La economía mundial, a pesar de ser global y de estar interconectada, ha presentado un comportamiento muy diverso por regiones, especialmente desde que la crisis enseñó los colmillos. Por una parte estamos los europeos y estadounidenses, que hemos visto como nuestras naciones entran en el estancamiento y en la destrucción de actividad y empleo; por el contrario, el extremo oriente encabezado por China ha mantenido en estos tiempos aciagos unas tasas de crecimiento económico espectaculares y ha remolcado en su ímpetu a numerosos países emergentes de América Latina.
Se ha llegado a hablar de una “década prodigiosa” para la región que, en el escenario más optimista, habría retirado definitivamente la ignominiosa etiqueta de “país en vías de desarrollo” de gran parte de estas naciones. Y sin embargo surgen ciertas nubes en el horizonte que ponen en cuestión el proceso de desarrollo de las denominadas economías emergentes latinoamericanas, principalmente Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Paraguay, México, aunque también otras como Panamá o Ecuador, en donde se siente que “algo está cambiando” a mejor.
Dos son los interrogantes que se nos presentan:
- ¿Es la desaceleración de la economía mundial y en concreto del crecimiento chino una amenaza para el desarrollo a medio plazo de Latinoamérica?
- ¿Se han llevado a cabo, durante la época de altos ingresos, en las economías de la región reformas estructurales tendentes a diversificar el tejido productivo y a reducir la dependencia de materias primas?
Un reciente informe de CEPAL y Naciones Unidas, Estudio económico de América Latina y Caribe 2013, nos ofrece pistas para responder a dichas cuestiones. Y las previsiones que arroja, si bien no son alarmantes, deberían ponernos en alerta.
En primer lugar, la tasa de crecimiento de la región se desacelera en 2013, en parte por el menor dinamismo del crecimiento de los grandes motores –Brasil y México-, y en parte por la desaceleración de países que mostraban altas tasas de crecimiento: Panamá, Chile y Perú.
Analizando los componentes de la demanda, se observa que el crecimiento lo sostiene el consumo interno de los países, dado que la inversión en general está en retroceso y el peso de las exportaciones dentro del comercio exterior (la diferencia entre las exportaciones y las importaciones) ha disminuido.
Otro factor que no hay que descuidar es que se prevé una bajada de la demanda China de materias primas (a diferencia de los años precedentes, ahora está concentrada en impulsar el consumo interno y no tanto la inversión) que está deteriorando la relación real de intercambio de las exportaciones latinoamericanas, es decir que están cayendo los precios de los productos que exportan en los mercados internacionales, aumentando el déficit por cuenta corriente de la balanza de pagos.
En este sentido, las mayores caídas de precios se prevén para los exportadores de minerales y metales (Perú y Chile), seguidos de los exportadores de hidrocarburos (Bolivia, Colombia, Ecuador y Venezuela). En general, se espera una desaceleración de la tasa de crecimiento global de las exportaciones de América Latina y Caribe: de cifras en torno al 20% entre 2010 y 2011 a un modesto 4% en 2013.
Por todo lo anterior, el crecimiento del empleo y de los salarios también se desacelera y repunta ligeramente la inflación, el viejo fantasma de las economías latinoamericanas, si bien no uniformemente entre los países. En mayo de 2013, la inflación regional acumulada de los últimos doce meses era de un 6%, frente a un 5,5% registrado en diciembre de 2012 y un 5,8% en mayo de 2012. Frente a estas medias, países como Argentina y Venezuela registran tasas de inflación de dos dígitos.
Todo lo anterior nos acerca a la respuesta de la primera pregunta que nos hacíamos: a primera vista parece que lo vaivenes de la economía mundial sí que pueden estar empezando a minar el magnífico comportamiento que ha presentado la región durante la última década, aunque también podría ser una caída transitoria de los indicadores de crecimiento.
El informe también nos aporta luz sobre el segundo interrogante, es decir, si los países latinoamericanos han aprovechado los años de vacas gordas para reducir su dependencia económica de las exportaciones de materias primas, impulsando el desarrollo de sectores industriales o de servicios.
Analizando la evolución regional desde el año 2000, el trabajo destaca como aspectos positivos la mayor inserción en la economía mundial, beneficiándose del comercio exterior y de la inversión directa. Adicionalmente, en muchos países se han llevado a cabo políticas monetarias y fiscales que han contribuido a frenar la inflación y a mejorar las cuentas públicas.
Pese a la favorable evolución de los términos de intercambio, la acumulación de capital ha sido insuficiente y la productividad laboral ha tenido un progreso limitado.
Y ahora algo que nos proporciona una respuesta a la pregunta; de acuerdo con el informe los rendimientos económicos procedentes de las exportaciones de materias primas, en la época de precios altos, se han invertido en sectores no transables (es decir los que solamente se pueden consumir en el país que los produce, como los inmuebles) y en la explotación de recursos naturales. Sin embargo, no se ha producido una inversión equivalente en sectores de bienes transables, de mayor valor añadido, y que puedan contribuir a diversificar la composición de las exportaciones de cada nación y su estructura productiva.
La recomendación que ofrece el citado trabajo es clara al respecto y la reproduzco a continuación para terminar:
“El aumento de la inversión en los sectores no transables (de menor productividad) que se ha producido en los últimos años en varios países sin un aumento equivalente —o mayor— en los sectores transables (de mayor productividad) requiere ser revertido para dar lugar a un aumento equivalente o mayor de las inversiones en los sectores transables. Ello contribuiría a impulsar un proceso de cambio estructural más balanceado y dotado de más eslabonamientos, en que la producción de bienes y servicios, al originar exportaciones netas, contribuya a alejar el peligro de eventuales restricciones de origen externo al crecimiento”.
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