lunes, 18 de septiembre de 2023

Tecnología contra la despoblación del mundo rural

 


La urbanización del mundo se ha acelerado, y Naciones Unidas calcula que el 55 % de la población global habita en ciudades, y vaticina además que en 2050 esta cifra superará las dos terceras partes. Y otro dato: es probable que en 2030 existan 43 megaciudades de más de 10 millones de habitantes. El modelo de ciudad heredado del siglo XX es difícilmente sostenible, y actualmente existen muchos problemas que dificultan la vida de los ciudadanos, que minan su calidad de vida o reducen su nivel de bienestar. El urbanismo de esta época está siendo replanteado en muchos países, y hay grandes ciudades -París es un paradigma en este sentido-, que están viendo cambiar su fisonomía en aras de un modelo más centrado en las personas.

La tecnología es un poderoso aliado para optimizar el funcionamiento urbano y su gestión, gracias a la posibilidad que ofrece de recoger cualquier tipo de dato en tiempo real, procesarlos en grandes cantidades y convertirlos en una herramienta de análisis para el apoyo de la toma de decisiones. En este sentido, el diseño y la configuración del espacio urbano del presente siglo, siga la orientación que siga, lleva a asociado indefectiblemente la aplicación de inteligencia; más tarde o más temprano todas las ciudades serán smart.

Ahora bien, en los últimos tiempos se han alzado voces denunciado lo limitado del concepto de smart city en relación con las necesidades reales del desarrollo regional. Es decir, el concebir la ciudad como una entidad en sí misma, aislada del territorio al que pertenece, supone una abstracción y una negación de la realidad geográfica, susceptible de abrir brechas entre el entorno urbano o rural, o ahondar las ya existentes. Es por ello, que muchos prefieren hablar de territorios inteligentes, en vez de ciudades inteligentes, como una forma de articular territorialmente las políticas de optimización de la gestión de comunidades basadas en la tecnología.

El concepto de territorio inteligente no es solo la extensión de la ciudad inteligente, sino también su opuesto. La digitalización de la urbe es susceptible de abrir brechas en los territorios, especialmente en las áreas rurales circundantes que carecen de los servicios y capacidades del medio urbano. Por lo tanto, el desarrollo de la smart city puede ampliar y profundizar los desequilibrios territoriales existentes.

En sentido amplio, se entiende por territorio inteligente aquel que hace uso de la tecnología de forma innovadora para mejorar el nivel de vida de la población y para impulsar la eficiencia y la competitividad de las operaciones y los servicios urbanos, garantizando que satisface las necesidades de las generaciones presentes y futuras, a la vez que respeta los aspectos culturales. En la práctica, se trata de redes integradas por núcleos poblacionales interconectados, pudiendo abarcar tanto zonas rurales como urbanas. De esta forma, se convierte en una herramienta para combatir los desequilibrios territoriales y articular adecuadamente la relación entre áreas urbanas y rurales, favoreciendo el desarrollo de estas últimas y frenando el proceso de despoblación.

Es importante señalar que un territorio inteligente no tiene por qué coincidir necesariamente con una unidad administrativa, es decir, no tiene por qué ser una comunidad autónoma, provincia, comarca u otras. Es por ello, que hay autores que proponen sustituir el término territorio inteligente por el de comunidad inteligente, para subrayar que la delimitación espacial de la iniciativa no está determinada por la organización territorial existente, sino por las personas que se van a beneficiar de un plan integral que lleva definidos unos objetivos a lograr, unas acciones a llevar a cabo para ello, y los medios necesarios para acometerlas.

Los territorios inteligentes contribuyen a la cohesión social y geográfica al promover el acceso igualitario de la población rural a los servicios. Por ejemplo, al permitir la gestión de líneas de transporte interurbano “bajo demanda” en lugar de “por defecto”, es decir, diseñando la ruta basada en la demanda real, optimizando los tiempos y costes a las necesidades concretas. Otra aplicación puede ser la gestión de la demanda de asistencia sanitaria ambulatoria en el ámbito rural mediante herramientas digitales que organizan eficientemente los desplazamientos del personal sanitario.

La tecnología digital tiene numerosas áreas de aplicación en el marco de la gestión municipal, siendo las más comunes la sostenibilidad medioambiental (control de emisiones y de ruido), la movilidad (optimización de los desplazamientos), la seguridad (vigilancia y prevención) y la prestación de servicios públicos (sanidad, educación y formación, atención al ciudadano). A pesar de lo heterogéneo de las acciones y proyectos que pueden integrar una estrategia smart, resulta recomendable contar con un plan integral que contemple conjuntamente y de forma articulada las principales dimensiones que hay que tener en cuenta: gobierno, movilidad, medioambiente, estilo de vida, ciudadanos y economía. Los distintos aspectos de la estrategia se pueden secuenciar en fases, pues no hace falta acometerlos de forma simultánea.


lunes, 4 de septiembre de 2023

Internet es la televisión del siglo XXI

 


El mercado audiovisual ha experimentado profundos cambios a lo largo de las últimas décadas. Los avances en la tecnología digital han introducido nuevos formatos para ofrecer contenidos, trastocando los modelos de negocio y abriendo la competencia a agentes procedentes de otros sectores de actividad y a compañías de muy reciente creación, que conviven con las empresas tradicionales de radiodifusión en un entorno con unas reglas muy distintas de las que conoció el siglo XX. Hoy en día van marcando el paso del sector globalmente nombres como Netflix, una antigua empresa de alquiler de vídeo, Amazon, un gigante del comercio electrónico y plataforma de sistemas informáticos, HBO, que nació como canal de televisión por cable, Apple TV, propiedad de una compañía de software, o Disney +, creada por una productora de cine infantil y juvenil.

Desde el punto de vista tecnológico, el mundo ha pasado de la televisión analógica (terrestre, por satélite o por cable), a la digital en sus múltiples formatos: televisión en abierto, televisión digital terrestre (TDT), por satélite, televisión por IP, servicios de vídeo bajo demanda OTT… Internet se ha convertido en un canal fundamental para ofrecer servicios audiovisuales, aprovechando la revolución que han conocido las telecomunicaciones en términos de ancho de banda (fibra óptica, 4G y 5G), que permiten el consumo en formato streaming. Se trata de una modalidad que se ha posicionado como la preferida a lo largo de la pasada década.

También desde la perspectiva de los modelos de negocio el momento actual presenta un variado espectro de opciones. La televisión en abierto sigue dependiendo de los ingresos publicitarios, pero a veces ofrece contenidos premium de pago (por ejemplo, en España están Mitele Plus de Mediaset y Atresplayer Premium de Atresmedia). Las operadoras de telecomunicaciones ofrecen televisión por IP como un plus de sus servicios de conectividad, y en ocasiones -como ocurre con Movistar+-, combinan la suscripción con la publicidad como formas de obtener ingresos. Las principales plataformas OTT (Over-The-Top), como Netflix y HBO, funcionan bajo el modelo SVOD (Suscription Video On Demand), es decir, basando el servicio en los pagos por suscripción sin incluir publicidad, si bien en el escenario actual se plantea que algunas de estas empresas comiencen a ofrecer en paralelo contenidos de forma gratuita o a una cuota menor, pero incluyendo anuncios. Tanto Netflix como Disney+ lanzaron su versión “básica con anuncios”, a finales de 2022 en EE.UU., y en el primer caso ya se ofrece en España, mientras que la de Disney llegará en noviembre de este año. En el caso de Amazon, su servicio de vídeo está ligado a la suscripción a su servicio Prime que garantiza la entrega rápida de las compras realizadas. En suma, hay casi tantos modelos como players.

La importancia que ha adquirido internet como canal de consumo de contenidos audiovisuales queda patente en el siguiente dato que ofrece IAB: en España, el 82% de los internautas de entre 16 y 75 años utiliza servicios de contenido audiovisual a través de internet para TV, independientemente del dispositivo de acceso. Se trata de una cifra de población que supera los 27 millones de usuarios. Como es de esperar, este comportamiento no es homogéneo entre la población de distintas edades, y son los jóvenes los que más uso hacen de la televisión conectada (87% de los menores de 30 años), y los mayores los que menos (77% de los mayores de 50).

Otro dato interesante que ofrece el informe de IAB es la relevancia que han adquirido las plataformas digitales -como Netflix, HBO o Atresplayer, por poner tres ejemplos-, puesto que el 87% de los usuarios consumen contenidos por ese medio. Los canales de TV a través de plataforma de televisión en APP (servicio de streaming o STB de operadora), como pueden ser Movistar+ o Orange TV, tienen una difusión mucho menor, dado que solo son utilizados por el 42% de los encuestados. Hay que advertir no obstante que estos últimos son servicios audiovisuales asociados generalmente a los paquetes integrados comercializados por las operadoras, que incluyen además conectividad fija y móvil, por lo que no están abiertos a cualquier usuario de internet como ocurre con las plataformas OTT.

 

miércoles, 28 de junio de 2023

El triunfo del dinero digital

 


A lo largo de las últimas décadas, el efectivo ha ido perdiendo importancia en favor de los pagos electrónicos. En un principio, las tarjetas acapararon el protagonismo, especialmente cuando comenzó a despuntar la compra por internet, pero en la actualidad cobran una importancia creciente los pagos por medios móviles. Curiosamente, este fenómeno es más agudo en el mundo en desarrollo, que ha pasado directamente de economías dependientes del dinero en efectivo a las transacciones móviles, sin recalar en el dinero de plástico. La pandemia no hizo más que acelerar una tendencia en marcha, intensificando el uso de herramienta de pago que implicasen el menor contacto físico entre terminales para evitar el riesgo de contagio. A pesar de que queda todavía mucho para llegar a una sociedad sin efectivo -para algunos no es un objetivo deseable por la amenaza que supone para la privacidad-, parece muy probable que la base de esta serán los pagos a través del teléfono móvil.

Se prevé que los pagos sin efectivo aumenten más de un 80% entre 2020 y 2025. De acuerdo con el análisis realizado por PwC, la zona de Asia y el Pacífico irá a la cabeza con un incremento del volumen de transacciones sin efectivo del 109% hasta 2025, que supondrá un 76% entre ese año y 2030. El continente africano le seguirá con unas cifras del 78% en el primer periodo y de 64% en el segundo, y Europa se coloca en tercer lugar, con unos porcentajes del 64% y del 39%, respectivamente. Presentan una menor expectativa de crecimiento Latinoamérica (52% y 48%, respectivamente), y Estados Unidos y Canadá (43% y 35%).

Dentro de las finanzas digitales, destaca el peso del “dinero móvil” o lo que lo mismo, el uso del teléfono móvil como instrumento para realizar transacciones económicas. De acuerdo con los datos que ofrece GSMA, en 2021 el valor global de las operaciones realizadas por este medio supero el billón de dólares. Además, había registradas en el mundo más de 1 350 millones de cuentas de dinero móvil, diez veces más que la existentes en 2012.

Cada vez se utiliza más el smartphone como una tarjeta física, ya sea de débito o crédito. Para ello, resulta indispensable disponer de un chip NFC en el teléfono, para que el móvil se pueda comunicar con el TPV (terminal en punto de venta). Pero, en caso de no disponer de NFC, existe la posibilidad de utilizar apps que permiten realizar transferencias inmediatas, como Bizum, que se ha convertido en una de las más populares dado que supera los 22 millones de usuarios y acumula más de 1 400 millones de transacciones desde su lanzamiento.

La tecnología adquiere cada vez un mayor protagonismo en el sector financiero. El consumidor se convierte ahora en centro de atención sustituyendo al producto, pues gracias al medio digital tiene una mayor capacidad para acceder a los mercados, y, por lo tanto, el modelo de comercialización de las entidades debe ajustarse a las nuevas necesidades que presenta. El volumen de negocio digital del sector bancario no para de crecer. En España, una encuesta de KPGM refleja que en España en enero de 2021 casi el 40% de las entidades tenían más del 80% de clientes digitales sobre el total, frente al 22% del año anterior.

El uso de la banca electrónica cada vez está más extendido entre la población española. Una encuesta realizada por Funcas a finales de 2022 establece que el 72% de la ciudadanía accede a su banco online al menos una vez a la semana, y más de la tercera parte lo hace diariamente, mientras que antes de la pandemia tan solo el 17% lo hacía. Por el contrario, la visita a la sucursal física cada vez es menor: solamente el 16,5% reconoce que lo hace por lo menos una vez al mes.

martes, 13 de junio de 2023

Las ciberamenazas crecientes



Una vida digital reposa sobre unas redes seguras y fiables para el usuario. No obstante, las ciberamenazas continúan creciendo en importancia y cantidad. La Agencia de la Unión Europea de Ciberseguridad (ENISA) señaló en su último informe anual las principales amenazas y ataques que tuvieron lugar sobre los sistemas informáticos entre julio de 2021 y julio de 2022, y constató que el ransomware y el malware han seguido encabezando la lista de ciberataques, al igual que en el informe del año anterior. En el primer caso, se trata de la encriptación de datos de la organización y la solicitud de un rescate económico para restablecer la información, y, en el segundo, son programas maliciosos que desarrollan procesos no autorizados con efectos adversos en la integridad o disponibilidad de un sistema.

En tercer lugar en importancia, ENISA destaca amenazas relacionadas con la ingeniería social, seguida de las amenazas contra los datos que tienen que ver con brechas y fugas de información en las compañías, y amenazas contra la disponibilidad basadas en la denegación del servicio (especialmente ataques DDoS, es decir, cuando un ejército de ordenadores realizan peticiones masivas a un servidor de red para tirarlo abajo). El cryptojacking, ciberdelito mediante el que el criminal utiliza secretamente el poder de computación de la víctima para minar criptodivisas, figuraba entre los más destacados en 2021, pero parece que había perdido relevancia en 2022.

El informe de ENISA ha podido identificar cuatro tendencias claras que parecieron guiar las ciberamenazas en 2022:

El impacto de la geopolítica, y, muy en concreto, de la guerra en Ucrania. Resulta evidente que el conflicto ha reconfigurado el escenario del ciberdelito. Las operaciones llevadas a cabo por hacktivistas (hackers que actúan por una causa) se han intensificado en este periodo, y han estado a menudo alineadas con acciones militares físicas. En paralelo, el empleo de la desinformación como arma de combate empezó a tener lugar incluso antes de la invasión física a Ucrania, en forma de acciones preparatorias de la campaña para condicionar a la opinión pública.

Los ciberatacantes aumentan su capacidad de hacer daño. ENISA ha detectado un uso relevante de ataques de día cero (zero-day-attack), que explotan la vulnerabilidad de los sistemas de defensa de las organizaciones, así como de los modelos hacker-as-a-service, que ponen la ciberdelincuencia al alcance de cualquiera sin necesidad de que tenga conocimientos avanzados de informática. Igualmente, aparece un aumento de los ataques a la cadena de suministro, como se ha comentado más arriba.

Los ataques de tipo ransomware continúan siendo los más extendidos. En este sentido, una encuesta internacional de Sophos llevada a cabo en febrero de 2022 arrojaba que el 66% de las empresas habían sufrido este tipo de ciberataque (en 2020 fueron el 37%). Los efectos son devastadores: el 90% vio afectada su capacidad operativa y el 86% sufrió pérdidas de ingresos como consecuencia de la agresión. En España, la proporción de empresas que han sufrido un ciberataque de ransomware aumentó del 14% en 2021 al 22% en 2022, de acuerdo con la información ofrecida por Hiscox.

No obstante, en el periodo estudiado también han cobrado importancia los ataques DDoS, en gran medida asociados al conflicto entre Rusia y Ucrania, que están ganando complejidad y dirigiéndose hacia las redes móviles y hacia las redes del internet de las cosas.

Aparecen formatos de ataques nuevos e híbridos. El escándalo relacionado con el programa espía Pegasus -que llegó a afectar a miembros del Gobierno de España- ha destapado el riesgo que presenta este tipo de software para el control y la vigilancia de la sociedad civil. Otra modalidad en auge es el phishing consentido, en el que la víctima da acceso a programas maliciosos en su dispositivo al hacer clic en un enlace enviado por el atacante. Los sistemas de inteligencia artificial basados en aprendizaje automático (machine learning) se están convirtiendo cada vez más en diana de los cibertataques. Finalmente, la propia inteligencia artificial se utiliza de forma creciente para crear y difundir fake news y deep fakes (vídeos falsos comprometedores).


lunes, 29 de mayo de 2023

Tendencias de evolución del mercado de trabajo

 


El futuro del trabajo a medio plazo se verá afectado directa o indirectamente por una serie macrotendencias, algunas de las cuales tienen que ver con las nubes que se ciernen sobre la situación internacional. La consultora GlobalData identifica la crisis de las cadenas de suministro internacionales entre las más relevantes. La pandemia del COVID-19 y sus efectos persistentes en la economía china, y, posteriormente, el conflicto ruso ucraniano, han creado problemas de abastecimiento y subidas disparadas de precios en sectores como la energía, la química, productos metálicos o la alimentación, entre muchos otros.

Una de las consecuencias directas de esta disrupción de las redes de abastecimiento globales es la relocalización de la producción desde los países emergentes de vuelta a los países de origen, como una forma de garantizar la autosuficiencia, por lo menos en lo relativo a la fabricación de bienes esenciales. GlobalData afirma que en los últimos dos años tres cuartas partes de las empresas de Reino Unido han aumentado la proporción de proveedores locales. Hay quien asocia esta tendencia con una inversión del proceso de globalización que lleva en marcha tres décadas, de forma que avanzaríamos hacia un mundo menos conectado que el actual, en el que primarían de nuevo los estados fuertes y las soluciones locales a los problemas, caracterizado por barreras fronterizas que limitan el flujo de personas y mercancías. De hecho, el peligro de la desglobalización fue uno de los temas que abordó el Foro Económico Mundial en su reunión de Davos de mayo de 2022.

Otra gran tendencia actual que afecta al mundo de las organizaciones, y que puede tener impacto sobre el trabajo, es el cumplimiento de criterios ESG (environmental, social and governance), es decir, los factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo que se toman en cuenta a la hora de invertir en una empresa. Más directamente en el terreno del empleo, GlobalData también identifica como una tendencia postpandemia el abandono en masa de la fuerza laboral, lo que se ha dado en llamar “la gran renuncia” (Great Resignation), que implica que en algunos países queden cada vez más puestos de trabajo sin cubrir. El FMI calcula que, en EE. UU., Reino Unido, Canadá y Australia, había a finales de 2021 entre el 50% y el 80% más plazas vacantes que antes de la crisis sanitaria.

Uno de los grandes temas del ámbito laboral que emerge en la década pasada es la gig economy, una economía basada en plataformas digitales, bajo demanda centrada en trabajos esporádicos y de corta duración, que son desempeñados por personas que reciben una remuneración por cada una de las tareas realizadas. Aunque se planteaba como un gran yacimiento de empleo, en los últimos tiempos las empresas de este sector se han tenido que enfrentara aspectos legales que acaban con el vacío normativo en el que han basado su despegue. Así, los gobiernos de distintos países han intervenido para garantizar los derechos de los trabajadores de estas plataformas, como fue el caso de Países Bajos con la empresa de reparto de comida Deliveroo, o España, con el caso Glovo en 2020, y la denominada Ley Rider, que garantiza los derechos de los repartidores. Desde el ámbito comunitario se está trabajando igualmente en una directiva para mejorar las condiciones de trabajo en plataformas digitales. El tiempo dirá si la cobertura de unas condiciones de trabajo para los empleados no supondrá el fin de la rentabilidad de este tipo de empresas, tradicionalmente basada en el todo vale.

A las tendencias geoeconómicas, sociales y políticas hay que sumar el efecto que está teniendo el desarrollo tecnológico en el mercado de trabajo. De nuevo GlobalData nos ofrece una panorámica en este sentido, cuando plantea un marco para el futuro del trabajo caracterizado por los siguientes cinco componentes: visualización, automatización, interpretación, colaboración y conectividad.

El primer elemento mencionado, la visualización, hace referencia a que el trabajador digital deberá utilizar gráficos e imágenes para presentar o transmitir la información, dado que se verá obligado a manejar, analizar e interpretar grandes volúmenes de datos. De esta forma, cobran cada vez más relevancia tecnologías como la realidad aumentada y virtual, los gemelos digitales y las herramientas de visualización de datos. Se trata de un camino que se espera que acabará por integrar los puestos de trabajo en el metaverso.

Luego se menciona la automatización como una forma de que las máquinas complementen el trabajo humano, y que está relacionada con los robots industriales, los vehículos autónomos, la impresión aditiva o los drones. Por otra parte, la interpretación trata de la toma de decisiones en entornos muy complejos haciendo uso de ingentes cantidades de datos, y aplicando tecnologías de inteligencia artificial, especialmente, el aprendizaje automático. El ámbito de la colaboración utiliza la tecnología para facilitar el trabajo en equipo y las relaciones con los clientes, como las plataformas CRM, y, finalmente, la conectividad implica usar redes para mejorar la comunicación y los procesos, con tecnologías como las que dan soporte al internet industrial, el estándar 5G y el internet de las cosas en general.

GlobalData destaca también el metaverso como tendencia a la que se dirige la evolución del puesto de trabajo, dado que constituirá un entorno virtual de colaboración idóneo para el trabajo en equipo. No obstante, reconoce que, aparte de pioneras como Accenture o Havas que empiezan a generar experiencias al respecto, la gran parte de las empresas está a la expectativa hasta ver cómo va evolucionando esta tecnología y qué posibilidades reales ofrece.

Finalmente plantea como tendencia el trabajo híbrido -combinar teletrabajo con trabajo presencial- como un modelo que ha venido para quedarse tras la pandemia.

 

 

martes, 16 de mayo de 2023

La programación al alcance de todos

 


A aquellos que estudiábamos en la década de los ochenta del siglo pasado se nos repetía con insistencia que el ordenador iba a ser una herramienta básica para cualquier ocupación que fuésemos a desempeñar. Los más inquietos comenzaron a apuntarse a cursos de programación de los lenguajes más en boga entonces -Fortram, Cobol, Basic…-, o, cuando menos, a recibir formación para aprender a manejar el complejo software de oficina que se utilizaba en la época, como los procesadores de textos WordStar y WordPerfect o el gestor de bases de datos dBASE, que requerían el conocimiento de numerosos comandos para su manejo con cierta agilidad. Sin embargo, con el cambio de década la llegada de Windows de Microsoft trajo consigo la revolución de la informática de usuario. Los entornos de trabajo gráficos democratizaron el uso del ordenador, de forma que ya no hacía falta saber nada para escribir un texto o crear una hoja de datos -por lo menos para realizar las tareas más básicas-, pues todo se llevaba a cabo pinchando con el ratón de forma intuitiva iconos y botones virtuales. El farragoso sistema operativo MS-DOS, con su pantalla negra y sus líneas de comandos, quedó oculto tras un agradable y colorista entorno de trabajo que permitía hacer lo mismo -crear, borrar, mover archivos y carpetas- con sólo hacer clic.

Esto viene a cuento porque, salvando las distancias, nos encontramos actualmente en una situación similar a la que tuvo lugar en la primera década de los noventa. También hoy en día recibimos el bombardeo recurrente de mensajes que nos instan a aprender a programar como una condición necesaria para poder ocupar casi cualquier puesto de trabajo. Y, también, en paralelo se está fraguando otra democratización de la informática, otra forma de abrir sus posibilidades a todo el mundo sin la necesidad de tener una formación técnica, que cobra forma a través dos tendencias: el low-code y el no-code.

El primer caso, el low-code, se refiere al desarrollo de software que requiere muy poca programación. Se trata de plataformas donde podemos crear aplicaciones y programas a partir de bloques de código prediseñados, aunque también podemos añadir nuestras propias líneas de código sobre el generado de forma automática. Aparte de simplificar y agilizar el proceso de gestación de un sistema informático, reduce sobremanera el nivel de conocimientos técnicos que hay que tener para hacerlo.

El no-code va un paso más allá y permite crear productos informáticos sin tener que escribir ni una línea de código. Al igual que en el caso anterior, es una opción que se ofrece a través de plataformas digitales en las que el usuario se enfrenta a una interfaz visual en la que puede coger componentes de programación preconfigurados y añadirlos a su objeto de desarrollo.

Un buen ejemplo de esta filosofía reduccionista es el popular CMS (Content Management System) WordPress, una plataforma para la creación tanto de webs como de medios digitales. Su versión más sencilla, basada en plantillas y módulos prefabricados, pone en manos de cualquiera la posibilidad de crearse un sitio en internet. No obstante, es una solución de código abierto que permite a aquellos con conocimientos de programación ver el código fuente y modificarlo según sus necesidades para personalizar la web creada.

Las plataformas low-code y no-code presentan muchas ventajas, empezando porque permiten que cualquiera pueda crear programas y aplicaciones sin necesidad de programar (o con un mínimo de código), y este factor es una palanca relevante de cara a la digitalización de las empresas. Además, permite generar desarrollos informáticos de una forma más ágil y rápida, dado que escribir código es algo lento y farragoso, especialmente para aquellos no muy familiarizados con esta disciplina. Finalmente, el uso de este tipo de plataformas implica un ahorro de costes para las organizaciones, ya que evitan mucha de la inversión que conlleva la programación tradicional.

lunes, 10 de abril de 2023

El futuro prometedor de los medios sintéticos

 


Recientemente hemos podido ver a Lola Flores, fallecida en 1995, protagonizando un anuncio de televisión de la marca de cerveza Cruzcampo. La imagen de la Faraona se dirige a nosotros desde la pantalla con frescura, con la voz y el acento con los que la recordamos. Algo similar ocurre en la película de la saga Star Wars Rogue One, cuando presenta a la princesa Leia tan joven como cuando se rodó la primera entrega de la serie, en 1976, aunque la actriz Carrie Fisher que daba vida al personaje tenía en ese momento -2016- sesenta años (de hecho, murió en diciembre ese mismo año). Otro tanto ha ocurrido con el personaje de Luke Skywalker interpretado por Mark Hamill, que en la serie de Disney The Mandalorian estrenada en 2019, vuelve a aparecer tan joven como en la primera trilogía de la década de los setenta. Se trata de tres ejemplos de lo que se denomina medios sintéticos (synthetic media), la aplicación de las tecnologías digitales para producir contenidos mediáticos artificialmente.

A pesar de que una de las aplicaciones más conocidas y alarmantes de los medios sintéticos es el deep fake con fines delictivos -generalmente la creación de vídeos falsos para desacreditar a personajes públicos-, su futuro se presenta muy prometedor en numerosos campos como el periodismo, el marketing o la educación. No obstante, se trata de un fenómeno que va mucho más allá.

Hablamos de medios sintéticos para referirnos a cualquier formato de contenido digital creado o modificado mediante algoritmos, especialmente a través de algoritmos de inteligencia artificial. En concreto, incluye la síntesis de imagen, de audio y del habla, así como la generación de música y del lenguaje natural. La verdadera innovación consiste en que la creación de contenidos mediáticos pasa de ser física a completamente digital. La tecnología está transformando la forma en que nos comunicamos mediante nuevas formas de crear, consumir y contextualizar el contenido.

Más allá de los usos delictivos y peligrosos, los medios sintéticos abren la puerta a una verdadera era de innovación en la generación de contenidos mediáticos. Si nos centramos en el vídeo, la inteligencia artificial permite crear piezas de forma más rápida y fácil que con la tecnología tradicional, y además por una fracción del coste de producción. 

El vídeo sintético puede, por ejemplo, hacer más asimilable el contenido que en un texto resulta tedioso y complejo, como, por ejemplo, las características de un producto financiero o de un seguro. Se trata de utilizar las herramientas ofrece la inteligencia artificial para personalizar el soporte del mensaje, de forma que un avatar puede llamar al usuario por su nombre, utilizando un rostro o una voz que hagan la comunicación más cercana. Las posibilidades que ofrecen estas tecnologías son inimaginables. Por ejemplo, la compañía Vologram proporciona el convertir cualquier vídeo convencional en una pieza de realidad virtual o realidad aumentada. Otro caso interesante es el de la plataforma Replika, que permite al usuario crearse un compañero virtual a través de la inteligencia artificial. También los algoritmos inteligentes han hecho su entrada en las bellas artes, como es el caso de los sistemas DALL-E 2 y Midjourney, que generan obras gráficas a partir de descripciones de texto.

Empresas vanguardistas como Synthesia, Tavus, Hour One, D-ID o Colossyan se dedican a la creación de vídeos sintéticos bajo demanda -generalmente con fines comerciales-, sin la necesidad de contar con actores y costosos equipos de rodaje, dado que están basados en avatares generados con inteligencia artificial, y voces desarrolladas para la ocasión.

La inteligencia artificial también está llamada a revolucionar la atención al cliente, al utilizar bots conversacionales cada vez más perfectos y realistas. Un ejemplo un tanto pintoresco de esto es el que presenta el Museo Dalí de St. Petersburg, Florida, en los Estados Unidos, basado en una experiencia de realidad virtual, bautizada como Dalí Lives, gracias a la cual el público puede hablar con el genial pintor catalán, que aparece representado como cuando tenía la edad de 50 años.

A lo largo de esta década, los medios sintéticos van a ir extendiéndose por todos los sectores y actividades, adoptando formas y soluciones que hoy no podemos ni concebir. Se van a convertir en la llave que abre un universo de posibilidades sin límites y van a proyectar el uso de la inteligencia artificial mucho más allá que la esfera de la comunicación. Urge que el desarrollo de esta tecnología vaya acompañado de la creación de una normativa que regule los casos de uso, y de las herramientas necesarias para poder identificar y denunciar su aplicación con fines delictivos o dañinos.

 
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