lunes, 18 de diciembre de 2023

El auge de los medios digitales y la amenaza de la desinformación

 


El informe anual que publica el Reuters Institute for the Study of Journalism ofrece una panorámica sobre los cambios en los hábitos informativos de la población mundial. La edición de 2023 confirma la aceleración que ha tenido lugar en la tendencia hacia entornos informativos más digitales, móviles y dominados por las plataformas, especialmente desde la pandemia y la invasión de Ucrania. Con todo, la confianza en las noticias ha caído globalmente dos puntos porcentuales respecto del año pasado, después de haber crecido tras la emergencia sanitaria, de forma que solamente el 40% de la población encuestada de los distintos países afirma que confía la mayor parte de las veces en las noticias que recibe. En España ese porcentaje es notablemente inferior, y se sitúa en el 33%.

Nuestro país en concreto es del grupo donde más ha caído el interés por las noticias desde 2015, año en que el 85% de la ciudadanía reconocía tener mucho, hasta el escaso 51% de 2023. Solamente en Argentina se da una caída de tal magnitud -34 puntos porcentuales-, pues ha pasado de 77% a 43% en el periodo considerado. La proporción de la bajada suele ser más acentuada en naciones políticamente polarizadas, y dentro de ellas, entre los estratos más jóvenes de población.

En general, se observa una bajada del consumo de noticias en todos los mercados que contempla el estudio, lo que implica una tendencia decreciente continuada del acceso a medios tradicionales, como la televisión o la prensa escrita, cuyo lugar no es sustituido por completo por los medios online y las redes sociales. Los usuarios de internet consumen menos cantidad de noticias que antaño.

En España, en los últimos diez años ha descendido con fuerza el consumo de noticias vía televisión (del 72% de la población en 2013 al 56% en 2023) y prensa escrita (del 61% al 25%), y más ligeramente el consumo a través de internet (79% a 74%). En cambio, en ese periodo creció considerablemente la proporción de ciudadanía que se informa vía redes sociales, en concreto, del 28% al 50%. Por otro lado, el 41% de la población española comparte noticias por medios sociales, correo electrónico o mensajería instantánea.

Globalmente, el público se muestra escéptico respecto a los algoritmos de personalización de contenidos en base al comportamiento pasado del usuario: solamente un 30% de media considera que supone un buen método para acceder a las noticias. En España, el porcentaje se sitúa en torno al 36%. Esta burbuja informativa hace que la gente tenga miedo de perderse información relevante, en concreto, el 48% de los usuarios en todos los mercados estudiados se siente de esta manera.

El declive del interés por las noticias y la sustitución de los medios tradicionales por las redes sociales a la hora de informarse, aparte de constituir una amenaza para el presente y el futuro de la profesión y la práctica del periodismo, establecen un caldo de cultivo idóneo para que prolifere la desinformación. Una ciudadanía ajena a la información fiable sometida al rigor periodístico se convierte en susceptible de ser manipulada a través de bulos malintencionados.

La primera línea de defensa en la lucha frente a la desinformación es la propia ciudadanía de un país. De acuerdo con el Eurobarómetro, la población española es consciente del peligro que supone la desinformación: en 2022, el 82% lo considera un problema nacional (frente al 78% de la media europea), y la misma proporción lo percibe como una amenaza para la democracia (en la UE, el 81%). Sin embargo, solamente algo más de la mitad (57%) afirma poder identificar con facilidad una noticia falsa, siendo la media de los países el 65%. No deja de ser una contradicción el que, según la misma fuente, el 83% de los españoles afirma que se topa con frecuencia con fake news, a pesar de que pocos dicen reconocerlas.

 
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