martes, 25 de mayo de 2021

El poder destructivo de las memes

En el contexto digital, llamamos meme a cualquier tipo de contenido, como un vídeo, una foto o un texto, que se difunde de forma masiva –se hace viral- a través de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp. Puede ser un chiste, una reflexión, una crítica política o ideológica, o una llamada a los sentimientos, por ejemplo, con fines solidarios (mostrando la situación de seres o colectivos que sufren) o evocando la nostalgia. La meme puede ir pasando de un usuario a otro como una copia exacta del original, pero también puede evolucionar. La mutación puede afectar al significado o a la estructura, y puede deberse a la casualidad (por ejemplo, al republicar una imagen esta queda cortada), o bien se le pueden añadir elementos por el camino de manera deliberada.

El concepto de meme nació antes de la era digital, en concreto, en 1976, cuando el escritor Richard Dawkins lo introduce en su libro The Selfish Gene. Su teoría parte de la idea de que al igual que los genes son capaces de hacer réplicas de sí mismos, las culturas humanas hacen lo propio. Para Dawkins la transmisión cultural sigue los principios de la evolución darwiniana al igual que los genes, contemplando una evolución gradual después de grandes periodos de tiempo. El autor definió esta réplica cultural como meme, apocopando la palabra griega mimeme, que significa “cosa imitada”. Posteriormente, otros autores siguen profundizando en el tema, y en 1983 Douglas Hofstadter acuña el término memética (en paralelo a la palabra genética) para referirse al estudio de la influencia de la meme en la cultura.

La primera alusión a las memes en el ámbito de internet aparece en 1994 en un artículo de la revista Wired firmado por Mike Godwin. Este identificó a principios de los 90 en la actividad de los grupos de discusión, como Usenet, the Well o misc.legal, frecuentes alusiones al nazismo y a Hitler en las contribuciones de muchos interlocutores para descalificar las de otro. Para Godwin esto era un claro ejemplo de meme. El poder viral de este formato empieza a hacerse patente a mediados de la década, pero no es hasta 2006 en que comienza a asociarse su capacidad de influencia social con su eficacia en una situación de guerra, entre grupos de expertos cercanos al Gobierno de Estados Unidos, en concreto, en el seno de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA).

La percepción de que las memes podían convertirse en armas para condicionar la opinión pública llegó a hacerse tan patente que en 2011 el doctor Robert Finkelstein propuso la creación de un nuevo departamento dentro del ejército estadounidense dedicado especialmente a este aspecto, el denominado Meme Control Center. Finkelstein advirtió al Gobierno de lo potencialmente dañino que puede ser el rumor, el mensaje popularmente conocido como boca a boca, pues la verdad que pueda contener se puede ver distorsionada de tres maneras: dejando fuera detalles que ayudan a entender el verdadero significado de lo que se transmite, sacándole punta a la historia especificando y resaltando los detalles que interesan, y alterándola, de forma que adquiera sentido para aquellos que van a diseminar el mensaje.

Siguiendo la estela de la propuesta de Finkelstein nació un programa, presentado públicamente en julio de 2011, que fue bautizado como SMISC, siglas que responden a Social Media in Strategic Communications. Hay que subrayar que las redes sociales de la época aún andaban en pañales; Facebook contaba con 750 millones de usuarios frente a los más de 2 600 millones de 2019, e Instagram tenía 5 millones entonces, mientras que ahora ya ha superado los 1 000 millones. Con todo, ya a principios de la década se pudo intuir la capilaridad que llegaría a tener la difusión de memes a través de medios sociales.

El SMISC reposa sobre cuatro objetivos:

1.     Detectar, clasificar, medir y monitorizar la formación, el desarrollo y la difusión de ideas y conceptos (memes), y también de los mensajes y la misinformación engañosa.

2.    Reconocer las estructuras de campañas de persuasión y operaciones de influencia a través de las plataformas de medios sociales y de las comunidades.

3.    Identificar a los participantes y los efectos buscados de las campañas de persuasión.

4.    Contrainformación para frenar y contrarrestar los mensajes de las operaciones detectadas del adversario.

Parece claro que las guerras del siglo XXI adquieren una nueva dimensión en las pantallas y en nuestras mentes. Los conflictos que vienen utilizarán propaganda a través de las redes, así como acciones digitales de engaño, para distorsionar la percepción de la realidad del enemigo y manipular la opinión pública.

Una operación militar basada en memes podría comprender los siguientes elementos o fases:

  • Robo de metadatos de los blancos (personas y colectivos) de la acción.
  • Uso de esos metadatos para la generación de perfiles psicográficos de esos objetivos para detectar sus vulnerabilidades.
  • A través de software basado en inteligencia artificial se crean las piezas de audio y de vídeo.
  • Las memes son distribuidas a través de las redes por medio de ejércitos de robots.
  • Los sistemas inteligentes basados en el aprendizaje automático identifican a aquellas personas más susceptibles -en función de su perfil- de compartir las memes.
  • La desinformación corre a sus anchas por la sociedad, erosionando la confianza de la sociedad en las instituciones, y en su caso, provocando revueltas.

 
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