Una de las pocas buenas noticias
que ha traído consigo esta horrible crisis que está sufriendo el mundo es que
nuestro país cuenta con una dotación de infraestructuras de telecomunicaciones
ultrarrápidas de banda ancha suficientes para dar soporte a la vida digital de
los españoles. El “test de estrés” de las redes se impuso de un día para otro -sin previo aviso- cuando ante la gravedad de
la situación el Gobierno decretó el estado de alarma y la necesidad de confinar
a la población para frenar la expansión del nuevo coronavirus.
A partir del comienzo del
confinamiento, el 15 de marzo, el tráfico por internet ha aumentado un 80% y
las llamadas de voz se han duplicado. El ocio en online también se ha disparado: entre el 13 y el 15 de marzo el
tráfico relacionado con los videojuegos aumentó un 271 por ciento con respecto
a la semana anterior. El encierro domiciliario también ha implicado que miles
de españoles continúan su actividad laboral en modo teletrabajo, de forma que
las herramientas de trabajo colaborativo como Webex, Skype o Teams –que
requieren un ancho de banda muy amplio al incorporar videoconferencia- han
multiplicado su tráfico por cuatro.
El caso es que los tres grandes
operadores –Telefónica, Orange y Vodafone- llevan desplegando redes de fibra
óptica desde 2005, cuando tienen lugar las primeras pruebas piloto de
Telefónica, de forma que hoy 3 de cada 4 hogares españoles tienen cobertura
ultrarrápida gracias a esta tecnología. Esta penetración sitúa a España en el
primer lugar en cuanto a cobertura y clientes de fibra óptica en Europa.
Nuestro país dispone de más fibra óptica que Alemania, Inglaterra, Italia,
Francia y Portugal juntos. Además,
estamos hablando de que en su mayoría son accesos de fibra hasta el hogar
(FTTH: Fiber To The Home), la de
mayor calidad puesto que evita perdidas de rendimiento, al unir directamente
centralitas y hogares.
Nuestra vida ya es digital y el
acceso a internet de los españoles es ya generalizado: 9 de cada 10 ya son
usuarios. La pandemia ha demostrado que muchas de las actividades que
realizamos diariamente podemos seguir haciéndolas en las redes sin salir de
casa, y, a pesar del parón de la actividad económica, las comunicaciones nos
permiten estar en contacto con nuestros seres queridos, estar debidamente
informados sobre la evolución de la situación, gozar de recursos para el ocio y
el trabajo, e incluso, en la medida de lo posible, mantener la actividad de
enseñanza y aprendizaje por vía telemática en institutos y universidades.
Cuando pase esta crisis nos
daremos cuenta de que la vida real y la digital no son dos espacios separados,
sino dos facetas de una misma cosa. Estamos inmersos en un proceso de
transformación guiado por la tecnología que algunos equiparan con las
revoluciones industriales del pasado. Es nuestra responsabilidad que el ser
humano este el centro de dicho proceso, que sea inclusivo, y que no se quede
nadie por el camino.