martes, 29 de enero de 2019

La empresa española frente al internet de las cosas

En los últimos años el internet de las cosas (IoT) ha conseguido arrancar un gran número de titulares en todo el mundo, para poner de manifiesto la capacidad transformadora de esta tecnología digital. Según la Consultora Gardner, el IoT llegará a superar los veinte mil millones de dispositivos conectados en 2020 y ya es un elemento presente en la estrategia de numerosas empresas.

El estudio IoT Enterprise Insight Survey: Europe de Ovum analiza las opiniones y posiciones de empresas europeas que están desplegando soluciones tecnológicas basadas en el internet de las cosas (IoT). Se trata de una parte de un trabajo más amplio que incluye hasta catorce países de varios continentes. El capítulo europeo ha recabado las opiniones de 399 compañías de Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España.

En concreto, se ha preguntado sobre las estrategias para abordar el IoT y los principales desafíos que se presentan, sobre la inversión necesaria y las métricas utilizadas, las aplicaciones instaladas, la conectividad y la selección de proveedores.

La razón principal de las empresas españolas (57 fueron consultadas) para instalar soluciones basadas en IoT es mejorar la experiencia del cliente, seguida de la reducción de costes y del aumento de la competitividad. Estos dos últimos factores son los que tienen más peso para las firmas francesas, italianas y británicas, mientras que las alemanas valoran más el mejorar los procesos de negocio.

Cuando se les pregunta sobre los mayores retos que supone el IoT, las empresas españolas, igual que las alemanas, señalan los temas relacionados con la seguridad de los datos y de las redes. Le siguen en importancia la preocupación por los costes esperados del despliegue a lo largo del tiempo y la duda sobre si se dispone de la habilidad necesaria para transformar los datos recogidos en valor comercial para la compañía. Por el contrario, en Francia e Italia se ve como el mayor obstáculo la complejidad que supone integrar las aplicaciones del Internet de las cosas con la infraestructura de informática y telecomunicaciones de la empresa.

De todos los indicadores clave de rendimiento (KPI), la empresa española utiliza especialmente aquellos que miden la productividad de los datos (en esto coincide con las alemanas, británicas y francesas) y en la misma proporción los que evalúan el nivel de satisfacción del cliente. Las italianas en cambio se centran en indicadores que reflejan las mejoras en el volumen de ventas.

Las principales aplicaciones de IoT que valoran las empresas en España son aquellas relacionadas con la automatización o la optimización de operaciones. Igual ocurre en Francia e Italia. En segundo lugar, se encuentran las que tienen por objetivo la gestión del cliente y de la experiencia de este y las destinadas a la gestión u optimización de la fuerza de trabajo. En Alemania, por el contrario, se concede más importancia a aplicaciones para llevar a cabo mantenimiento predictivo.

Al preguntar por las formas de conexión elegidas para llevar a cabo los proyectos de Internet de las cosas, todos los países muestran su preferencia por las tecnologías de conectividad de corto alcance, como bluetooth o wifi, seguidas de los accesos a través de redes fijas, excepto en Reino Unido donde el acceso celular M2M (2G, 3G o 4G) ocupa un segundo lugar en importancia.

De cara a buscar un proveedor de soluciones IoT, las empresas españolas valoran especialmente el grado de conectividad y el alcance de su red, el que exista una integración previa con el proveedor que tenga la compañía de servicios cloud y, finalmente, la compatibilidad del sistema con múltiples soluciones tecnológicas de IoT.

Finalmente, se pregunta a las empresas por las tareas que consideran que requieren mayor apoyo del Internet de las cosas. En España se destaca la logística y la implementación de proyectos, seguida en importancia por la ingeniería de proyectos o soluciones. Los resultados en este caso son muy parecidos en todos los países considerados.


martes, 22 de enero de 2019

La descentralización de la web: devolver el poder al cibernauta


Hubo un tiempo en que llegó a concebirse Internet como un espacio nivelador que devolvía en el mundo digital al ciudadano de a pie su voz individual, la que le había sido arrebatada por la complejidad organizativa e institucional de las sociedades modernas. Cualquiera podía colgar contenido en la web y opinar en igualdad de condiciones –o eso parecía-, y nuestras aportaciones podían llegar a cualquier cibernauta de cualquier parte del mundo.

La dificultad técnica para manejar herramientas de edición que podía encontrar un usuario con conocimientos de informática medios o bajos fue subsanada con la aparición de servicios como los chats y los foros, en los que cualquiera que supiese escribir podía expresarse sin necesidad de aprender nada e interactuar con otros, y más adelante con las plataformas más elementales de blogging, como Blogger o Tumblr, y especialmente, con las redes sociales más populares como Twitter, Facebook o Instagram.

En teoría, la vocecilla solitaria de cualquier usuario era amplificada exponencialmente gracias al alcance y capilaridad de las redes, pero en la práctica, aquel primer Internet no era tan accesible y fácil de navegar. La World Wide Web, que el CERN presentó en sociedad en abril de 1993, facilitaba sobremanera la navegación y pronto desplazó en gran medida a los sistemas anteriores de navegación y publicación de contenidos, como FTP, Gopher o WAIS, pero lo cierto es que era una web bastante caótica, con el contenido muy distribuido y disperso, y muy compleja de recorrer cómodamente para el usuario medio de tecnología.

A pesar de que la WWW tenía una estructura descentralizada basada en protocolos distribuidos, la red necesitaba servicios de sindicación e intermediación que facilitasen y simplificasen la navegación, ordenando y haciendo visibles los contenidos desperdigados por el ciberespacio. Surgen las plataformas de curación de contenidos, como los buscadores y webs de servicios de Internet (Yahoo, Webcrawler, AOL, Google, Terra…).

Esta forma de “ordenar” la web acaba desembocando en un Internet como el de hoy, con unos pocos puntos de acceso más fácil de recorrer y manejar, pero en el que el control está concentrado en unas pocas manos (Facebook, Twitter, Google…) que han acumulado un inmenso poder basado en los millones de usuarios que a diario demandan sus servicios (Facebook y Google concentran el 81% de todo el tráfico de noticias en EE.UU).

Estos actores suelen ser empresas guiadas por la rentabilidad a las que los navegantes hemos cedido acceso a nuestra privacidad (datos personales, fotos, gustos y preferencias…), información que ellas explotan comercialmente. Asimismo, han adquirido la potestad de decidir lo que debemos y no debemos ver, promoviendo unos contenidos y censurando otros, como ha denunciado el activista Eli Pariser, sumergiéndonos en una burbuja de contenidos filtrados que aleja cualquier principio de neutralidad de la red.

El inmenso desequilibrio de poder en el medio digital, que deja en manos de unos pocos agentes gigantes la posibilidad de manipular y controlar la opinión de millones de usuarios, ha despertado un debate en torno a la necesidad de “redescentralizar” la web, de devolverle la estructura en la que existía una teórica igualdad en el acceso y en la capacidad de expresión para cualquier usuario.

Un informe del MIT Media Lab, Defending Internet Freedom through Decentralization: Back to the Future?, reflexiona sobre la descentralización de la Internet como vía para garantizar la libertad en las redes. Para los autores, el proceso de “redescentralización” consiste en realinear las relaciones de poder entre las instituciones (administración, empresas…) y los usuarios finales.

Más que a través de intervenciones desde el marco legal –que siempre son susceptibles de ser maleables a las necesidades de distintos grupos de interés-, hay quien aboga por orientar la descentralización desde el enfoque tecnológico, apostando por estructuras de redes basadas en la relación directa sin intermediación entre usuarios (la vieja filosofía “peer to peer”, P2P) que garanticen un marco de relaciones en igualdad y hagan innecesaria la labor de las grandes plataformas, como Google.

El informe del MIT identifica la criptomoneda Bitcoin –y Blockchain, su tecnología subyacente-, como un servicio que contribuye a ese impulso de democratizar la red. Se trata de un sistema de transacciones monetarias entre particulares que no está intermediado por ninguna entidad financiera. Es como una gran base de datos descentralizada en la que cada usuario tiene acceso a toda la información del sistema.

El buscar “soluciones antimonopolio” a través de la propia tecnología que articula las redes demuestra una falta de confianza absoluta en la “buena voluntad” de organizaciones, empresas u administraciones, y especialmente, en la capacidad de corregir desigualdades en Internet del impulso institucional y la ley. Se trata sin duda de una postura propia del activismo cypherpunk, pero que en principio parece una garantía del éxito del fin perseguido, la libertad en las redes. Como expresó rotundamente Lawrence Lessig a principios de este siglo, “el código es la ley”:

Este regulador [del ciberespacio] es el código- el software y el hardware que hace del ciberespacio lo que es. Este código, o arquitectura, establece en qué términos se experimenta la vida en el ciberespacio. Establece la facilidad para proteger la privacidad o la facilidad para censurar un discurso. Determina si el acceso a la información es general o si está parcelado. Afecta a quién ve qué cosa y qué cosa está monitorizada.”

Defending Internet Freedom through Decentralization: Back to the Future? analiza en sus páginas las posibles intervenciones estructurales que se pueden realizar en Internet en aras de la descentralización y, para ello, propone dos preguntas que encauzan cada acción propuesta en una u otra estrategia:

  1. ¿Esta intervención (proyecto, iniciativa…) permitirá a los usuarios publicar, descubrir o sindicar contenidos de forma independiente reduciendo la necesidad de acudir a una plataforma de intermediación como puede ser Facebook?
  2. ¿Esta intervención ayuda a crear un mercado donde existan más plataformas en las que publicar, ya sea reduciendo los costes de conexión o dándole al usuario un mayor abanico de opciones relacionadas con la información?

Las conclusiones del estudio, a la vista de una serie de casos analizados, establecen las intervenciones estructurales en las redes como insuficientes para conducir a la descentralización de Internet, dado que están sometidas a fuerzas sociales y económicas más amplias que regulan el comportamiento de las personas.

Es por ello, que los autores plantean que no sólo hace falta crear software que funcione de forma descentralizada o un mayor número de plataformas de intermediación de contenidos que acaben con el monopolio de las actuales, sino que también hay que crear opciones para los usuarios que sean atractivas, fáciles de usar y económicamente sostenibles. Rara vez alguien adopta un determinado servicio o se da de alta en una plataforma por razones abstractas, como puede ser la “descentralización de la red”, más bien –afirman los autores-, “generalmente adoptan tecnologías basándose en la conveniencia, el precio, la usabilidad y por el hecho de que allí andan sus amigos”.

martes, 15 de enero de 2019

Blockchain en defensa de los músicos: más transparencia en la propiedad intelectual

Las tecnologías digitales e Internet han trastocado por completo la industria tradicional de la música. El modelo basado en un creador que graba su música con una productora que a su vez vende y distribuye la música a través de soportes físicos ha pasado a la historia. Hoy la producción musical se distribuye y consume a través de múltiples soportes y canales, las relaciones entre el artista y su público han cambiado, y el papel de numerosos agentes intermediarios del sector ha cambiado o directamente ha desaparecido.

La velocidad a la que se difunde el contenido a través de Internet, las nuevas formas de financiar y vender, como el crowdfunding, o la aparición de plataformas de comercialización y difusión de la música online, como Spotify o iTunes, fragmentan extremadamente y añaden complejidad a la forma en que el autor, o el dueño de los derechos de una determinada obra, reciben la compensación por su trabajo.

Estos ingresos son la suma de numerosos micropagos que se generan a lo largo y ancho de las redes y que resulta muy difícil seguir en tiempo real. Además, a menudo corresponden a distintos agentes de la cadena de valor que intervienen en la producción musical, como letristas, músicos, editores, discográficas, etc; el pago por una canción en Internet puede generar pequeñísimas cantidades de dinero para numerosos destinatarios.

El informe de Rethink Music Transparencia y flujo de dinero en la industria música identifica los distintos modelos de distribución de la música en la red:

  • Descarga de copias. El consumidor compra la licencia para obtener su copia de la canción y la guarda en un ordenador u otro dispositivo. Un ejemplo de este modelo es la tienda de música de iTunes.
  • Modelos Interactivos Pagados o a demanda. En este caso el consumidor crea una copia en su dispositivo de la música elegida que existirá mientras sea un suscriptor de pago. Es el modelo del servicio de suscripción Premium de Spotify.
  • Modelos financiados por la publicidad.  El consumidor puede escuchar música a cambio de ver o escuchar anuncios. Ejemplos de este modelo son el servicio gratis de Spotify con publicidad, o YouTube.
  • Modelos basados en publicidad o suscripciones en los cuales la música es suministrada en base al género o a recomendaciones programadas. A estos servicios se les denomina habitualmente “no interactivos” porque el usuario no tiene control de como escuchará las canciones. Un ejemplo de este servicio de streaming es Pandora.
Ahora mismo resulta harto complicado disponer de información en tiempo real de las transacciones de canciones realizadas en este tipo de plataformas y de los derechos de pago generados. No existe una transparencia al respecto y los datos llegarán tiempo después en informes a los managers de los artistas o a los gestores de los derechos. La información está demasiado desperdigada.

Sin embargo, hay quien ve una forma de salvar este problema a través de  la tecnología blockchain y las denominadas criptomonedas para administrar y rastrear los pagos en línea a través de la cadena de valor directamente de los fans hacia los creadores de la música.

A fin de cuentas, blockchain es como un sistema de bases de datos descentralizado que mantiene permanentemente actualizada la información que contiene registrando automáticamente cada cambio que hacen los usuarios. Se trata de un megaregistro del que nadie tiene un control centralizado.

En el mundo de la música online, blockchain podría implicar que cada canción o pista de sonido lleva insertada un trozo de código de forma que cualquiera que descargue ese tema está generando un pago que se envía automáticamente a todo aquel que tenga derecho a ello: compositor, letrista, productor, intérprete… Cada pago que se genera por un trabajo concreto implica su despiece y reparto según los términos legales establecidos.

Se trata de disponer de una criptomoneda basada en blockchain que garantice todas las transacciones monetarias que se producen en el sector. Este modelo eliminaría el papel de los intermediarios en la gestión de los derechos de autor, como los sellos discográficos o los productores, y aseguraría que no se pierde dinero por el camino y que todo el mundo cobra lo que debe.

Ya hace tiempo Xataca se hacía eco de la compra de Spotify de una empresa de tecnología blockchain. Se trata de Mediachain Labs y parece que su misión va a consistir en asegurar que la plataforma de streaming sueca puede identificar correctamente a los dueños de los derechos de la música que distribuye y abonarles en consecuencia, algo que según sus responsables en el momento actual es extremadamente difícil.

En 2016 Spotify tuvo que abonar 30 millones de dólares por royalties impagados, tras ser denunciada por la National Music Publishers Association (NMPA) y alegó en su defensa que con frecuencia no sabe a quién debe pagar por estos conceptos.

Mediachain describe su producto como una biblioteca abierta y universal de medios. El sistema crea un solo espacio lógico en el que múltiples participantes pueden publicar y acceder a los datos sin un punto central de control, es decir, de forma completamente descentralizada.
 
En el campo de los derechos sobre la música, en 2011 se puso en marcha la iniciativa Global Repertoire Database para  centralizar en una sola base de datos los datos de propiedad intelectual, pero el proyecto hizo aguas en 2014 por la resistencia de las organizaciones a ceder su información a un agente controlador. Mediachain pretende cumplir la misma función, identificar la autoría de la música, pero sin obligar a nadie a ceder sus datos a otras instituciones.
 
La clave está en hacer interoperables los datos propiedad de distintas organizaciones para que puedan ser compartidos, en sus formatos originales, sin tener que cederlos ni convertirlos, mediante un identificador común que se asigne a cada canción.
 
¿Será blockchain el principio de un nuevo orden en el complejo y revuelto sector de la música digital? El tiempo lo dirá.

martes, 8 de enero de 2019

Emociones, la última frontera de los chatbots

Ya están entre nosotros los asistentes personales, como Siri o Cortana, que, aunque llevan presentes en los terminales desde hace algunos años, parece que es ahora cuando están manifestando de verdad la inteligencia artificial. El reto actual es construir “máquinas emocionales” que puedan simular algo tan humano como es la empatía.

Los robots conversacionales o chatbots parten de una tecnología que ofrece un nuevo interfaz humano, factor especialmente interesante puesto que la forma actual de relacionarse de los humanos con la tecnología es mayormente a través de una pantalla. La comunicación con chatbots tiene la ventaja de que no requiere nada especial, sencillamente la tecnología entiende lo que el humano le pide y lo ejecuta.

Los asistentes virtuales no son algo nuevo. Las principales plataformas los incorporan desde hace tiempo (Siri de Apple, Google Assistant, Cortana de Microsoft, Alexa y Echo de Amazon…) y están comenzando a ser utilizados en las empresas como un canal de atención al cliente. Algunos de estos bots conversacionales han sido incorporados en sistemas de diálogo como asistentes virtuales automatizados y las empresas están usándolos para suplir la función de los call centers. Este tipo de sistemas es capaz de responder al usuario y de ayudarle en múltiples actividades, como pueden ser el aprender, buscar, recordar, conectar con otros sistemas o integrar servicios.

Ya empezamos a encontrar numerosos ejemplos del uso de este tipo de tecnologías en el mundo de la empresa. La compañía turística Destinia utiliza un chatbot sobre Facebook Messenger que ayuda al cliente a buscar hotel conversando con él. En el campo de la banca online, ImaginBank responde a las consultas de sus clientes, tanto de texto como de voz, a través de un sistema inteligente. La empresa Mahou dispone también de un bot inteligente, igualmente a través de Messenger, que sugiere propuestas de ocio a los aficionados a la cerveza. Ticketmaster utiliza tecnología de procesamiento de lenguaje natural para, mediante búsqueda semántica y preguntas dinámicas, solventar dudas de sus clientes y reducir el número de llamadas a su centro de atención. Por último, la app de transporte Moovit, incorpora un chat inteligente que entiende el lenguaje natural y responde a las preguntas que recibe sobre el transporte público y la planificación de desplazamientos.

Las tendencias actuales en este campo apuntan hacia los siguientes aspectos:

1. Las empresas ampliarán y difundirán el autoservicio, entendido como el establecer el primer contacto del cliente con la compañía a través de comunidades, agentes virtuales, chats automáticos o chatbots.

2. Las empresas siguen apostando por los interfaces conversacionales en las relaciones con el cliente, incorporando para ello agentes inteligentes.

3. Utilizar robots para automatizar determinados procesos contribuye a estandarizar la prestación de servicios. Se trata de automatizar tareas rutinarias, de forma que los humanos solamente tengan que intervenir en casos excepcionales.

4. Automatizar el proceso de prescripción. Las organizaciones extenderán el uso de analítica para prescribir los pasos a seguir para el cliente o los agentes de cara a optimizar el servicio ofrecido. Consiste en automatizar la aplicación de las reglas que rigen las interacciones entre la empresa y el cliente de forma que este obtenga las respuestas precisas a sus demandas.

5. Tecnologías de servicio externo o de campo. Aplicar tecnología que utiliza analítica para gestionar la planificación y los repartos, tomando en cuenta habilidades, tareas, demandas, activos, cronogramas y políticas de servicio.

6. El internet de las cosas (IoT en sus siglas en inglés) transforma las empresas: de estar basadas en el producto a hacerlo sobre el servicio. El ecosistema de dispositivos conectados permite realizar diagnósticos y dar respuestas en tiempo real.

Las relaciones entre humano y máquina pueden dar un salto adelante con el desarrollo de sistemas “emocionales” de conversación, algo en lo que parece haber avanzado algo un grupo de investigadores chinos de la Universidad Tsinghua de Pekín. El ECM (emotional chatting machine) que han creado es capaz de responder coherentemente a lo que se le pregunta, mostrando emociones como alegría, tristeza o disgusto.

El objeto último será diseñar sistemas de inteligencia artificial que puedan interpretar el trasfondo emocional de una conversación con un humano y responder con algo parecido a la empatía. El ECM chino se basa en un algoritmo para “clasificar emociones” que ha sido entrenado introduciéndole 23.000 posts de la red social Weibo, debidamente clasificados manualmente por humanos en función de la emoción que expresan.

Los resultados todavía son modestos, pero muy esperanzadores. El bot puede responder a una pregunta de varias formas posibles: feliz, triste, disgustado, enfadado o con cariño intentando agradar. Queda muy lejos aquel sistema de inteli9encia artificial de la película Her de Spike Jonze, pero sin duda es un paso en la relación entre el ser humano y la tecnología.

 
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