miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Las exportaciones nos sacarán de ésta?

Mucho se ha hablado desde que nos metimos en el charco de la crisis, que resultó ser arenas movedizas, del buen comportamiento de las exportaciones españolas durante este periodo, prácticamente el único componente de la demanda que mantiene algo de vida, ante el coma en el que están sumidos la inversión y el consumo tanto públicos como privados. Ya me hice eco de ello en un post de junio de 2011 cuando todavía apenas empezábamos a vislumbrar la magnitud del desastre.

La pregunta que nos hicimos entonces, que seguimos haciéndonos ahora con más razón, y que ha intentado responder Universia Knowledge Wharton en un interesante artículo, es si el sector exterior realmente puede salvar nuestras economías.

Como vimos en el post de hace dos años, España no tiene una tejido económico de fuerte vocación exportadora; más bien se trata de un grupo bastante reducido de empresas que son líderes mundiales en sus respectivos sectores de actividad. Ante el colapso de la demanda en España y del mercado interior europeo, el grupo de multinacionales españolas mantiene el tipo, con mayor o menor elegancia, gracias al tirón de la demanda en América Latina, y en menor medida, en Asia.

No es casualidad que estas compañías sobrevivan gracias al aliento extracomunitario, es el fruto de varias décadas de llevar a cabo estrategias de internacionalización basadas en la alta competitividad de sus modelos de negocio.

Quiero resumir a continuación las cifras positivas que ofrece el artículo de Wharton sobre el sector exterior español:

  • El déficit comercial español se redujo un 33,6% en 2012.
  • Las exportaciones crecieron un 3,8% hasta alcanzar 222.644 millones de euros, el mejor registro desde 1971.
  • Las importaciones cayeron un 2,8% y la tasa de cobertura (porcentaje de las importaciones que se pagan con las exportaciones) se sitúa en 87,8%, el nivel más alto de la historia.
  • Sin contar con el déficit energético, la balanza se sitúa en un superávit de 17.746 millones de euros en 2012.
  • Por último, las exportaciones a Oceanía han aumentado un 37,6%, las destinadas a África un 30,6% y aquellas dirigidas a Latinoamérica un 13,5%.

Ante este rosario de buenos datos, las preguntas que hay que hacerse es, en primer lugar, si se trata de una mejora real de la balanza de pagos o si es una ilusión producida por la caída de la demanda interna y de las importaciones; y en segundo, la que nos hacíamos arriba, si el sector exterior se basta el solo para sacarnos del agujero en el que nos hemos caído.

La primera cuestión la tienen medianamente clara los expertos en economía consultados por los autores del artículo: no estamos ante ningún espejismo sino ante una mejora efectiva de las relaciones comerciales extracomunitarias, derivada de una mayor competitividad alcanzada por la empresa exportadora española. El mercado internacional avala nuestro buen hacer.

La mala noticia es que la proporción de las empresas exportadoras sobre el total de negocios de España es muy baja, constituyendo una fuerza insuficiente para remolcar la economía. Esto parcialmente responde la segunda pregunta.

¿Qué factores nos pueden ayudar en impulsar la proyección exterior de la economía de España? Pues a grandes rasgos se mencionan tres: especialización sectorial, competitividad y esfuerzo innovador.

Siguiendo las buenas prácticas de las empresas multinacionales españolas, debemos elegir los sectores en los que realmente destacamos en el escenario internacional. Sin mucho esfuerzo imaginativo, podemos destacar las telecomunicaciones, la construcción de infraestructuras y obra pública, la energía… pero hay muchos más.

La competitividad de nuestro tejido empresarial ha mejorado notablemente gracias a los esfuerzos en la reducción de costes de las empresas y a la flexibilización del mercado de trabajo (que a algunos les sigue pareciendo muy rígido: deben querer que la gente trabaje gratis). Por desgracia, las políticas monetarias que podrían ahondar en la competitividad de nuestra economía no están en manos del Banco de España, como las devaluaciones en tiempos de la peseta, sino del BCE, que no tiene la menor intención de llevar a cabo acciones que puedan ayudar a los países más dañados.

Finalmente, la empresa que se bate en el ring global debe de asumir la innovación como uno de sus valores estratégicos, solamente así se puede destacar del montón. Desgraciadamente, la escasez de recursos del sector privado y los recortes públicos actuales en estimular la I+D fruto de la austeridad desmesurada nos alejan de este principio.

Como conclusión cabría decir que convertir un país en una potencia exportadora es una tarea que lleva tiempo y cuyos resultados se ven a largo plazo, pero es importante enfocar desde el principio la estrategia correcta y no abandonar el camino.

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