Cuando algunos comienzan a lanzar
las campanas al vuelo identificando, o creyendo identificar, una tímida
recuperación de la economía española conviene preguntarse qué queda del país
que conocimos antes de la crisis y en qué medida las políticas de austeridad y
recortes han destruido la
España edificada en la transición, que perseguía fomentar la
igualdad de oportunidades y la movilidad social, por lo menos como una voluntad
colectiva.
Este ejercicio lo ha realizado en
el diario El País el sociólogo de la Universidad Carlos
III de Madrid José Antonio Gómez Yáñez, a través del artículo ¿Recuperación o un nuevo modelo social?
La clave para entender este
proceso es que la recuperación de las macromagnitudes no devuelve a la economía
al punto de partida, como en una recesión normal, sino que retrocede a niveles
existentes años atrás, y lo que es más importante, presentando importantes cambios
en la distribución de la renta y la riqueza, aumentado la desigualdad.
De hecho, cuando realmente
comience el crecimiento éste no va a
mejorar la situación de amplias capas de la sociedad, las más débiles. Gran
parte de aquellas circunstancias que intentaban corregir la desigualdad han
desaparecido con la crisis, o bien han perdido peso dentro de las agendas de
los poderes públicos o están en cuestión.
La “necesaria” flexibilización
del mercado laboral supone desproteger al trabajador; el exceso de mano de obra
desempleada garantiza la congelación e incluso la reducción de las
retribuciones de los asalariados, y en cualquier caso la perdida de poder
adquisitivo; los sistemas de protección social en lugar de reforzarse en los
tiempos duros están siendo gradualmente desmontados.
El autor del artículo subraya el
pesimismo actual de la población: el 51% piensa que dentro de seis meses estará
igual que ahora y un 37% opina que estará peor. El modelo de “mejora
intergeneracional”, en el que cada generación tienen un nivel de vida mejor que
la anterior, se rompe: los jóvenes actuales van a vivir peor que sus padres. Y
para colmo la corrupción generalizada y el distanciamiento de la clase política
respecto de los problemas del ciudadano medio ha derivado en una desconfianza y
una aversión hacia los poderes públicos y las instituciones nacionales.
Es un cambio de modelo económico,
que ha cuajado en los últimos tres años, en el que porcentajes importantes de
la población han adquirido una gran sensación de inseguridad en la que el
futuro se muestra imprevisible y potencialmente peor que el presente. El
fantasma de la perdida del empleo, del empobrecimiento, de una vejez casi
indigente… cada vez adquiere mayor solidez.
Ante estas expectativas es lógico
que el consumo interno se contraiga, que nadie se “arriesgue” a consumir,
especialmente bienes como los automóviles o los inmuebles que implican
endeudarse para el futuro, lo que está minando seriamente la posibilidad de iniciar
una recuperación económica seria y fuerte.
Gómez Yáñez concluye:
“En suma, lo que perciben los
ciudadanos es un cambio en los patrones de acumulación y distribución de los
recursos. Una economía puede crecer de distintas maneras, pero esta recuperación
supone la estabilización de un nuevo modelo de crecimiento en el que las
fuerzas sociales se distribuyen de manera más desigual que hace cinco años en
detrimento de la mayoría; tanto en el trabajo como en el consumo, en
prestaciones sociales y en poder social”.
¿Realmente la derecha europea neoliberal quiere volver a la sociedad
clasista tradicional? El Nobel de economía Paul Krugman afirma que sí en su
blog, en concreto en el post del 17 de septiembre titulado No estés hastiada, Francia.
Relata Krugman como Francia ha llevado una política de austeridad fiscal
mucho más intensa de la que debería haber aplicado de acuerdo con su situación económica.
Ha hecho los deberes más allá de lo exigible, pero… en vez de recortar el gasto
público ha aumentado los impuestos, eliminando su déficit primario estructural.
Y ¡oh, sorpresa! En vez de recibir felicitaciones y alabanzas desde la Comisión Europea
es regañada con furia por el comisario Olli Rehn que afirma que la moderación
fiscal debe provenir de recortes del gasto, no de aumento de ingresos. Se ha
delatado y ha delatado todo el plan neoliberal al que hemos sido sometidos. Cedo
la palabra a Krugman que lo explica mejor que yo:
“Pero sin duda, la cuestión más
importante aquí es que Rehn se ha quitado la careta. El tema no es la
responsabilidad fiscal; nunca lo fue. La cuestión siempre ha sido exagerar los
peligros de la deuda para desmantelar el Estado de bienestar. ¿Cómo se atreven
los franceses a tomarse al pie de la letra las preocupaciones sobre el déficit,
y por otro lado negarse a rehacer su sociedad siguiendo las líneas neoliberales?”
Por mi parte sólo me queda añadir
VIVA LA FRANCE
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