lunes, 29 de octubre de 2018

Retrato de las redes sociales en España

Las redes sociales ya forman parte de nuestras vidas. Poco a poco han ido acoplándose a nuestra rutina cotidiana, tanto como medio de comunicación con los demás, como una fuente de información y de entretenimiento. Después de casi una década desde que alcanzaron un público masivo, tras una etapa de competencia entre ellas y crecimiento desmesurado los medios sociales supervivientes parecen haberse estabilizado en volumen de usuarios. El Estudio Anual de Redes Sociales 2018 (novena edición) de IABSpain y patrocinado por Adglow dibuja una panorámica del estado de este fenómeno en nuestro país.

Una de las principales conclusiones del estudio es la alta penetración de las redes sociales en España: el 85% de la población que utiliza Internet tiene un perfil en algún medio social. Ahora bien, la evolución interanual del número de usuarios presenta un estancamiento en los últimos años, después del periodo de crecimiento acelerado de 2009 a 2014. Se trata de una tendencia de estabilidad que denota una saturación de este mercado específico.

Un dato curioso que ofrece el trabajo es el perfil del español que no utiliza redes sociales, que es mayormente un varón mayor de 46 años con estudios universitarios.

Entrando ya en el terreno de las marcas, Facebook y Twitter son las redes más populares seguidas de Instagram, si bien la plataforma del pájaro azul cae en notoriedad respecto al año anterior. Si atendemos al número de usuarios, Facebook vuelve a encabezar la lista (aunque ha perdido usuarios), seguida de WhatsApp, YouTube, Instagram y finalmente Twitter. Pero si hablamos del grado de satisfacción que proporcionan, WhatsApp se lleva la palma y también son positivamente valoradas YouTube, Instagram y Spotify, mientras que Facebook y Twitter quedan por debajo del promedio, muy a la cola. Finalmente, WhatsApp es la red a la que más horas le dedican los usuarios seguida de Spotify.

En el capítulo relativo a los usos que le damos a las redes sociales, la comunicación con otros es el más importante, además de ver vídeos o escuchar música. Menor importancia tiene el formarnos y aprender cosas allí y el aportar nosotros mismos contenidos. Si atendemos a cómo nos comentamos, queda claro que la tableta es el medio menos utilizado (48% de los encuestados) frente al ordenador (91%) y el móvil (95%). El ordenador es el dispositivo preferido para acceder a Facebook y YouTube, mientras que el smartphone se utiliza más para WhatsApp, Instagram y Twitter.

Si atendemos a las relaciones del usuario de redes sociales con las marcas, comprobamos que estas son estrechas, pues 8 de cada 10 sigue a marcas en las redes. Sin embargo, no llega al 30% el número de usuarios que piensa que las marcas que tienen presencia en redes sociales son más fiables que las que no. Más de la tercera parte de los navegantes acepta de buen grado la publicidad en redes sociales siempre que esta sea acorde con sus intereses. Por otro lado, el 57% se informa en medios sociales antes de realizar una compra online.

El 70% de los usuarios sigue a algún influencer y consideran a este colectivo como sincero, creíble y poco relacionado con la publicidad.

La llamada Generación Z (entre 16 y 23 años) es la que hace uso de un mayor número de redes la vez y sus medios preferidos son WhatsApp, Instagram y YouTube.


martes, 23 de octubre de 2018

La educación se suma a blockchain

Las ventajas que puede aportar el utilizar las cadenas de bloques en la enseñanza han centrado la temática de la nueva publicación de la colección Transmedia XXI que edita Learning, Media & Social Interactions de la Universitat de Barcelona. Blockchain en Educación. Cadenas rompiendo moldes es probablemente el primer libro, publicado en español, sobre las aplicaciones de la tecnología blockchain en educación, según sus autores. En cualquier caso, es un largo y profundo análisis sobre las ventajas que podría aportar esta tecnología a los sistemas formativos, que además presenta ejemplos concretos de experiencias en marcha al respecto de centros como el MIT, la británica Open University o la Universidad de Nicosia en Chipre.

La seguridad y la transparencia son los principales activos de las cadenas de bloques frente a otros sistemas de validación digitales, pues:

  • El registro entero es distribuido a través de una amplia red de ordenadores, es decir, los de todos los participantes en cada blockchain. De esta forma, una caída del sistema no implica perder la información que contiene.
  • Es posible confirmar la identidad de cualquier añadido o modificación en un registro.
  • Cuando un bloque ha sido añadido por consenso entre los participantes, no puede ser eliminado o alterado ni siquiera por los autores originales.
  • Los eventos registrados en la cadena pueden ser vistos por todos, pero la información sobre las personas implicadas se conserva privada.
El uso más inmediato de blockchain en la educación es la generación de los certificados académicos de los alumnos. La trayectoria formativa de cada persona podría estar albergada en una de estas cadenas para ser consultada sin intermediación cuando haga falta, por ejemplo, al solicitar un empleo.

Las ventajas que ofrece frente a otros tipos de certificación digital son:

  • Que no se pueden falsificar y es posible verificar que el certificado fue originalmente emitido y recibido por las mismas personas que se indican en dicho certificado.
  • Cualquiera que pueda acceder a la blockchain puede verificar el certificado mediante un sistema de software de acceso libre sin intermediarios.
  • Al no requerir de intermediarios que validen el certificado, éste puede ser validado incluso si la entidad emisora deja de existir.
  • Para poder destruir el registro de certificados emitidos y recibidos en blockchain habría que destruir cada copia de cada ordenador del mundo que aloje el software.
En esta línea de trabajo, el MIT ha creado, junto con la empresa informática Learning Machine, un estándar abierto bautizado como Blockcerts para emitir y verificar certificados en blockchain. Se trata de un software libre que la institución bostoniana ofrece de forma gratuita a todo centro formativo que quiera utilizarlo. Gracias a este sistema los estudiantes pueden operar sin la intermediación de la universidad, es decir, su expediente académico reside en blockchain y ellos tienen el control de sus propios registros sin la intermediación de la secretaría de la facultad.

Otra aplicación de blockchain es el facilitar el pago de los gastos asociados a la formación, por ejemplo, las tasas de matrícula, admisión y acceso, con la criptomoneda bitcóin. Este particular es especialmente relevante en el caso de los alumnos extranjeros, pues les evita las comisiones bancarias asociadas al envío de remesas, que pueden llegar a suponer en algunos casos hasta un 20% más de las tasas de matrícula.

La Universidad de Nicosia en Chipre es pionera en la apuesta por introducir blockchain en su funcionamiento. Aparte de emitir certificados académicos a través de este medio y de ofrecer formación específica a los alumnos sobre las cadenas de bloques (Master of Science in Digital Currency), acepta bitcóin para el pago de matrículas de todos sus grados mediante Bitpay, su propia pasarela de pago, ofreciendo un 5% de descuento al alumnado.

Las cadenas de bloques también pueden transformar la forma tradicional de enseñanza y aprendizaje, en la que el profesor es el portador del conocimiento y el alumno debe recibir ese conocimiento de su maestro. Concibiendo la educación como un proceso emprendido por el alumno, que construye su propio conocimiento en base a un aprendizaje individualizado, los autores del libro afirman que “la tecnología blockchain permite tratar el conocimiento como una construcción elaborada por individuos a través de fragmentos similares de conocimiento”.

De esta forma, establecen una metáfora entre los elementos de la arquitectura blockchain y la enseñanza, que reproduzco a continuación:
  • Los estudiantes serían los participantes o nodos de la cadena de bloques.
  • Los mapas conceptuales para el estudio son los registros
  • Los procesos de aprendizaje o cambios en los mapas conceptuales equivaldrían a las transacciones en blockchain.
  • Finalmente, la certificación académica de los estudiantes estaría representada por los smart contracts o contratos inteligentes.
En este contexto, aunque los alumnos reciben fragmentos similares de conocimiento, blockchain permite que cada uno construya su itinerario personal de aprendizaje individualizado: “la combinación/disposición/secuenciación de esos bloques de conocimiento no tiene que ser necesariamente la misma para cada estudiante; a veces estos itinerarios son distintos para cada persona.”

El aprendizaje diseñado a medida de cada alumno es una vieja demanda de las corrientes recientes de la innovación pedagógica frente al aula tradicional, en la que todos reciben el conocimiento de forma uniforme. Puede que blockchain permita algún día llevar a cabo ese gran salto adelante en los modelos de enseñanza y aprendizaje.

lunes, 15 de octubre de 2018

¿Qué trabajadores son más vulnerables ante la revolución digital?

El Observatorio de BBVA Research publicó en marzo el trabajo Cuán vulnerable es el empleo en España a la revolución digital?, que, firmado por Rafael Doménech, Juan Ramón García, Miriam Montañez y Alejandro Neut, pretende identificar qué tipos de trabajadores ven más amenazados sus empleos por el cambio tecnológico en nuestro país.

Dentro del análisis actual en el marco internacional existen dos visiones radicalmente distintas. La más negativa defiende que la revolución digital que experimentamos en la actualidad es mucho más profunda que las revoluciones industriales del pasado y que va a acabar con un volumen importante de puestos de trabajo, sin crear otros nuevos y condenando a las masas de desempleados a la marginación y a la exclusión social. Pero también están los que pregonan que los efectos de la transformación crearán más empleos en nuevos sectores de actividad de los que destruyen, generando crecimiento económico y bienestar.

Evidentemente, nuestro país no se queda al margen del proceso de transformación digital y el informe de BBVA Research ha querido conocer qué tipo de trabajadores españoles se verán más afectados por la irrupción de la tecnología. Aunque la primera tarea consiste en evaluar el volumen de riesgo, es decir, qué porcentaje del empleo se encuentra en la actualidad en riesgo elevado de automatización.

Para determinar la cifra, los autores han utilizado el estudio ya clásico de Carl Benedikt Frey y Michael Osborne The Future of Employment: How susceptible are jobs to computerisation? junto con microdatos de la muestra anual de la Encuesta de Población Activa (EPA) entre 2011 y 2016. El resultado es que más de la tercera parte de los trabajadores actuales presentan una alta probabilidad de ser sustituidos por una máquina, en concreto, el 36%. ¿Esto es mucho o poco? Aunque es una cifra bastante inferior a la de Alemania, en donde casi el 60% de los puestos de trabajo son automatizables, no deja de ser preocupante.

El siguiente paso del estudio consiste en determinar las características de los ocupados más en riesgo. Para ello, se han tenido en cuenta numerosas variables, desde la edad y el sexo hasta el nivel de formación o el sector de actividad. De esta forma surge el siguiente retrato.

Atendiendo a la edad, el riesgo de automatización es comparativamente mayor para jóvenes que para los mayores de 33 años. En cambio, no se aprecian diferencias entre ambos sexos.

El nivel formativo del trabajador es también un condicionante de la vulnerabilidad laboral, estando más expuestos aquellos con menor nivel educativo, dado que cuanto más formados más capacidad tienen los ocupados de realizar tareas que las máquinas no pueden hacer.

Por otra parte, los trabajadores asalariados presentan más riesgo que aquellos que trabajan por cuenta propia. Dentro de los asalariados, los del sector privado son bastante más vulnerables al cambio tecnológico que los del público.

Atendiendo al tipo de ocupación, tienen más posibilidades de ser sustituidos por la tecnología los que desempeñan tareas de instalación y mantenimiento, de administración, del sector primario, y de los servicios, en general. En el extremo opuesto, se muestran difícilmente sustituibles aquellos que trabajan en temas de educación, legislación, arte y servicios audiovisuales, así como los de actividades sanitarias, financieras y científicas y de investigación.

Analizando los sectores de actividad económica, el empleo del sector primario, la hostelería, la industria manufacturera y las actividades del hogar es el más fácil de ser desplazado, mientras que el de la educación, las actividades profesionales, científicas y técnicas y las del sector de las tecnologías de la información y las comunicaciones se percibe como más sólido.

La posición jerárquica en la empresa u organización también presenta distintos niveles de riesgo de automatización, siendo este muy bajo para directores de grandes y medianas empresas y muy elevado para empleados sin trabajadores a cargo.

La capacidad de adaptación a nuevas formas de trabajar parece condicionar la supervivencia del trabajador, pues se ven más amenazados aquellos que no teletrabajan y mucho menos los que lo hacen más de la mitad de los días.

Finalmente, los trabajadores de las comunidades autónomas con más probabilidad de ser reemplazados por tecnología son los de Murcia, Canarias y Baleares, mientras que los de la Comunidad Autónoma de Madrid son los que menos.

Basándonos en estos resultados, podemos enumerar los principales factores que determinan la probabilidad de automatización:
  1. La posición jerárquica en la empresa: a más responsabilidad, menos riesgo.
  2. El nivel formativo: los más forzados son más difíciles de sustituir por tecnología.
  3. El sector de actividad: los más seguros son la sanidad, la educación y los servicios sociales.
  4. La adopción de nuevas formas de trabajo, como el teletrabajo, contribuye a reducir la vulnerabilidad a la automatización.

El resto de las variables contempladas, como la edad o el tiempo de permanencia en la empresa, no tienen tanto peso específico como determinantes.

El estudio finaliza con tres propuestas para atenuar las repercusiones negativas del progreso tecnológico sobre el empleo presente y futuro:
  • Invertir más y mejor en capital humano para que la población adquiera conocimientos –fundamentalmente, en áreas STEM– y habilidades cognitivas y no cognitivas complementarios al progreso tecnológico.
  • Reformar el mercado de trabajo quitando barreras a la inversión empresarial y la contratación e introduciendo medidas que optimicen su funcionamiento.
  • Diseñar mecanismos que compensen a los damnificados por la revolución digital, es decir, aplicar medidas redistributivas que eviten la exclusión social de amplios sectores de población.

martes, 2 de octubre de 2018

Por qué debemos enseñar filosofía a los fontaneros

Todos en mayor o menor medida hemos asumido y aceptado el discurso que rige en la actualidad sobre la necesidad de una formación para la empleabilidad, sobre lo imprescindible de enseñar a manejar tecnología a los más jóvenes, o sobre la importancia de impulsar las vocaciones denominadas STEM, es decir, las relativas a las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas. Lo último que escuchamos ahora es que, en el futuro, todo el mundo deberá saber programar si quiere acceder a un trabajo y que los niños y las niñas deben aprender a hacerlo en el colegio.

También damos por sentado que en este “sálvese quien pueda” de mundo que nos ha tocado vivir las humanidades son absolutamente prescindibles en la formación y la cultura de un habitante del siglo XXI. Pues bien, hace ya algún tiempo, el profesor de filosofía Scott Samuelson rebatió estos argumentos en un artículo que publicó The Atlantic con el sugerente título de Why I Teach Plato to Plumbers o Por qué enseño Platón a los fontaneros.

La tesis básica que expone el texto es que este discurso de la formación útil y de la educación para la empleabilidad en las empresas tiene un trasfondo marcadamente clasista. Las clases altas siempre han gozado, y lo hacen todavía, de una educación humanística que suele combinar, especialmente en las universidades de Estados Unidos, la especialización profesional con una amplia cultura intelectual, en literatura, historia, filosofía o en las artes plásticas.

Samuelson argumentaba que este barniz intelectual que reciben las clases pudientes de la sociedad tiene su explicación en tres factores: 

  1. Porque pega con el modelo de ocio de los privilegiados el disfrutar de aquellos bienes elevados de la raza humana: leer a Aristóteles, escuchar sinfonías de Beethoven, viajar por Italia visitando obras de arte…
  2. Porque son personas destinadas a liderar en la política y la economía por derecho de nacimiento y necesitan saber pensar por sí mismos (algo que proporciona una cultura elevada), mientras que a las clases inferiores se las educa a enfrentarse a diversas situaciones más o menos previstas.
  3. Por último, porque siempre está el impulso elitista de abrazar la cultura para diferenciarse de las clases inferiores incultas y previsibles.
Mientras que los ricos proporcionan a sus retoños una educación completa intelectualmente impartida en centros escolares y universidades de lujo, que incluyen sin excepción los distintos campos del saber, elaboran un discurso que defiende la educación para las masas para enfrentarse a un mundo global, es decir, la manida cháchara de la empleabilidad, que no busca formar a personas, sino a fuerza de trabajo.

Recortan cuanto pueden los recursos de la educación pública porque, a fin de cuentas, las clases bajas solamente necesitan formación para convertirse en factor de producción. Nos recuerda Samuelson, a través de una cita de Henry David Thoreau, el concepto que tenían los romanos de la educación:

“Parece que hemos olvidado que la expresión `una educación liberal´ significaba originalmente para los romanos aquella que merecían los hombres libres; mientras que el aprender sobre negocios y profesiones, que únicamente sirve para ganarse la vida, era considerado como algo solamente destinado a los esclavos.” 

Nota al margen: se dice que una parte importante de los hijos de los empleados de las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley estudia en colegios sin ordenadores ni dispositivos electrónicos, y en cambio, lo hacen con papel, tiza, lápices y materiales básicos como únicas herramientas. La razón es que sus padres –esos que diseñan en Google, Apple o Facebook la tecnología que nos mantiene enganchados a las pantallas- considera que el uso de ordenadores inhibe el pensamiento creativo, el movimiento, la interacción humana y la capacidad de atención.

¿Estamos creando esclavos para el sistema productivo con la excusa de la revolución digital? ¿Es el aprender a programar hoy en día equivalente a aprender a manejar un telar en el Manchester de 1870?

 
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