La Alianza del Pacífico es una nueva apuesta latinoamericana por la integración económica. En la cumbre celebrada en Cali (Colombia) el pasado 23 de mayo, sus socios, Chile, Colombia, México y Perú, se comprometieron a quitar los aranceles al 90% de los productos objeto del tráfico comercial entre estas naciones y a eliminar el 10% restante en el plazo de siete años. Todo un comienzo para un proceso de integración que de seguir adelante puede construir una poderosa región económica.
Aparte de la solidez de la economía chilena, la Alianza se beneficia de tres de los nuevos motores de la economía mundial, pues México, Perú y Colombia se erigen como nuevos protagonistas en el escenario global que está ahora naciendo.
Por dar una idea de la relevancia de la Alianza del Pacífico, las principales cifras macroeconómicas nos hablan de un PIB de 2 billones de dólares (algo inferior al del gigante Brasil que es de 2,4 billones), un crecimiento conjunto superior al 4% entre 2011 y 2012, y una inversión extranjera directa valorada en 71 mil millones de dólares en 2011. La población total de este cuarteto asciende a 209 millones de habitantes.
Indudablemente, la Alianza del Pacífico presenta la ventaja de que los cuatro miembros gozan de un idioma y de una herencia cultural comunes, algo que favorece la integración de las economías y la construcción de un futuro mercado común. En Europa al contrario, la diversidad lingüística y cultural obstaculiza en gran medida la libre circulación de trabajadores: no hay barreras legales para trabajar en otro país pero no se puede emigrar sin conocer el idioma de la nación de destino.
Por otro lado y quizá exceptuando México, los integrantes de la Alianza mantienen fuertes relaciones económicas con Asia. La apuesta por una postura e interlocución comunes frente a países como China puede fortalecer la capacidad negociadora individual de cada socio y mejorar los términos de los acuerdos en beneficio de los americanos.
El espíritu de la Alianza del Pacífico bebe de los principios originarios de la década de los noventa que predicaban el regionalismo abierto: abrirse al libre comercio internacional a la vez que se profundiza en la creación de un mercado interno regional. El resultado entonces fue Mercosur.
Mercosur nació en 1991 y estaba originalmente integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y aunque compartía con la Alianza la visión de establecer un mercado común latinoamericano, las distintas presiones nacionales han enturbiado el aperturismo primigenio con tendencias proteccionistas. Es algo que bien pudiera pasarle a la propia Alianza.
Los europeo, que tenemos una tradición longeva en el campo de la integración económica, sabemos lo complicado que resulta el hacer prevalecer el interés común sobre las ambiciones nacionales. En el caso de Mercosur, por ejemplo, Argentina lleva obstaculizando desde 1999 la firma de un acuerdo bilateral con la Unión Europea. La Alianza del Pacífico podría tener un problema con las poderosas relaciones que tiene México con su vecino del norte, de forma que los EE.UU. en alguna ocasión presionen a través de su socio para cambiar alguna situación o propuesta que no consideren favorable a sus intereses.
Otra amenaza a los procesos de integración económica son los gobiernos populistas de extrema izquierda que cada cierto tiempo alcanzan el poder en algunos países de Latinoamérica. Siempre me he considerado de izquierdas, pero veo con espanto el caudillismo charlatán de supuestos héroes de la clase trabajadora como Hugo Chávez, cuya gestión estatalista de la economía venezolana es una auténtica chapuza. Este tipo de gobiernos pueden llegar a vetar alianzas y acuerdos ventajosos para todos los socios en nombre de ideologías trasnochadas.
Un último tema que se me presenta como importante es el de la profundidad que se plantea en el proceso de integración, es decir, el definir desde el principio hasta dónde queremos llegar. ¿Nos limitamos a eliminar los aranceles para el comercio de mercancías entre los socios o vamos más allá y creamos un arancel común para los productos de terceros países? Además de garantizar la libre circulación de mercancías y servicios, ¿permitimos la libre circulación de personas y transacciones de capital? ¿Creamos instituciones de gobierno y una legislación supranacionales? ¿Esperamos tener una moneda común? Demasiadas preguntas quizá para el incipiente proyecto de la Alianza del Pacífico.
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