viernes, 11 de mayo de 2012

El euro no fue tan buena idea después de todo

Publicó el diario el  “El País” un capítulo del último libro del Premio Nobel de Economía Paul Krugman, “Acabad ya con esta crisis”, en el que el autor reúne y ordena todas las reflexiones que ha ido esbozando en sus artículos sobre esta crisis que está machacando especialmente a Europa. Una de sus tesis fundamentales es que la unión monetaria nunca debió de llevarse a cabo,  habiéndose convertido ahora en una atadura para los países que se ven impedidos de poner en práctica políticas monetarias que alivien su situación económica.

El error fundamental para Krugman fue el crear una moneda común y una única política monetaria para una serie de países que son demasiado heterogéneos. En ilusorio pensar que el conglomerado de naciones de la Unión Europea pueda funcionar como un solo estado, como por ejemplo los distintos estados de EE.UU.. Para empezar sus estructuras económicas son muy distintas; además no existe una integración fiscal sino que cada país maneja su propio presupuesto, y finalmente, no existe una movilidad real de la mano de obra -lo que podría equilibrar las diferencias salariales entre naciones-, porque los idiomas y culturas distintas suponen una barrera para el desplazamiento de la fuerza de trabajo. La Unión Monetaria es a juicio de Paul Krugman el origen de los problemas que sufrimos en la actualidad.

En el caso de nuestro país, durante los años de bonanza el crédito fluyó alegremente a través de dinero barato procedente del resto de la UE. Pero claro, conociéndonos, debíamos esperar que todos esos recursos no se invertirían en innovación o modernización de la estructura productiva, pensando en el bienestar futuro, sino en lo que ocurrió realmente, que se gastaron en crear una burbuja inmobiliaria buscando el dinero fácil, el pelotazo,  en suma. Todo ello ha conllevado un encarecimiento relativo de los salarios en España y por ende, de los costes de producción, lastrando la competitividad de nuestra economía.

La solución a esta cuestión viene de la mano de una bajada del nivel general de salarios hasta equipararlos con los de los vecinos europeos. Esto, dice Krugman, en condiciones normales se logra devaluando la moneda, que al perder parte de su valor, disminuye en bloque los costes laborales. Sin embargo, el Estado español no dispone ya de esa herramienta de política económica al estar dentro del euro y esa potestad queda en manos del Banco Central Europeo. Y éste tiene que hacer frente a situaciones muy distintas dentro de la UE.

El BCE podría acometer una política de dinero fácil que supondría un estímulo para las economías más fuertes, como la alemana. Ésta crecería y se generaría inflación y una presión al alza de los sueldos alemanes, mientras que los españoles se mantendrían junto con nuestra tasa de desempleo. De esta forma los costes laborales españoles recuperarían su competitividad. Pero esto no se hará porque los alemanes y las autoridades comunitarias tienen verdadero pavor a la inflación, aunque sea moderada. Por lo tanto, la única solución que queda, la más dolorosa, es que las elevadas tasas de paro españolas presionen a la baja los salarios. Pero esto es lento y puede no conducir a un ajuste completo, en contra de lo que piensan los economistas neoliberales que consideran que todos los mercados se ajustan automáticamente. Desde la teoría macroeconómica se denomina el “modelo del límite inferior de salarios” y se representa como una cueva de oferta de mano de obra con forma de ángulo recto, de manera que, a partir de un determinado nivel salarial, por más que baje la demanda de trabajo del mercado los salarios no descienden más. Esto se puede explicar por la presión sindical, que impide nuevos descensos del coste del trabajo, o incluso porque por debajo de determinado salario el trabajador no este dispuesto a ofrecer su mano de obra en el mercado, prefiriendo vivir de subsidios y ayudas públicas o por otros medios.

En cualquier caso, el déficit que acusan ahora los países de Europa no es la causa de la crisis sino su consecuencia. Naciones como Irlanda y España tenían antes de la caída superavits en sus cuentas públicas y eran considerados ejemplos de gestión eficiente. Tampoco la situación de Grecia ha llevado a la UE al abismo: a fin de cuentas solamente representa un 3% de las economías de los países del euro. Pero el espíritu calvinista del norte de Europa tiene que buscar culpables, aunque los problemas sean más amplios y complejos, y tiende a criminalizar el comportamiento de las principales víctimas de la crisis, los españoles, los griegos, irlandeses o portugueses. Por desgracia están dando un mal ejemplo del espíritu solidario que debería inspirar la Unión Europea.

2 comentarios:

  1. Buen artículo te has currado... muy bueno.

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  2. Muchas gracias, Louie, pero por desgracia solamente me he limitado a resumir las ideas de Krugman. Ojalá se me ocurriesen a mí esos razonamientos...

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