Hace poco comentábamos en un post un informe de la consultora McKinsey acerca de la educación para el empleo. Ahora toca analizar lo que piensa la Comisión Europea al respecto, que a grandes rasgos no presenta grandes diferencias de enfoque con el anteriormente mencionado. Se trata del trabajo Un nuevo concepto de educación: invertir en las competencias para lograr mejores resultados socioeconómicos COM(2012) 669 final, que lleva fecha de noviembre del pasado año.
El título no deja lugar a dudas: se acabó la tontería; la educación no debe buscar crear una ciudadanía culta y civilizada sino crear generar productivos para el sistema económico. Y punto. Se puede edulcorar lo que se quiera con la retórica administrativa comunitaria, que siempre nos intenta hacer creer que vivimos en la mejor de las Europas posible, pero la realidad es que la cosa está muy mal y hay que plegarse a las necesidades del capital productivo.
Por si el título no queda lo suficientemente claro, en la introducción se ofrece una explicación más detallada sobre el tema:
“La misión general de la educación y la formación incluye objetivos como la ciudadanía activa, el desarrollo personal y el bienestar. Estos objetivos implican la necesidad de mejorar las aptitudes en provecho de la empleabilidad, con el trasfondo de una economía estancada y un descenso de la población activa debido al envejecimiento demográfico, aunque los retos más apremiantes para los Estados miembros son atender las necesidades de la economía y buscar soluciones para atajar la escalada del desempleo juvenil.”
Podemos comprobar como esos maravillosos objetivos educativos que son la ciudadanía activa, el desarrollo personal y el bienestar, quedan sometidos y condicionados por la empleabilidad y las “necesidades de la economía”. No estoy de acuerdo en que haya que aproximar el currículo escolar a las necesidades de la empresa, por mucha crisis que estemos sufriendo. Creo que es mucho más útil para el sistema productivo de un país una generación de trabajadores de amplia cultura, versatilidad y capacidad de aprendizaje.
Sin embargo, según avanzamos en la lectura del documento la Comisión Europea parece darnos la razón: hay que concentrar esfuerzos en el desarrollo de aptitudes transversales, como son (y en esto estoy completamente de acuerdo), el pensamiento crítico, la iniciativa, la solución de problemas y el trabajo colaborativo, que preparan a las personas para los recorridos de su carrera profesional, que son hoy en día tan variados e impredecibles. Pero esto va en contra del interés de la empresa media española, creo yo, que tradicionalmente prefiere gente ya formada en competencias muy específicas (así se ahorra la formación), o por lo menos, eso dejan entrever los líderes de la patronal en sus declaraciones públicas.
Seguidamente, el informe de la UE nos baja la ilusión con un jarro de agua fría al citar el vocablo de moda, el emprendimiento. Vaya por Dios, con lo bien que íbamos. Pues nada, los jóvenes deben ser emprendedores, tanto desde la perspectiva del trabajo por cuenta propia como desde la del trabajo por cuenta ajena. Es un término tan vacío y manido que ha perdido cualquier valor que pudo haber tenido. “Emprender” pasa a la estantería de palabras ajadas y polvorientas junto a “innovar”, que también se las trae.
Más adelante se habla de la importancia de las TIC en la educación y del papel trascendental del profesor en el proceso formativo. Básicamente se afirma que los profesores hacen frente a una demanda en rápida transformación que exige nuevas competencias tanto a los propios profesores, como a los formadores del profesorado y al personal directivo, y que reclama una acción decidida para apoyar nuevos enfoques de la enseñanza y el aprendizaje. Vamos, el discurso de la necesidad de cambio que llevamos escuchando desde hace dos décadas.
Y ya en el punto 2.3 nos entra la risa, cuando el documento afirma que la inversión en educación y formación es esencial para promover la productividad y el crecimiento económico. Bien pensado, y nos preguntamos, ¿eso lo sabe nuestro gobierno? Pero en el informe se habla de nosotros con nombres y apellidos: “de los países para los que se dispone de datos, solo España (presupuesto central), Chipre y Portugal han comunicado un descenso en la financiación de los regímenes de apoyo a las personas que cursan estudios. Sin duda, cualquier insuficiencia de recursos en la actualidad va a tener graves consecuencias a medio y largo plazo para el capital de aptitudes de Europa.”
De hecho, se habla de “dar prioridad a la inversión pública en el sector de la educación y la formación”. O sea, justo lo contrario que hacemos en España.
En las conclusiones, se establece como verdad inamovible que “Europa solo podrá reactivar el crecimiento a través de una mayor productividad y generando trabajadores altamente cualificados; la reforma de los sistemas de educación y formación es esencial para lograrlo”. ¿Y no podemos hablar de ciudadanos cultos, de mente crítica, capaces de garantizar el desarrollo social de un país, sin necesidad de tratar a los estudiantes como un futuro recurso productivo?
Todo esto me recuerda a aquella canción clásica “Sixteen Tons” que rezaba:
“You load sixteen tons, what do you get
Another day older and deeper in debt
Saint Peter don't you call me 'cause I can't go
I owe my soul to the company store”.
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