jueves, 18 de octubre de 2012

Una nueva revolución industrial

Durante una amplia época la industria pareció ser relegada de su protagonismo tradicional dentro de las economías por lo que se llamó terciarización, es decir, el auge de las actividades relacionadas con la prestación de servicios. Las finanzas, los seguros, la consultoría, los servicios asociados al turismo (especialmente en España) parecían destinados a constituir los nuevos guías del crecimiento económico. Paralelamente, la empresa multinacional comenzó a deslocalizar sus plantas productivas, trasladándolas de las metrópolis a países emergentes en los que el coste de la mano de obra era menor. Por último, desde 2008 la crisis mundial ha contribuido a acelerar la quiebra de muchas explotaciones productivas, fenómeno que se ha acentuado desde 2010 con el recrudecimiento de la situación económica.

Pero la industria vuelve a cobrar un primer plano en el discurso económico, tanto en EE.UU. como en Europa, y a pesar de las voces que nos vendieron hace un par de décadas la preeminencia del sector terciario, ahora se ve que el aumento de la capacidad productiva industrial, es decir, la producción de bienes, es la única salida posible de la crisis.

La Unión Europea ha lanzado un documento, que bajo el título Una industria europea más fuerte para el crecimiento y la recuperación económica (COM(2012) 582 final), defiende la necesidad de reindustrializar el continente como forma de crear empleo de valor elevado y de  hacer frente a los retos de la sociedad actual. De hecho, el trabajo establece las bases para el desarrollo de una política industrial comunitaria basada en la colaboración entre los órganos de gobierno de la Unión y los Estados miembros.

La apuesta por el sector manufacturero es decidida e indiscutible:

“La atención política sobre la industria se sustenta en el convencimiento de que son esenciales unos sólidos cimientos industriales para lograr una Europa rica y con éxito económico. Es vital estimular la recuperación económica, disponer de empleos de alta calidad y reforzar nuestra competitividad global. La industria puede generar el gran crecimiento de la productividad necesario para reiniciar un crecimiento sostenible: la productividad industrial ha aumentado en un 35 % desde los peores momentos de la crisis en 2009. Además, solo la industria puede mejorar el uso eficiente de la energía y de los recursos a todos los niveles de la economía —frente a la escasez global de recursos— y, también, ayudar a dar soluciones a otros retos que tiene planteados la sociedad.”

Para ello, la Comisión Europea propone un enfoque de actuación basado en cuatro principios:

  1. Establecer el marco adecuado para estimular la inversión, la adopción de nuevas tecnologías y el uso eficiente de los recursos.
  2. Estimular el mercado interior y promover la presencia de las empresas europeas en mercados externos.
  3. Favorecer el acceso a la financiación de las empresas.
  4. Invertir en capital humano y capacidades.

De esta forma, las autoridades comunitarias proponen las siguientes líneas de actuación:

A. Facilitar la inversión en nuevas tecnologías e innovación, generando nuevos mercados y fomentando la sostenibilidad de la producción y la distribución:

1. Mercados para las tecnologías avanzadas de fabricación con vistas a una
producción limpia.
2. Mercados para las tecnologías facilitadoras esenciales.
3. Mercados de bioproductos.
4. Política industrial sostenible, construcción y materias primas
5. Vehículos y buques limpios.
6. Redes energéticas inteligentes.

B. Acceso a los mercados, incidiendo en los siguientes aspectos:

1. Mejorar el mercado interior de mercancías.
2. Fomentar el emprendimiento para que el mercado interior sea más dinámico.
3. El mercado interior de tecnología, la patente unitaria y la protección de los derechos de propiedad intelectual.
4. Apertura de mercados internacionales.

C. Acceso a la financiación y a los mercados de capitales

1. Ayudas del sector público para facilitar el acceso al capital a las empresas.
2. Facilitar el acceso a los mercados de capitales.

D. El papel crucial del capital humano:

1. El reto actual es la creación de empleo.
2. Inversión en capacidades y formación para acompañar los cambios estructurales.
3. Anticipación de las necesidades en empleo y en capacidades y gestión de la
reestructuración de las empresas.

En suma, parece una apuesta decidida por el fomento de la actividad económica y el crecimiento. El tiempo dirá en qué acaba todo esto.

viernes, 12 de octubre de 2012

Detectada vida inteligente entre la clase política

La mala noticia es que no entre la de nuestro país. Dos noticias del periódico de hoy me llevan a publicar un titular tan sensacionalista.

La primera, que aparece en portada, afirma que el Fondo Monetario Internacional (FMI) pide el fin de la austeridad a ultranza en países como España. Christine Lagarde, la directora gerente de dicho organismo, defiende el retraso en el tiempo del cumplimiento del objetivo de déficit en las cuentas públicas. Parece ser que por fin se han enterado de lo peligroso que resulta aplicar medidas restrictivas en una economía en recesión, algo de lo que los demás no teníamos duda, y del riesgo de que la contracción brutal de la demanda en determinadas áreas del mundo, especialmente en la zona euro, conlleve a una depresión global más profunda. ¡Bien por Christine!

La segunda parece política ficción. Diputados alemanes han venido a España a escuchar lo que tienen que decir los movimientos ciudadanos, agrupados bajo el estandarte del 15-M. Es decir, que representantes elegidos por el pueblo están interesados por lo que el pueblo (y encima éste no es el suyo) tiene que decir, en conocer de primera mano sus problemas y preocupaciones, y en atender a sus demandas. Como expresó un miembro de la plataforma, “lo que esto pone en evidencia es que en Alemania hay una cultura democrática más profunda que en España”. ¡Qué razón tiene y viva el Bundestag!

Y aquí seguimos empeñados en condenar a la miseria a los más desfavorecidos, en ayudar a los empresarios del sector bancario que demostraron una incompetencia absoluta en el desempeño de su actividad, y en ignorar con actitud de chulo de merendero la opinión y las demandas de la ciudadanía.

Triste España sin ventura, como dijo Juan del Enzina. Feliz Día de la Hispanidad.

lunes, 8 de octubre de 2012

El estado del bienestar llega a Asia

No, no, éste no es un post de economía ficción, ni he tomado para desayunar churros mojados en coñac 103. La prestigiosa publicación The Economist, en una de sus ediciones de septiembre, dedica un amplio reportaje a lo que considera la próxima revolución asiática: la construcción del estado del bienestar para los ciudadanos de los distintos países del continente.

Los capitalistas más salvajes abrazando, aún tímidamente, la calida silueta de la socialdemocracia (bueno, en la mayoría de los casos el término “democracia” sobra), mientras que, curiosamente, nosotros retrocedemos hacia algo parecido a la sociedad de Manchester de la primera Revolución Industrial. Vivir para ver.

Pues sí, la citada revista afirma que el crecimiento económico de las últimas décadas ( que en casos como el de China se ha mantenido hasta hace poco en dos dígitos) está llevando a las poblaciones de distintos países del continente a demandar a sus gobiernos cosas tan disparatadas para un europeo actual como las pensiones, la sanidad pública o un seguro de desempleo. Indonesia se ha comprometido a crear un sistema de salud público para 2014; India ha llevado las prestaciones sanitarias a 110 millones de los ciudadanos más pobres; China ha extendido la cobertura de las pensiones a 240 millones de habitantes de zonas rurales. Mientras que la construcción de los estados del bienestar europeos llevó más de medio siglo, los asiáticos los van a crear en apenas una década.

No obstante, todavía el gasto público social en estos países no representa más que el 30% de la media europea, así que queda mucho camino por recorrer. Por otro lado, los gobiernos no quieren que la tradición de esfuerzo y trabajo duro que ha articulado el crecimiento económico de estas naciones se diluya por un “exceso de protección” de la población. Éste siempre ha sido un argumento neoliberal contra las políticas sociales sobre el que habría mucho que discutir: los países escandinavos gozan de los estados del bienestar más desarrollados del mundo y su mano de obra es de las más eficientes y competitivas.

Sin embargo, Asia se enfrenta a problemas que pueden obstaculizar este proceso, en concreto, los factores demográficos y las dimensiones de los países.

Mientras que naciones como India gozan de una población relativamente joven, China actualmente presenta la equivalencia de cinco trabajadores por cada persona mayor, proporción que para el año 2035 puede haber bajado a dos. El envejecimiento de la población es un factor de riesgo para la sostenibilidad en el tiempo de la cobertura social.

Por otro lado, el gran tamaño de estos países (en concreto China, India e Indonesia) y la disparidad geográfica de la renta entre sus regiones, dificulta la creación de una intervención social pública verdaderamente igualitaria, que no genere discriminación entre los ciudadanos de una u otra zona. Un buen ejemplo es el abismo que existe entre la China urbana industrial de las ciudades costeras y  el interior rural agrícola.

No existen fórmulas magistrales que se puedan aplicar a lo largo y ancho de Asia; cada país debe aplicar las políticas adecuadas en función de su propia realidad. Sin embargo, los gobiernos deberían contemplar una serie de principios generales: 
  • Antes de formular promesas a la población hay que analizar si realmente se pueden financiar y su sostenibilidad en el tiempo.
  • Enfocar bien el gasto social, asegurarse de que la ayuda se centra en aquellos que más lo necesitan. Un buen ejemplo de lo que no se debe hacer es el de Indonesia, que el año pasado invirtió nueve veces más recursos públicos en subsidiar la gasolina de lo que gastó en sanidad, beneficiando al estrato de población más prospero que es el que puede permitirse poseer vehículos de motor.
  • Hace falta ser flexible e innovador. Flexible para adaptarse a las distintas necesidades del mosaico poblacional que constituyen estos países. E innovador, aprovechando la tecnología para hacer más eficiente la administración pública.
Dado que van a ser los líderes hegemónicos del mundo en este siglo, me alegro de que hayan comprendido la importancia de apoyar a la sociedad desde el sector público.

jueves, 4 de octubre de 2012

De cigarras, hormigas, teutones y caciques

Por enésima vez, el economista Paul Krugman volvía a avisar desde las páginas salmón de El País de lo inadecuado de aplicar políticas de austeridad para salir de la crisis. Parece mentira que lo que a todos nos parece de sentido común, seamos o no expertos en economía, no lo vean las “personas muy serias” (definición del propio Krugman) que nos gobiernan, tanto en España como desde el trono europeo.

A riesgo de resultar tan pesado como keynesiano, la lógica nos susurra que el crecimiento solamente volverá cuando se reactive la demanda interna en nuestro país, es decir, cuando la gente tenga el suficiente poder adquisitivo y la confianza para volver a comprar bienes y servicios, algo que tanto el miedo y el empobrecimiento de la población están obstaculizando ahora.

Y que no nos hablen de la mejora en las cifras de las exportaciones porque es una partida que no tiene excesivo peso en la composición de la demanda española. Eso sí, las empresas que exportan actualmente deben de constituir un ejemplo para el resto del tejido productivo porque han conseguido establecer posiciones en mercados internacionales con productos y servicios de muy alto valor añadido. Es una pista sobre cómo deberíamos enfocar nuestra especialización productiva en el futuro (aunque volveremos a invertir en el ladrillo, conociéndonos).

Krugman nos vuelve a recordar en su texto que los problemas de España se derivan de una burbuja inmobiliaria, que por cierto fue alimentada por la banca alemana, pero que antes de estallar la crisis las cuentas del Estado tenían saldo positivo y el nivel de deuda pública era reducido. O sea que esto no viene de que los sucesivos gobiernos hayan sido derrochadores o de que hayamos creado un estado del bienestar que no nos podíamos permitir, como defiende el credo liberal.

De lo que sí tenemos todos la culpa (esto no lo dice Krugman) es de esa afición que tiene la raza española al dinero fácil, al pelotazo. A un español nunca se le ocurre invertir en una empresa tecnológica que tenga un alto potencial innovador y  posibilidades de destacar en los mercados internacionales. No, el español prefiere comprar inmuebles para venderlos al doble de precio en poco tiempo y forrarse. Quien dice inmuebles dice valores mobiliarios, recordemos la burbuja financiera de 2000. El español es alérgico a la economía real productiva, a tener que esperar y trabajar para que una inversión obtenga su rendimiento. Y así nos va.

Prosigue Paul Krugman citando un informe del Fondo Monetario Internacional que postula que los recortes de gasto en economías profundamente deprimidas, como la que nos ocupa, reducen la confianza de los inversores por el consecuente ritmo de deterioro económico. Es decir, que si la única finalidad de esta política de austeridad salvaje es recuperar la confianza como país ante los mercados, vamos en dirección contraria.

¿Cuáles pueden ser entonces las razones para llevar a cabo este despropósito? El calvinismo y el neoliberalismo.

El Gobierno alemán ha conseguido que sus ciudadanos vean esta situación como la fábula de la cigarra y la hormiga. Los españoles se han dedicado a divertirse y a gastar, en vez de trabajar y ahorrar como nosotros, y por eso están a dos velas. Ellos se lo han buscado. Es una derivada del sentimiento calvinista que subyace en el funcionamiento del capitalismo y que postula que Dios (o el mercado) premia a los justos que lo hacen bien y castiga a los que no con el fracaso y la pobreza.

Y desde nuestro terruño no queda otra explicación para esta situación que a la derecha neoliberal española le ha venido de perlas esta crisis para desmontar el estado de bienestar y la igualdad de oportunidades creada en las últimas décadas. Es fuerte decirlo así pero no veo otra explicación. En Italia hemos visto a políticos llorar en público al anunciar recortes, por el sufrimiento que iban a infligir a la población; el primer ministro griego afirmaba en una entrevista hace unos días que no había un trabajo tan doloroso como el suyo. Pero los políticos de nuestro país parecen gozar con lo que hacen, aplauden y se les ilumina la cara cuando aprueban medidas cada vez más salvajes, especialmente para los más débiles.

Volverán a recuperar la supremacía social (que por otra parte nunca perdieron) y las costumbres caciquistas, sobre una sociedad alienada y empobrecida. El que no se pueda pagar un tratamiento médico, que se aguante y se muera; el que no pueda dar a sus hijos una educación de calidad, pues que hubiera ahorrado. Pero sus hijos siempre estudiarán en las mejores universidades y heredarán la hegemonía sobre el país generación tras generación. Se acabó la movilidad social y esa estúpida clase media llena de pretensiones.

¿Os parece un manifiesto de rojos? Ya me lo contaréis.
 
Google Analytics Alternative