Me encontraba buscando información en Google sobre las ideas del tecnólogo David Albury en relación con la educación del siglo XXI, cuando me topé con el resumen de una interesante exposición suya, que impartida en Australia, versaba sobre los principios de la innovación para el sector público en tiempos de recortes. En concreto es un post titulado Innovation in times of constraint cuyo contenido resumo a continuación.
En primer lugar, hace alusión al necesario equilibrio que debe observarse entre innovación, recortes y eficiencia. El efecto de las restricciones presupuestarias, la desinversión y el abandono de actividades, puede ser compensado a través de la innovación y de la eficiencia. A través de esta última se pueden obtener los mismos resultados con menos recursos, mientras que la innovación nos permite alcanzar mucho mejores resultados con una cantidad significativamente menor de recursos.
Las agencias y organismos del sector público suelen tender a mirarse el ombligo, por desgracia, pero la innovación en gran medida consiste en sacar la cabeza del caparazón y otear lo que están haciendo los demás: otros países, otro tipo de organizaciones, inspirarse en los mejores ejemplos.
Otro elemento importante es disponer de un modelo sistemático de innovación; no basta con la inspiración y la creatividad. Se trata de poder identificar las demandas de la sociedad e implementar las soluciones eficaces como parte de un proceso continuo.
David Albury identifica cuatro grandes tendencias que condicionan el presente y el futuro de la actividad pública:
- La presión de los retos a largo plazo, como pueden ser el envejecimiento de la población o el cambio climático.
- Los temas recurrentes sin visos de solución inmediata, problemas como el alcoholismo o la drogadicción en la sociedad.
- Demandas emergentes y crecientes de nuevos servicios públicos fruto de los cambios en las expectativas de los ciudadanos.
- La crisis global como factor de constricción de la oferta de servicios públicos.
Atendiendo a esto último, las épocas de recortes pueden ser un importante estímulo para la innovación. La escasez de recursos debería espolear la imaginación para poder dar más con menos. Este principio constituye un reto para los poderes públicos que actualmente no cesan de quejarse y suprimir servicios sin más (bien es verdad que es algo que deseaban nuestros actuales gobernantes desde hace décadas, los ultraliberales del laissez-faire – qué bien les ha venido la crisis).
La innovación en el sector público debe basarse en una práctica común en la empresa privada, como es el desarrollo de simulaciones y prototipos, en este caso, de servicios. Albury nos aconseja huir de las experiencias piloto, que a su juicio parten del supuesto de que estás haciendo las cosas bien y que solamente debes afinar antes de lanzar el servicio. Por el contrario, el uso de prototipos implica que sabemos a dónde queremos llegar pero que también somos conscientes de que vamos a cometer muchos errores por el camino, camino que implica la realización de experimentos con grupos de interés y usuarios, hasta alcanzar los resultados esperados.
Este último punto es crucial dentro del proceso de innovación: la implicación de los beneficiarios o usuarios de los servicios en el diseño de los mismos. Tradicionalmente, la Administración Pública ha construido de forma unilateral la oferta de servicios al ciudadano, sin embargo, resulta relevante la idea de construir una comunidad de implicados en la oferta y la demanda de los mismos, que contribuya colectivamente en su mejora y optimización.
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