martes, 26 de julio de 2011

África digital: ¿un modelo de desarrollo?


Me deja estupefacto un artículo de “Time” del número del 11 de julio, en el que Alex Perry describe y ensalza el vertiginoso crecimiento del uso de TIC en África, especialmente en Kenia y Tanzania. Lo malo que tiene esta conocida publicación es que parece sometida a un trastorno bipolar: pasan de los artículos más negros y agoreros a otros que irradian optimismo, como el que nos ocupa. El caso es que describe la fuerte penetración que ha experimentado la comunicación vía móvil en el continente – habla de una penetración de alrededor del 50% de la población de los países en su conjunto y de un 92% en el caso de Kenia-, y como este factor se está convirtiendo en un motor de desarrollo económico.

El autor (o autora porque podría llamarse Alexandra) aporta cifras sobre el uso de teléfonos móviles: de prácticamente ninguno hace una década a medio millardo en la actualidad, prácticamente uno por cada dos africanos. De acuerdo con el Banco Mundial, cada 10 móviles adicionales por cada 100 habitantes, el PIB aumenta del 0,6 al 1,2%.  De disponer de un solo cable submarino que conectaba África con otros continentes en 2007, en 2011 ya dispone de 7, y se prevé que en 2013 sean 12.  El uso de Internet por parte de la población africana también crece exponencialmente. En 2010 África ya superaba a Europa Occidental en número de clics en anuncios de Google, por poner un ejemplo.

Pero lo realmente interesante es que el continente negro no es un mero consumidor pasivo de servicios digitales. En países como Kenia, empresas locales como Safaricom han sido pioneras en desarrollar un sistema de banca para móviles destinado a mercados masivos (M-PesaPesa quiere decir dinero en swahili), que ha sido copiado en otras partes del mundo. La plataforma Ushahidi (“testimonio” en swahili) para geolocalizar desastres nació en Nairobi, tras las violentas luchas políticas que tuvieron lugar en 2007, y ahora es la principal herramienta en todo el mundo para informar de crisis, levantamientos o desastres naturales (utilizada 14.000 veces en 128 países). Esto ha llevado a etiquetar a la región como “Silicon Savanna”, como un guiño al Silicon Valley californiano.

A lo mejor mis estudios de desarrollo económico quedaron desfasados con el cambio de siglo, pero no entiendo cómo se puede hablar de iniciar la senda del desarrollo en un continente que carece de infraestructuras físicas, donde la agricultura de subsistencia sigue ocupando a gran parte de la población, donde la gran mayoría de los ciudadanos de los países vive en la extrema pobreza y en el analfabetismo, donde el desarrollo urbano es escaso y caótico, y finalmente, donde los gobiernos son corruptos hasta extremos inconcebibles, por citar solamente unas pocas características del panorama africano. No niego que no sea positivo el surgimiento de una industria TIC pero creo que es a todas luces insuficiente para incorporar a las naciones de África al club de los países emergentes (aunque habría que estudiar si el despegue digital de potencias como India está beneficiando realmente a toda la sociedad y a la economía local, o si por el contrario supone una burbuja de aceite dentro del sistema productivo que beneficia solamente a una minoría). A mi modo de ver no se puede apostar por un modelo de crecimiento basado en tantos desequilibrios.

jueves, 21 de julio de 2011

Divertimentos filosóficos estivales

Comentando con Zeque en la oficina el artículo de Muñoz Molina en la edición de “El País” del domingo pasado, que versaba sobre Nietzsche y Thomas Mann, le he empezado a recitar todos los libros del filósofo teutón que he leído, a saber: “Más allá del bien y del mal”, “Así habló Zaratustra”, “Aurora”, “El Anticristo”, “El nacimiento de la tragedia” (mi favorito) y  “Ecce Homo”, aparte de la biografía que de su vida y pensamiento escribió su adorada Lou Andreas Salome (¡qué gran mujer!). A grandes rasgos, Muñoz Molina defiende que Nietzsche hubiese sido un gran tuitero y bloguero en la actualidad por lo que llama “su capacidad para escribir al instante”. Estoy de acuerdo y creo que lo que me ha atraído siempre hacia su prosa es la inmediatez de su mensaje, a pesar de estar revestida de metáfora, su afición por el aforismo, y su capacidad para soltar sentencias lapidarias, algo muy ejercitado por los pedantes aprendices de gurú o chamán que pueblan Twitter, cuyas fuentes de información se limitan a Wikiquotes o a la revista “Muy interesante”, dado que dudo que hayan leído a todos los autores que citan.

Y lo cierto es que la filosofía puede ser divertida. Como decía Borges (no recuerdo dónde ni me apetece ponerme a buscarlo), a las creencias religiosas y a  las ideas filosóficas hay que juzgarlas no tanto por su valor dogmático sino por lo que tienen de mágico y maravilloso, y yo añadiría, y de estético. Existen sistemas de pensamiento que son más atractivos que otros, más sugerentes y bonitos, independientemente que nos los creamos o no.

Dentro de la filosofía griega presocrática, siempre me ha gustado más la idea del devenir de todas las cosas del jonio Heráclito (“no te meterás dos veces en el mismo río”), que la inmutabilidad del cosmos que pregonó Parménides y amplificó la Escuela de Elea, sobre todo el cansino de Zenón, que organizaba carreras absurdas entre semidioses y tortugas. Bien es verdad que a Heráclito sus vecinos de Efeso le apodaban “El Oscuro” porque nadie se enteraba de lo que quería decir con tanta imagen sobre ríos, caminos, guerra y fuego, y que acabó sus días enterrado en mierda para curarse una enfermedad. Una mala tarde la tiene cualquiera.

Siempre he sido fan de Platón, a pesar de mi convicción empirista, y en cambio me ha caído gordo Aristóteles. Los diálogos de Platón son entretenidos (y algunos acaban en orgía, como “El banquete”) y existen cosas en su entramado intelectual que me atraen, como por ejemplo la teoría del alma que expone en el “Fedro”. Representa el alma humana como un carro con dos caballos, uno negro y otro blanco. El áuriga es la parte racional e inmortal que domina y guía al caballo negro, la parte concupiscible o relativa a las pasiones o apetitos terrenales, y al blanco, que representa a los sentimientos, tanto buenos como malos. Yo a menudo siento como se me desbocan los caballos… De Aristóteles he leído la “Metafísica”, la “Poética” y la “Ética a Nicómaco”, pero no me llega. No me extraña que a su discípulo Alejandro le diese por conquistar Asia de puro aburrimiento.

Me leí “Los sucesivos” de Guillermo de Occam buscando el principio de la navaja, según el cual, de dos teorías con las mismas consecuencias tiende a ser válida la más simple. Es un principio aplicable a la vida cotidiana. Pero no viene en ese libro, y lo que es peor, algunos dicen que se le atribuye pero que no es suya. Me podían haber avisado antes de empezarlo, leñe. A Santo Tomás, que no me interesa, le debo el haber aprobado la selectividad (aunque luego me bajo la nota un determinante cabrón que no supe resolver satisfactoriamente, pero esa es otra historia), y le respeto por la iniciativa que tuvo de intentar racionalizar la fe (algo contradictorio en sí mismo). Por la misma razón me inicié en la Cábala judía, no en la que habla de fabricar un golem o de conjurar a demonios de los círculos exteriores, sino en la que surge en el siglo XIII como respuesta a la escolástica cristiana con el fin de crear una filosofía religiosa, aunque los hebreos se empeñen en que surgió en la época del Antiguo Testamento (no se lo creen ni ellos). Mi amigo Paco el @gasolinero de Tomelloso también es cabalista.

De Descartes me gusta su metodología de dudar de todo hasta que llegues a algo de lo que no puedes dudar (difícil en la actualidad, me temo), para volver a reconstruir el sistema de creencias. Y de Leibniz me leí hace poco su “Monadología”, pero no me enteré muy bien qué es una mónada y si puede encontrar un hueco confortable en la física actual, entre el Principio de Incertidumbre de Heisenberg y el minino de Schördinger, ése que se moría y no se moría al mismo tiempo (habrá post sobre esto, lo juro).

Debo reconocer que los empiristas británicos me fascinan, les veo como protopunks filosóficos, que niegan todo y ponen en cuestión hasta lo más evidente. George Berkeley afirmaba que solamente existen las cosas mientras las percibimos, una idea maravillosa porque sitúa al perceptor como eje y justificación del universo. ¿Qué sentido tendría una hermosa laguna en el planeta Marte si nunca la va a ver nadie? ¿Existe si no existe para nadie? David Hume fue más lejos y negó al perceptor: solamente somos una sucesión continua de percepciones que generan una ilusión de yo. También negó el principio de causa y efecto: es tan ridículo creer en él como un gallo que pensase que el sol sale por las mañanas porque él canta.

La dialéctica de Hegel, de la que luego se apropió su alumno aventajado Karl Marx para postular el materialismo histórico, la suelo aplicar a la vida corriente. Por ejemplo, yo de joven era heavy (ya sabéis, camisetas negras estampadas con monstruos y diablos), esa es la tesis; luego me empezó a gustar el punk y la New Wave y pasé a renegar de mis antecedentes metalúrgicos, fase de antítesis; y finalmente, ahora puedo escuchar “The Number of the Beast” de Iron Maiden y seguidamente el disco en inglés de Carla Bruni (no quiero oír risitas, que es francamente bueno), lo que nos daría la etapa de síntesis.

Finalmente, y sin intención de extenderme (más), quiero destacar también a los existencialistas franceses, sobre todo a Sartre y Camus, tan distintos y tan distantes de la histeria de sus predecesores de inclinación cristiana como Kierkegaard. El caso de Sartre es el de un sistema filosófico profundamente humanista, que invita a pensar en y a cuidar de los demás. El propio Sartre es el mejor divulgador de su pensamiento por lo bien que expone su complejidad (cuando quiere) para que la entienda todo el mundo, como en la conferencia “El existencialismo es un humanismo” o en “Existencialismo y emociones humanas” de 1957. De Camus me fascinó la idea que expone en “El mito de Sísifo” de que, al disponer de conciencia, somos extraños en nuestro propio mundo, es decir, que la inteligencia y el raciocinio nos erradica de él, a diferencia de plantas y animales que son parte de un todo. De Heidegger intenté leer “El ser y el tiempo” y a la altura de la página 60 me di cuenta de que no me había enterado de absolutamente nada y lo dejé. Todo coco tiene su límite, supongo, y el mío ya echaba humo.

En fin, siento esta ida de olla estival pero es que las tardes de verano son muy largas.

martes, 19 de julio de 2011

utopic_US: la creatividad y la innovación como utopías


Fotografía procedente de la web de utopic
La semana pasada tuve el placer de conocer la experiencia utopic_US de la mano de Maijo Mora (@MaijoMora), que a modo de una moderna Beatrice Portinari, me introdujo tanto en el espacio físico del centro como en la filosofía que guía su creciente actividad. El local que hace las veces de sede de utopic, situado en un viejo comercio del centro de Madrid junto a la Plaza Mayor, presenta una estética híbrida entre la tradición y la vanguardia; el visitante nuevo se encuentra en un espacio con puestos de trabajo informatizados entre columnas metálicas estrechas propias de la primera mitad del siglo XX. Nada más entrar y contemplar el espacio de coworking nos asalta la pregunta: ¿qué se  está cociendo aquí?

utopic_US, partiendo de la abstracción para luego bajar a lo concreto, es en palabras de sus responsables, “una Usina de Transformación Creativa, una compañía de creación abierta a profesionales multidisciplinares comprometidos con la realización de sueños. Más que un espacio físico, es un espacio de ideas, de entender el trabajo, las relaciones personales y las organizaciones empresariales.Parte para ello de la idea de “coworking”, un concepto que se basa en que profesionales de distintos sectores de actividad comparten un espacio físico de trabajo, de forma que colaboran entre sí, se relacionan e intercambian conocimientos y experiencia. A pesar de estar muy escorado hacia actividades relacionadas con las TIC, utopic también alberga a profesionales de sectores en principio ajenos a la tecnología, como por ejemplo, el diseño de moda y de joyería. Aparte de las relaciones cotidianas fruto de compartir a diario “la pradera”, desde la organización se realizan reuniones periódicas de coworkers en las que cada uno cuenta a los demás en qué está trabajando. Se busca sobre todo estimular la colaboración entre profesionales.

Como comentaba en el post correspondiente, uno de los hallazgos de Steven Johnson tras estudiar durante cinco años a profesionales innovadores es que éstos no acotan su espectro de relaciones a personas de su mismo sector de actividad; por el contrario, muestran un marco de contactos heterogéneo en saberes y disciplinas, lo que les permite importar ideas y soluciones de áreas del pensamiento ajenas a su objeto de trabajo. Creo que por aquí van los esfuerzos de utopic_US.

Pero utopic tiene otras dimensiones adicionales y complementarias. Ofrece formación sobre las temáticas más diversas a precios módicos, en el denominado utopic_school, y dispone de un espacio para celebrar eventos, a disposición de terceros, en el que sin ir más lejos recientemente han tenido lugar INNOSFERA y la presentación del libro “Mundo Twitter”, por poner dos ejemplos.  Por último, el centro cuenta con una sala de exposiciones en el sótano que incrementa el carácter cultural del proyecto.

Utopic_US demuestra que es necesario utilizar la creatividad y la imaginación para adaptarse al nuevo mundo que emerge, ahora que los viejos paradigmas sociales y empresariales están haciendo aguas. Confío sinceramente en que la iniciativa sea un éxito y que alumbre nuevos modos de trabajar colaborativos y eficientes que sean replicados en otros lugares.

(Gracias Maijo por la visita ;-) )

martes, 5 de julio de 2011

La globalización, otro mito que cae

Allá por 1993, cuando me dedicaba a consultoría TIC y al desarrollo regional, siempre hablábamos en nuestros sesudos libros e informes sobre la globalización, sobre un mundo hiperconectado y sin barreras, que implicaba la desaparición de los mercados locales aislados y endogámicos. Los lustros siguientes parecían darle la razón a estas teorías, con la llegada de Internet, las redes sociales y la homogeneización de modas y costumbres a lo ancho y largo del globo. Pues bien, según el profesor de IESE Pankaj Ghemawat, esto no es del todo así: vivimos en un mundo mucho más pueblerino de lo que creemos.

En su último libro “World 3.0” (que no he tenido el gusto de leer), Ghemawat demuestra que nuestro mundo se halla en un estado muy bajo de globalización, lejos de esa visión –que él denomina “Mundo 2.0”-, de un planeta plano con una red global que permite trabajar en tiempo real independientemente de la geografía y la distancia. Este escenario estaría en conflicto con el “Mundo 1.0”, que es el de toda la vida: proteccionista e hiperregulado. Él defiende que nos hallamos en el “Mundo 3.0” que se caracteriza por una situación de semiglobalización.

Su tesis reposa sobre el hecho, que prueba con cifras, de que la mayor parte de la actividad económica no traspasa las fronteras nacionales. Resulta sorprendente, por ejemplo, que el volumen mundial de inversión extranjera (la que realizan las empresas de un país fuera de sus fronteras) no sobrepasaba el 3 por ciento en 2009. Solamente entre el 10 y el 25 por ciento de la actividad económica del mundo es internacional. El 80 por ciento de la inversión de capital de las empresas se realiza en sus propios países. Únicamente el 2 por ciento de los estudiantes lo hacen fuera de su país y menos del 20 por ciento del tráfico de Internet trasciende las fronteras nacionales. Las relaciones entre países son más estrechas cuanto más cerca están geográficamente (fronterizos) o si pertenecen a áreas de interés, común como la UE. La distancia diluye las relaciones.

No dejan de ser alucinantes lo datos que aporta y que ponen en entredicho la “visión oficial” de la actualidad, que ha sido condicionada por el deseo de unos (los que lo ven como una oportunidad para ganar inmensos beneficios) y por el miedo de otros (los que ven amenazada su forma de vida) a que sea así.

Pankaj Ghemawat sostiene que profundizar en el proceso de globalización puede traer grandes beneficios a la economía mundial en su conjunto, tanto la liberalización del comercio entre países creando mercados más libres y con menos barreras, como la libre circulación de trabajadores entre los estados. La integración aumentaría la prosperidad general.

¿Y si los nativos digitales no fuesen tan listos después de todo?

Vale, el título de este post es muy sensacionalista, pero viendo cómo caen las visitas al blog en verano, algo hay que hacer para llamar la atención. Hablando en serio, uno de los grandes mitos del gran circo 2.0 es el de los denominados nativos digitales, un neologismo de moda para definir a aquellas personas que han nacido y crecido dentro de una sociedad digital, a los que los expertos en economía digital suponen habilidades personales y profesionales superiores en muchos aspectos a las de las generaciones precedentes. El tecnólogo Alejandro Piscitelli habla de la “generación Einstein”, que en sus palabras es un perfil que “domina en estos momentos los medios de producción digital: sus miembros son más rápidos y más listos que los de las [generaciones] anteriores”. Sin embargo, diversos estudios y publicaciones parecen demostrar lo contrario.

En el número 83 de la revista TELOS,  Julian Pindado expone dentro del artículo “La necesidad de una alfabetización mediática” pruebas empíricas de las limitaciones cognitivas de los nativos digitales. El autor cita un estudio elaborado por Nielsen Norman Group sobre usabilidad en Internet, cuyas sorprendente conclusión es que los adolescentes quedaron por debajo de los adultos en cuanto a capacidad de utilización de la red. El trabajo atribuye estos decepcionantes resultados a tres factores:

  1. Insuficiente capacidad de lectura en los jóvenes.
  2. Estrategias de búsqueda menos sofisticadas.
  3. Un nivel de paciencia bastante menor.

Pindado plantea en su artículo la diferencia entre la cultura tradicional, basada en el razonamiento lógico, que dota al individuo de un marco conceptual que ordena si concepción del mundo, y la denominada cultura-mosaico, asociada al uso de medios digitales, que se compone de la “yuxtaposición de fragmentos en los que ninguna idea es necesariamente general y muchas parecen ser importantes”. Esta fragmentación de la información conlleva una incapacidad del sujeto para asimilar y ordenar los conocimientos recibidos, en suma, una incapacidad para construir un sistema de referencias culturales que enmarque su visión de la realidad.

El autor pone como ejemplo el que a menudo cuando se pide a los adolescentes que resuman un texto se limitan a subrayar las frases más significativas y a componer un puzzle con ellas, como un reflejo inconsciente de la función cortar/pegar de los ordenadores.

Todo esto parece estar avalado por los resultados del informe PISA sobre la capacidad de lectura digital, realizado a alumnos de 15 años,  que concluye que este colectivo, a pesar de  estar familiarizado con la tecnología, tiene serias dificultades para navegar con éxito por la red. El tema es tan grave que se llega a afirmar que “pueden tener complicado completar sus estudios y, después, buscar y solicitar un empleo, rellenar formularios para pagar sus impuestos e incluso reservar un billete de tren”.  Esto afecta al 17 por ciento de los alumnos de 15 años de 19 países, pero en España el porcentaje asciende al 23 por ciento.

En suma, muchas de las habilidades digitales proceden de la cultura analógica: la capacidad comprensiva a la hora de leer un texto, la selección de fuentes fidedignas de información y su integración… En palabras del profesor Vidal-Abarca de la Universidad de Valencia “La competencia digital no se reduce a ser hábil en redes sociales como Facebook o Twitter o pasar mucho tiempo en Internet. El buen lector digital sabe evaluar la credibilidad de las fuentes de información, integrar informaciones diversas o navegar estratégicamente. Algunas de estas competencias están también en la lectura en papel. El sistema educativo y la sociedad en general tienen un reto importante: la alfabetización digital”.

Finalmente, los nativos digitales tampoco salen muy bien parados desde la perspectiva laboral. Las conclusiones de un estudio realizado por Forrester y Citrix Online de alguna forma pone de nuevo en duda la supuesta superioridad y habilidad de los denominados “nativos digitales” (en el estudio la Generación Y) para desenvolverse en el mundo digital. Una de las principales conclusiones del informe es que “Los trabajadores de la Generación X – y no los de la más joven Generación Y – constituyen la mayoría que utiliza los medios sociales para trabajar, seguidos de cerca por los “Baby Boomers” de 55 años en adelante.” Cuando menos resulta sorprendente esta afirmación, habida cuenta de que se nos vende la supremacía digital de aquellos que ya han nacido en la era de las TIC.

El estudio de Forrester destaca las siguientes conclusiones:

  • La Generación Y es la menos proclive a compartir información de trabajo vía mensajes de texto, videoconferencia o videochat, en comparación con las precedentes.
  • La Generación Y utiliza menos los medios sociales para trabajar.
  • La Generación Y tiende a prestar menos atención en las reuniones. Este punto hace referencia a la falta de capacidad para mantener la atención provocada por el uso intensivo de redes sociales para fines personales y de videojuegos.
  • La Generación Y valora menos la eficacia de las reuniones.
  • La Generación Y tiende a usar menos el contacto visual.

No entramos a debatir la validez de los resultados de este informe, pero consideramos que habría que tratar con mucha cautela muchos de los mitos 2.0 que asumimos como dogmas de fe.

lunes, 4 de julio de 2011

El pesimismo económico en EE.UU.

En el momento actual, tanto europeos como norteamericanos compartimos una visión muy pesimista sobre el presente y el futuro inmediato de nuestras respectivas economías y sociedades. Como decía con su particular gracejo Chiquito de la Calzada, la sensación general es que “la cosa está muy mal”. No obstante, desde los gobiernos y desde algunas instituciones internacionales se afirma que se vislumbran brotes verdes en la distancia y que estamos en camino de salir del bache. El sentido común de numerosos expertos nos devuelve a la cruda realidad, enchufándonos un auténtico manguerazo, más que un jarro de agua fría, sobre las posibilidades de recuperación a corto plazo.

Este es el caso de Rana Foroohar, que desde las páginas de la del número del 20 de junio de la revista Time se dedica a desmontar cinco mitos sobre la coyuntura actual de la economía de Estados Unidos. Me gustaría compartir aquí sus reflexiones y ver en que medida son aplicables para Europa.

Mito 1: Esto es un bache temporal y pronto comenzaremos a crecer a toda máquina.

En los EE.UU. la tasa de empleo se recuperaba en seis meses tras una recesión, sin embargo esta vez el McKinsey Global Institute calcula que se tardará cinco años. Al igual que ocurre en Europa, y especialmente, en España, el país americano está sumido en el círculo vicioso baja demanda de consumo-baja producción de bienes y servicios-escasa o nula creación de empleo.

Mito 2: La política monetaria del Gobierno puede iniciar la recuperación

No parece que sea así: los esfuerzos de Obama por bajar los tipos de interés a largo plazo, mediante la compra de bonos del Tesoro por la Reserva Federal, acción que pretende aliviar la presión sobre las familias facilitando la refinanciación de hipotecas, no han tenido el efecto esperado. El problema es que los desempleados no pueden hacer frente a los pagos, independientemente del tipo de interés aplicado. En Europa la situación es aún peor pues las distintas velocidades de evolución de los distintos países está llevando al Banco Central Europeo a iniciar una política de subida de tipos para contener la amenaza inflacionista de los más avezados, poniendo en difícil situación a los países más estancados, como es nuestro caso.

Mito 3: El sector privado será la clave de la mejora

El artículo postula una desconexión entre los beneficios de las grandes empresas norteamericanas que evolucionan con éxito y los trabajadores americanos, que ahora ganan un salario real inferior al que ganaban antes de la recesión. Las compañías  prefieren realizar sus inversiones productivas fuera de EE.UU., en países como Brasil, China o India. De hecho, el periodo 2000-2007 fue uno de los más flojos en términos de creación de empleo desde la Gran Depresión. Las empresas que operan en mercados globales (manufactureras, banca, exportadoras, energía, servicios financieros…) no contribuyeron prácticamente nada a la creación interna de empleo entre 1990 y 2008. España no tiene un componente tan global en su tejido productivo, pero es un dato a tener en cuenta que algunas de las grandes empresas que operan fuera de nuestras fronteras y que actualmente generan beneficios están llevando a cabo recortes de plantilla en nuestro país.

Mito 4: Nos moveremos a buscar nuevos trabajos

El tan cacareado mito de la extrema movilidad de la mano de obra americana que equilibraba el mercado laboral entre los distintos estados de la Unión ha dejado de ser verdad. En 1980, 1 de cada 5 trabajadores cambiaba de localidad cada año; hoy en día es 1 de cada 10. Una de las principales causas de esto es la incorporación de la mujer al trabajo: antaño, el padre cambiaba de trabajo y se trasladaba a otra localidad llevando a su familia a cuestas, mientras que hoy las mujeres acceden a trabajos cualificados y bien pagados y no renuncian a ellos fácilmente, como es lógico, por la trayectoria profesional de su pareja. Por otro lado, existe una brecha entre la cualificación del trabajador medio americano y las competencias demandadas. En España nunca ha existido ese grado de movilidad, en parte por la costumbre de adquirir la vivienda en propiedad, en parte por el arraigo de la gente en sus círculos familiares y de amistades. La pregonada libertad de circulación de trabajadores entre los países de la Unión Europea no deja de quedarse en el papel, por lo menos en las viejas generaciones de españoles, dadas las limitaciones idiomáticas y culturales.

Mito 5: Los emprendedores son la base de la economía

Los emprendedores siempre han sido considerados como una fortaleza del modelo económico norteamericano, pero lo cierto es que las cifras de creación de nuevos negocios vienen descendiendo desde 1980. Paradójicamente, el sector financiero ha venido creciendo desde entonces. Un estudio de la Kauffman Foundation defiende que el sector financiero de Estrados Unidos ha absorbido talento que podría haberse dedicado a la emprededuría, a la creación de start-ups tecnológicas, por ejemplo. La contracción del crédito ha acentuado esta tendencia. España por el contrario siempre ha tenido poca tradición emprendedora: tradicionalmente el español prefiere un trabajo fijo por cuenta ajena que poner en marcha iniciativas empresariales, aunque éstas auguren grandes beneficios.

Visto el pesimismo que impregna la visión del futuro de la nación (hasta ahora) más poderosa del mundo, no sé cómo deberíamos sentirnos nosotros, en la periferia de una Europa que se queda atrás dentro del mapa económico mundial.
 
Google Analytics Alternative