar cómo ha quedado el sistema productivo europeo tras el cataclismo y que propongan medidas para reflotar el tejido empresarial, como hace el informe de la Comisión European Competitiveness Report 2014, que lleva el subtítulo Helping Firms Grow.
 
A lo largo de 230 páginas este trabajo realiza una radiografía bastante pormenorizada del estado de situación de la economía de Europa en el marco geoeconómico global en el que nos movemos actualmente, detectando tanto amenazas como ventajas.
 
Dentro de éstas últimas, los autores postulan que la fortaleza competitiva de la zona europea no ha resultado dañada por la crisis. Seguimos manteniendo una fuerza de trabajo muy cualificada, una importante vocación exportadora y ventajas comparativas asociadas con la especialización en segmentos de producción complejos y de alto valor añadido.
 
La explicación a la caída del peso de la industria dentro del valor añadido se debe no tanto a su pérdida de importancia relativa dentro de la economía como a la caída de los precios industriales respecto a los de los servicios. A pesar del proceso de reindustrialización en marcha, éste puede no llegar a compensar el efecto sobre el PIB de la bajada de los precios.
 
Se percibe una falta de crédito financiero, debido a imperfecciones del mercado, que puede estar frenando el lanzamiento de proyectos económicos altamente viables, especialmente entre la pequeña y mediana empresa. La pyme europea no suele entrar en mercados exteriores y sus relaciones internacionales se limitan a la exportación.
 
En el campo de la innovación, el informe reconoce que la innovación de productos tiene un fuerte efecto en el crecimiento del empleo, tanto en la industria como en los servicios, mientras que los de la innovación organizativa y de procesos son insignificantes. En épocas de de boom económico la innovación crea empleo y en las de crisis ayuda a preservarlo.
 
La energía en Europa se plantea como un problema que afecta a la competitividad de las exportaciones. Los precios de la electricidad y del gas son más elevados que los de otras zonas del mundo, principalmente por los impuestos, los gravámenes y los costes generados por las redes. La mejora en la eficiencia energética llevada a cabo por las empresas europeas no ha conseguido contrarrestar el efecto negativo de la subida de los precios energéticos sobre la competitividad.
 
Ante este panorama, la Comisión Europea recomienda apuntalar la reconstrucción de Europa desde las fortalezas identificadas:
 
  1. La ventaja competitiva en numerosos productos de exportación, tanto en los de alta intensidad tecnológica, como los farmacéuticos, como los de media intensidad, como maquinaria o el sector químico.
  2. La proporción de productos intermedios domésticos (fabricados en Europa) en las exportaciones europeas es elevada, alrededor de un 85% del valor añadido, y superior al de otros países de fuerte vocación exportadora como Corea.
  3. Las exportaciones europeas se caracterizan por un mayor grado de sofisticación y complejidad que los productos exportados por otros países.
  4. La exportación europea lleva asociada una elevada proporción de mano de obra muy cualificada en su producción.

martes, 25 de junio de 2013

Recuperar la industria para el nuevo consumidor

La posibilidad de que la industria pueda volver a cobrar su relevancia de antaño dentro del escenario productivo de áreas económicas como EE.UU o Europa es una cuestión recurrente en los últimos tiempos, que se plantea una y otra vez como una medida necesaria para la salida de la crisis.

Hace algún tiempo tratamos aquí la postura de la Comisión Europea al respecto y su recomendación de lanzar una política de reindustrialización de la zona euro, y hoy quiero hacerme eco de un artículo aparecido en el diario El País y firmado por Vicente Moreno, presidente de Accenture, que analiza las posibilidades que tiene la industria de renacer en los países desarrollados.

Tras varias décadas hablando de la terciarización de las economías, actualmente se recupera la figura de la industria como generador de empleo (cada empleo industrial genera varios en el sector servicios) y de crecimiento.

En el caso de España, con una construcción y una banca hundidas, y con pocas expectativas de recuperación a corto plazo, el retomar la producción manufacturera se convierte en un factor estratégico para retomar la senda del crecimiento.

Dada la feroz competencia en este campo, principalmente procedente de países emergentes de Asia y Latinoamérica, el autor identifica tres factores clave para apoyar la hegemonía industrial europea:
  1. La innovación tecnológica.
  2. La eficiencia energética.
  3. Los cambios en los hábitos de consumo.
Pero el horizonte presenta numerosos nubarrones: resulta bastante probable que China supere a Europa en innovación tecnológica en los próximos diez años.

Respecto a la eficiencia energética, también se considera que el sector energético europeo no será rentable dentro de tres años, y a la vez, resulta crucial no depender de las importaciones para suministrar la energía al sector industrial.

Nos queda por tanto el explotar los cambios en los hábitos y en el comportamiento del consumidor. Si conseguimos comprender y anticiparnos a las nuevas demandas de los mercados, tanto en Europa como en países emergentes, podremos convertir la satisfacción de nuevas necesidades en una ventaja competitiva.

Aprender a “escuchar” y a entender a los consumidores a través de medios sociales, aprovechar todo el valor añadido que nos ofrece la tecnología Big Data para el análisis de cantidades inmensas de información, valorar el diálogo y la conversación con el cliente potencial frente al ruido vacío de la publicidad tradicional, optimizar y gestionar la atomización de la demanda y el individualismo del nuevo comprador… Son factores sobre los que hay que empezar a trabajar si queremos retomar una posición dominante en los mercados. 
 
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