Hablando con sinceridad, los
ciudadanos de a pie andamos todos muy escasos de conocimientos de seguridad.
Las conexiones que tenemos en casa suelen tener un nivel de protección
insuficiente, y a menudo incluso no dotamos el acceso a la red wifi domestico
con contraseñas robustas para evitar que puedan entrar intrusos en ella. Por
otro lado, todos los dispositivos familiares que conectamos a dichas redes
–portátiles, teléfonos, tabletas, consolas- tampoco suelen tener actualizadas
las últimas versiones del software, lo que genera huecos de seguridad notables.
Si a ello le sumamos que carecemos, en términos generales, de las nociones
básicas de ciberseguridad, podemos comprender que esta situación de
confinamiento expone a las ciberamenazas, no sólo a las familias, sino a las
empresas, cuyos sistemas pueden verse atacados a través de las brechas de
seguridad que presenta el entorno doméstico del teletrabajador.
Las cifras de ciberataques se han
disparado en las últimas semanas. La media diaria es de 2 600 ataques, pero el
día 28 de marzo llegaron a registrarse hasta 5 000. Con todo, los expertos
avisan de que el pico de actividad maliciosa probablemente no se ha alcanzado
todavía. Las acciones detectadas son de todo tipo: desde intentos de robo de
contraseñas y datos, hasta ataques directos contra organizaciones, e incluso,
hospitales. También se ha producido una escalada del volumen de bulos y
noticias falsas en circulación relacionadas con la pandemia, cuyo fin es crear
pánico entre la población y desestabilizar las instituciones.
La reciente “digitalización
extrema” a la que hemos tenido que adaptarnos bruscamente ha jugado
abiertamente a favor del hacker,
principalmente porque ahora estamos más expuestos tecnológicamente hablando. La
sociedad se ha hecho mucho más dependiente de las infraestructuras digitales y
la conectividad. Además, nos hemos visto abocados al teletrabajo, sin que gran
parte de las empresas y organizaciones hayan podido probar debidamente cómo
implantar con éxito esta modalidad. Por otro lado, el consumo electrónico se ha
disparado: todo lo que hacemos encerrados tiene un mayor peso digital.
Finalmente, existe un amplio porcentaje de población que no está tan
familiarizado con el uso cotidiano de tecnología, pero que se ha visto
igualmente empujado a incorporarla en su vida diaria. Desde la perspectiva de
cazador del ciberdelincuente, la pandemia ha multiplicado el número de presas
que se encuentran completamente al descubierto y que son muy fáciles de abatir.
En Europa se detecta una notable
falta de información sobre los riesgos del cibercrimen. Únicamente el 46% de
los ciudadanos europeos se considera bien informado, de acuerdo con los datos
del Eurobarómetro. Y este porcentaje disminuye al 35% en el caso de los
españoles. Atendiendo a la aplicación de medidas de seguridad, tan solo el 45%
de los europeos ha optado por instalar un antivirus o modificar el que ya
poseía. En nuestro país, la instalación de antivirus es la medida de seguridad
más utilizada, aunque solo alcanza al 35% de los internautas. Por otro lado,
somos uno de los Estados miembros de la UE, junto a Rumanía y Portugal, en el
que más porcentaje de internautas (22%) declara no adoptar ninguna medida de
seguridad cuando utilizan internet. Sin embargo, la mejor ciberdefensa es la
formación digital y la información. Solamente una población que se mueva con
soltura por el medio digital, y que conozca sus riesgos y cómo evitarlos, podrá
frenar en gran medida los riesgos que acechan en internet.
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