Hace diez años me hice un amigo en el trabajo que era un fanático de la música, como yo, y empezamos a intercambiar CDs, a tostarnos recíprocamente nuestras respectivas colecciones y, una vez que no quedaba nada más que tostar, a abducir colecciones ajenas de amigos y conocidos. El resultado: en mi caso, una pared del salón llena de CDs de arriba a abajo, y en el suyo, creo que llegó a colocar estanterías para discos por todo el pasillo. Yo personalmente ya no reescucho prácticamente ninguno; él no sé porque llevo años sin verle.
En aquellos años de finales de los 90 ya se veía el potencial de la red, y a mí me daba por pensar: ¿qué pasaría si existiese un inmenso juke-box on line, en Internet, con toda la música que puedas querer escuchar en cada momento, y que ya no hiciese falta nunca más el soporte físico, ni acumular trastos?
Pues parece que por ahí van los tiros. Después de todo no soy tan mal profeta y me pueden dar el carnet de gurú. Actualmente, existen ya servicios que te permiten disfrutar de la música on line, es decir, reproducirla en tu PC o en el iPhone, sin "poseerla" físicamente, a través de streaming (se va descargando a medida que la escuchas, como los vídeos de Youtube). Yo estoy utilizando Spotify, en su versión gratuita, y estoy encantado.
Es todo legal - Spotify ha cerrado acuerdos con las distintas discográficas-, y tiene es un modelo de negocio freemium (sí, otro palabro 2.0), que quiere decir que combina opciones de consumo gratuitas con otras de pago, es decir, que además de lo que le da al usuario tacaño (me incluyo), ofrece más prestaciones. En el caso de Spotify, el pagar te exime de escuchar publicidad entre canción y canción, y además de permite escuchar piezas sin tener que estar conectado a Internet, entre otras prebendas.
Por lo que a mí respecta, voy a convertir mi arsenal de CDs en una colorista colección de posavasos.