miércoles, 9 de octubre de 2013

De tener miedo de los chinos a temer por ellos

La frase del título la atribuye The Economist al Nobel de economía Paul Krugman en el artículo A bubble in pessimism. Expresa el temor de que un frenazo de la economía china pueda agravar la crisis de la economía mundial, estancando el crecimiento de las economías emergentes y de los sectores de nuestra economía que dependen de su bonanza, como las telecomunicaciones, las finanzas o las infraestructuras.

El pesimismo de Krugman no es del todo compartido por el autor del artículo, que observa un cambio de tendencia en el gigante asiático, aunque no necesariamente negativo.

Es cierto que desde hace algún tiempo China ha rebajado su poderosa tasa de crecimiento de dos dígitos de antaño a un “modesto” 7,5%. La tasa de inversión sigue alta, más del 48% del PIB, pero el ratio de endeudamiento de las familias, empresas y de la administración ha subido hasta un 200% del producto interior.

Lo que para unos es una evolución del modelo económico para Krugman es el fin del modelo de crecimiento chino. A su juicio, lo que ha quebrado es lo que Marx denominó el “ejército de reserva”, es decir, un exceso de población rural que fluye hacia las actividades industriales urbanas cuando resulta necesario para mantener los salarios bajos.

Se ha tratado de basar la competitividad en la explotación del trabajador, que el padre del marxismo denunció en el capitalismo de su época, y que sus discípulos chinos actuales aplican para garantizar la expansión económica del país, incurriendo en una más de sus contradicciones ideológicas.

Pero parece ser que este modelo no se sostiene y que cada vez es más difícil llevarse mano de obra del entorno rural sin que se produzcan tensiones salariales al alza allí. El retorno de la inversión de este modelo era alto, con mano de obra ilimitada  a precio de saldo, pero ahora  caerá porque los salarios deberán subir para convencer al trabajador para que acuda a la ciudad. La insuperable competitividad china no será la misma.

El nuevo modelo exige que la inversión se centre en aumentar la productividad del trabajador individual y la rentabilidad de la misma ya no será tan espectacular.

Ahora bien, el sistema político chino se ha beneficiado de los métodos inhumanos del capitalismo salvaje, la explotación extrema del trabajador, pero a la vez se salta las reglas del mercado que son inherentes a éste, y el Gobierno manipula los componentes de la demanda a su antojo.

Es por ello que el estado estimula la variable de la inversión (de forma directa o a través de las empresas intervenidas) cuando otros componentes de la demanda, como el consumo privado, se debilitan. Están tuneando la ecuación de la renta y la demanda (demanda=consumo+inversión+gasto público+exportaciones-importaciones) a su antojo.

Para Krugman es una situación insostenible: a su juicio, China está invirtiendo desmesuradamente en aumentar su capacidad productiva en vez de nutrir la demanda interna y externa para sus productos y servicios. Y ello reventará en algún momento.

Recordemos que parte del mundo que todavía no sufre la crisis, en especial América Latina, depende en gran medida de la evolución de la economía de países como China e India, entre otros. Un cataclismo de estos países de oriente puede producir un efecto  en cadena y sumirnos a todos en una situación aún más desesperada. Por eso dice Krugman que, más que tenerles miedo, ahora debemos temer por ellos (y por nosotros).

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