Antes de la crisis sanitaria, el
trabajo desde el hogar en Europa era muy desigual, oscilando en los distintos
países en una media entre el 4,8% y el 5,5%, mientras que España presentaba una
cifra inferior, entre el 3,6% y el 4,8%, en el periodo de 2011 a 2019. La
COVID-19 disparó esos porcentajes en el segundo trimestre de 2020 hasta el
12,3% en el caso de Europa y hasta el 10,9% de los trabajadores españoles.
Dentro de UE27, las naciones más avanzadas eran –en datos de 2020- Finlandia
(25,1%), Luxemburgo (23,1%), Irlanda (21,5%), Austria (18,1%), y Países Bajos
(17,8%). En la cola se sitúan Bulgaria (1,2%), Rumanía (2,5%), Croacia (3,1%) y
Hungría (3,6%). Aunque la vuelta a la normalidad ha bajado esos porcentajes, el
trabajo en remoto registra cifras muy superiores a las de antes de la pandemia.
Sin embargo, la creciente
adopción del teletrabajo no es sino una de las facetas que asume el nuevo
mercado de trabajo al que nos enfrentamos en la década que entra, pero hay
varios factores de disrupción que están cambiando por completo el panorama
laboral. COTEC define cinco elementos en este sentido: la digitalización, la
transición energética, el envejecimiento de la población, la presión
competitiva derivada de la integración de los mercados, y las consecuencias
económicas de la COVID-19.
Sin duda, una de las mayores
transformaciones que está conociendo la sociedad actual es la revolución
digital, que en el plano laboral significa la desaparición de puestos de
trabajo que resultan automatizados. Se trata de un factor que no amenaza por
igual a todos los trabajadores, puesto que la probabilidad de automatización
supone más riesgo para aquellos empleos basados en tareas más rutinarias, por
ejemplo, las administrativas, de ventas, y del sector primario. Otras variables
determinantes son la responsabilidad y la formación, pues a mayor
responsabilidad en el trabajo, menor probabilidad de automatización del puesto,
y lo mismo ocurre con el nivel educativo.
Otro factor de disrupción del
mercado laboral es la transición energética hacia fuentes renovables, que
implicará la desaparición de empleo en sectores directamente relacionados con
el uso de combustibles fósiles, pero que a la vez creará nuevos puestos de
trabajo relacionados con la adopción de energías limpias y renovables. Este proceso
tiene un horizonte temporal pues el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima
tiene como objetivo convertir a España en un país neutro en carbono para el
2050, con el 42% de la energía consumida al 2030 proveniente de fuentes de
energía renovable.
El tercer tema que destaca COTEC
es el envejecimiento de la población, un reto demográfico que traerá consigo un
aumento notable de la tasa de dependencia (estimada en alrededor del 80% para
el 2050), una presión sobre las cuentas fiscales, y una limitación del stock de
talento y conocimiento, dado que la educación y la curva de aprendizaje de las
generaciones más jóvenes no incluye el desarrollo de ciertas habilidades, ni el
tener que enfrentar algunos desafíos que ahora se consideran fácticamente resueltos
y abordables por los algoritmos.
El siguiente elemento considerado
es la integración cada vez mayor de España en la Unión Europea y el progresivo
aumento de la competencia en los mercados, a través de las importaciones. Todos
aquellos sectores de la economía española que carezcan de ventajas competitivas
tenderán a, o bien desaparecer, o, cuando menos, a tener que hacer frente
continuamente a la competencia de los productos que vienen del exterior. La
presión competitiva tendrá un efecto negativo sobre los salarios de esas
actividades, pues solamente podrán mantener unos precios competitivos vía la
reducción de los costes laborales.
La COVID-19 es un factor de
disrupción en sí mismo, pues sus efectos sobre la sociedad y la economía pueden
llegar a afectar al mercado de trabajo más allá del corto plazo. En primer
lugar, la actividad económica en muchos sectores ha estado ralentizada o
semiparalizada por un período prolongado, algo que ha conducido a muchas
empresas a llevar a cabo despidos, siendo los más afectados los trabajadores
temporales. En segundo lugar, la crisis sanitaria se ha cebado especialmente en
los jóvenes, que ya habían sufrido los efectos de la recesión de 2008-2013,
creando una generación que vive del empleo precario y del subempleo, sin posibilidad
de construir un proyecto de vida sólido.
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