Un rasgo más del nuevo orden mundial que se está gestando en la actualidad es la inversión del sentido de los flujos migratorios. Si antaño la mano de obra emigraba de las naciones latinoamericanas a Europa, hoy en día la peregrinación se produce de este a oeste, por lo menos en el caso de Portugal y España.
Este fenómeno es producto del estancamiento de las economías del viejo continente, incapaces de crear empleo, y de la solidez del crecimiento de América Latina, que parece haber enganchado un ciclo largo que definitivamente va a transformar la estructura socioeconómica de gran parte de los países, como es descrito en el artículo The new New World de la edición de The Economist del 26 de abril.
En el caso de España, los grandes flujos migratorios desde América comenzaron en la década de los noventa, sobre todo con la bonanza económica que sucedió a la crisis de 1992-1994, cuya extensión fue de más de diez años, con algún altibajo entre medias. Sin embargo, entre 2007 y 2011 el número de jóvenes españoles que emigra cada año se ha triplicado. No es de extrañar con una tasa de paro juvenil en torno al 50% como la que tenemos. El caso de los portugueses que emigran a Brasil es similar.
El nivel formativo de gran parte de los jóvenes que se marchan es muy elevado, se habla incluso de la generación mejor formada de la historia de España. Algunos, no se sabe si por cinismo o estupidez, se enorgullecen de “la exportación de talento”; se ha escuchado a cierta personalidad política afirmar recientemente que "el número creciente de jóvenes españoles que tienen buenos trabajos en el extranjero tendrá un efecto muy positivo", en la economía española, se supone.
Vamos a ver, si analizamos la situación, la mayoría de los jóvenes que se van han estudiado en centros públicos o concertados, y en muchos casos habrán recibido becas, por lo que se puede afirmar que su capacitación la hemos pagado entre todos los españoles (por lo menos, entre los que pagamos impuestos). Si una vez que acaban su formación se tienen que ir a crear valor a otro país con su talento y su trabajo, se puede decir que nos hemos gastado el dinero en mejorar la competitividad de otras naciones.
Evidentemente nadie emigra por gusto, o por lo menos no la mayor parte, y todos sabemos que la situación es excepcionalmente grave. Pero pido a aquellos políticos, -y ya no distingo partidos-, que, bien por su torpeza en el ejercicio del poder, bien por lo canalla e inhumano de la ideología económica que defienden, bien por lo que han robado de las arcas públicas, son los responsables de esta situación, que por lo menos se callen y no nos tomen por más idiotas de lo que hemos demostrado ser cuando les votamos.
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