lunes, 4 de abril de 2022

Adiós a la oficina tradicional: los modelos de trabajo híbridos

 



El año 2020 impuso un abrupto cambio en la forma de trabajar de una parte importante de la población ocupada del mundo. Todo aquel que pudo por las características de su empleo adoptó el trabajo en remoto desde el confinamiento de su domicilio, y, una vez que se inició la desescalada, numerosas empresas optaron por el formato combinado de asistencia presencial y teletrabajo, mientras las condiciones sanitarias no podían garantizar la seguridad absoluta para los empleados.

A primera vista, podría parecer que la nueva normalidad nos devolverá a las oficinas y al trabajo completamente presencial, pero cada vez se alzan más opiniones en contra de este planteamiento, de forma que todo apunta a que nada volverá a ser ya como antes. En los últimos meses, tanto empleados como empleadores han podido descubrir las ventajas del trabajo a distancia, y es muy posible que, a partir de ahora, esta modalidad esté mucho más extendida en nuestra sociedad.

Esto no implica que las oficinas tiendan a desaparecer y que todo el mundo vaya a acabar trabajando en su casa. El modelo más en boga entre las empresas es el del denominado “trabajo híbrido”, que implica que trabajador realiza parte de su jornada en las dependencias de la compañía y la otra parte fuera de allí, de forma deslocalizada. Es decir, combinar la presencialidad con el trabajo en remoto. Si bien el magno experimento laboral que tuvo lugar hace ya dos años ha demostrado las virtudes del teletrabajo, en los departamentos de recursos humanos de las organizaciones causan no poca preocupación temas como la posible pérdida de compromiso del empleado trabajando en remoto con la marca, o la ausencia de esa “gestión del conocimiento de pasillo” que surge de compartir un espacio de trabajo con otros compañeros.

El futuro inmediato es híbrido. McKinsey Global Institute predice que entre el 20% y el 25% de los trabajadores de las economías avanzadas continuará trabajando de forma híbrida -quedándose en casa entre tres y cinco días a la semana-, una proporción entre cuatro y cinco veces la que había antes de la pandemia.

A pesar de sus evidentes ventajas, también se alzan voces anunciando los peligros que entraña el formato basado en el teletrabajo parcial. Por un lado, los empleados más ausentes de la oficina, es decir, aquellos con modalidades que impliquen más cantidad de trabajo en remoto pueden llegar a hacerse menos visibles que los otros, y quedar relegados a la hora de promocionar o recibir reconocimientos.

Igualmente, y relacionado con lo anterior, el trabajo híbrido puede ampliar las brechas de género dentro de las empresas, puesto que las mujeres jóvenes con hijos pequeños tenderán a solicitar más horas de teletrabajo que sus compañeros masculinos. Este factor puede frenar sus carreras profesionales convirtiéndolas en invisibles frente a otros empleados y empleadas que opten por una mayor presencialidad.

Existen otros temas relacionados con asuntos materiales, como el poder garantizar a cada empleado un puesto en la oficina cada vez que viene, dado que ya no habrá, por norma general, sitios fijos como antaño, o la financiación del coste que asumen los teletrabajadores para poder disponer de las condiciones adecuadas en su domicilio, algo que, según la nueva ley sobre teletrabajo, debería asumir el empleador. El tiempo dirá cómo se van resolviendo estas cuestiones de forma satisfactoria para todos.

Con todo, es más que probable que las oficinas que conozcamos a finales de esta década que empieza se parezcan muy poco a las que dejamos atrás en la pasada, con sus grandes praderas de mesas de trabajo, y los puestos fijos en los que nos sentábamos día tras día, decorados con objetos personales y las fotos de la familia.

Foto de fauxels en Pexels

 

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