Abríamos el año en este blog preguntándonos si la desaceleración económica que están sufriendo los países de América Latina son turbulencias coyunturales pasajeras o la brusca interrupción de un proceso de desarrollo sin precedentes en la región. Lo cierto es que a medida que ha ido avanzando 2015 la situación se ha ido volviendo aún más confusa y no menos preocupante, especialmente a medida que se confirma el frenazo de la economía china, que es un actor relevante en el éxito macroeconómico de Latinoamérica. Con éste ya son cinco años en que la tasa de crecimiento del conjunto del subcontinente es menor que la del precedente.
Como nos recordaba hace poco Moisés Naím (América Latina: del prodigio al peligro. El País, 4 de octubre de 2015), aunque en el pasado todos los periodos de bonanza económica han mejorado algo la situación de la población latinoamericana más desfavorecida, el que se extiende desde principios de la década de 2000 hasta aproximadamente 2011 ha traído consigo una reducción importante en la desigualdad en la renta y la aparición en no pocos países de una nueva clase media, un porcentaje de población que abandona la pobreza, bisagra necesaria para superar la tradicional dicotomía entre las élites minoritarias y la mayoría viviendo de la economía de subsistencia.
Pero este “milagro social” no ha sido fortuito: responde a una voluntad institucional de los gobiernos por crear sociedades más justas. De acuerdo con los datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre 2005 y 2012 la tasa de crecimiento del gasto social superó con creces a la del económico, pasando a ser del 5% del PIB al 19%. Como consecuencia, el porcentaje de población pobre cayó del 34% al 21%.
No obstante la prolongada crisis que afecta especialmente a occidente y los problemas a los que se enfrenta el modelo de crecimiento de China (gran importador de las materias primas de la región e importante socio financiero), han supuesto el fin de esta era de crecimiento. Y lo que es peor, un fuerte retroceso económico podría revertir la positiva evolución social devolviendo a la incipiente clase media a su pobreza de origen.
La onda expansiva en Latinoamérica de las tribulaciones chinas resulta más que evidente. Alejandro Rebossio reunía en su artículo Diez efectos del parón chino (El País, 4 de octubre de 2015) ejemplos concretos del daño que sufren los distintos países:
1. Brasil: caída de las exportaciones a China en un 22,6%.
2. México: China produce la mitad del acero del mundo y está inundando el mercado hundiendo los precios. México es el segundo productor de Latinoamérica y está viendo como se deteriora su industria metalúrgica.
3. Argentina: la soja supone una quinta parte de las exportaciones del país y la caída de la demanda china de este producto esta haciendo que su hundan los precios.
4. Colombia: las ventas a China, especialmente de petróleo y ferroníquel, cayeron un 72% en el primer trimestre de 2015.
5. Venezuela: la bajada de las importaciones chinas de petróleo han causado que el precio baje a menos de la mitad de lo que valía hace un año. El 95% de las divisas de Venezuela proceden de la exportación de combustibles fósiles.
6. Chile: las exportaciones de cobre refinado a China bajaron entre enero y julio de este año un 8,8%.
7. Perú: el capital chino concentra el 36% de la minería peruana y la caída de la bolsa de Shangai ha paralizado en gran medida las inversiones previstas en el sector.
8. México: China se convirtió en un importante inversor de proyectos de infraestructuras en el país: tren de alta velocidad, complejo inmobiliario y red de telecomunicaciones. Los dos primeros han sido cancelados y el último está en hibernación.
9. Brasil: bajada del 7,4% de las ventas de hierro a China.
10.Argentina: las exportaciones de vino a China cayeron del 9% al 5% entre 2013 y 2014, si bien se han recuperado a principios de 2015.
Aparte de la debacle económica impuesta por el comportamiento del gigante asiático, en opinión de Alejandro Werner, economista jefe del FMI para América, la región no supo aprovechar bien el boom de las materias primas (entrevistado por el diario El País, 11 de octubre):
“La región, como un todo, aprovechó mejor que en el pasado el boom de precios de las materias primas. Pero no lo suficiente, no canalizó lo suficiente esos ingresos adicionales a ahorros para poder estar mejor en los malos tiempos. Tampoco para avanzar en temas de infraestructuras o educación, aunque sí en programas de lucha contra la pobreza.”
Resulta sorprendente, y en gran medida triste, que según las encuestas del Latinobarómetro casi la tercera parte de los latinoamericanos que afirman ser de clase media achacan su progreso social al esfuerzo personal y no a la economía de su país, y lo que es peor, el 50% cree que su mejora es permanente e irreversible, como apunta Naím en su artículo. De esta forma, concluye el escritor:
“Tristemente, pronto muchos descubrirán que el aumento de sus ingresos no es tan permanente ni irreversible como creían. Y que su esfuerzo personal no basta para mantener las mejores condiciones de vida que alcanzaron en los años prodigiosos.”