Una de
las bazas con las que cuenta la industria de la comunicación para salir del
abismo de incertidumbre en el que ha sido sumergido por culpa de la innovación
disruptiva es, precisamente, reinventarse utilizando la tecnología más
vanguardista. De esta forma, ya aparecen iniciativas relacionadas con la
realidad aumentada y extendida, con el uso de inteligencia artificial para la
redacción de noticias o con la hiperpersonalización de la oferta informativa,
en función de los gustos y preferencias del usuario, por poner unos pocos
ejemplos. Una de estas tendencias muy de moda en los últimos años es
blockchain, la cadena de bloques, que para muchos constituye el eje de la
próxima revolución tecnológica. Este “libro de cuentas” distribuido está siendo
objeto de iniciativas en el campo del periodismo, especialmente relacionadas
con el control de la fiabilidad y la calidad de la información, y con la
propiedad intelectual y la retribución del redactor o del medio.
A grandes rasgos, una blockchain
es una base de datos digital distribuida, aparentemente inmutable, que puede
registrar transacciones en tiempo real. Cada nueva transacción en el sistema se
encadena cronológicamente a las precedentes –de ahí el nombre- y requiere ser
aprobada por consenso por todos los miembros de la red. Esto implica que no
existe una autoridad central que apruebe y regule las transacciones, y que
existe un control férreo que impide la manipulación de los registros, garantizando
la calidad de los datos allí incluidos. De hecho, los bloques de información de
la cadena son criptográficamente sellados y no pueden ser editados borrados o
copiados.
Entre otras aplicaciones, esta
tecnología puede impulsar los llamados contratos inteligentes, que no son otra
cosa que programas informáticos que ejecutan automáticamente la gestión de
derechos digitales, para, por ejemplo, realizar pagos a los creadores o los
titulares de los derechos de autor de una determinada obra.
La tecnología de la cadena de
bloques puede tener sus aplicaciones dentro del periodismo digital. A grandes
rasgos, se pueden plantear los siguientes casos posibles:
Micropagos
para apoyar pequeñas publicaciones. La gran cantidad de medios de
comunicación de todo tipo que compiten ofreciendo información y contenidos en
internet hacen que la inversión publicitaria este muy dispersa y fragmentada.
Para un medio modesto, financiarse y sobrevivir a base de anuncios resulta muy
difícil. Una alternativa de ingresos sería establecer micropagos por la lectura
de artículos y a través de blockchain se podrían gestionar de forma eficaz y en
tiempo real el flujo de estas pequeñas cantidades de dinero.
Criptomonedas
para financiar proyectos periodísticos y el trabajo de los periodistas. Alrededor
del mundo existen miles de personas que estarían dispuestas a pagar por leer
periodismo libre e independiente de calidad. Ya existen proyectos de crowdfunding basados en criptomonedas
para financiar iniciativas específicas de periodistas que trabajan por contar
una buena historia, sin tener que depender de patrocinios o ingresos
publicitarios.
Plataformas
de noticias sobre blockchain. Su misión es distribuir
noticias utilizando la cadena de bloques, garantizando la veracidad, la
transparencia y la libertad de expresión de los redactores que en ella
participan. Un ejemplo de esto es DNN (Decentralized News Network).
Una hemeroteca perdurable. El
cierre a veces repentino y abrupto de medios online puede llevar a que los contenidos se pierdan para siempre,
tanto para el público como para los propios autores de los mismos. Dado que
blockchain es un registro descentralizado y permanente, los periodistas pueden
encontrar en esta tecnología una forma de conservar su trabajo –y en
consecuencia su carrera profesional- sin riesgo de pérdida o desaparición.
Ya podemos encontrar experiencias
en marcha de plataformas de blockchain periodísticas. Civil, lanzado por The Civil Media Company, se autodefine como un
protocolo descentralizado de comunicaciones para periodistas y ciudadanos. La
idea es dar apoyo a la redacción independiente para producir periodismo de
investigación de calidad, tanto local como internacional. La visión de los
responsables es conseguir crear un vasto ecosistema de periodistas, ciudadanos y
desarrolladores para ofrecer productos y servicios que cimienten una actividad
periodística sostenible. La actividad de la plataforma reposa sobre la
blockchain Ethereum, donde una comunidad de lectores, creadores de contenidos,
verificadores de datos y editores, deciden la línea editorial y el tipo de
contenido a publicar.
El trabajo de los periodistas
implicados es financiado a través de las aportaciones de los lectores, para que
puedan escribir libremente y de forma independiente. De hecho, Civil ha creado
su propia criptomoneda para realizar transacciones, CVL Token, aunque también
se aceptan divisas convencionales.
Por otra parte, Publiq es otra plataforma de
publicación de contenidos que persigue conectar a los productores con los
editores para encontrar nuevos modelos de medios de comunicación, tanto en
relación a la propiedad de los mismos, su gobernanza y su gestión. Comenzó a
funcionar en su versión real a finales de 2018 y está basada en blockchain,
inteligencia artificial y analítica. La idea es luchar contra el mal periodismo
y potenciar el de calidad, y para ello establece un sistema mediante el cual
los lectores califican a los autores, impulsando su reputación y la
remuneración que reciben.
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