martes, 1 de marzo de 2011

Spotify ¿paradigma del negocio digital?


En plena guerra abierta entre los que defienden la neutralidad de la red y los que se empeñan en legislar y regular a la ingobernable por naturaleza Internet, y en un momento en que los profetas más agoreros vaticinan la muerte de las industrias culturales a manos del espíritu “todo es gratis” que rige el mundo digital, Spotify se erige como un posible modelo de negocio, por supuesto no el único, y sobre todo, como un ejemplo de cómo adaptarse a un mundo en transformación que ya no responde a los paradigmas económicos de antaño.

Para el que no esté familiarizado con Spotify, constituye un servicio de música en streaming, es decir que la escuchas en red sin descargarla al disco duro del ordenador, que presenta dos variantes: una gratuita, que ofrece acceso ilimitado a todos los fondos musicales pero que incluye la inserción de mensajes publicitarios, y otra de pago (en torno a 10 euros mensuales), que te exime de la publicidad y te ofrece la portabilidad del servicio a través de dispositivos móviles. Spotify AB es una empresa sueca que hasta el momento ofrece la versión de pago (Premium) en Austria, Alemania, España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Italia, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, Rumanía, Suecia y Suiza, y la alternativa gratuita solamente en Suecia, Noruega, Finlandia, Reino Unido, Francia y España.

El problema de la actual etapa que atraviesa Internet, la llamada 2.0, es que el usuario tiene la sensación de que no se le puede cobrar por ningún contenido que consuma en las redes y el avanzado estado de la tecnología de red impide que se pueda acotar el acceso libre a la información, dificultando enormemente su tarificación y el cobro por servicios. Por ejemplo, cualquier título discográfico o cinematográfico, por reciente que sea, es fácil de descargar a través de redes P2P, como puede ser eMule.  Pero el problema no es que todos los internautas seamos unos díscolos y unos ladrones, la verdadera cuestión es que la tecnología de red ha transformado radicalmente las denominadas industrias culturales y que ante un nuevo escenario no se pueden mantener modelos de negocio clásicos de otras épocas; urge encontrar modelos inéditos de obtención de beneficios acordes con la economía digital. Y el modelo de Spotify puede ser un primer paso en este sentido.

El modelo híbrido de Spotify se conoce como freemium, es decir, parte gratuito (free) y parte de pago (Premium). Una parte de los ingresos de la empresa procede de los ingresos por publicidad de terceros que va dirigida a todos los usuarios que no pagan por el servicio, y la otra parte se obtiene de las cuotas de los abonados a la versión Premium. Según la propia compañía, el modelo ya resulta rentable solamente con el 5 por ciento de los usuarios abonados sobre el total.

Por otro lado, Spotify paga a las compañías discográficas propietarias de los catálogos musicales por el derecho de uso de los mismos. Y la buena noticia es que en determinados países se ha convertido en la primera fuente de ingresos de las discográficas, lo que demuestra que no sólo es un negocio rentable en sí mismo sino que además lo puede ser para las industrias culturales, que supuestamente están siendo aniquiladas por Internet. ¿Por qué no buscar modelos similares para el cine o la producción editorial?

La semana pasada leíamos la noticia de que Spotify está negociando por el catálogo de Universal Music, uno de los más importantes de EE.UU. que se sumaría a las alianzas que ya tiene con EMI y con Sony, lo que podría indicar que está preparando el desembarco en dicho país.

A todo ello hay que sumarle iniciativas interesantes por parte de determinados grupos y artistas, como es el caso de los archiconocidos REM, que han decidido lanzar su último trabajo hasta la fecha, “Collapse into now”, en primicia para Spotify, para los suscriptores Premium del servicio. Recordando a REM, en uno de sus primeros discos, yo citaría para definir este momento la canción: “It´s the end of the world as we know it (and I feel fine)”.

2 comentarios:

  1. Estupendamente analizado, Pablo. Felicidades!

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  2. Muchas gracias Ricardo. Cuando las reglas del juego cambian tienes que cambiar, no sentarte a llorar y quejarte como hace la SGAE y los artistas mainstream. Por desgracia, es como a muchos trabajadores que les despiden y tienen que reinventarse para volver a estar en el mercado laboral. Pero lo consiguen... Tenemos ejemplos cerca.

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