lunes, 13 de diciembre de 2021

The Spatial Web: la convergencia del mundo físico y el virtual

La fusión entre lo físico y lo virtual es considerada como el próximo salto evolutivo de la computación, y ha sido definida como The Spatial Web o la Web del Espacio. Ante la dificultad de consensuar una única definición de este fenómeno, Deloitte ha optado por utilizar una: el cambio de experiencia de usuario al transferir la interacción con la información de la pantalla al espacio físico. Para clarificar el concepto lo divide en tres capas. Una primera que es la física, la del mundo que conocemos y experimentamos con nuestros cinco sentidos. Después vendría la que denomina capa de información digital, que se basa en la creación de gemelos digitales de cualquier objeto en cualquier parte, a través de la aplicación de sensores y de la cartografía digital. Hoy en día este tipo de información solo es accesible únicamente a través de paneles de control y pantallas, pero, en el futuro, la interacción con ella se realizará a través de la tercera capa, la de interacción espacial. Gracias a esta última, a través de interfaces de nueva generación (gafas inteligentes, asistentes de voz…) podremos interactuar con información contextual en tiempo real invocada por palancas intuitivas y biológicas, como la geolocalización, la visión computerizada, y comandos biométricos, de voz o a través de gestos. En la práctica esta capa es la que fusiona la capa física y la virtual para el usuario.

Mientras que la primera generación web se basa mayormente en documentos estáticos y en el consumo unidireccional de datos desde el PC, la Web 2.0 introdujo la posibilidad de consumir contenido multimedia online, la posibilidad de que este fuese generado y compartido por el usuario, las aplicaciones interactivas, los medios sociales, y, finalmente, la movilidad completa, gracias al smartphone. La 3.0 será la de los dispositivos de realidad aumentada y virtual, y la de los sensores, que serán los encargados de virtualizar el mundo físico.

Algunos expertos, como es el caso de Gabriel Rene, director de la Spatial Web Foundation, afirman que la Web 3.0 llegará a crear un gemelo digital del mundo y de todo lo que contiene. Por su parte, cada objeto o elemento tendrá su propia réplica virtual, con su propia identificación, reglas de interacción e historia verificable –gracias a la tecnología de las cadenas de bloques-, y estará sincronizado espacialmente con su contraparte del mundo físico. Se trata de un tipo nuevo de red que va mucho más allá de una malla de ordenadores interconectados, como el internet clásico que hemos conocido hasta ahora. Será más bien como una red viva construida sobre la interconexión de personas, lugares y objetos, sus equivalentes digitales, y las interacciones y transacciones que se producen entre ellos.

En cualquier caso, a lo largo de la década que ahora comienza podremos contemplar cómo va tomando forma una evolución de internet, hacia un formato más inmersivo para el usuario, así como más cercano, en cuanto a que cada vez será más fácil e intuitivo comunicarnos con las nuevas redes de información.

 

lunes, 29 de noviembre de 2021

El potencial de la televisión por internet en España

Dentro del ecosistema audiovisual, la televisión a través de internet, en cualquiera de sus formatos, va adquiriendo relevancia y estableciendo nuevas normas de funcionamiento para el sector. A pesar del desastre económico que ha traído consigo la pandemia, España presenta las condiciones suficientes para convertirse en una potencia de contenidos con proyección internacional, que hace gala de un mercado muy intenso en términos de competencia.

El crecimiento de la televisión a través de internet es una tendencia imparable, mientras que la tradicional experimenta un lento, pero imparable, declive. Básicamente, dos son los formatos principales del contenido audiovisual en streaming: OTT e IPTV. En el primer caso, la emisión tiene lugar a través de la red pública, como es el caso de Netflix, HBO o Amazon Prime. La segunda, por el contrario, se ofrece por medio de un canal privado exclusivamente dedicado, que, generalmente, es propiedad de un operador de telecomunicaciones, quien suministra el servicio de televisión como un añadido a la oferta de llamadas y datos, tanto fijos como móviles. Este paquete comercial recibe el nombre de quíntuple play. En nuestro país un ejemplo de IPTV es Movistar+ de Telefónica.

A pesar del brutal impacto que ha tenido la pandemia sobre la estructura económica de España, el sector de audiovisual presenta un singular potencial de crecimiento. Nuestro país es dentro de los europeos el que cuenta con mayor oferta de plataformas de suscripción de vídeo por streaming. Por otro lado, se ha convertido en un importante productor de contenidos –donde destacan las series-, algo que atrae la inversión de las productoras internacionales, y que ha llevado a la propia Netflix a instalar en suelo español su sede de creación en el continente.

Dentro del mercado de la televisión de pago, destaca el liderazgo de Telefónica con la IPTV de Movistar, una hegemonía que la consultora Analysys Mason extiende a lo largo de los próximos cinco años. Al ser el único operador de televisión por satélite y estar apostando con fuerza por la fibra óptica como medio para llevar la señal de vídeo a los hogares, es más que previsible que el primer formato reduzca su presencia en nuestro país hasta prácticamente desaparecer en el periodo considerado.

En lo referente a la oferta OTT, España es uno de los mercados de más intensa competencia del entorno, y el modelo que triunfa es el de la suscripción (SVOD): el 92% de los usuarios consume audiovisual a través de este modo, según Analysys Mason. Los principales agentes son Netflix, HBO y Amazon Prime, sin que se perciba una hegemonía clara de ninguno, seguidos de Disney, que crece con fuerza.

Desde la perspectiva de la creación de contenidos, las actividades audiovisuales suponen el 28% de las industrias culturales, y es un sector que lleva años generando empleo, valor añadido, y, como efecto colateral, promoción turística. El año anterior a la crisis generó ingresos por más de 4 000 millones de euros de acuerdo con el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (ONTSI). Las series de ficción españolas son uno de los valores más rentables, de forma que su producción ha pasado de las 38 de 2018 a las 58 de 2019, y las 70 con las que se cerró 2020.

La presencia de la producción audiovisual española va cobrando peso dentro y fuera de nuestras fronteras. De acuerdo con Parrot Analytics, en 2019 los contenidos de origen nacional ya suponían un 7% de los catálogos locales, mientras que el año precedente apenas superaban el 3%. Y, aún más: a finales del pasado ejercicio representaban el 1,7% de los contenidos disponibles en los catálogos globales, habiendo crecido la participación un 117% en 2020.

 Foto de cottonbro en Pexels

 

lunes, 22 de noviembre de 2021

Los principios de la Administración pública digital

El escenario al que se enfrenta el sector público en la actualidad es incierto y muy variable. Resulta mucho más complejo que antaño dar servicio a una sociedad en plena transformación, como la actual, y en un mundo globalizado, en donde las reglas del tablero geopolítico se han roto respecto a los esquemas que rigieron en el pasado. La Administración se ve obligada a gestionar los asuntos públicos para una nueva ciudadanía en un entorno cada vez más confuso. Por supuesto, la revolución digital es una de las principales causas de este cambio en el orden de las cosas, pero no es la única. La pandemia causada por el COVID-19 nos ha demostrado lo frágil y vulnerable que es la realidad que vivimos. Las Administraciones públicas deben estar preparadas para desenvolverse en lo que se denomina entornos VUCA, acrónimo cuyas siglas en inglés corresponden a volátiles, inciertos, complejos y ambiguos. Ello implica que las sociedades actuales deben hacer frente a riesgos de tipo socioeconómico, medioambientales, geopolíticos y tecnológicos, en la forma de ciberataques de gran envergadura, por ejemplo, como el que sufrió el Ayuntamiento de Jerez en octubre de 2019.

Pero existen otros factores que explican por qué la relación entre la Administración y el ciudadano debe evolucionar. La atomización de los grupos de interés –cuyo paradigma es el paso del bipartidismo al multipartidismo en la política española- complican la interlocución entre las instituciones y los representantes de los colectivos, haciendo más difícil de anticipar y gestionar los intereses públicos. El envejecimiento de la población y su concentración progresiva en grandes núcleos urbanos son elementos que exigen igualmente nuevas formas de administrar por parte de los poderes públicos. A todo ello hay que sumarle que el gestor se encuentra ante una ciudadanía hiperinformada, gracias a los medios digitales, y a la vez muy desinformada, por la excesiva proliferación de los bulos y las noticias falsas. Finalmente, la crisis de la pasada década ha dejado un fuerte poso de desconfianza en las instituciones, y de descrédito sobre su voluntad y su capacidad para resolver los problemas que sufre el hombre de la calle.

En este contexto, cobran especial relevancia dos conceptos asociados a la transformación digital: la e-administración y el gobierno abierto. En ambos casos se trata de esquemas basados en la tecnología. El primer caso consiste en digitalizar el funcionamiento del sector público, tanto sus procesos internos como la oferta de servicios al ciudadano. Dentro del gobierno abierto hablamos de una filosofía que parte de los principios de transparencia, para que el ciudadano tenga acceso a toda la información sobre lo que se está haciendo y cómo se está haciendo, colaboración, entre las empresas, la sociedad civil y la Administración, y de participación activa de la ciudadanía en los asuntos públicos. En una sociedad tan compleja como la que vivimos, estos tres principios solo pueden llegar a cumplirse haciendo uso de las redes y las tecnologías de la comunicación.

La transformación digital de las Administraciones públicas requiere de un enfoque más amplio que la mera introducción de tecnología en su modo de operar. Se trata de un cambio de mentalidad, que debe alcanzar desde los más altos niveles hasta los funcionarios de base. Naciones Unidas establece nueve principios que deben guiar la digitalización de un órgano de gobierno.

  1. Visión, liderazgo y cambio de mentalidad, y desarrollo de capacidades digitales en la esfera individual.
  2. Creación de un ecosistema institucional a través del marco regulatorio.
  3. Transformar la cultura organizativa y su planteamiento.
  4. Promover esquemas mentales y aproximaciones integradas a la gestión de políticas, y a la prestación de servicios.
  5. Asegurar la gobernanza de los datos mediante la gestión estratégica y profesional, que permita el desarrollo de políticas guiado por los datos, y el acceso a la información a través de datos gubernamentales abiertos.
  6. Disponibilidad de infraestructura TIC: tecnología accesible y sufragable. 
  7. Movilizar recursos y alinear prioridades, planes y presupuestos, incluyendo la realización de alianzas público privadas.
  8. Impulsar el potencial de las escuelas de administración y de otras instituciones. 
  9. Promover las capacidades digitales entre la sociedad, de forma que nadie quede atrás y se cierre la brecha digital.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Llegan los robots

La robótica no es algo nuevo. Los autómatas, con un mayor o menor nivel de inteligencia, llevan trabajando en las plantas industriales desde el último cuarto del siglo pasado. La automatización de las cadenas de producción y de montaje tiene una larga tradición, si bien, en principio centrada en tareas repetitivas y en entornos estructurados. Por otro lado, el uso de robots se ha concentrado hasta ahora en una serie de sectores industriales, como, por ejemplo, el del automóvil. Sin embargo, estamos a punto de asistir a un salto evolutivo, a una migración de la robótica desde los entornos controlados a los espacios libres, y desde los sectores especializados al resto del tejido productivo. Se abre una nueva era en la que las máquinas inteligentes van a salir a la calle y a mezclarse con nosotros.

Hasta hace poco los robots han mostrado algunas limitaciones, por una parte, para operar en entornos desestructurados, y por otra, en la destreza fina necesaria para agarrar objetos de distintas formas y tamaños. La robótica más básica parte de máquinas diseñadas para realizar tareas muy específicas en un entorno concreto, generalmente invariable. Pero los robots más avanzados tienden a ser lo más autónomos posible y adaptativos a los cambios del medio en el que operan. Es por ello que, en función de las tareas que queremos que realicen, su nivel de complejidad varía. La empresa Boston Dynamics es el paradigma de la revolución que experimenta la ciencia robótica. Sus modelos cada vez se desenvuelven mejor en entornos desestructurados, como pueden ser la superación de obstáculos y desigualdades del terreno.

Poco a poco iremos viendo robots interactuando con nosotros en aspectos de la vida cotidiana, si bien este proceso de despliegue será lento y laborioso. Hay que tener en cuenta que, aparte de las propias limitaciones del aparato para desenvolverse con mayor o menor soltura, el operar en un escenario real no acotado les enfrenta a numerosos obstáculos impredecibles, además de tener que interactuar con personas. El gigante del comercio electrónico Amazon está experimentando desde el pasado año con un prototipo de vehículo inteligente bautizado como Scout. Se trata de un carrito autónomo de seis ruedas para realizar entregas de pedidos, que por ahora solamente está en funcionamiento en zonas de Washington y California, y que está experimentando los avatares de discurrir libremente por las calles: desde sufrir fenómenos atmosféricos imprevistos –como tormentas de lluvia o nieve-, hasta tener que esquivar a perros y gatos o evitar a las personas que tratan de tocarlo o dañarlo, y sortear elementos del mobiliario urbano. A pesar de que los dispositivos seguirán una ruta de entrega de forma independiente, al principio irán acompañados de un empleado humano, el denominado Amazon Scout Ambassador.

El despliegue de autómatas inteligentes en empresas y negocios, fuera de las plantas de ensamblaje y de las cadenas de producción, va a conllevar largos desarrollos jalonados de innumerables pruebas, que retroalimentarán de información el proceso de mejora de los sistemas. Una vez en uso, las propias máquinas generarán los grandes volúmenes de datos que podrán ser utilizados para su mejora continua y para refinar su funcionamiento.

La nueva generación de robots está preparada para ir más allá de las tareas mecánicas de una cadena de montaje o del transporte de objetos. Una startup californiana, FarmWise, está desarrollando maquinaria autónoma que se ocupe de todas las tareas del ciclo agrícola, desde la siembra, hasta el desbroce y la cosecha. Sus tractores incorporan visión artificial y algoritmos que aprenden sobre cómo actuar con cada cultivo específico. Sin salir del sector agrario, en Dinamarca la empresa Rosborg Food Holding utiliza robots con visión artificial y motricidad fina para manipular y transportar plantas delicadas. El brazo mecánico RG6 tiene dos extremidades a modo de dedos que incorporan inteligencia e imitan el modo en el que los humanos utilizamos de forma instintiva el sentido del tacto a la hora de agarrar cosas y moverlas.

Otro campo de acción de la robótica implica la interacción directa con seres humanos, como ocurre en el caso del autómata sueco Tengai, un busto humanoide que realiza entrevistas laborales. De acuerdo con sus creadores de Furhat Robotics, esta máquina de rostro amigable puede evaluar las aptitudes de un candidato a un puesto de trabajo sin los sesgos y prejuicios que puede mostrar un entrevistador humano.

Aparte de las limitaciones impuestas por la inteligencia artificial y por la motricidad, la razón por la que los robots han estado confinados en espacios controlados –como almacenes o fábricas- ha sido que en ellos no tiene demasiada importancia la latencia, es decir, los retardos que se producen en la transmisión a través de una red. Pero el operar en espacio abiertos del mundo real requiere que los sistemas estén conectados con una latencia muy baja, algo que hasta ahora no podía darse, pero que a partir del despliegue de las redes 5G se convierte en una realidad. La revolución de las comunicaciones móviles que ahora comienza sin duda impulsará y transformará el mundo de la robótica en los próximos años.

A modo de ejemplo de los cambios que nos aguardan, Accenture ha realizado las siguientes predicciones, que pueden parecer en exceso optimistas: en el plazo de cinco años los habitantes de las ciudades tendrán entre cinco y diez interacciones diarias con dispositivos autónomos; en siete años, un gran grupo de tiendas de moda habrá sido el primero en introducir servicios robóticos de cara al cliente; en diez años habrá en los grandes hospitales la misma proporción de robots que de profesionales sanitarios.

 

lunes, 8 de noviembre de 2021

Las brechas digitales en la educación

El Foro Económico Mundial prevé que la crisis sanitaria y sus efectos disruptivos sobre la educación tendrán tres consecuencias a medio plazo. En primer lugar, la pandemia ha acelerado el proceso innovador que venía manifestando el sector desde las últimas décadas. La evidencia ha demostrado que se puede seguir enseñando a distancia a través de las redes, con los adecuados recursos, plataformas y aplicaciones. De alguna forma, el confinamiento ha validado la utilidad de los modelos de enseñanza online, si bien no como una sustitución completa de la presencial. Una segunda tendencia subrayada es el aumento en importancia de la colaboración pública y privada en torno a los objetivos de la educación. La década pasada puso constatar un interés creciente de la inversión privada en este sector, y la pandemia no habría hecho sino amplificarlo, por lo que no será extraño ver cómo se incrementa la presencia de empresas que trabajan en este campo.

Sin embargo, este proceso innovador podría tener su cara negativa en la forma de la ampliación de la brecha digital y de la desigualdad. En la medida en que la calidad educativa repose cada vez más en la posibilidad de acceder a la tecnología más vanguardista -y en poseer las habilidades para explotarla adecuadamente-, es más que probable que una parte importante de la población quede rezagada y no pueda beneficiarse de las ventajas del cambio educativo.

En España, el confinamiento puso en evidencia que existe una importante brecha digital que impide a una parte del alumnado aprovechar los modelos digitales de educación. Aunque las cifras recientes del Instituto Nacional de Estadística arrojan que más del 90% de los hogares españoles tienen acceso a internet, lo cierto es que cerca de 100 000 hogares no pueden conectar con la red. En un escenario basado en el aprendizaje a distancia online, la brecha digital se convierte en una brecha educativa.

Y, a la vez, la brecha digital está directamente asociada con la desigualdad económica, puesto que, de acuerdo con UNICEF, la falta de acceso a un ordenador es veinte veces mayor en los hogares de renta más baja que en los de alta. Por el contrario, el acceso a la televisión y al teléfono móvil es prácticamente universal en la sociedad española, de ahí que en ocasiones se haya recurrido a esos medios, como medida de emergencia, para llegar a toda la población. Los docentes han tenido que enviar las tareas a realizar a los progenitores de los alumnos de hogares sin ordenador a través de aplicaciones de mensajería, como WhatsApp o Telegram, y estos las han devuelto para su corrección a través de una fotografía tomada con el móvil. La cultura tecnológica que exista en el entorno familiar del alumno es también un factor que determina que, teniendo acceso a dispositivos digitales, unos tengan más facilidad que otros para sacarles provecho, al contar con alguien cerca para ayudarle y guiarle en su uso académico.

Sin embargo, existen otros factores aparte del acceso a la tecnología que pueden suponer un obstáculo para el estudio desde el hogar, como, por ejemplo, el que el alumno disponga o no de un lugar tranquilo para poder trabajar. Un informe de la Comisión Europea sobre el impacto del COVID-19 en la educación también menciona un ambiente familiar estresante como factor de desigualdad entre hogares de renta baja y alta, pues de acuerdo con las estadísticas manejadas, este aspecto se da en mucha mayor medida en entornos socioeconómicos más vulnerables.

La transición hacia un modelo educativo fuertemente digitalizado debe contar con un sólido apoyo institucional en la forma de políticas que fomenten y apoyen la inclusión de todo el alumnado, haciendo especial hincapié en los colectivos sociales más desfavorecidos.

 

lunes, 25 de octubre de 2021

El teletrabajo y la oficina conectada

La revolución digital ha puesto en cuestión la organización del trabajo que nos legó el siglo XX. El concepto de oficina –un invento que se impone especialmente desde finales del siglo XIX, con la Segunda Revolución Industrial- parece no ser ya la única opción para gestionar los recursos de la empresa, y ya desde hace varias décadas se plantean nuevas modalidades basadas en la deslocalización del trabajador y en el trabajo en remoto. El principal problema que plantea esta opción es la coordinación de equipos desperdigados geográficamente, y el acceso de estos a los recursos de la empresa, como, por ejemplo, la información. Y, esta, es precisamente la barrera que ha salvado la innovación tecnológica: el uso de dispositivos digitales conectados a redes habilita al empleado mantenerse conectado en todo momento con su entorno laboral y trabajar en red con los demás desde la distancia.

Lo que en principio era una tendencia que avanzaba con mayor o menor velocidad según los países, se convirtió en la norma durante los meses que duró el confinamiento por la pandemia causada por el COVID-19. Tras los meses de estricto encierro, en los que todo aquel trabajador que pudo trabajó desde su domicilio, hemos sufrido una larga época en la que resulta necesario limitar el contacto físico entre las personas y las aglomeraciones de gente. Muchas empresas han optado por mantener formas parciales de teletrabajo, combinadas con la asistencia al centro laboral, pero lo cierto es que está teniendo lugar una revaluación del lugar de trabajo físico, y emergen conceptos como la oficina conectada y la oficina virtual, que con toda probabilidad cobrarán importancia incluso cuando desaparezca la emergencia sanitaria, imponiendo un cambio cultural trascendental. Las organizaciones tendrán que encontrar el equilibrio entre la oficina conectada y la virtual.

La oficina conectada será un híbrido entre la oficina física tradicional y el trabajo del hogar. Es concebida como una plataforma para las personas, que une el espacio físico y la tecnología, permitiendo que la empresa crezca como una comunidad. La clave será crear espacios colaborativos más reducidos –frente a las inmensas “praderas” de mesas de la oficina tradicional-, espacios de distintos tipos para satisfacer distintas necesidades del empleado.

En general, destacan una serie de ventajas que aporta el teletrabajo y el trabajo en movilidad frente a los formatos tradicionales, como que el empleado goza de mayor autonomía, puede llevar un mejor equilibrio entre su vida laboral y su vida doméstica, no pierde tiempo en desplazamientos a la oficina, y, a menudo, aumenta su productividad. También se subrayan posibles peligros, como que, al trabajar desde el hogar, se difuminan los límites de la jornada laboral, y se solapan con la vida privada.

Quizá el aspecto más preocupante del teletrabajo es la difuminación de los límites entre la jornada laboral y el tiempo libre. El hecho de disponer de tecnologías que nos mantienen constantemente conectados con el centro de trabajo es un arma de doble filo, que puede dar lugar a que las horas dedicadas al trabajo se extiendan más de lo normal como norma. Una encuesta llevada a cabo por Eurofound a raíz de la pandemia descubrió que uno de cada cuatro teletrabajadores (27%) trabaja durante su tiempo libre para satisfacer necesidades de su organización, y, de hecho, hasta un 30% de todos los trabajadores confiesa que experimenta preocupación por temas de trabajo durante su tiempo libre. A esto último hay que añadirle los problemas que enfrentan aquellos trabajadores en el domicilio que tienen hijos menores. De acuerdo con la encuesta, uno de cada cinco (22%) de los que viven con menores de 12 años ha confesado que encuentra problemas para concentrarse en el trabajo siempre o de cuando en cuando.

Los nuevos entornos laborales deberán recibir la respuesta institucional adecuada, a través del desarrollo de un acervo legislativo, que pueda garantizar que se alcanzan los máximos incrementos en la productividad a la vez que se asegura y protege el bienestar del trabajador.

lunes, 11 de octubre de 2021

Los límites de la inteligencia artificial

Durante la segunda mitad del siglo pasado y el principio del presente hemos asumido que la inteligencia artificial “compite” por llegar a ser más inteligente que nosotros. Hemos vivido la evolución de esta rama de la ciencia como una carrera en la que la inteligencia de los humanos es seguida cada vez más de cerca por la de las máquinas, hasta que, en algún momento cercano del futuro, los ordenadores llegarán a superar a las personas en inteligencia. Ese hito es lo que ha sido bautizado como singularidad. 

Los medios de comunicación y la ciencia ficción, en cualquiera de sus formatos, han abundado en esta visión de la llegada de cerebros electrónicos capaces de superar y controlar a la raza humana. En algunos casos, se han llegado a dibujar horribles distopías, como en el caso de The Matrix (1999), sobre el futuro de la humanidad; en otras visiones futuristas, el frío razonamiento de los dispositivos nos intenta salvar de nosotros mismos, de nuestras pasiones más destructivas. El relato de Harry Bates A Farewell to the Master – en el que está basada la película clásica de ciencia ficción dirigida por Robert Wise Ultimátum a la Tierra (The Day the Earth Stood Still, 1951)-, plantea la existencia de un ejército de androides encargados de preservar la paz de la galaxia, cuyo fin es destruir a toda civilización cuya excesiva belicosidad pueda poner en peligro a otras. Al final del cuento (en la versión cinematográfica no es así) el protagonista descubre horrorizado que el robot que acompaña al humanoide extraterrestre llegado a la Tierra es quien está al mando, y no al revés:

“No me está entendiendo”, había dicho el poderoso robot, “yo soy el señor.”

Lejos de la iconografía fantástica, la idea de singularidad tiene entre sus defensores al científico Ray Kurzweil, quien ha llegado a postular que, en un futuro cercano, llegaremos a construir un sistema inteligente tan avanzado que será capaz de diseñar un ordenador todavía más inteligente que él, y este diseñará otro aún más inteligente, de forma que la inteligencia informática habrá superado la biológica humana fruto de siglos de evolución.

Una de las principales críticas a esta teoría se basa en negar que determinados atributos asociados a la inteligencia humana puedan ser replicados artificialmente, por lo que las máquinas nunca podrán alcanzar o superar al intelecto humano. Principalmente, la inteligencia artificial actual carece de conciencia de ser, y se trata de algo que muchos dudan que pueda llegar a adquirir. Sin ella, no puede tener objetivos, metas y un sentido por el que hacer las cosas. La conciencia de uno mismo hace que los humanos desarrollemos la curiosidad, la imaginación, la intuición, las emociones, la pasión, los deseos, el sentido estético, la alegría, los valores y la moral, y el juicio. Todos estos elementos están ligados a la inteligencia humana, y, sin ellos, la inteligencia artificial se queda en un mero sistema lógico.

Por otro lado, la fase actual de desarrollo de la inteligencia artificial basada en la inferencia y en el tratamiento de grandes volúmenes de datos, a través de machine learning y deep learning, ha traído consigo grandes progresos en áreas como el análisis predictivo, el reconocimiento de imágenes y el procesado de voz natural. Sin embargo, y a pesar de su innegable utilidad, por ahora no se acerca ni de lejos al funcionamiento del pensamiento humano, que puede aprender conceptos a través de unos pocos ejemplos, a diferencia del aprendizaje automático, que requiere de ingentes cantidades de datos para ello.

 

lunes, 27 de septiembre de 2021

Hacia una economía digital inteligente

La pandemia ha causado un daño a la economía mundial sin precedentes en tiempos recientes. Ni siquiera la crisis de 2008 tuvo efectos tan devastadores como los que ha causado el confinamiento de una parte importante de la población mundial, con unas consecuencias terribles sobre la demanda de bienes y servicios, el comercio internacional, y el volumen de producción, que se ha contraído prácticamente en todo el planeta.

Cada vez existe más consenso en que la recuperación económica pasa por la digitalización. La adopción de tecnologías digitales por parte de las empresas y los ciudadanos ya era antes de la crisis provocada por la Covid-19 una profunda tendencia de cambio, pero ahora se perfila como una condición indispensable para la reconstrucción.

Una economía digital presenta una serie de características generales:

  • Autónoma, elimina o limita la interacción humana.
  • Aumentada, potencia la efectividad y la eficiencia de las acciones humanas.
  • Es ágil y rápida en la ejecución, y además escalable.
  • Está representada digitalmente, de forma que permite adquirir conocimiento a través de la analítica de datos.
  • Está interconectada y es compatible, permitiendo que los dispositivos se comuniquen entre sí y aprendan unos de otros.

La pandemia no es más que un eslabón dentro de una cadena de transformación que tiene un abanico temporal mucho más amplio. El objetivo es lograr crear a medio plazo una economía inteligente, y, para ello, lo digital debe ser un tema transversal que esté presente en todas las estrategias de desarrollo. Es preciso impulsar una infraestructura de comunicaciones de banda ancha, tanto móvil como fija, capaz de soportar servicios de datos cada vez más avanzados y vanguardistas. Por otro lado, las acciones a emprender deben ser inclusivas para no dejar a ningún colectivo al margen, y deben tener en cuenta los principios de sostenibilidad ambiental. Es igualmente preciso promover la alfabetización digital entre trabajadores, cuyos entornos de trabajo van a ser cada vez más tecnológicos, y entre los ciudadanos, para que puedan beneficiarse y aprovechar al máximo los servicios que ofrece la sociedad digital.

Poco antes de la explosión de la pandemia, la Comisión Europea publicó el documento Dar forma al futuro digital de Europa, que establece las directrices que deben guiar la transformación digital del continente. El principal postulado de esta declaración es que el futuro de Europa debe ser verde y digital, y por ello, aboga por un cambio de rumbo hacia el desarrollo de soluciones medioambientalmente sostenibles.

Frente a las formas de progreso impuestas desde el exterior, la Comisión defiende una sociedad digital anclada en los valores europeos, que beneficie a todos los ciudadanos enriqueciendo sus vidas, y permitiéndoles desarrollarse, tomar decisiones y elegir, sin excluir a nadie (“La transformación digital solamente puede funcionar si funciona pata todos y no solo para unos pocos”). La estrategia europea tiene un horizonte temporal de cinco años, y se asienta sobre tres grandes principios:

  • Una tecnología que redunde en beneficio de las personas.
  • Una economía justa y competitiva.
  • Una sociedad abierta, democrática y sostenible.

La reconstrucción después de la crisis pasa necesariamente por la digitalización para desarrollar una economía inteligente garante de altos niveles de productividad y competitividad.

 

 
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