Los ordenadores cuánticos
prometen llevar la computación hasta límites inimaginables actualmente, basando
su funcionamiento en la física de partículas. Todavía no es más que eso, una
promesa, cuyo despliegue durará décadas, pero ya hoy en día podemos anticipar,
a través de experiencias y pruebas, la transformación que traerá consigo esta
nueva generación de máquinas.
Aunque es pronto para predecir
todo su impacto, la llegada de la computación cuántica implicará importantes
ganancias en productividad, que Boston Consulting Group valora en 450.000
millones de dólares anuales. Los pioneros en su utilización serán aquellos
sectores cuya actividad reposa sobre unas necesidades de simulación y
optimización de sistemas altamente complejas, como pueden ser, entre otros, el
diseño de materiales o la creación de nuevos fármacos. A medio plazo, la
consultora prevé la generación de un valor para los usuarios finales en
cantidades todavía modestas, entre los 2.000 millones de dólares y los 5.000 en
2024.
En la computación cuántica ya no
hablamos de bits como en la informática tradicional, sino de qubits. Se trata
de ordenadores cuyo funcionamiento no reposa sobre transistores, sino sobre
partículas subatómicas, que pueden adquirir los valores 1 y 0. Hasta aquí
parece que se comportan como los bits, sin embargo, existen dos propiedades de
la mecánica cuántica que los hace distintos: la superposición y el
entrelazamiento. Por una parte, la superposición implica que los qubits pueden
adoptar el valor 1 o el valor 0, pero también simultáneamente propiedades de
ambos. Esto amplía de forma exponencial la capacidad computacional, pues un
ordenador con varios qubits en superposición puede cotejar simultáneamente un
elevado número de resultados posibles, y, solamente cuando el estado cuántico
de los qubits colapsa a 1 o 0, es el momento en que aparece el resultado final.
La otra propiedad es la
posibilidad de entrelazar pares de qubits, de forma que ambos existan en un
mismo estado cuántico, lo que implica que, si es alterado el estado de uno de
ellos, el del otro cambia instantáneamente de una forma predecible. El
entrelazamiento funciona incluso si están separados por grandes distancias.
Mientras que en la informática convencional al doblar el número de bits se
dobla la capacidad de procesado de información, en el ordenador cuántico el
entrelazamiento permite que, al añadir nuevos qubits, la potencia computacional
se dispare exponencialmente.
El desarrollo de ordenadores
cuánticos es harto complejo. Manejar y manipular partículas subatómicas es un
reto científico de primer orden. En algunos casos se requiere crear circuitos
superconductores y enfriarlos a temperaturas menores que las que hay en el
espacio exterior; otras veces se intenta atrapar átomos individuales en campos
electromagnéticos dentro de cámaras de vacío. El objetivo en ambos casos es
conseguir aislar a los qubits en un espacio cuántico controlado.
Aunque la informática cuántica
todavía está dando sus primeros pasos de forma experimental, a principios de
2019 IBM presentó en el marco de CES 2019, la feria de tecnología de Las Vegas,
la primera versión comercial de su ordenador cuántico. Bautizado como Q System
One, llega hasta los 20 qubits -30 menos que el prototipo que la compañía
presentó en 2017-, y está destinado a apoyar actividades científicas y de
negocios. El sistema tiene la forma de un gran cubo de cristal de casi tres
metros, al que se accede a través de una puerta. La estructura está diseñada
para mantener el chip cuántico a una temperatura de 10 milikelvin o una
fracción por encima del cero.
Por otro lado, la Unión Europea
ha materializado su apoyo al desarrollo de la tecnología cuántica a través del
programa Flagship, dotado de 1.000 millones de euros para financiar iniciativas
en este campo. Precisamente, uno de los primeros proyectos seleccionados ha
sido el presentado por el grupo Quantum Technologies for Information Science
(QUTIS) de la Universidad del País Vasco, para construir un ordenador cuántico europeo
de libre acceso para investigadores y científicos. El OpenSuperQ estará basado
en circuitos superconductores y albergará entre 50 y 100 qubits, muy por encima
de los 20 que ostenta la versión comercial de IBM. Si todo va bien, el primer
ordenador cuántico de Europa tendrá origen vasco.
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