El informe anual que publica el
Reuters Institute for the Study of Journalism ofrece una panorámica sobre los
cambios en los hábitos informativos de la población mundial. La edición de 2023
confirma la aceleración que ha tenido lugar en la tendencia hacia entornos
informativos más digitales, móviles y dominados por las plataformas,
especialmente desde la pandemia y la invasión de Ucrania. Con todo, la
confianza en las noticias ha caído globalmente dos puntos porcentuales respecto
del año pasado, después de haber crecido tras la emergencia sanitaria, de forma
que solamente el 40% de la población encuestada de los distintos países afirma
que confía la mayor parte de las veces en las noticias que recibe. En España
ese porcentaje es notablemente inferior, y se sitúa en el 33%.
Nuestro país en concreto es del
grupo donde más ha caído el interés por las noticias desde 2015, año en que el
85% de la ciudadanía reconocía tener mucho, hasta el escaso 51% de 2023.
Solamente en Argentina se da una caída de tal magnitud -34 puntos porcentuales-,
pues ha pasado de 77% a 43% en el periodo considerado. La proporción de la
bajada suele ser más acentuada en naciones políticamente polarizadas, y dentro
de ellas, entre los estratos más jóvenes de población.
En general, se observa una bajada
del consumo de noticias en todos los mercados que contempla el estudio, lo que
implica una tendencia decreciente continuada del acceso a medios tradicionales,
como la televisión o la prensa escrita, cuyo lugar no es sustituido por
completo por los medios online y las redes sociales. Los
usuarios de internet consumen menos cantidad de noticias que antaño.
En España, en los últimos diez
años ha descendido con fuerza el consumo de noticias vía televisión (del 72% de
la población en 2013 al 56% en 2023) y prensa escrita (del 61% al 25%), y más
ligeramente el consumo a través de internet (79% a 74%). En cambio, en ese
periodo creció considerablemente la proporción de ciudadanía que se informa vía
redes sociales, en concreto, del 28% al 50%. Por otro lado, el 41% de la población
española comparte noticias por medios sociales, correo electrónico o mensajería
instantánea.
Globalmente, el público se
muestra escéptico respecto a los algoritmos de personalización de contenidos en
base al comportamiento pasado del usuario: solamente un 30% de media considera
que supone un buen método para acceder a las noticias. En España, el porcentaje
se sitúa en torno al 36%. Esta burbuja informativa hace que la gente tenga
miedo de perderse información relevante, en concreto, el 48% de los usuarios en
todos los mercados estudiados se siente de esta manera.
El declive del interés por las
noticias y la sustitución de los medios tradicionales por las redes sociales a
la hora de informarse, aparte de constituir una amenaza para el presente y el
futuro de la profesión y la práctica del periodismo, establecen un caldo de
cultivo idóneo para que prolifere la desinformación. Una ciudadanía ajena a la
información fiable sometida al rigor periodístico se convierte en susceptible
de ser manipulada a través de bulos malintencionados.
La primera línea de defensa en la
lucha frente a la desinformación es la propia ciudadanía de un país. De acuerdo
con el Eurobarómetro, la población española es consciente del peligro que
supone la desinformación: en 2022, el 82% lo considera un problema nacional
(frente al 78% de la media europea), y la misma proporción lo percibe como una
amenaza para la democracia (en la UE, el 81%). Sin embargo, solamente algo más
de la mitad (57%) afirma poder identificar con facilidad una noticia falsa,
siendo la media de los países el 65%. No deja de ser una contradicción el que,
según la misma fuente, el 83% de los españoles afirma que se topa con
frecuencia con fake news, a pesar de que pocos dicen reconocerlas.
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