lunes, 13 de junio de 2022

Apuntes sobre el nuevo mercado de trabajo

 


Antes de la crisis sanitaria, el trabajo desde el hogar en Europa era muy desigual, oscilando en los distintos países en una media entre el 4,8% y el 5,5%, mientras que España presentaba una cifra inferior, entre el 3,6% y el 4,8%, en el periodo de 2011 a 2019. La COVID-19 disparó esos porcentajes en el segundo trimestre de 2020 hasta el 12,3% en el caso de Europa y hasta el 10,9% de los trabajadores españoles. Dentro de UE27, las naciones más avanzadas eran –en datos de 2020- Finlandia (25,1%), Luxemburgo (23,1%), Irlanda (21,5%), Austria (18,1%), y Países Bajos (17,8%). En la cola se sitúan Bulgaria (1,2%), Rumanía (2,5%), Croacia (3,1%) y Hungría (3,6%). Aunque la vuelta a la normalidad ha bajado esos porcentajes, el trabajo en remoto registra cifras muy superiores a las de antes de la pandemia.

Sin embargo, la creciente adopción del teletrabajo no es sino una de las facetas que asume el nuevo mercado de trabajo al que nos enfrentamos en la década que entra, pero hay varios factores de disrupción que están cambiando por completo el panorama laboral. COTEC define cinco elementos en este sentido: la digitalización, la transición energética, el envejecimiento de la población, la presión competitiva derivada de la integración de los mercados, y las consecuencias económicas de la COVID-19.

Sin duda, una de las mayores transformaciones que está conociendo la sociedad actual es la revolución digital, que en el plano laboral significa la desaparición de puestos de trabajo que resultan automatizados. Se trata de un factor que no amenaza por igual a todos los trabajadores, puesto que la probabilidad de automatización supone más riesgo para aquellos empleos basados en tareas más rutinarias, por ejemplo, las administrativas, de ventas, y del sector primario. Otras variables determinantes son la responsabilidad y la formación, pues a mayor responsabilidad en el trabajo, menor probabilidad de automatización del puesto, y lo mismo ocurre con el nivel educativo.

Otro factor de disrupción del mercado laboral es la transición energética hacia fuentes renovables, que implicará la desaparición de empleo en sectores directamente relacionados con el uso de combustibles fósiles, pero que a la vez creará nuevos puestos de trabajo relacionados con la adopción de energías limpias y renovables. Este proceso tiene un horizonte temporal pues el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima tiene como objetivo convertir a España en un país neutro en carbono para el 2050, con el 42% de la energía consumida al 2030 proveniente de fuentes de energía renovable.

El tercer tema que destaca COTEC es el envejecimiento de la población, un reto demográfico que traerá consigo un aumento notable de la tasa de dependencia (estimada en alrededor del 80% para el 2050), una presión sobre las cuentas fiscales, y una limitación del stock de talento y conocimiento, dado que la educación y la curva de aprendizaje de las generaciones más jóvenes no incluye el desarrollo de ciertas habilidades, ni el tener que enfrentar algunos desafíos que ahora se consideran fácticamente resueltos y abordables por los algoritmos.

El siguiente elemento considerado es la integración cada vez mayor de España en la Unión Europea y el progresivo aumento de la competencia en los mercados, a través de las importaciones. Todos aquellos sectores de la economía española que carezcan de ventajas competitivas tenderán a, o bien desaparecer, o, cuando menos, a tener que hacer frente continuamente a la competencia de los productos que vienen del exterior. La presión competitiva tendrá un efecto negativo sobre los salarios de esas actividades, pues solamente podrán mantener unos precios competitivos vía la reducción de los costes laborales.

La COVID-19 es un factor de disrupción en sí mismo, pues sus efectos sobre la sociedad y la economía pueden llegar a afectar al mercado de trabajo más allá del corto plazo. En primer lugar, la actividad económica en muchos sectores ha estado ralentizada o semiparalizada por un período prolongado, algo que ha conducido a muchas empresas a llevar a cabo despidos, siendo los más afectados los trabajadores temporales. En segundo lugar, la crisis sanitaria se ha cebado especialmente en los jóvenes, que ya habían sufrido los efectos de la recesión de 2008-2013, creando una generación que vive del empleo precario y del subempleo, sin posibilidad de construir un proyecto de vida sólido.

 

 

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