viernes, 30 de octubre de 2009

De ángeles y demonios



Siempre me ha intrigado la estrategia de empresa de Microsoft, que por lo menos en la década de los 90 y buena parte de la siguiente, combinaba una parte de Gran Hermano (el de Orwell, no el de Tele5) y otra de víctima de las rapiñas de los piratas cotidianos, es decir, de todos nosotros.


Los hechos que ilustran su modelo de negocio no dejan de ser cuando menos pintorescos:




  • Por una parte, consigue que la mayor parte de los ordenadores que se venden en el mundo lleven su sistema operativo Windows, en cualquiera de sus versiones. Hasta allí bien, aunque como ha ocurrido alguna vez, ha sido acusada de monopolio de hecho.




  • Una inmensa parte de las suites de programas de esta empresa que funcionan son piratas (no tanto el sistema Windows que se vende conjuntamente con los ordenadores). ¿En este caso dónde obtiene el beneficio Microsoft?




  • Y encima sus productos son objeto de continuas críticas: que si las pantallas de error azules, que si las incompatibilidades con otros programas, que si el Windows Vista es una basura, que ya les vale... Lo gracioso es que los que más se quejan del producto y de la compañía soon los que no han pagado las licencias. Adicionalmente, determinados genios de la informática dedican su brillante intelecto a desarrollar virus devastadores que machaquen a los retoños de Bill Gates. 




Sin embargo, en el extremo contrario se erige Steve Jobs, o quien quiera que le sustituya al frente de Apple ahora mismo tras sus problemas de salud, con una visión del negocio diametralmente distinta, basada en mercados de nicho compuestos por profesionales de la informática, del periodismo, del diseño, etc, pero ajena al mercado de masas (no sé si porque no quiere o porque no puede).




Todo el mundo paga por sus productos y no poco, vive Dios. Y a diferencia del caso anterior, sus clientes son "recomendadores", como se definen en la escala de la lealtad del marketing, auténticos apóstoles de la empresa, que no dudan en intentar evangelizarte sobre las virtudes de la Manzana a poco que expreses una tímida opinión sobre el mundo de los unos y los ceros.




Y parece ser que Microsoft se ha convertido en su propio enemigo: se rumorea que el descenso de beneficios experimentado en el primer trimestre semestre del año, hasta un 39% en el caso de  Windows, se pueden deber al hecho de  haber puesto en circulación versiones beta del Windows 7, hecho que habría ralentizado en este periodo la venta de ordenadores y por ende de sistemas operativos, porque el público estaba a la espera del lanzamiento oficial para realizar sus gastos en microinformática.

 
Me parece que el próximo ordenador que me compre me voy a pasar al software libre.

jueves, 22 de octubre de 2009

En algún lugar, arriba entre las nubes

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Cada vez que oigo hablar del Cloud Computing me viene a la cabeza ese poema de William Butler Yeats, An Irish Airman Forsees His Death (Un aviador irlandés prevé su muerte), que empieza: “I know that I shall meet my fate/somewhere among the clouds above…” No deja de ser un nombre poético para hacer referencia a la última tendencia de la informática basada en el hecho de que las aplicaciones y programas de usuario -y los ficheros generados por ellos-, no residen en el ordenador del usuario, como era uso y costumbre hasta ahora, sino en la red.

Cloud Computing supone que la suite Microsoft Office, generalmente pirata, que usabas hasta ahora, es sustituida por un equivalente situado en un servidor de red perdido en algún lugar remoto del mundo, a menudo de nombre impronunciable, así como esos poemas deleznables que escribes y la presentación animada de fotos de la boda de la prima Genoveva, a la que con escaso gusto añadiste música de Bon Jovi.

A favor de este sistema, que puedes acceder a tus documentos o usar los programas desde cualquier ordenador, y supongo que en breve, desde cualquier móvil o PDA. Adicionalmente, el disco duro de los ordenadores ya no tiene que albergar una memoria de sobra para controlar el viaje de una sonda espacial a Júpiter, como pasaba hasta ahora, para que  encima con cada nueva versión de un programa o sistema operativo se nos quedara la CPU estrecha.

En contra, aparte de la necesidad de disponer de un acceso de red de banda ancha suficiente y fiable, está el tema de la seguridad. Porque, ¿quién me garantiza a mí que nadie va a acceder a mis archivos privados, estando como están en algún lugar, arriba entre las nubes? Y por otro lado, ¿y si un fallo general del servidor borra toda mi información, algo que ha pasado recientemente con Sidekick en Estados Unidos, como comentaba Enrique Dans en su blog? Sin embargo, nuestros discos duros locales también están sujetos a virus y averías devastadoras, así que el riesgo siempre ha estado allí.

Hasta ahora el Cloud Computing es un fenómeno incipiente con servicios como los que ofrece Zoho, pero habrá que ver qué pasa cuando el gigante (o jayán, como decían en las novelas de caballerías) Google consiga imponer sus innumerables aplicaciones, como por ejemplo Google Docs (un procesador de texto en red), y la gente en masa se acostumbre a ellas como se acostumbró a utilizar el buscador homónimo para casi todo.

martes, 13 de octubre de 2009

La insoportable levedad de Twitter

Firmemente convencido de que efectivamente el fenómeno Web 2.0 está aquí para quedarse, es decir, que no es una moda pasajera, y que, otra vez efectivamente, está introduciendo cambios en cómo se relacionan las personas entre sí y las instituciones con las personas -aunque todavía apenas se aprecien-; sin embargo, tengo que decir que, de todos los servicios y aplicaciones, Twitter siempre me ha parecido una auténtica majadería, por lo menos en lo que al uso personal respecta.


Twitter es una mezcla de blog y red social, en concreto, microblogging, porque no deja escribir en cada entrada más que 140 caracteres. La parte de red social viene asociada a la funcionalidad de que tú puedes seguir a otros twitteros (o como quiera el Diablo que se llamen) y ellos a ti, tal y como sucede en redes como Facebook. El resultado de este ingenio es un teletipo en el que algunos retransmiten las últimas novedades del sector TIC (y hace falta una piedra Rosetta para descifrar lo que dicen), que son los aspirantes a gurús; y luego está la mayoría que te cuenta las vulgaridades cotidianas que todos hacemos y que a nadie –ni siquiera a ti mismo-, interesa.


Por ejemplo, he visto en un Twitter a uno que te cuenta lo que pesa todos los días, que no es poco a no ser que mida 1,90, y que no contento con la humillación pública, encima hace comentarios que dan pistas sobre cómo se hincha de grasas los fines de semana; otro membrillo se dedicó a twittear en junio el concierto de U2 de Barcelona, en vez de atiborrarse a cerveza y disfrutar de la música (al que le gusten, que a mí me parecen un tostón) como hacen el resto los terrícolas (que comulguen con el baboso de Bono).


Pues bien, según un reciente artículo de Mashable!, el crecimiento de Twitter, en número de visitantes, ha estado prácticamente estancado en los últimos tres meses, e incluso ha bajado en septiembre, que es cuando se supone que se reactiva la actividad en el mundo de Internet. El otro coloso Web 2.0 que es Facebook tampoco ha crecido, pero hay que tener en cuenta que con 300 millones de parroquianos en todo el mundo puede haber alcanzado un merecido estado estacionario, magnitudes que Twitter no alcanza ni de lejos.


¿Será el principio del fin de la herramienta de chorrablogging? MySpace, el pionero del éxito en medios  sociales, está cayendo en picado en número de acólitos… It´s the end of the World as we know it (and I feel fine), como pregonaba REM a finales (mediados) de los ochenta.

jueves, 8 de octubre de 2009

El oportunista

“Me he clavado un alfiler en el pescuezo,
me he juntado con los punk, soy un moderno,
ahora me meo en el metro, nada me importa,
y le pego hasta a mi padre, soy un pasota”


Así retrataba Rosendo Mercado, al frente del insuficientemente valorado grupo Leño, a la gente que a principios de la década de los ochenta se apuntaba la emblemática movida madrileña, intentando resultar los más originales y distintos de los demás. En aquella época, en Madrid, si no tocabas en un grupo de rock, pintabas, esculpías, hacías fotos o happenings en general, es decir, algo que te distinguiese de la plebe vulgar, te podías considerar un auténtico pringao fuera de onda.

Y algo parecido, salvando las distancias del tiempo y el espacio, ocurre en la actualidad con el sector de los “enteradillos” de Internet, un colectivo que, aunque invisible para el gran público, se consideran a sí mismos como los amos del calabozo de las redes y de la tecnología en general.

La máxima aspiración de este colectivo es llegar a ser gurús de las TIC; que sus blogs y páginas en redes sociales lleguen a ser verdadera referencia para el sector, independientemente de que tan solo repitan noticias que pillan en Mashable o Wired: la meta es siempre estar a la última.

Y te das cuenta que sus twitters son verdaderos teletipos sobre el último berrido de la industria del móvil o la más cool API de Facebook, y que no aportan prácticamente nada de análisis sobre lo que está pasando a su alrededor –que es lo que resultaría interesante-; y encima cuando tratas con ellos cara a cara y humildemente les pides que te introduzcan un poco en los pormenores de este nuevo mundo Web 2.0, te tratan con un desprecio tal que te sientes Barnie Gamble, el amigo (más) borracho y lerdo de Homer Simpson.

Lo cierto es que cuando escuchas una conferencia de un científico de verdad, como Lázsló Barabási, experto mundial en redes y autor de Linked, una reflexión bastante profunda sobre todo tipo de redes (biológicas, humanas, de telecomunicaciones…), es cuando te das cuenta de la de payasos que tiene este circo, muchos más que trapecistas, que a fin de cuentas se la juegan, y de lo vacío de sus discursos.

lunes, 5 de octubre de 2009

Charlie no hace surf

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Y el Ministerio de Educación tampoco parece muy hábil de cara a fomentar la inmersión de los alumnos y docentes españoles en las tecnologías de la información y las comunicaciones y en una enseñanza basada en la navegación por las redes. El plan Escuela 2.0 parece una maniobra bastante torpe para acometer la necesaria modernización de las aulas y podría convertirse en su particular Vietnam, es decir, un atolladero en el que no se puede avanzar pero que tampoco permite la retirada.

Conocí al actual Ministro de Educación, Ángel Gabilondo, hace unos años en la presentación de un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que entonces era rector, sobre la estructura solidaria de las universidades españolas. Fundación Telefónica  financió el trabajo y, tras el acto y durante el grato vino español que vino a continuación, yo, que había establecido una cabeza de playa junto a una bandeja de jamón serrano, me lo encontré de bruces agradeciéndome nuestra ayuda, a mí, el último primate de la organización. Conmovido por su humildad, con lágrimas en los ojos y tocinillo en las comisuras, le aseguré que una y mil veces más repetiríamos la hazaña si las circunstancias lo demandaran (o demandasen).

Payasadas aparte y dejando bien clara mi admiración por la talla intelectual y personal del Sr. Gabilondo, creo que no se ha planteado bien el tema de la modernización de la enseñanza, dejando de lado factores presupuestarios y de la geopolítica, es decir, la implantación en aquellas comunidades autónomas poco afines al puño y la rosa.

Y hay que estar de acuerdo en que no se puede implantar tecnología sin tecnología, es decir sin equipos, pero de ahí a dotar un ordenador por alumno hay un abismo. La experiencia en este sentido que hemos desarrollado en EducaRed en los últimos tres años, con experiencias que ya se pueden considerar exitosas, ha apostado más bien por el trabajo colaborativo entre los alumnos, y por compartir los equipos dentro de las aulas y entre distintos niveles y asignaturas. Esto, aparte de un considerable ahorro de costes, fomenta el aprendizaje colectivo entre el alumnado.

Y tan importante como los ordenadores y las pizarras digitales son la formación al docente, que no se limita a enseñarles a desenvolverse en Microsoft Office sino a que sean capaces de impartir su asignatura con los medios nuevos, y una guía y orientación permanente por un equipo de expertos actuando sobre el terreno, en los centros escolares, así como on line.  Y finalmente, iniciar la experiencia en centros piloto con la suficiente anticipación, de forma que se puedan generar acervos de buenas prácticas exportables al resto de centros, y de detectar obstáculos y problemas en el proceso que puedan ser esquivados posteriormente.

Espero sinceramente que este plan no suponga la caída de Saigón para el actual equipo ministerial.
 
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