jueves, 25 de abril de 2013

La doctrina económica social en el Antiguo Testamento

A pesar de que el calvinismo, en el que basa su doctrina el capitalismo, hace un alarde de crueldad al ser traducido a una doctrina económica, justificando la acumulación de riqueza de unos pocos y condenando moralmente la pobreza de los desfavorecidos; existe una interpretación social de las Sagradas Escrituras, en concreto desde el judaísmo, que identifica en el Antiguo Testamento principios éticos destinados a promover el bien general de las personas.

He llegado a estas teorías a través del libro Primero la gente (Deusto, 2007), una obra a dos manos entre el Nobel de Economía Amartya Sen y  el experto en responsabilidad social corporativa Bernardo Kliksberg. Es este último autor el que dedica en el volumen un capítulo a analizar la visión social de la Biblia, desde su fe que coincide que es la hebrea.

A juicio de Kliksberg, los textos de la Tora (instrucción), base del judaísmo, no sólo centran su foco en cuestiones como la pobreza, la exclusión social, las desigualdades y las responsabilidades de la sociedad frente a estos temas; la preocupación se materializa en principios rectores y orientaciones de comportamiento al respecto muy precisas. Es decir, que no se puede hablar de unas vagas ideas bondadosas.

Son escritos de los que emana una profunda doctrina económica y social, que es canalizada por la Divinidad a través de figuras humanas, los profetas, que intentan llamar la atención del pueblo sobre los problemas sociales.

Kliksberg identifica las siguientes visiones de economía social en el Antiguo Testamento:

A. La idea de responsabilidad del uno por el otro

Básicamente, que cada uno debe velar por sus semejantes, expresado no como una opción recomendable, sino como mandato. Levítico (19:18): “y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No supone una forma especial de actuar, debe ser la manera cotidiana de vivir.

B. La pobreza debe ser erradicada

Coincidiendo con teorías del desarrollo actuales, el Antiguo Testamento afirma que la pobreza no es inevitable y que no forma parte del designio divino. El texto del Deuteronomio (15-4), “bien que no debe haber en medio de ti menesteroso alguno”, es interpretado por analistas como Yeshahahu Leibowicz,  no como una promesa divina, sino como una exigencia impuesta al ser humano. Debemos evitar que haya indigentes entre nosotros.

C. La dignidad del pobre debe ser preservada por todo los medios

Según la interpretación de Kliksberg,  el mensaje bíblico obliga a proteger a las figuras que encarnan la exclusión en la antigüedad, es decir, las viudas, los huérfanos, los extranjeros y los pobres, a grandes rasgos. La solidaridad con los semejantes es una obligación primordial.

D. Evitar las grandes desigualdades

La interpretación parte de la idea de que las grandes desigualdades han sido generadas por las sociedades, no están en los designios divinos.  Como indica Kliksberg, en el texto bíblico surge de forma poderosa la idea de que la tierra ha sido creada para compartirla, Levítico (25:23): “la tierra, pues, no podrá venderse a perpetuidad, porque mía es la tierra, pues vosotros sois extranjeros y forasteros para conmigo”.

E. La sociedad debe organizarse para combatir la pobreza

Se plantea en la Sagradas Escrituras un verdadero estado del bienestar: acción colectiva de comunidad frente a los problemas económicos y buen gobierno. Se plantean los cimientos de los sistemas fiscales, una primitiva legislación laboral, regulaciones del mercado, además de medidas asistenciales para los enfermos, los ancianos, la educación de los niños… Hasta el punto de afirmar: “ayudar al otro de modo tal que después no necesite ayuda, entrando en sociedad con él o dándole un préstamo”. Enseñar a pescar en vez de alimentar, vamos.

F. El voluntariado es una obligación ética

Aparte de la acción del Estado, se considera necesaria una conducta individual solidaria en el día a día. El voluntariado debe ser una forma de vida; en el Talmud se considera que la “tzedaka”, la acción solidaria, es “igual en importancia que todos los otros mandamientos combinados. El mandato bíblico considera un grave error de omisión no actuar cuando se puede hacerlo.

martes, 16 de abril de 2013

Innovar en tiempos revueltos

Me encontraba buscando información en Google sobre las ideas del tecnólogo David Albury en relación con la educación del siglo XXI, cuando me topé con el resumen de una interesante exposición suya, que impartida en Australia, versaba sobre los principios de la innovación para el sector público en tiempos de recortes. En concreto es un post titulado Innovation in times of constraint cuyo contenido resumo a continuación.

En primer lugar, hace alusión al necesario equilibrio que debe observarse entre innovación, recortes y eficiencia. El efecto de las restricciones presupuestarias, la desinversión y el abandono de actividades, puede ser compensado a través de la innovación y de la eficiencia. A través de esta última se pueden obtener los mismos resultados con menos recursos, mientras que la innovación nos permite alcanzar mucho mejores resultados con una cantidad significativamente menor de recursos.

Las agencias y organismos del sector público suelen tender a mirarse el ombligo, por desgracia, pero la innovación en gran medida consiste en sacar la cabeza del caparazón y otear lo que están haciendo los demás: otros países, otro tipo de organizaciones, inspirarse en los mejores ejemplos.

Otro elemento importante es disponer de un modelo sistemático de innovación; no basta con la inspiración y la creatividad. Se trata de poder identificar las demandas de la sociedad e implementar las soluciones eficaces como parte de un proceso continuo.

David Albury identifica cuatro grandes tendencias que condicionan el presente y el futuro de la actividad pública:

  1. La presión de los retos a largo plazo, como pueden ser el envejecimiento de la población o el cambio climático.
  2. Los temas recurrentes sin visos de solución inmediata, problemas como el alcoholismo o la drogadicción en la sociedad.
  3. Demandas emergentes y crecientes de nuevos servicios públicos fruto de los cambios en las expectativas de los ciudadanos.   
  4. La crisis global como factor de constricción de la oferta de servicios públicos.

Atendiendo a esto último, las épocas de recortes pueden ser un importante estímulo para la innovación. La escasez de recursos debería espolear la imaginación para poder dar más con menos. Este principio constituye un reto para los poderes públicos que actualmente no cesan de quejarse y suprimir servicios sin más (bien es verdad que es algo que deseaban nuestros actuales gobernantes desde hace décadas, los ultraliberales del laissez-faire – qué bien les ha venido la crisis).

La innovación en el sector público debe basarse en una práctica común en la empresa privada, como es el desarrollo de simulaciones y prototipos, en este caso, de servicios. Albury nos aconseja huir de las experiencias piloto, que a su juicio parten del supuesto de que estás haciendo las cosas bien y que solamente debes afinar antes de lanzar el servicio. Por el contrario, el uso de prototipos implica que sabemos a dónde queremos llegar pero que también somos conscientes de que vamos a cometer muchos errores por el camino, camino que implica la realización de experimentos con grupos de interés y usuarios, hasta alcanzar los resultados esperados.

Este último punto es crucial dentro del proceso de innovación: la implicación de los beneficiarios o usuarios de los servicios en el diseño de los mismos. Tradicionalmente, la Administración Pública ha construido de forma unilateral la oferta de servicios al ciudadano, sin embargo, resulta relevante la idea de construir una comunidad de implicados en la oferta y la demanda de los mismos, que contribuya colectivamente en su mejora y optimización.

martes, 9 de abril de 2013

De cómo se hunden los europeos en la pobreza

En el sexto año oficial de crisis económica en Europa podemos comprobar como, al margen de lo violento de la recesión, las políticas impulsadas por la Comisión Europea y humedecidas con el isopo de Angela Merkel, alumna aventajada de esa otra iron maiden que fue Margaret Thatcher (que según los chistes de hoy en las redes sociales debe de estar privatizando el infierno), no sólo no nos sacan de los números rojos sino que están empobreciendo a las sociedades de las naciones europeas. Y lo dice Eurostat, la propia agencia estadística de la UE, en el informe Living standards falling in most Member States. Que se puede traducir como que los niveles de vida están cayendo en la mayoría de los Estados miembros.

No es una novedad si nos referimos a los “cerdos” de siempre, como nos llaman los europeos del norte a los españoles, griegos, irlandeses, portugueses, italianos, y supongo que ahora, chipiotras (bienvenidos al club de los pringaos). Lo que me extraña es el “most” del título. ¿La mayoría de los países de la UE están perdiendo nivel de vida, es decir, no sólo los pecadores del mea culpa? Qué raro que las políticas aplicadas no beneficien por lo menos a las naciones aplicadas con sus deberes económicos.

Los datos de Eurostat, aun publicados en este año, nos remiten a 2010, y expresan que en 15 de los países de la Unión Europea la población perdió nivel de  renta. Los que más sufrieron dicha caída fueron Bulgaria (6,6%), Letonia (6,1%) y, cómo no, España (5,8%).



Por supuesto, el estrato de población que ha sufrido la caída de poder adquisitivo con más fuerza ha sido el de los desempleados, excepto en Dinamarca, Reino Unido, Alemania, Francia, Finlandia, Chipre y Holanda, en donde los parados conocieron una evolución de su renta mejor que las personas empleadas entre 2009 y 2010.

Uno de los datos más alarmantes y que delata la gravedad de la situación que estamos viviendo es el del acceso de los europeos a los alimentos básicos. Según Eurostat, alrededor del 10% de los habitantes de la Unión Europea no puede permitirse alimentarse de pescado, carne o pollo, o una dieta vegetariana equivalente en nutrientes, cada dos días.

Por países, esta cifra era relativamente baja en España en 2011 (vete tú a saber dos años después), en torno al 3%, pero llegaba hasta el 29% en Hungría, el 38,8% en Letonia, y hasta el 50% en Bulgaria.

En fin, que creo que vamos en la dirección equivocada: una política fiscal procíclica en tiempos de crisis, la ausencia de política monetaria (de hecho es lo que se le reclama al Banco Central Europeo estos días: que actúe de una puñetera vez como la autoridad monetaria que es), y por supuesto, la eliminación de cualquier tipo de política de infraestructuras. Es lo que alababa hoy en el diario El país el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz: el combinar eficientemente estos tres vectores. Cuándo aprenderemos…

martes, 2 de abril de 2013

Playmobil, los muñequitos sonrientes surgidos de la crisis

Como no todo van a ser desgracias lo que contamos en este blog, hoy vamos a hablar de un juguete entrañable que a más de uno le traerá buenos recuerdos: los “clicks” de Playmobil. Muñecos siempre sonrientes, de diseño infantil y aparentemente simplón que llevan décadas liderando el mercado mundial del juguete, batiendo en buena lid a adversarios de éxito más coyuntural (quién se acuerda hoy en día de los Airgam Boys).

Lo curioso del universo Playmobil es que su origen está en otra crisis, la de principios de la década de los setenta. Pero vayamos por partes.

Como informa el blog PuroMarketing, la marca Playmobil es propiedad del grupo alemán Brandstäter, que fue fundado en 1876 por Andreas Brandstäter, y que inicialmente fabricaba artículos de decoración. Ya en el siglo XX orientaron la producción hacia objetos metálicos, como teléfonos y cajas registradoras, y no fue hasta la década de los 50 en que se iniciaron en la creación de juguetes de plástico, como por ejemplo, coches.

Con la subida vertiginosa del precio del petróleo desde 1973, el plástico se encareció sobremanera y Playmobil decidió fabricar vehículos de plástico más pequeños que acompañó de unos pequeños personajes humanoides. Habían nacido los “clicks”, como se les conoció en España, que fueron presentados en sociedad en el salón de Nuremberg en 1974. En nuestro país los distribuyó la firma juguetera Famosa y de ahí que en sus inicios se denominasen los “clics de Famobil”.

El éxito de Playmobil, que supongo que ya ha cosechado numerosos case studies en escuelas de negocios, es básicamente su simplicidad y adaptabilidad, es decir, que el mismo muñeco puede adaptarse a cualquier entorno (Edad Media, piratas, vaqueros…) sin ningún tipo de cambio en el diseño.

Podemos destacar entre los factores que han garantizado el liderazgo de este juguete a través de los años los siguientes:

  • Es un juguete positivo: a pesar de los roles que puedan asumir los Playmobil, siempre llevan el diseño naif y sonriente que les caracteriza, frente a otros juguetes posteriores que presentan un look más truculento y/o violento.
  • Tienen una articulación muy básica (movimientos muy limitados) y pocas piezas, lo que les aporta una mayor solidez y resistencia, especialmente de cara a su uso por niños más pequeños.
  • A pesar de lo elemental de la anatomía del muñeco, los accesorios y dispositivos que le acompañan son extremadamente elaborados, algo que enriquece el juguete en su conjunto.
  • Desde su origen en la primera mitad de los setenta, Playmobil no ha dejado de crear nuevos universos temáticos año tras año, situando a los muñequitos sonrientes en nuevos e innovadores escenarios, aportando nuevas construcciones y edificaciones para ellos, y comercializando vehículos cada vez más alucinantes. Este ritmo vertiginoso de innovación (AKA “no dormirse en los laureles”) es otro rasgo del sello de éxito de la casa.

Por supuesto, el universo Playmobil tiene innumerables fans entre los adultos. Existen coleccionistas que gastan importantes sumas en tener TODO lo que comercializa la empresa, y hasta cuentan en nuestro país con una asociación: Aesclick (Asociación Española de Coleccionistas de Playmobil).

Por cierto, existen más de 21.100 millones de “clicks” en el mundo, lo que supone tres veces más que la población humana.
 
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