lunes, 28 de junio de 2021

Un mundo sin contacto

Touchless sensing, o detección sin tocar, es una forma avanzada de comunicación entre humanos y máquinas que, como su propio nombre indica, implica la ausencia de contacto físico. Es algo bastante extendido ya; un ejemplo de esta tecnología es el reconocimiento de voz, algo que está presente en nuestros teléfonos móviles y en otros dispositivos que usamos de forma cotidiana. Se trata de la solución más adecuada para garantizar que, ante una enfermedad contagiosa como la que ha sufrido la población mundial, reducimos lo más posible el tocar y manipular objetos, y con ello, las posibilidades de contagio.

Lo que la COVID-19 ha dejado claro es que una parte importante de la población se muestra proclive a recibir servicios que no requieren contacto físico, o, dicho de otra manera, prefieren usar tecnologías contactless. En abril del año pasado Capgemini publicó los resultados de una encuesta realizada a más de 4 800 consumidores de 12 países, orientada a descubrir cómo la pandemia ha condicionado la actitud presente y futura del público hacia la necesidad de realizar interacciones en su vida diaria que requieran el contacto.

La principal conclusión de este trabajo es que durante la pandemia el 77% de los encuestados globalmente manifestaron que incrementarían el número de interacciones sin contacto a través de asistentes de voz, tecnologías de reconocimiento facial o apps. Pero no se trata de un hecho aislado que pase cuando la enfermedad sea totalmente controlada, puesto que el 62% de la población espera aumentar sus relaciones contactless con el entorno después de la erradicación de la COVID-19. En el análisis por países, España presenta unos porcentajes del 71% y el 60%, respectivamente.

Uno de los tipos de interfaces sin contacto más populares son aquello basados en la voz. Los sistemas inteligentes con los que interactuamos a través del habla natural están entre nosotros de forma muy extendida. Nuestros móviles, tabletas y ordenadores incorporan los asistentes de voz, como son Siri de Apple, Bixby de Samsung o Cortana de Microsoft. De acuerdo con el más reciente informe de uso digital que realiza periódicamente Hootsuite, el 45% de los usuarios de internet del mundo utiliza regularmente la voz para comunicarse con sus dispositivos, cifra que en España es de más de un tercio de los mismos.

La voz está presente cada vez más en el entorno doméstico en la figura de los altavoces inteligentes, que de acuerdo con el Marco General de Medios 2020, ya están presentes en el 2,6% de los hogares españoles. Sin embargo, las tecnologías de reconocimiento del habla tienen también un gran potencial en los espacios públicos. Al igual que en los hogares inteligentes –y quizá con más razón- las zonas que compartimos con otras personas son firmes candidatos a albergar este tipo de sistemas. Pensemos en ascensores, en el encendido y apagado de luces, la apertura y el cierre de puertas, en los termostatos para regular la temperatura o en el uso de los servicios públicos, donde cualquier acción que deseemos pueda llevarse a cabo solo con pedirlo, sin necesidad de tocar nada.

Otro campo de aplicación de los interfaces de voz son los servicios financieros. De acuerdo con Business Insider, el 31% de los adultos de Estados Unidos llevarán a cabo pagos con la voz en 2022. De hecho, Siri de Amazon ya realiza transferencias con Venmo, el sistema de pago virtual de PayPal. Y, también, en restaurantes y comercios que normalmente hagan uso de pantallas táctiles, estas pueden ser sustituidas por asistentes de voz, garantizando de esta manera una mayor higiene.

La visión artificial es un campo de la inteligencia artificial que persigue crear programas capaces de reconocer el mundo que les rodea a través de imágenes y vídeos. Una de las aplicaciones de esta rama tecnológica es el reconocimiento facial, es decir, utilizar el rostro de las personas como elemento de autenticación biométrica. Se trata de una técnica que podría sustituir a la identificación a través de huella digital, pues a diferencia de esta no requiere contacto físico. Caixabank ya lanzó en 2019 un sistema para poder operar en cajeros electrónicos basado en el reconocimiento facial, y esta técnica también es utilizada para realizar pagos por parte de MasterCard: con solo hacerse un selfie, el usuario autoriza un pago.

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