lunes, 8 de noviembre de 2021

Las brechas digitales en la educación

El Foro Económico Mundial prevé que la crisis sanitaria y sus efectos disruptivos sobre la educación tendrán tres consecuencias a medio plazo. En primer lugar, la pandemia ha acelerado el proceso innovador que venía manifestando el sector desde las últimas décadas. La evidencia ha demostrado que se puede seguir enseñando a distancia a través de las redes, con los adecuados recursos, plataformas y aplicaciones. De alguna forma, el confinamiento ha validado la utilidad de los modelos de enseñanza online, si bien no como una sustitución completa de la presencial. Una segunda tendencia subrayada es el aumento en importancia de la colaboración pública y privada en torno a los objetivos de la educación. La década pasada puso constatar un interés creciente de la inversión privada en este sector, y la pandemia no habría hecho sino amplificarlo, por lo que no será extraño ver cómo se incrementa la presencia de empresas que trabajan en este campo.

Sin embargo, este proceso innovador podría tener su cara negativa en la forma de la ampliación de la brecha digital y de la desigualdad. En la medida en que la calidad educativa repose cada vez más en la posibilidad de acceder a la tecnología más vanguardista -y en poseer las habilidades para explotarla adecuadamente-, es más que probable que una parte importante de la población quede rezagada y no pueda beneficiarse de las ventajas del cambio educativo.

En España, el confinamiento puso en evidencia que existe una importante brecha digital que impide a una parte del alumnado aprovechar los modelos digitales de educación. Aunque las cifras recientes del Instituto Nacional de Estadística arrojan que más del 90% de los hogares españoles tienen acceso a internet, lo cierto es que cerca de 100 000 hogares no pueden conectar con la red. En un escenario basado en el aprendizaje a distancia online, la brecha digital se convierte en una brecha educativa.

Y, a la vez, la brecha digital está directamente asociada con la desigualdad económica, puesto que, de acuerdo con UNICEF, la falta de acceso a un ordenador es veinte veces mayor en los hogares de renta más baja que en los de alta. Por el contrario, el acceso a la televisión y al teléfono móvil es prácticamente universal en la sociedad española, de ahí que en ocasiones se haya recurrido a esos medios, como medida de emergencia, para llegar a toda la población. Los docentes han tenido que enviar las tareas a realizar a los progenitores de los alumnos de hogares sin ordenador a través de aplicaciones de mensajería, como WhatsApp o Telegram, y estos las han devuelto para su corrección a través de una fotografía tomada con el móvil. La cultura tecnológica que exista en el entorno familiar del alumno es también un factor que determina que, teniendo acceso a dispositivos digitales, unos tengan más facilidad que otros para sacarles provecho, al contar con alguien cerca para ayudarle y guiarle en su uso académico.

Sin embargo, existen otros factores aparte del acceso a la tecnología que pueden suponer un obstáculo para el estudio desde el hogar, como, por ejemplo, el que el alumno disponga o no de un lugar tranquilo para poder trabajar. Un informe de la Comisión Europea sobre el impacto del COVID-19 en la educación también menciona un ambiente familiar estresante como factor de desigualdad entre hogares de renta baja y alta, pues de acuerdo con las estadísticas manejadas, este aspecto se da en mucha mayor medida en entornos socioeconómicos más vulnerables.

La transición hacia un modelo educativo fuertemente digitalizado debe contar con un sólido apoyo institucional en la forma de políticas que fomenten y apoyen la inclusión de todo el alumnado, haciendo especial hincapié en los colectivos sociales más desfavorecidos.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta lo que quieras

 
Google Analytics Alternative