Aunque no soy teleco de formación, llevo toda mi carrera profesional trabajando en temas relacionados con las TIC. Desde aquí me parece mucho tiempo (aunque no lo es tanto), máxime teniendo en cuenta que cuando empecé ni siquiera las TIC se llamaban TIC sino “telemática”, se utilizaban términos ya olvidados como “videotex”, entre otros neologismos de aquel entonces, e intentábamos difundir el uso de servicios avanzados de comunicaciones promocionando la RDSI (Red Digital de Servicios Integrados). Lo del ADSL solamente aparecía en documentos técnicos y no parecía una opción interesante de acceso de banda ancha, vamos, que no llamaba mucho la atención.
Hacia 1993 tuvimos nuestra primera incursión en Internet a través de navegadores basados en MS DOS, como Mosaic, y a pesar de las limitaciones de maniobrabilidad que imponía el desplazarse a través de menús en pantallas monocromas, ya se podía intuir el potencial que tenía aquello, aunque en aquel momento solamente como fuente de información.
Resulta gracioso recordar que la lista de nodos de España cabía en una sola pantalla de ordenador, dado que nada más estaban conectadas a la red de redes las universidades (y no todas), algunos centros de investigación como Robotiker, y por supuesto, la RedIris, que gestionaba todo ese tinglado en nuestro país. El tamaño de Internet era pequeño en todo el orbe; de hecho se vendían catálogos en papel, a modo de guías telefónicas, con las direcciones web existentes.
Y qué decir de esos modems colgando de cables que sonaban al conectarse como una freidora, o de los primeros móviles que parecían radios de campaña y que destrozaban las cervicales a su orgulloso poseedor.
Entre 1995 y 1996 Internet barrió las sociedades del mundo como una ola –como un tsunami más bien-, y nosotros, que entonces nos dedicábamos a la prospectiva entre otras tareas domésticas, no fuimos capaces de anticiparlo en los años precedentes. Más nos hubiera valido profetizar ambigüedades por medio de metáforas, como Nostradamus.
Hacia 1993 tuvimos nuestra primera incursión en Internet a través de navegadores basados en MS DOS, como Mosaic, y a pesar de las limitaciones de maniobrabilidad que imponía el desplazarse a través de menús en pantallas monocromas, ya se podía intuir el potencial que tenía aquello, aunque en aquel momento solamente como fuente de información.
Resulta gracioso recordar que la lista de nodos de España cabía en una sola pantalla de ordenador, dado que nada más estaban conectadas a la red de redes las universidades (y no todas), algunos centros de investigación como Robotiker, y por supuesto, la RedIris, que gestionaba todo ese tinglado en nuestro país. El tamaño de Internet era pequeño en todo el orbe; de hecho se vendían catálogos en papel, a modo de guías telefónicas, con las direcciones web existentes.
Y qué decir de esos modems colgando de cables que sonaban al conectarse como una freidora, o de los primeros móviles que parecían radios de campaña y que destrozaban las cervicales a su orgulloso poseedor.
Entre 1995 y 1996 Internet barrió las sociedades del mundo como una ola –como un tsunami más bien-, y nosotros, que entonces nos dedicábamos a la prospectiva entre otras tareas domésticas, no fuimos capaces de anticiparlo en los años precedentes. Más nos hubiera valido profetizar ambigüedades por medio de metáforas, como Nostradamus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta lo que quieras