Un interesante artículo del número de enero de la revista TIME analiza con bastante precisión la situación del empleo en Estados Unidos. Se trata de “Where the jobs are” (“Dónde está el empleo”). Al igual que en otros artículos que he leído sobre el tema en este mismo medio, la principal conclusión en este caso es que no nos hallamos ante un estancamiento cíclico de la economía, que conlleva altas tasas de desempleo, sino ante una ruptura del modelo económico vigente y una transición hacia un nuevo paradigma de la estructura productiva.
El autor, Bill Saporito, expone como numerosas compañías, en contra de la coyuntura, están expandiendo sus plantillas, generando empleo, y pone de ejemplo a la consultora Ricardo, General Electric o Deloitte. No es que vean la luz al final del tunel, es que directamente ya están fuera. Se trata de empresas de servicios, y más en concreto, empresas que prestan servicios a otras empresas, que demandan, cada una según su sector de actividad, a personal altamente cualificado. Dentro de éstas, destacan las del sector tecnológico, que en algunos casos han continuado expandiéndose en los últimos cuatro años.
Sin embargo, esta aparente recuperación del modelo económico tradicional en EE.UU. no es lo que parece. A juicio del autor, la recuperación del empleo será “cruelmente desigual” entre sectores y entre colectivos de trabajadores. Saldrán beneficiados los sectores más intensivos en tecnología y aquellos con vocación exportadora; en el plano laboral, tendrán más ventajas los trabajadores con alta cualificación y titulación universitaria.
La explicación a esta brecha surgida entre unos y otros trabajadores hay que buscarla en el proceso de globalización y en la emergencia de nuevas potencias industriales, como Brasil, China o India. La productividad de muchas empresas estadounidenses ha crecido durante los dos últimos años en paralelo a la subida de la tasa de desempleo en el país gracias a que han sabido aprovechar a las clases medias emergentes de los países en desarrollo como consumidores de sus productos y como mano de obra barata (deslocalización productiva). IBM, por ejemplo, tiene más trabajadores fuera de las fronteras de EE.UU que dentro: sigue contratando fuera mientras despide dentro.
La transformación actual del modelo capitalista está basada en la tecnología y la globalización, y el resultado, que implica un coste social importante, es que en la cresta de la ola se encuentran los trabajadores muy cualificados, tecnológicamente competentes y que se adaptan a las necesidades de un mercado global, y “bajo el agua”, por decirlo de alguna manera, los trabajadores manufactureros sin cualificación, cuyos empleos están desapareciendo en EE.UU, y reapareciendo en China o en la India.
Y si esto pasa en Estados Unidos, ¿qué será de España, que tiene un tejido productivo mucho menos intensivo tecnológicamente, con un gran peso de sectores tradicionales y un perfil empresarial mucho menos orientado a la exportación, salvo honrosas excepciones? De acuerdo con los datos de la Contabilidad Nacional de España (2009), el 16 por ciento del Valor Añadido Bruto a precios corrientes procede de la hostelería, las actividades comerciales y la construcción; si a ello le sumamos el sector energético y la agricultura, la cifra asciende al 20 por cierto. Es decir, que una quinta parte del valor de la producción nacional procede de sectores pocos intensivos en tecnología y mano de obra de alta cualificación. Atendiendo al empleo, los sectores antes mencionados aglutinan más del 35 por ciento de los puestos de trabajo totales de nuestra economía. En suma, todo lo contrario de lo que hace falta para que podamos sobrevivir en este nuevo mundo “tecnológico y globalizado”.
A menudo se habla de la capacidad que está mostrando el sector TIC de nuestro país para capear la crisis y continuar creciendo. En alguna conferencia incluso he escuchado a algún insensato decir que será el que nos saque de la crisis. No voy a entrar a discutir la capacidad para generar empleo de las empresas tecnológicas, aunque no sé como podrían absorber a esa quinta parte de la población activa que actualmente se encuentra en paro. Pero incluso en el supuesto de que la actividad intensiva en tecnología se convirtiese en una fuente cuantitativa de creación de puestos de trabajo, pasarían varias generaciones (y no pocas acciones políticas), antes de que tal demanda pudiese enfrentarse a una oferta en cantidad suficiente, altamente cualificada de trabajadores.
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