Parece que a estas alturas el modelo de
expansión económica de China, cuya competitividad se ha basado
tradicionalmente en los bajos costes de la mano de obra, está
empezando a entrar en barrena. El país asiático actualmente produce
una quinta parte de las manufacturas mundiales, de acuerdo con
información ofrecida por "The Economist", sin embargo la estrategia de
competencia internacional vía costes que ha avalado este éxito está
empezando a fallar por culpa del encarecimiento del precio del
terreno, por las nuevas regulaciones medioambientales y de seguridad,
por la creciente imposición, pero sobre todo, por el crecimiento
sostenido del coste de la mano de obra.
Las plataformas exportadoras chinas
están localizadas en las zonas de la costa, cuyos máximos
exponentes son Shangai y Hong Kong, que albergan un grado de
desarrollo exponencial y el florecimiento de una nueva clase
media-alta urbana sofisticada. Hasta el momento China ha jugado con
la estrategia del “ejército de reserva”, que aunque denunciada
por Marx como una lacra del capitalismo, ha sido aplicada con
inteligencia por el gobierno comunista chino: la inmensa bolsa de
población rural se utiliza como una válvula de seguridad para que
no crezcan los salarios industriales urbanos. Si se produce una
escasez de mano de obra en la industria manufacturera, que amenaza
con presionar los salarios al alza, se desplaza mano de obra del
campo, desde el interior del país, a las ciudades desarrolladas de
la costa, generando la oferta laboral suficiente para garantizar que
los costes de la mano de obra permanezcan en niveles bajos.
Pero la progresiva industrialización
de zonas del interior, como es el caso de Chongoing o Hubei, están
quebrando esa fluidez de desplazamiento de la mano de obra hacia las
ciudades litorales, poniendo en peligro el modelo de producción a
bajo coste laboral. Recientes estudios ponen en evidencia que en la
zona de Hong Kong los salarios han subido en este año un 10%,
mientras que en Shenzhen, la empresa taiwanesa Foxconn, que fabrica
iPads entre otras cosas, ha registrado unos incrementos en torno al
16-25%. En toda la región industrial costera de Guangdong, el
crecimiento anual ha sido del 12% entre 2002 y 2009. Por establecer
una comparación, esta cifra fue solamente el 8% en Filipinas y el 1%
en México. De seguir en esta línea, para el año 2015 resultará
más barato producir en EE.UU. que manufacturar en China y mandar los
productos allí.
Ya existen empresas que están
considerando la posibilidad de migrar su producción otras países
asiáticos con costes laborales más bajos, como Vietnam. El problema
es que éstos no disponen de una cadena de valor tan completa como la
china, es decir, la existencia de proveedores fiables especialmente
en sectores relacionados con la electrónica, aunque algunas empresas
de productos bajos en intensidad tecnológica, como el textil, están
empezando a trasladarse a naciones vecinas.
Con todo, las áreas costeras
industrializadas de vocación exportadora gozan de una serie de
ventajas competitivas de las que carece el interior de China:
- La proximidad a un grueso mercado emergente de consumidores con un poder adquisitivo creciente, a diferencia de las zonas más pobres rurales de interior.
- Los costes laborales han crecido, es cierto, pero también lo ha hecho la productividad de los trabajadores. Es decir que cobran más porque producen más.
- A pesar de las limitaciones manifestadas de mano de obra, China es un país inmenso y sobrepoblado; no parece que la escasez de fuerza de trabajo llegue a ser un problema.
- La industria del litoral tiene una cadena de valor sofisticada y muy completa.
Por el contrario, la industria de la
China interior presenta cadenas de valor incompletas, faltan
proveedores y socios estratégicos, y sistemas de transporte y
logística muy deficientes. Para hacernos una idea, puede costar más
dinero enviar un producto del interior a Shangai, que de Shangai a
Nueva York. Sin embargo, y aunque las empresas de las zonas profundas
carezcan de vocación exportadora, abastecen a un importante mercado
interno local. De esta forma, comprobamos que no existe una
competencia real entre las distintas áreas industriales del país,
dado que tanto sus mercados como el perfil de sus consumidores son
distintos.
La pregunta que surge es ¿podrá China
en el futuro inmediato seguir manteniendo su ventaja competitiva
internacional vía costes? Todo parece indicar que no. Por otro lado,
hay que tener en cuenta la caída de la demanda de exportaciones
derivada de la crisis en Europa y EE.UU. El reto para la empresa
china es ascender en la cadena de valor; dejar de copiar productos
ajenos y profundizar en el diseño y la investigación, como una vía
para desarrollar artículos de alto valor añadido, que además
lleven asociados servicios de alto valor añadido.
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