martes, 11 de septiembre de 2018

Llegan los cobots, los robots colaborativos


Si acudimos a Wikipedia, descubrimos que un cobot o co-robot (de collaborative robot) es un robot creado para interactuar físicamente con humanos en un entorno colaborativo de trabajo. A diferencia de los robots industriales a los que estamos acostumbrados, el cobot no opera de forma autónoma, sino que utiliza la inteligencia artificial para interactuar con el ser humano.

Estos sistemas inteligentes incorporan sensores, cámaras, rastreadores y controles, que permiten su relación con el entorno y su adecuación a las tareas de la actividad industrial.  La tesis que defienden los entusiastas de estas máquinas es que relevan a los trabajadores humanos de realizar las tareas más monótonas y aburridas, permitiéndoles desempeñar trabajos más creativos y reconfortantes. En teoría suena bien, pero ¿no estaremos asistiendo a una destrucción masiva de empleo?

Uno de los principales retos a la hora de incorporar cobots al medio fabril es el articular de forma óptima las relaciones entre máquinas y humanos. Como apunta Marc Vidal, al trabajador humano le produce cierta desconfianza su compañero cibernético al no conocer su verdadera inteligencia. Algún intento por “humanizar” el aspecto físico del cobot ha tenido efectos contrarios al buscado.

La empresa Rethink Robotics, pionera en este campo, colocó ojos en las pantallas de display de sus autómatas, dotándoles de unas expresiones seudohumanas, que variaban según hubiese problemas con las tareas a realizar. Según Marc Vidal esto aumentó la desconfianza de los humanos al asociar las expresiones con sonrisas falsas.

Rethink tiene dos modelos de cobots llamados Baxter y Sawyer que están entrenados para trabajar en entornos “no estructurados” lo que implica que conocen su posición en relación con otros objetos y actuar en consecuencia cuando las cosas se mueven de sitio, a diferencia de los robots industriales convencionales. Por ejemplo, si queremos que un robot deposite objetos en una cinta transportadora debemos asegurarnos que estos estén debidamente ordenados para que pueda hacerlo; Baxter y Sawyer solamente necesitan saber lo que se espera de ellos y ya se encargan de buscar los objetos para cogerlos y ponerlos sobre la cinta.

Presentan una gran capacidad de interacción con el entorno. En el ejemplo anterior, supongamos que la cinta transportadora se para y que hay un objeto sobre ella. El cobot esperará hasta que vuelva a ponerse en marcha para seguir depositando objetos.

Igualmente, cuando deben ser reprogramados para realizar una tarea distinta el proceso lleva minutos y no horas, como en el caso de robots convencionales. En general, son más fáciles de programar y de configurar y son más flexibles y seguros.

Otro punto importante es que son relativamente baratos y por ello accesibles para empresas de menor tamaño. Una unidad de producción cobot ronda actualmente los 25.000 euros, pero podría bajar de los 15.000 para 2020.

La flexibilidad que permite el cobot se ajusta a la perfección a los métodos de producción “just-in-time”, que someten la fabricación a las necesidades de la demanda en cada momento minimizando el coste de almacenaje de stocks. Estas máquinas están diseñadas para recibir y compartir información en tiempo real con otros sistemas como los sistemas de ejecución de la fabricación MES (Manufacturing Execution System) o los sistemas de gestión de almacenes WMS (Warehouse Management System).

De acuerdo con Jim Lawton de la empresa Rethink Robotics, mencionada anteriormente, los dos principales obstáculos a los que se enfrenta el desarrollo y la evolución de los cobots son:

  • La destreza manual de estas máquinas todavía es insuficiente para realizar determinadas tareas de precisión, como pueden ser desembalar o enhebrar una aguja.
  • La inteligencia artificial que les alimenta está basada en algoritmos que no pueden interpretar contextos muy amplios. Utiliza el siguiente ejemplo: a un cobot se le puede entrenar para que reconozca perros y lo hará bastante bien, pero si le mostramos la foto de una familia jugando con un perro, no sabrá identificar el contexto más allá de la figura del can.
La pregunta que nos viene de nuevo a la cabeza es si todo este proceso de automatización productiva no destruye empleo. Hay quien afirma que no solo no quitan puestos de trabajo sino que impulsan la creación de otros nuevos.

Preston Summers escribe en un artículo publicado por CobotsGuide que entre 2010 y 2016 fueron incorporados 135.000 robots industriales en la industria automovilística norteamericana, pero que durante el mismo periodo el sector creó 230.000 empleos nuevos.

Algunas empresas, como la energética Waison Group que en los siete meses siguientes de introducir cobots en sus procesos productivos para trabajar mano a mano con sus empleados la productividad del trabajo aumentó un 45% y los costes operativos y las tasas de productos defectuosos descendieron respectivamente un 25% y un 50%. Esta compañía está destinando a trabajadores que estaban en la línea de ensamblaje a posiciones de mayor valor añadido.

Algo similar ocurre en la empresa suiza de fabricación de fregaderos de cocina Franke Küchentechnik AG, cuya incorporación a la línea de montaje de cobots modelo Universal Robots UR5 ha aumentado la precisión con la que se realiza el pegado de las piezas que acompañan a las pilas de aluminio. En este caso, también los operarios desplazados por las máquinas han sido destinados a puestos de trabajo basados en tareas menos monótonas y repetitivas.

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