El uso de la tecnología digital
en la educación tiene una tradición que se remonta al comienzo del presente
siglo; al principio a través de las aulas específicas para impartir
conocimientos de informática, y, más adelante, mediante la introducción de dispositivos
y programas como soporte instrumental para la enseñanza de las materias
curriculares. De esta manera, ya es algo corriente ver en una clase cualquiera
la utilización de pizarras electrónicas, proyectores y ordenadores. No
obstante, entre la línea de pensamiento pedagógico más tecnófilo siempre se ha
considerado que la digitalización de la enseñanza se produce a un ritmo muy
inferior al que lo hace la sociedad. Se argumenta que los estudiantes,
habitantes ya de un mundo completamente digital, se enfrentan en el aula a
métodos de aprendizaje heredados de otras épocas, y se subraya la necesidad de
adecuar la enseñanza a las necesidades de la ciudadanía del siglo XXI.
A menudo se ha dado por supuesto
que usar tecnología en el aula solamente trae consigo ventajas, sin embargo,
cada vez se alzan más voces que ponen en cuestión este axioma. A mediados del
pasado año, el Gobierno de Suecia anunció la paralización del avance de su plan
de digitalización en centros educativos para volver a fomentar el uso de los
libros de texto. Esta decisión vino motivada porque el Estudio Internacional
para el Progreso de la Comprensión Lectora (PIRLS) referido a 2021 detectó un
descenso del nivel del alumnado del país en este campo, de forma que las
autoridades educativas quieren centrar sus esfuerzos en habilidades básicas
como leer, escribir y contar, todo ello apoyado por medios tradicionales.
La Unesco ha reflexionado en su
informe GEM (Global Education Monitoring) de 2023 sobre las ventajas y
desventajas de utilizar la tecnología en la educación, estableciendo una
postura fuertemente crítica al respecto. Bajo el título Tecnología en
la educación: ¿una herramienta en términos de quién?, el trabajo subraya la
necesidad de aprender a vivir tanto con tecnología como sin ella (es decir,
reducir su dependencia), que los jóvenes desarrollen la capacidad para
identificar la realmente necesaria entre la avalancha de información que les
rodea, y que la tecnología debe apoyar, pero nunca suplantar la relación
humana. De cara a mejorar la educación, la digitalización tiene que ser un
complemento de la interacción cara a cara con el docente, jamás un sustituto.
La tecnología se nos vende como un vehículo para el aprendizaje personalizado,
y, con frecuencia, esta promesa nos hace olvidar que el corazón de la educación
reposa sobre unas dimensiones sociales y humanas.
La Unesco se muestra escéptica
sobre el valor que supuestamente añade la digitalización a los procesos
educativos, destacando que no existe una evidencia robusta al respecto. Por una
parte, la innovación se produce a tal velocidad que es muy difícil medir sus
efectos. Como ejemplo de ello, los productos de tecnología educativa cambian de
media cada 36 meses. Por otro lado, una parte importante de los estudios que
defienden el impacto positivo están realizados o financiados, directa o
indirectamente, por las empresas que comercializan los productos y servicios,
en un intento de refutar análisis procedentes de entidades independientes que
niegan dicho impacto.
Con todo, el estudio admite que
la tecnología educativa puede aportar mejoras a determinados tipos de aprendizaje
en algunos contextos. Una ventaja evidente es que ha facilitado el acceso a
cantidades ingentes de recursos educativos online. En cualquier
caso, su introducción debe dirigirse a la consecución de objetivos de
aprendizaje, y tiene que estar integrada en la orientación pedagógica aplicada
en cada momento. Igualmente, la Unesco señala que un uso excesivo o inapropiado
de dispositivos y servicios digitales puede tener un efecto negativo en los
rendimientos del estudiante, y pone de ejemplo los resultados del informe PISA,
que refleja que en catorce países de los analizados se detectó una relación
negativa entre la proximidad de los teléfonos móviles y el aprendizaje del
alumnado. El debate sobre si los móviles deben estar en el aula o prohibidos en
ella es especialmente intenso en España en estos momentos, con comunidades
autónomas a favor de una u otra postura.
Otro aspecto interesante que
destaca este trabajo es que la velocidad de la innovación tecnológica dificulta
la adaptación de los sistemas educativos a la digitalización. Poco a poco los
países van definiendo los estándares de habilidades digitales que van a
necesitar dominar los estudiantes para vivir y trabajar en un mundo conectado,
si bien muchos alumnos no tienen la oportunidad de practicar con herramientas
digitales en los centros escolares: de acuerdo con las cifras que aporta el
estudio, solamente en torno al 10% de los estudiantes de 15 años utiliza
dispositivos digitales más de una hora a la semana en las asignaturas de
matemáticas y ciencias. Asimismo, los docentes en general se sienten poco
preparados para impartir clases con tecnología, y la evidencia es que
únicamente la mitad de los países analizados tienen definidos estándares
relacionados con las habilidades TIC requeridas para los profesores.
Como conclusión, la pregunta que
surge es si la tecnología puede resolver los mayores retos de la educación.
Para la Unesco, estos desafíos son tres: la equidad y la inclusión, la calidad
y la eficiencia. En el primer caso, es cierto que la digitalización reduce las
barreras de acceso a la educación para grupos desfavorecidos de población, pero
sigue existiendo una importante brecha digital en la conectividad a internet y
en el uso de dispositivos. En relación con la calidad educativa, el informe
reconoce que la tecnología digital estimula el compromiso del estudiante con el
proceso de aprendizaje y favorece el trabajo colaborativo e interconectado,
aunque una aproximación educativa individualizada reduce las oportunidades del
alumnado de aprender en entornos de la vida real, y tiene un impacto negativo
en su privacidad y bienestar. Finalmente, el análisis realizado concede que, en
términos de eficiencia, la tecnología digital permite disminuir el tiempo que
docentes y alumnos dedican a tareas rutinarias de poco valor añadido, cuyo
ahorro puede ser destinado a actividades con un mayor sentido educativo. Para
resumir todas las reflexiones en una sola frase: la tecnología digital ha
cambiado la educación, pero no la ha transformado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta lo que quieras