domingo, 29 de abril de 2012

El dragón chino debe mudar la piel



Parece que a estas alturas el modelo de expansión económica de China, cuya competitividad se ha basado tradicionalmente en los bajos costes de la mano de obra, está empezando a entrar en barrena. El país asiático actualmente produce una quinta parte de las manufacturas mundiales, de acuerdo con información ofrecida por "The Economist", sin embargo la estrategia de competencia internacional vía costes que ha avalado este éxito está empezando a fallar por culpa del encarecimiento del precio del terreno, por las nuevas regulaciones medioambientales y de seguridad, por la creciente imposición, pero sobre todo, por el crecimiento sostenido del coste de la mano de obra.

Las plataformas exportadoras chinas están localizadas en las zonas de la costa, cuyos máximos exponentes son Shangai y Hong Kong, que albergan un grado de desarrollo exponencial y el florecimiento de una nueva clase media-alta urbana sofisticada. Hasta el momento China ha jugado con la estrategia del “ejército de reserva”, que aunque denunciada por Marx como una lacra del capitalismo, ha sido aplicada con inteligencia por el gobierno comunista chino: la inmensa bolsa de población rural se utiliza como una válvula de seguridad para que no crezcan los salarios industriales urbanos. Si se produce una escasez de mano de obra en la industria manufacturera, que amenaza con presionar los salarios al alza, se desplaza mano de obra del campo, desde el interior del país, a las ciudades desarrolladas de la costa, generando la oferta laboral suficiente para garantizar que los costes de la mano de obra permanezcan en niveles bajos.

Pero la progresiva industrialización de zonas del interior, como es el caso de Chongoing o Hubei, están quebrando esa fluidez de desplazamiento de la mano de obra hacia las ciudades litorales, poniendo en peligro el modelo de producción a bajo coste laboral. Recientes estudios ponen en evidencia que en la zona de Hong Kong los salarios han subido en este año un 10%, mientras que en Shenzhen, la empresa taiwanesa Foxconn, que fabrica iPads entre otras cosas, ha registrado unos incrementos en torno al 16-25%. En toda la región industrial costera de Guangdong, el crecimiento anual ha sido del 12% entre 2002 y 2009. Por establecer una comparación, esta cifra fue solamente el 8% en Filipinas y el 1% en México. De seguir en esta línea, para el año 2015 resultará más barato producir en EE.UU. que manufacturar en China y mandar los productos allí.

Ya existen empresas que están considerando la posibilidad de migrar su producción otras países asiáticos con costes laborales más bajos, como Vietnam. El problema es que éstos no disponen de una cadena de valor tan completa como la china, es decir, la existencia de proveedores fiables especialmente en sectores relacionados con la electrónica, aunque algunas empresas de productos bajos en intensidad tecnológica, como el textil, están empezando a trasladarse a naciones vecinas.

Con todo, las áreas costeras industrializadas de vocación exportadora gozan de una serie de ventajas competitivas de las que carece el interior de China:

  • La proximidad a un grueso mercado emergente de consumidores con un poder adquisitivo creciente, a diferencia de las zonas más pobres rurales de interior.
  • Los costes laborales han crecido, es cierto, pero también lo ha hecho la productividad de los trabajadores. Es decir que cobran más porque producen más.
  • A pesar de las limitaciones manifestadas de mano de obra, China es un país inmenso y sobrepoblado; no parece que la escasez de fuerza de trabajo llegue a ser un problema.
  • La industria del litoral tiene una cadena de valor sofisticada y muy completa.

Por el contrario, la industria de la China interior presenta cadenas de valor incompletas, faltan proveedores y socios estratégicos, y sistemas de transporte y logística muy deficientes. Para hacernos una idea, puede costar más dinero enviar un producto del interior a Shangai, que de Shangai a Nueva York. Sin embargo, y aunque las empresas de las zonas profundas carezcan de vocación exportadora, abastecen a un importante mercado interno local. De esta forma, comprobamos que no existe una competencia real entre las distintas áreas industriales del país, dado que tanto sus mercados como el perfil de sus consumidores son distintos.

La pregunta que surge es ¿podrá China en el futuro inmediato seguir manteniendo su ventaja competitiva internacional vía costes? Todo parece indicar que no. Por otro lado, hay que tener en cuenta la caída de la demanda de exportaciones derivada de la crisis en Europa y EE.UU. El reto para la empresa china es ascender en la cadena de valor; dejar de copiar productos ajenos y profundizar en el diseño y la investigación, como una vía para desarrollar artículos de alto valor añadido, que además lleven asociados servicios de alto valor añadido.

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