Recientemente ha caído en mis manos un interesante informe, publicado en febrero del año pasado, que lleva el sugerente título “The financial crisis and the future of innovation: A view of technical change with the aid of history” (La crisis financiera y el futuro de la innovación: una visión del cambio técnico con la ayuda de la historia). Digo que me resulta sugerente porque subraya la tesis cada vez más evidente de que no estamos pasando por un bache coyuntural de los indicadores de crecimiento sino que nos encontramos inmersos en una transformación del paradigma tecnoeconómico, es decir, en medio de un cambio estructural del sistema capitalista mundial. El estudio ha sido realizado por Carlota Perez de la Technological University of Tallinn, Estonia.
El principal valor de este análisis es la perspectiva cenital e historicista con la que enfoca el intento de comprender el momento actual de la economía mundial. El estudio de las sucesivas “oleadas” que ha conocido el capitalismo permite establecer un patrón de comportamiento y evolución, que de cumplirse, puede resultar esclarecedor de cara a la adopción de políticas públicas que contribuyan a enderezar la senda del bienestar.
La autora identifica las siguientes fases en la historia del capitalismo:
La Revolución Industrial (1771): la mecanización de la industria del algodón y el desarrollo de la metalurgia dan pie a la producción industrial, a aumentos significativos de la productividad y a un ahorro de tiempo en la manufacturación.
La edad del vapor y los ferrocarriles (1829): los motores impulsados por vapor y la maquinaria de hierro, junto con la expansión del ferrocarril, van abriendo el camino a la producción estandarizada, las economías de aglomeración y el desarrollo industrial de las ciudades.
La edad del acero, la electricidad y la maquinaria pesada (1875): el acero barato, la electricidad, el desarrollo de la química industrial, la ingeniería civil y toda una serie de tecnologías asociadas permiten obtener economías de escala en la producción y la integración vertical. El impulso de los medios de transporte permite generar redes mundiales fortaleciendo el comercio entre continentes. La ciencia se convierte en una fuerza productiva.
La edad del petróleo, el automóvil y la producción en masa (1908): revolución de los transportes, consumo en masa, difusión del automóvil, electricidad en los hogares, dependencia del petróleo; son factores que acentúan las economías de escala, la producción estandarizada, la concentración de la población en grandes urbes, el consumo desenfrenado de energía. Igualmente se produce el auge de los materiales sintéticos, en gran parte derivados del petróleo.
La edad de la información y las comunicaciones (1971): el abaratamiento de la microelectrónica y la proliferación de los dispositivos informáticos, junto con el desarrollo de las redes de telecomunicaciones, hace florecer una economía intensiva en información y conocimiento, en un marco caracterizado por la globalización y por el funcionamiento en red. Es el estadio en el que nos encontramos.
La historia nos demuestra que cada uno de estos periodos caracterizados por un nuevo paradigma tecnoeconómico no llega suavemente, sino que presenta dos fases distintas, cada una de las cuales puede durar varias décadas. La primera es una batalla de lo nuevo contra lo viejo. El capital financiero une sus fuerzas con los nuevos empresarios para desbancar a los gigantes del mercado y desmantelar las instituciones que les hicieron fuertes. Este “periodo de instalación” comienza en la fase de madurez de una economía en declive y acaba con una “prosperidad frenética” que acompaña al triunfo del nuevo paradigma, acompañada del ascenso de los nuevos gigantes de la economía y de la creación y posterior pinchazo de una burbuja financiera. Predomina la visión a corto plazo.
En la segunda fase, “de difusión”, se desata todo el potencial acumulado por las nuevas tecnologías que protagonizan el periodo. Los nuevos gigantes de la economía se convierten en motores de crecimiento y se produce una expansión de los nuevos negocios y de aquellos antiguos que han “rejuvenecido”.
El paso de una fase a otra suele caracterizarse por un punto de inflexión en el que tiene lugar una recesión o una crisis que empuja un cambio en las instituciones para adecuarlas al naciente escenario futuro. A continuación se muestra la cronología que establece la autora del informe para las distintas oleadas:
Oleada
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Periodo de Instalación
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Punto de inflexión
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Periodo de difusión
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Revolución Industrial
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1771 ------>
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1793 ------>
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1797 ------>
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Edad del vapor
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1829 ------>
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1848 ------>
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1850 ------>
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Edad del ácero
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1875 ------>
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1890 ------>
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1895 ------>
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Edad del petróleo
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1908 ------>
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1929 ------>
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1943 ------>
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Edad de la información
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1971 ------>
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2007 ------>
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2020 ?????
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Según este esquema, estaríamos inmersos en el periodo correspondiente al punto de inflexión del paradigma tecnoeconómico de la edad de la información. Una vez que las instituciones se adapten al nuevo entorno deberían cesar las turbulencias y la incertidumbre e iniciarse una nueva época de esplendor y crecimiento. Para aprovechar el potencial de creciemiento del nuevo paradigma es preciso que la política institucional 1) comprenda la necesidad de cambiar de la fase de instalación a la de difusión, 2) comprenda las características del nuevo paradigma basado en TIC, y 3) comprenda el funcionamiento de las fuerzas que darán forma al nuevo entorno. ¿Se cumplirá otra vez el ciclo? El tiempo lo dirá.
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