lunes, 29 de mayo de 2023

Tendencias de evolución del mercado de trabajo

 


El futuro del trabajo a medio plazo se verá afectado directa o indirectamente por una serie macrotendencias, algunas de las cuales tienen que ver con las nubes que se ciernen sobre la situación internacional. La consultora GlobalData identifica la crisis de las cadenas de suministro internacionales entre las más relevantes. La pandemia del COVID-19 y sus efectos persistentes en la economía china, y, posteriormente, el conflicto ruso ucraniano, han creado problemas de abastecimiento y subidas disparadas de precios en sectores como la energía, la química, productos metálicos o la alimentación, entre muchos otros.

Una de las consecuencias directas de esta disrupción de las redes de abastecimiento globales es la relocalización de la producción desde los países emergentes de vuelta a los países de origen, como una forma de garantizar la autosuficiencia, por lo menos en lo relativo a la fabricación de bienes esenciales. GlobalData afirma que en los últimos dos años tres cuartas partes de las empresas de Reino Unido han aumentado la proporción de proveedores locales. Hay quien asocia esta tendencia con una inversión del proceso de globalización que lleva en marcha tres décadas, de forma que avanzaríamos hacia un mundo menos conectado que el actual, en el que primarían de nuevo los estados fuertes y las soluciones locales a los problemas, caracterizado por barreras fronterizas que limitan el flujo de personas y mercancías. De hecho, el peligro de la desglobalización fue uno de los temas que abordó el Foro Económico Mundial en su reunión de Davos de mayo de 2022.

Otra gran tendencia actual que afecta al mundo de las organizaciones, y que puede tener impacto sobre el trabajo, es el cumplimiento de criterios ESG (environmental, social and governance), es decir, los factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo que se toman en cuenta a la hora de invertir en una empresa. Más directamente en el terreno del empleo, GlobalData también identifica como una tendencia postpandemia el abandono en masa de la fuerza laboral, lo que se ha dado en llamar “la gran renuncia” (Great Resignation), que implica que en algunos países queden cada vez más puestos de trabajo sin cubrir. El FMI calcula que, en EE. UU., Reino Unido, Canadá y Australia, había a finales de 2021 entre el 50% y el 80% más plazas vacantes que antes de la crisis sanitaria.

Uno de los grandes temas del ámbito laboral que emerge en la década pasada es la gig economy, una economía basada en plataformas digitales, bajo demanda centrada en trabajos esporádicos y de corta duración, que son desempeñados por personas que reciben una remuneración por cada una de las tareas realizadas. Aunque se planteaba como un gran yacimiento de empleo, en los últimos tiempos las empresas de este sector se han tenido que enfrentara aspectos legales que acaban con el vacío normativo en el que han basado su despegue. Así, los gobiernos de distintos países han intervenido para garantizar los derechos de los trabajadores de estas plataformas, como fue el caso de Países Bajos con la empresa de reparto de comida Deliveroo, o España, con el caso Glovo en 2020, y la denominada Ley Rider, que garantiza los derechos de los repartidores. Desde el ámbito comunitario se está trabajando igualmente en una directiva para mejorar las condiciones de trabajo en plataformas digitales. El tiempo dirá si la cobertura de unas condiciones de trabajo para los empleados no supondrá el fin de la rentabilidad de este tipo de empresas, tradicionalmente basada en el todo vale.

A las tendencias geoeconómicas, sociales y políticas hay que sumar el efecto que está teniendo el desarrollo tecnológico en el mercado de trabajo. De nuevo GlobalData nos ofrece una panorámica en este sentido, cuando plantea un marco para el futuro del trabajo caracterizado por los siguientes cinco componentes: visualización, automatización, interpretación, colaboración y conectividad.

El primer elemento mencionado, la visualización, hace referencia a que el trabajador digital deberá utilizar gráficos e imágenes para presentar o transmitir la información, dado que se verá obligado a manejar, analizar e interpretar grandes volúmenes de datos. De esta forma, cobran cada vez más relevancia tecnologías como la realidad aumentada y virtual, los gemelos digitales y las herramientas de visualización de datos. Se trata de un camino que se espera que acabará por integrar los puestos de trabajo en el metaverso.

Luego se menciona la automatización como una forma de que las máquinas complementen el trabajo humano, y que está relacionada con los robots industriales, los vehículos autónomos, la impresión aditiva o los drones. Por otra parte, la interpretación trata de la toma de decisiones en entornos muy complejos haciendo uso de ingentes cantidades de datos, y aplicando tecnologías de inteligencia artificial, especialmente, el aprendizaje automático. El ámbito de la colaboración utiliza la tecnología para facilitar el trabajo en equipo y las relaciones con los clientes, como las plataformas CRM, y, finalmente, la conectividad implica usar redes para mejorar la comunicación y los procesos, con tecnologías como las que dan soporte al internet industrial, el estándar 5G y el internet de las cosas en general.

GlobalData destaca también el metaverso como tendencia a la que se dirige la evolución del puesto de trabajo, dado que constituirá un entorno virtual de colaboración idóneo para el trabajo en equipo. No obstante, reconoce que, aparte de pioneras como Accenture o Havas que empiezan a generar experiencias al respecto, la gran parte de las empresas está a la expectativa hasta ver cómo va evolucionando esta tecnología y qué posibilidades reales ofrece.

Finalmente plantea como tendencia el trabajo híbrido -combinar teletrabajo con trabajo presencial- como un modelo que ha venido para quedarse tras la pandemia.

 

 

martes, 16 de mayo de 2023

La programación al alcance de todos

 


A aquellos que estudiábamos en la década de los ochenta del siglo pasado se nos repetía con insistencia que el ordenador iba a ser una herramienta básica para cualquier ocupación que fuésemos a desempeñar. Los más inquietos comenzaron a apuntarse a cursos de programación de los lenguajes más en boga entonces -Fortram, Cobol, Basic…-, o, cuando menos, a recibir formación para aprender a manejar el complejo software de oficina que se utilizaba en la época, como los procesadores de textos WordStar y WordPerfect o el gestor de bases de datos dBASE, que requerían el conocimiento de numerosos comandos para su manejo con cierta agilidad. Sin embargo, con el cambio de década la llegada de Windows de Microsoft trajo consigo la revolución de la informática de usuario. Los entornos de trabajo gráficos democratizaron el uso del ordenador, de forma que ya no hacía falta saber nada para escribir un texto o crear una hoja de datos -por lo menos para realizar las tareas más básicas-, pues todo se llevaba a cabo pinchando con el ratón de forma intuitiva iconos y botones virtuales. El farragoso sistema operativo MS-DOS, con su pantalla negra y sus líneas de comandos, quedó oculto tras un agradable y colorista entorno de trabajo que permitía hacer lo mismo -crear, borrar, mover archivos y carpetas- con sólo hacer clic.

Esto viene a cuento porque, salvando las distancias, nos encontramos actualmente en una situación similar a la que tuvo lugar en la primera década de los noventa. También hoy en día recibimos el bombardeo recurrente de mensajes que nos instan a aprender a programar como una condición necesaria para poder ocupar casi cualquier puesto de trabajo. Y, también, en paralelo se está fraguando otra democratización de la informática, otra forma de abrir sus posibilidades a todo el mundo sin la necesidad de tener una formación técnica, que cobra forma a través dos tendencias: el low-code y el no-code.

El primer caso, el low-code, se refiere al desarrollo de software que requiere muy poca programación. Se trata de plataformas donde podemos crear aplicaciones y programas a partir de bloques de código prediseñados, aunque también podemos añadir nuestras propias líneas de código sobre el generado de forma automática. Aparte de simplificar y agilizar el proceso de gestación de un sistema informático, reduce sobremanera el nivel de conocimientos técnicos que hay que tener para hacerlo.

El no-code va un paso más allá y permite crear productos informáticos sin tener que escribir ni una línea de código. Al igual que en el caso anterior, es una opción que se ofrece a través de plataformas digitales en las que el usuario se enfrenta a una interfaz visual en la que puede coger componentes de programación preconfigurados y añadirlos a su objeto de desarrollo.

Un buen ejemplo de esta filosofía reduccionista es el popular CMS (Content Management System) WordPress, una plataforma para la creación tanto de webs como de medios digitales. Su versión más sencilla, basada en plantillas y módulos prefabricados, pone en manos de cualquiera la posibilidad de crearse un sitio en internet. No obstante, es una solución de código abierto que permite a aquellos con conocimientos de programación ver el código fuente y modificarlo según sus necesidades para personalizar la web creada.

Las plataformas low-code y no-code presentan muchas ventajas, empezando porque permiten que cualquiera pueda crear programas y aplicaciones sin necesidad de programar (o con un mínimo de código), y este factor es una palanca relevante de cara a la digitalización de las empresas. Además, permite generar desarrollos informáticos de una forma más ágil y rápida, dado que escribir código es algo lento y farragoso, especialmente para aquellos no muy familiarizados con esta disciplina. Finalmente, el uso de este tipo de plataformas implica un ahorro de costes para las organizaciones, ya que evitan mucha de la inversión que conlleva la programación tradicional.

 
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