A pesar de las profecías de los gurús 2.0, de los chamanes de lo digital y de los diversos vendedores de elixir crecepelo que pueblan los eventos denominados “inspiradores”, un reciente informe de la OCDE pone en cuestión la relación entre el uso de tecnología en el aula y el rendimiento académico. En suma, que los ordenadores, tablets y móviles no hacen milagros en estudiantes que no han adquirido competencias básicas en lectoescritura y matemáticas.
El trabajo, publicado en septiembre del presente año y titulado Students, Computers and Learning, Making the Connection, parte de los datos del informe PISA del año 2012 que arrojaba resultados como que el 96% de los alumnos de 15 años de los países de la OCDE utilizaba dispositivos informáticos en casa, pero solamente el 72% lo hacía en el aula. Pero lo más alarmante es que en los países que sí han realizado un esfuerzo por integrar la tecnología en el sistema educativo no se aprecia una mejora significativa en los alumnos en los campos de las ciencias, las matemáticas y la lectura.
Sorprendentemente, los datos de PISA muestran que en aquellos países donde resulta menos común que los estudiantes usen Internet en el colegio la habilidad lectora ha crecido más que en los que más se apoyan en las redes. También avisa la OCDE que al considerar la inversión realizada en conectividad y dispositivos en educación hay que tener en cuenta que ese gasto “compite” con otras partidas que también inciden en la calidad de la enseñanza: el contratar más profesorado o subir el sueldo al existente (motivación), comprar más libros, invertir en infraestructuras no tecnológicas, etc.
Igualmente curiosa (y preocupante) resulta la hipótesis que aventura el informe acerca de que el gasto en TIC en el aula puede haber desviado su objetivo inicial de mejorar las competencias básicas en matemáticas y lectoescritura del alumno para dirigirse al desarrollo de competencias más relacionadas con el mercado de trabajo. Se trata de una posible explicación al hecho de por qué la habilidad lectora de los estudiantes de países en donde se utiliza intensivamente la web para las actividades relacionadas con la lectura no es mejor que la de los que siguen haciéndolo por medios tradicionales analógicos (lo que viene siendo el libro de papel). En el caso de las matemáticas, el rendimiento de los estudiantes entre 2003 y 2012 ha bajado especialmente en naciones que han reducido la tasa de alumnos por ordenador.
El análisis tampoco parece apoyar la tesis de que la informática beneficia la capacidad lectora (“using computers at school does not seem to confer a specific advantage in online Reading”) y solamente el uso moderado de la tecnología de red puede garantizar un apoyo a la adquisición de la habilidad para entender un texto (“for browsing the Internet or using e-mail, the relationship with reading skills becomes negative only when the frequency increases beyond “once or twice a week””).
En matemáticas las conclusiones son similares: los alumnos que no utilizan ordenadores en las clases de esta materia tienden a tener mejores resultados académicos que los que lo hacen (“Irrespective of the specific tasks involved, students who do not use computers in mathematics lessons perform better in mathematics assessments than students who do use computers in their mathematics lesson, after accounting for differences in socio-economic status.”), a juzgar por los autores del informe porque las lecciones de matemática avanzada se basan más en clases aplicadas que en programas informáticos.
En resumen, la tecnología no hace milagros; se requiere un cambio completo del paradigma educativo y una utilización eficiente de la misma, lejos de las teorías de los iluminados y del discurso vacío de tecnólogos de moda. Cierro con las conclusiones del informe: “Overall, the evidence from PISA, as well as from more rigorously designed evaluations, suggests that solely increasing access to computers for students, at home or at school, is unlikely to result in significant improvements in education outcomes. Furthermore, both PISA data and the research evidence concur on the finding that the positive effects of computer use are specific – limited to certain outcomes, and to certain uses of computers”.
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